La Universidad Siempre

El Caldera de mi juventud

Por Carlos Guillermo Cárdenas D.

A Carlos Eduardo Febres Fajardo y Adolfo Moreno Uzcátegui, compañeros de sueños de esos tiempos

La primera vez que escuché hablar de COPEI (acrónimo de Comité Pro Elecciones Independientes) fue en las postrimerías de 1960, cuando,  acompañando  al abuelo materno Carlos E. Dávila, visitamos la casa regional para aportar una modesta contribución que  quería dar a la organización, fundada el 13 de enero de 1946, por  Rafael Antonio Caldera Rodríguez.  En el Liceo Libertador nos vinculamos al Movimiento Estudiantil Católico (MEC), organización social cristiana de raíces vinculadas con el pensamiento social de la Iglesia Católica. En los años del primer quinquenio de la década de los sesenta, la lucha liceísta y universitaria la libraban los socialcristianos y socialdemócratas, y los grupos marxistas liderados por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y la juventud del Partido Comunista. Rafael Caldera ejercía un liderazgo incuestionable en las filas socialcristianas. Su figura egregia despertaba un entusiasmo a nivel de las masas juveniles de los liceos, colegios y universidades, que pronto magnetizó a grupos de estudiantes que cerraron filas en la Juventud Revolucionaria de COPEI (JRC) y el Movimiento Universitario Católico (MUC).  De las cinco universidades nacionales, la izquierda dominaba tres (UCV, UC y ULA), los socialdemócratas una (UDO) y los socialcristianos otra (LUZ).

El 15 de abril de 1967 se realizó, en el Nuevo Circo de Caracas, la cuarta proclamación de Rafael Caldera como candidato a la presidencia de la república. Fue un acto de masas memorable, que refrendó la impresión generalizada para el momento, que no existía un venezolano  más capaz que él para ejercer la presidencia.  Se vio a un Caldera distinto, con garra de líder, que recuerda la expresión que luego fue consigna de su campaña,  que para derrotar a Acción Democrática “hay que echarle pichón”.  Cronistas políticos de la época afirmaban que hasta ese momento, Acción Democrática el partido de masas fundado por Rómulo Betancourt, era un partido inderrotable.

El siguiente año 1968, Rafael Caldera alcanzó la presidencia por  estrecho margen, iniciando el primer gobierno de signo distinto al que entregaba el poder. En Venezuela se consolidaba el sistema democrático representativo, con independencia de poderes, admirado y respetado  por la comunidad internacional.  Tal vez el logro más importante del presidente Caldera en el periodo 1969-1974, fue la pacificación del país; grupos de la extrema izquierda que habían tomado la vía armada, urbana o rural, depusieron las armas para integrarse al sistema democrático.  El país alcanzó la calma que permitió un desarrollo económico, medianamente aceptable, aunque la pobreza en las principales ciudades del país seguía siendo un desafío para la democracia.

El 24 de diciembre muy temprano, mientras cumplía mi tarea de médico, me enteré de su muerte, una noticia que se esperaba en cualquier instante, pues una dolorosa y larga enfermedad lo fue consumiendo paulatinamente.  Días hace se anunció que escribía sus memorias. El balance de su vida y de su obra vendrá, la historia se encargará de hacerlo en el justo término. El paciente que ocupaba mí tiempo esa mañana increpó su responsabilidad en la situación presente. Dejemos que el tiempo se encargue de producir los ajustes y equilibrios que sólo él puede.

El Caldera de la primera presidencia;  el del mitin del Nuevo Circo de Caracas; el tribuno de gran elocuencia que rebosó el coso taurino caraqueño en un apoteósico y multitudinario acto de masas, es el que nuestra generación recordará del líder socialcristiano, uno de los tres grandes de la democracia venezolana, junto con Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba.

¡En  hora buena!