Caldera hombre, esposo, padre y amigo

Por Luis Alberto Terife

Me he sentido con el deber y por supuesto con el derecho de poder expresar en cortas y simples líneas, quien fue el Doctor Rafael Caldera, para mi familia y para mí en lo particular, como un hombre de familia como podemos ser cualquiera de nosotros.

Vivimos por muchos años en Las Delicias de Sabana Grande, exactamente en La Calle Los Mangos, el Doctor Caldera tenía su casa, Punto Fijo, en la avenida Francisco Solano de Sabana Grande éramos vecinos de la misma parroquia y urbanización, El Recreo y Las Delicias de Sabana Grande. Por muchos años, cuando se iba a su trabajo en las mañanas, subía por la Calle Los mangos en su carro, pasando por frente de nuestra casa, conocíamos mas o menos la hora en que pasaría y salíamos a la puerta a verlo pasar; era verdaderamente apasionante, tratábamos de saludarlo, y él nos devolvía el saludo. Lo más importante para nosotros, era que una persona de la talla del Dr. Caldera, fuera vecino de la misma urbanización. Igual nos gustaba pararnos frente a nuestra casa, para ver pasar a Doña Alicia y Mireya, en un carro verde claro por enfrente de nuestra casa, cuando seguramente estaban iendo a alguna parte.

Siendo aun pequeños, muchas veces nos parábamos a esperar el autobús para ir al colegio, y allí también se paraba Mireya para tomar el autobús de su colegio hablamos y nos divertíamos jugando a algo sencillo. El Doctor Caldera fue siempre un católico de los que llamamos de verdad, asistía a misa los domingos, a la Iglesia del Recreo, donde oficiaba la misa Monseñor Ferreira; mi abuela materna y mis hermanos, esperábamos afuera para verlo salir de misa, y mi abuela, que lo admiraba mucho, se le acercaba, le hablaba y pedía mucho a Dios por el. Era en realidad un hombre bastante humilde en ese sentido de conversar e interrelacionarse con la gente.

Sentíamos un gran respeto y admiración cuando aún éramos unos adolescentes, un grupo de amigos y yo, nos fuimos a inscribir en la Juventud Copeyana, en la localidad de el Recreo; a uno de mis amigos le toco el carnet numero uno, a mí el numero dos y a otro el numero tres, firmados por el Doctor Caldera, ¡qué contentos salimos!. Apoyábamos y ayudábamos en la zona de Sabana Grande, a poner carteles alusivos al Dr. Caldera y a su partido Copei. Verdaderamente para nosotros era todo un líder al que seguiríamos por muchos años con gran orgullo.

Durante los 14 años que estudiamos en El Colegio San Ignacio de Loyola, pudimos conocer mucho más de cerca al Dr. Caldera, ya que sus hijos varones mayores allí estudiaban; conmigo estudio siempre Rafael Tomás, excelente estudiante y muy inteligente; Juan José, estudiaba un par de años por debajo de nosotros, con el cual también había una amistad, sobre todo, porque me tocó a mí enseñarlo cuando ingresó a la Banda de Guerra del Colegio. Por muchos años, el Doctor Caldera asistía los domingos a la misa en la Capilla del Colegio, nunca faltaron los admiradores entre los estudiantes, que lo saludaban, siempre siendo un honor hacerlo, yo me encontraba entre ellos. El tenía un don muy especial con la gente, siempre sonreía, daba sus palmaditas en los hombros a algunos de nosotros que nos sentíamos orgullosos que nos vio y saludó.

Uno de sus grandes amigos, el Doctor Lorenzo Fernández, igualmente como buen católico que era, asistía a las misas los domingos en compañía de su familia. Lorenzo Eduardo, su hijo mayor, estudiaba en el San Ignacio donde fuimos compañeros durante primaria y secundaria.

Su imagen, ante nosotros que éramos unos adolescentes, fue siempre de un hombre bueno, con una gran personalidad y mucho temple, acompañado siempre de su esposa, Doña Alicia y Mireya, que nos indicaba que la familia era muy importante.

Me atrevo a decir, que casi todos los que vivíamos por Las Delicias de Sabana Grande, cuando éramos adolescentes, así como nuestros padres y familiares, sentíamos por él un gran respeto, y lo consideramos como uno más de nosotros. Existía por la época en que éramos jóvenes, el Club Las Delicias, en la segunda calle de Las Delicias de Sabana Grande, donde lo que más se hacía era jugar tenis y dominó, por el cual el Doctor Caldera sentía una especial pasión.

