Por los legítimos ideales del estudiante venezolano (1973)

Ediciones Nueva Política

Estudio introductorio de Naudy Suárez Figueroa. 

1936 constituye un año de excepción en la historia venezolana. Ya para acabar 1935, muere en Maracay el general Juan Vicente Gómez, quien deja tras de sí el más largo de nuestros regímenes autocráticos. Por 27 años debió el país sobrellevar la ausencia de las libertades más elementales.

Los gomecistas recalcitrantes intentan obligar a su sucesor en el poder, el general Eleazar López Contreras, a que opte por un estilo que, si había beneficiado en lo personal a quienes habían hecho corro satisfecho en torno al difunto dictador, no había entrañado menos detrimento para un país azotado por el jefecivilismo, la ignorancia y las endemias.

Es entonces cuando de Colombia, Trinidad, México, Costa Rica, Nueva York o Europa comienza el retorno de los que, alejados por propia o ajena voluntad de un país increíblemente ausente de las conmociones sociales y políticas presenciadas por Europa y América, habían abrazado en el exilio nuevas ideas y venían trayendo en sus alforjas un bagaje de teorías y soluciones para un país al que harán cobrar rápida conciencia del significado de la palabra problema, aplicada ésta a la economía, la educación, el gobierno o la salud.

Los viejos partidos tradicionales –liberalismo y conservadurismo– aplastados por Gómez bajo la engañosa consigna de «Unión, Paz y Trabajo» (los opositores a Gómez completarán con razón así: «Unión en las cárceles, Paz en los cementerios y Trabajo en las carreteras»), intentan en 1936 afanosa y vanamente resucitar. Pero no en vano el agua había corrido debajo de los puentes y deberán dejar paso en el corazón del país a más jóvenes tendencias: el marxismo que, ante la prohibición constitucional, arrópase en  el Partido Republicano Progresista o la socialdemocracia, adoptada como divisa de combate por un movimiento, ORVE.

Por otro lado, la división de la todopoderosa Federación de Estudiantes de Venezuela, da lugar, en mayo del mismo año de 1936, al nacimiento de la Unión Nacional Estudiantil. Más allá de lo puramente gremial, la Unión Nacional Estudiantil perfilará paso a paso una futura alternativa frente a marxismo y socialdemocracia: la alternativa demócratacristiana, que bebía de las aguas renovadas del pensamiento social de la Iglesia tanto como de una profunda convicción nacionalista, nacida de un apasionado análisis de lo que el país quería y debía querer.

Parte del testimonio de lo que fue y pensó la que bien puede considerarse como una organización germinal de la democracia cristiana venezolana, la Unión Nacional Estudiantil, está contenido en los editoriales de un libro con título largo, pero explícito: Por los legítimos ideales del estudiante venezolano. Aparecido en 1937, recogía los editoriales del primer año de su periódico semanario, UNE, el cual se reedita ahora con estudio preliminar de Naudy Suárez.

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