Recorte de El Universal del 7 de marzo de 1937 donde aparece publicado este artículo de Rafael Caldera.

Reflexiones para el nuevo gobierno

(Orientaciones venezolanas)

En muchos sectores de opinión predomina todavía una impresión de desconfianza hacia el nuevo gobierno. Ello es consecuencia fatal de un año vivido en perpetuo titubeo. Cuando el Ejecutivo desarrolló una política de tolerancia hacia los comunistas, nació un justo clamor, que llegó a convertirse en tempestad. Ahora el Ejecutivo ha decidido al fin, según parece, proceder a realizar una política represiva que quizá pudo evitarse si se hubiera empleado una táctica inteligente y preventiva; y los elementos que somos a la vez genuinamente anti-comunistas y auténticamente demócratas nos encontramos entre la espada y la pared. No nos atrevemos a criticar al Gobierno, ante el temor que vuelva la época de las contemporizaciones. No nos atrevemos a defenderlo, por el miedo de propiciar un regresionismo dictatorial, y de contemplaciones hacia la burguesía seudo-capitalista o hacia el imperialismo petrolero.

Es necesario, por lo tanto, que queden claramente definidas las cosas. Si pedimos una labor constructiva, inspirada en un firme propósito anti-imperialista y de recta justicia social, no se entienda por ello que pedimos lenidad para los dirigentes comunistas y para su funesta propaganda. Si reclamamos que de una vez por todas acabe el Gobierno de transitar la senda que le fija la Ley Fundamental en contra de los agitadores, no quiera por eso interpretarse que deseamos un régimen de fuerza ni un Gobierno apenas consagrado a conservar un sistema social que debe reformarse, o presto a claudicar ante las exigencias de los usurpadores de nuestro petróleo.

Doble es la función que reclama el país al Gobierno. Doble, entiéndase bien, lo cual significa que enfocar un solo aspecto del problema venezolano sería traicionar una grave responsabilidad y promulgar de una vez solemnemente el próximo fracaso de nuestro ensayo democrático.

Acción represiva

Doble función, he dicho. Y claro está que en ella debe jugar papel fundamental la acción represiva contra los ambiciosos perturbadores que tenazmente han venido empeñándose a preparar en nuestra Patria el espectáculo doloroso de España.

Acción represiva. La frase suena dura. El mismo Presidente expresó en un discurso que era enemigo de la represión. La palabra represión suena algo así como a machete gomero, como a ergástula de Paulino Camero, como a calabozo de Nereo Pacheco. Pero, ya lo decíamos allá, por el 26 de septiembre del año pasado: «El error gomecista no consistió en el simple uso de la fuerza. Consistió en el empleo inmoderado de ella, pero sobretodo en aplicarla a fines pervertidos. Todo nuevo gobierno habrá necesariamente de seguirse apoyando en los medios coactivos que le dio la sociedad por el mero hecho de formarse; y si los tribunales y el ejército y la policía no han podido ser suprimidos del mundo en las épocas de normalidad más absoluta, vana y peligrosa utopía sería pretender abolirlos en época de fatales conmociones sociales. Represión, y no otra cosa, es el hecho de que los asesinos y los ladrones vayan a las cárceles. Y si no fueran, ¿habría manera de hacer entrar a ciertos ciudadanos en razón para que no mataran ni robaran?».

Cuando se pide represión no se piden grillos, ni tortoles, ni calabozos, ni suplicios. Se pide solamente la sanción de la ley contra los que atropellan toda ley. La Constitución Nacional fija el camino contra los comunistas. Nosotros, – (hablo en nombre de los elementos honrados que pedimos represión contra ellos) -, reclamamos que se les aplique la sanción constitucional. Nada más, nada menos. La previsión de nuestra Carta Magna es un remedio de salud pública muy semejante al aplicado a los extranjeros perniciosos. Los comunistas son peores que extranjeros; son negación viviente de la Patria.

Hablar, por ejemplo, de confinamiento, no es correcto. Nada autoriza para trocar las sanciones previstas por el legislador. La expulsión de los comunistas no es una pena propiamente dicha, sino, como dije, una medida de salud pública. Y bastante suave, por cierto, puesto que tiene que limitarse a un año en tratándose de nacionales. Bien que de no lograrse la adaptación del individuo al medio jurídico nacional, que el camino del Derecho Común con sus severas penas para los traidores a la Patria.