Entre los jugadores de tenis, además del Doctor Caldera estaban, Juan Domingo Cordero, Hugo Pérez La Salvia, Ramos Rotundo (mi suegro) donde entablaron una buena y gran amistad entre ellos. Tanto fue así, que cuando mi suegro murió, el Doctor Caldera estaba en su segunda presidencia, fue a la funeraria a presentar sus condolencias por su muerte, algo que se le agradeció muchísimo en la familia, mostrando no sólo la gran amistad con mi suegro, sino su humildad para ir. (Mi suegro nunca fue político solo fueron amigos). Fuí ya adulto, a las tenidas de música en casa de Hugo Pérez La Salvia, donde estaba seguro el Doctor Caldera; las tenidas eran de Tangos, mi suegro y Hugo tocaban la guitarra, Hugo cantaba tangos.

Me contaba en una ocasión mi suegro, que cuando el Doctor Caldera gana su primera presidencia, los amigos, Hugo Pérez la Salvia y él, fueron a la Quinta Tinajero en los Chorros a darle sus felicitaciones. Cuando entraron a la casa y el los vio, se separo del grupo que lo estaba felicitando y fue al encuentro de sus amigos, los tomó del brazo y entraron a su biblioteca; sacó entones una botella de brandy y tres copas y festejaron con sus copas. Mi suegro no lo podía creer, que ellos tres estaban solos y por un rato juntos, aparte de todos los demás que estaban en su casa hablando y deseándole lo mejor en su presidencia. Ese era el comportamiento del Doctor Caldera con sus verdaderos amigos. Sabemos que Hugo formó parte de su gabinete como ministro de minas y hidrocarburos, siendo excelente ministro; mi suegro, como no era político, ni se sentiría bien en el gobierno, nunca ocupo ningún cargo.

Algunos miembros de mi familia y yo, ya mas crecidos, íbamos a todos los mítines que el Doctor Caldera daba, cuando fue candidato para elecciones de presidente; fuimos y estuvimos muchas veces en las mesas de votación, en la Parroquia el Recreo; siempre con nuestros corazones dispuestos a apoyarlo para que ganara las elecciones; cuantas caravanas hacíamos para apoyarlo en las elecciones, muchas fueron. Que placer sentimos cuando gana las elecciones en su primera presidencia, nos decíamos, vamos a tener a la persona por la cual dedicamos mucho tiempo y trabajo, para apoyarlo desinteresadamente, para que ganara.

En muy pocas ocasiones, cuando se trataba de asistir a algún acto, nunca lo vimos sin compañía de su esposa, Doña Alicia, enviándonos el mensaje de la importancia de la familia. Igual, puedo decir de sus hijos, varones, que conocí en el colegio, y de Mireya, que también conocía; sus comportamientos, siempre fueron dignos de orgullo del Doctor Caldera, eran personas amables, sencillas y exitosas en sus respectivos campos.

Mi familia y yo, siempre fuimos sus admiradores, admiradores del hombre, no de su imagen política, fuimos, ¡Calderistas! pues lo considerábamos, como mencioné anteriormente, un hombre claro, con un estilo de actuar y hacer las cosas muy particular, pero buenas y sobre todo honesto, y con un gran don, el de poder haberle trasmitido a su familia, los valores importantes para triunfar, en lo personal y lo profesional, en esta vida.

Las relaciones que pudimos tener con el Doctor Caldera, siempre fueron fuera de la política, mi familia y yo, nunca lo fuimos, fueron en la iglesia, en el colegio y en la zona de sabana grande, como mencioné anteriormente.

Mis relaciones, fueron más marcadas, con su señora esposa Doña Alicia, Juan José y sobre todo con Mireya, ya que fuí asesor y desde hace muchos años, miembro de la junta directiva del Museo de los Niños, esa espectacular e increíble obra de Doña Alicia, para los niños. En algún momento Doña Alicia, me comentaba que para ella no era muy fácil ser la esposa de un presidente, (dos veces), estadista, político y profesor universitario, como lo fue el Doctor Caldera, pero que siempre fue una persona con la cual se podía, ser esposa y apoyarlo en su carrera política, ya que él así lo permitía..

Doña Alicia, fue de esas personas que, además de crear esa gran obra, se dedicó de lleno a su Museo, hasta que en algún momento, entró Mireya a dirigir el mismo. Fue para mí un gran motivo de satisfacción y orgullo, no solo haber trabajado con Doña Alicia, y de ser asesor del Museo , sino además, ser miembro de su Junta Directiva, y haber podido, apoyar y ayudar a que el mismo creciera. Hoy en día, siendo miembro de La Asamblea y de su Junta Directiva, me siento muy orgulloso y honrado. En algunas ocasiones, cuando había en el Museo algún evento importante, allí estaba el Doctor Caldera compartiendo con nosotros.

El de haber trabajado por muchos años con Mireya en el Museo, me ha dado, además de un gran conocimiento y satisfacción personal y profesional, una gran amistad, la cual la ha compartido mi esposa July.

Con la desaparición física del Doctor Caldera en días recientes, no solo se perdió, posiblemente uno de los mejores y más luchadores por la Democracia en nuestra amada Venezuela y un insigne estadista, sino un excelente esposo, padre y amigo. Que Dios lo tenga en la gloria, estoy muy seguro que así será.