Civil y Estadista

Por Mercedes Pulido de Briceño

Palabras en la presentación de la biografía de Rafael Caldera, de la Biblioteca Biográfica Venezolana. El Nacional, Caracas, 31 de enero de 2012. 

En los tiempos que vivimos donde el presente o el futuro  nos domina   realizar esta semblanza ha significado mirar al pasado para no quedarnos atrapados en el presente.

Detrás de esta semblanza más que un actor  político a quien endilgar nuestras miserias o aciertos históricos, hay  las dimensiones de un SER HUMANO que se levanto a si mismo amparado bajo muchas miradas y entornos muy limitados  con una postura difícil de doblegar.

Un hombre metido hasta las rodillas en el lodo de un país que empezaba a verse a si mismo como algo más que el hato de un caudillo y aspiraba a la civilidad como convivencia que sembraría la madurez democrática. .

Vivimos tiempos de abundancia de candidaturas, voceros, estrategas que responde a acciones eficaces o eficientes pero sin visión integral de País donde diferentes realidades contradictorias  pugnan por encontrar  ductores estadistas.

Hay una diferencia fundamental entre el Político y el Estadista que en esta semblanza surge constantemente.

El político puede considerar que el Estado le pertenece, El Estadista sabe y siente que  pertenece al Estado.

Caldera,  asumía que su quehacer vital  pertenecía al Estado,  ese Estado de Derecho y Justicia Social que se convirtió en pasión.  Como todo personaje público está expuesto a apreciaciones contradictorias pero nadie puede obviar que fue un estadista, con visión del país que sentía latir en todas sus acciones acertadas o no,  fraguadas con la fuerza de haber  recorrido las calles y rincones de una realidad que esperaban la libertad y la justicia. Adherido a la rigidez de sus ideales y valores universales.

Estadista,  porque como tal asumió los riesgos de la mirada del devenir democrático en construcción. El Estadista asume los riesgos de las decisiones impopulares, como el camino de la convivencia colectiva. Riesgos de no enmarcarse en elecciones  y complacencias, sino en proyectos colectivos. Riesgos de mantener la prudencia en el desborde de las pasiones

Caldera intuía que su apuesta vital le sobrepasaba en años, en tiempo y energía.

Por ello al pasar el tiempo las vidas de los hacedores de un país, de las contradicciones y aciertos no pueden medirse solamente por las obras, sino por el eje personal y vital del que partieron y los horizontes que forjaron.

No creo que se puedan juzgar políticamente a los hacedores de nuestra realidad sin hacer el recorrido de sus primeros años de vida, del país en que crecieron y finalmente de su aporte para que este país pudiera crecer de la infancia caudillera a la madurez democrática.

No voy agregar al texto que hoy presentamos mucho mas de lo que ya Laureano nos ha dicho, pensando que durante muchos años se gano la vida metiéndose en la piel de Caldera. Es tiempo para repasar nuestras vidas y centrarnos en promover y abrir los espacios a los hacedores del futuro.

Agradezco el reto a El Nacional y los reto a Ustedes a encontrar en la vida de Rafael Caldera  algo más que un héroe, un titán o  un culpable.

Quizás lo que aflora en esta semblanza son  las dimensiones a las que un hombre puede llegar cuando convierte su proyecto de vida en algo más que una carrera personal y lo lleva a una visión de país que trasciende las dificultades y genera la esperanza de nuevas generaciones.

Todos los que estamos aquí reunidos podemos tener opiniones contradictorias, lo que significa que para nadie Caldera es indiferente.

Que la lectura de estas líneas nos convierta en hacedores del país que nos espera.

Gracias.