Acción constructiva

Pero hay que repetirlo una vez más. Al comunismo no se lo combate con simple represión. Hay que recordar que él es un error que tiene por base una verdad, cual es la injusticia social. Tiene, por lo tanto, que ser simultáneo el castigo del error y la satisfacción de la verdad que le sirvió de punto de partida.

Por eso es lo que, si hay una obligación fundamental de realizar una labor por la justicia social, por la independencia económica de la Nación, etc., esa obligación toma caracteres aún más apremiantes cuando se actúa contra los comunistas. Porque hay que demostrar a la Nación que no es contra los legítimos anhelos de mejoramiento que sienten las clases proletarias, que no es contra la legítima aspiración del nacionalismo reivindicador, contra lo que se ha reaccionado. Que no se ha reaccionado contra la libertad. Sino que solamente sea ido contra los que, valiéndose de su extremada habilidad para gritar, han pretendido aparecer como monopolizadores de algo que está en el corazón de todo buen venezolano; cuando en realidad ellos persiguen propósitos viles que a todo trance hay que evitar. Que el día que vuelvan los comunistas con sus cantos de sirena, el pueblo los rechace de plano, convencido de que su alianza sólo les trajo inconvenientes y malestar, en tanto que sus verdaderos amigos están escondidos muchas veces en quienes por obra de una nefasta propaganda vio algún día presuntos enemigos.

Nubes

Y precisamente aquí está el eje del éxito o del fracaso del nuevo Gobierno. Nadie duda de su eficacia en la acción represiva, puesto que ya ha empezado la depuración de los servicios públicos, y puesto que se espera que en seguida acabará de legalizarse la situación cumpliéndose la previsión constitucional.

Pero acerca del cumplimiento de la acción constructiva existe una densa atmósfera de duda. Y es que no se ha marcado, en realidad, algo que demuestre el propósito de emprenderla. Más aún, muchos observadores conscientes han llegado a temer que pueda haber un cierto deseo de causar buena impresión a los imperialistas, para evitar que apoyen un complot de que se habla, fraguado por los viejos gomecistas.

Hay que hacer que se disipen esas nubes. ¿Cómo? Trabajando en seguida. Trabajando contra el imperialismo, no en una forma loca, folletinesca, sino mediante un programa progresivo de capacitación técnica venezolana para que dentro de algunos años sepan los petroleros que no nos hacen falta. Mandando muchos ingenieros a especializarse en técnica industrial petrolera, a fin de forzar cada vez más la colocación de técnicos venezolanos en las explotaciones. En eso de lucha contra el imperialismo extranjero hay que tener presente el ejemplo envidiable del Japón; bien que desgraciadamente este país lo suplantó por el propio imperialismo.

Como el Japón, nosotros debemos ir ganando más y más terreno, en una lucha firme y constante. Demostrando más que nunca una intensa preocupación por el trabajador venezolano. Creando más Inspectorías del Trabajo (previstas por la Ley) para saturar el país de celosos guardianes de las disposiciones legales protectoras de los trabajadores. Trayendo técnicos para que realicen los estudios previos a la implantación (prevista por la Ley) del seguro social obligatorio. Creando agencias de colocaciones (previstas por la Ley) para reducir al grado mínimo el porcentaje de desocupados. Desarrollando una política agraria cada día más intensa, de modo de fomentar en firme la pequeña propiedad, célula de la felicidad social. Trabajando más y más en sanidad, en instrucción pública. Racionalizando la economía de las Obras Públicas, de modo que pueda verse un resultado efectivo, y no un cúmulo de obras comenzadas y muchas casi sin esperanzas de concluir.

Ahí tiene el Gobierno el segundo aspecto del problema, el que por ningún respecto puede descuidar, el que nos tiene pendientes de un hilo a los elementos de buena fe, que por el mero hecho de ser anticomunistas cargamos ante el público con los méritos y los pecados del Gabinete anticomunista.

Permítaseme, por lo tanto, que para concluir lo repita: precisamente aquí está el eje del éxito o del fracaso del nuevo Gobierno. Nadie duda de su eficacia en la acción represiva, puesto que ya ha empezado la depuración de los servicios públicos, y puesto que se espera que en seguida acabará de legalizarse la situación, cumpliéndose la previsión constitucional. Pero acerca del cumplimiento de la acción constructiva existe una densa atmósfera de duda. Hay que hacer que se disipen esas nubes.

¿Cómo? Trabajando en seguida.

Rafael Caldera