Rafael Caldera y Monseñor Pellín

Por Cruz Echenique, periodista del estado Bolívar.

Con la muerte del ex presidente de la República Rafael Caldera Rodríguez, ocurrida el pasado fin de semana, desaparece uno de los jefes de Estado más respetuosos de la dignidad de la Iglesia en Venezuela. No que Raúl Leoni y los otros gobiernos surgidos de Acción Democrática no lo fueran, pero no con el interés puesto por el líder socialcristiano, a sabiendas de que Venezuela es un país de mayoría católica.

Digo esto al recordar que en 1969 fallecía en San Juan de Puerto Rico, estando en una Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, Monseñor Jesús María Pellín, obispo venezolano, orador de fuste, periodista y director del diario «La Religión», desaparecido decano de la prensa nacional y vocero de la Iglesia venezolana, donde tuve la oportunidad de dar mis primeros pasos en el periodismo.

Cuarenta años después de su muerte entrega su alma al Señor el ex presidente Caldera, cuya amistad con el venerable obispo y periodista fue la más afectuosa, recordando yo las numerosas veces en que el jefe del Estado lo visitó en su residencia de la caraqueñísima parroquia La Pastora –hoy convertida en ruinas– para consultarle cuestiones de Estado, necesitado de un consejo sabio y oportuno.

El Presidente, también periodista, lo visitó varias veces en su despacho del diario «La Religión», ocasión en que compartía con el personal del diario.

Puedo asegurar que el primer período de gobierno de Rafael Caldera fue el más fructífero para las relaciones gobierno-Iglesia, que hoy en día se encuentran en su mayor estado de deterioro. El gobierno de otro socialcristiano, Luis Herrera Campins, también mantuvo buenas relaciones con la Iglesia.

Por gestiones del Obispo Pellín, el Papa Pablo VI le envió a Caldera y a su esposa, una especial bendición apostólica. También visitó el mandatario el Asilo de Huérfanos de Caracas, una de las obras sociales de Monseñor Pellín, que regentaban las Hermanitas de los Pobres, entre las esquinas de Dos Pilitas y Portillo. Allí se alojaban 100 niñas huérfanas de todos los barrios de Caracas y recibían educación hasta el bachillerato, así como formación para el hogar.

Rafael Caldera asistía al sermón de las Siete Palabras que pronunciaba Monseñor Pellín durante la celebración del Viernes Santo, en la Basílica de Santa Teresa de Caracas. Durante su oratoria, el sacerdote se refería a los grandes males de la sociedad de la época y aludía al compromiso de los gobernantes de turno con el pueblo que los eligió, para corregir esas deficiencias y brindar felicidad a sus gobernados.

Después de la muerte de Monseñor Pellín, el diario «La Religión», que llegó a ganar el premio «María Moors Cabot» de la SIP en dos oportunidades, por su férrea defensa de la libertad de prensa en el Continente, estuvo bajo la dirección de varios distinguidos sacerdotes, entre ellos Bernardo Antonio Heredia, Monseñor Juan Francisco Hernández, párroco de San José y luego de Santa Teresa, así como el Padre Jesús Delgado Chapellín, pero a pesar de sus buenas gestiones como editores la existencia del periódico se hizo precaria, pues representaba una carga para la Iglesia. Sin medios para autosostenerse, «La Religión», un periódico tamaño standard a color y de cuatro cuerpos, que tuvo su época dorada en la década del sesenta, devino a un tabloide en blanco y negro de dieciséis páginas, bajo la dirección de seglares y sin apoyo oficial desapareció finalmente hace varios años.

El nombre de Monseñor Pellín fue otorgado poco después de su muerte a un premio anual de periodismo escrito y audiovisual que instituyó la Conferencia Episcopal Venezolana, el cual da prestigio a quien lo recibe, sea comunicador social o institución.

Desde Ciudad Guayana enviamos nuestro pésame a Doña Alicia Pietri de Caldera, a su hijo Juan José y demás familiares por tan irreparable pérdida. Paz a sus restos.