El directorio
Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 18 de diciembre de 1948.
Hoy en la mañana, sin propaganda, dentro de las limitaciones impuestas por el actual estado de cosas, se reúne en la Casa Central de COPEI su Directorio Nacional. Lo integran los miembros del Comité Nacional y los presidentes o secretarios generales de los Comités Regionales.
Se reúne el Directorio con el objeto de fijar rumbos ante el momento actual. La tarea de enderezar la vida nacional no es una empresa fácil. Año tras año, el pueblo venezolano espera el aseguramiento de la estabilidad, sobre bases firmes de vida institucional, de genuina libertad, de verdadera justicia. Hermosa oportunidad para dárselas tuvo el grupo civil llevado al Poder por «la peripecia de octubre» y porque «lo obnubiló el sectarismo», porque no quiso dar a la Patria lo que a ésta tocaba, su ruidoso fracaso culminó en «la peripecia de noviembre». Pero ello no quiere decir que todo lo que Venezuela necesita está ya logrado; y las fuerzas del espíritu, las organizaciones que tienen un compromiso con fundamentales principios, están obligados a dar desde ahora su aporte de orientación y de optimismo para que se haga despejado y promisor el horizonte.
No vienen los miembros del Directorio de COPEI a disentir intereses personales ni de grupo. No pretenden con su reunión, pedir una porción alícuota en la herencia del partido que fuera, por igual, el primer enemigo de COPEI. Quienes forman ese Directorio han sabido luchar sin ambición ni tregua. Han dado el frente a obstáculos que parecían insuperables. En todos los lugares de la República se echaron a la calle, a la prensa, al Parlamento y a la plaza pública, a hacer patentes el engaño y arbitrariedad que presidían las actuaciones del gobierno, hoy depuesto. Demostraron corazón y desinterés en el servicio del pueblo. Y en este momento se aprestan a ratificar su actitud, evidenciando que no luchaban por obtener prebendas ni por desahogar odios sectarios. Trabajaban por un ideal, y por un ideal están decididos a seguir trabajando.
El pueblo venezolano ha apreciado y juzgado la trayectoria copeyana en los duros días de hostigada oposición. El pueblo venezolano ha aumentado, si cabe, su aprecio por el movimiento copeyano, por el acrisolado respeto a los principios y la firme devoción a la justicia que caracterizan su actitud en el momento actual. Los hombres del Directorio Nacional, que pueden mostrar la satisfacción de haberlo sacrificado todo cuando la lucha parecía sin esperanzas, no solicitan para sí otra recompensa que el derecho de seguir trabajando por el ideal de paz social que constituye la base fundamental de su programa.
Porque sería insensato pensar hoy que ya la Nación convalece; ni que basta la acción de deponer un régimen para que la conciencia nacional se consolide. La Junta Militar está demostrando, con sus declaraciones, su convicción de que no basta el hecho militar para dar la derrota al sectarismo marxistoide en el corazón del pueblo. Sobre la sola fuerza no puede sostenerse prolongadamente una estructura gubernamental, sin derivar hacia el compromiso personalista o hacia el despotismo autocrático. Venezuela tiene larga experiencia de esto. Ella sabe que cuando el general Gómez abominó de los partidos (y sus palabras fueron saludadas con aplausos porque muchos vicios habían consumido los partidos históricos) estaba preparando una omnímoda prepotencia de 27 años. Y tenemos la seguridad de que la Institución Armada, cuyos personeros fueron víctimas también de la dictadura gomecista y cuyos voceros proclaman generosa intención e ideal democrático, nunca serían capaces de tomar ese camino, lleno de dolores y miserias para la Patria.
Que el gobierno provisorio no tenga fisonomía exclusivista, en eso hemos estado plenamente de acuerdo. No conviene a la Institución Armada, no conviene a los propios partidos, no conviene a la colectividad que se repita la experiencia del 19 de octubre. Que la acción de los partidos debe ser hoy muy otra que la de la lucha enconada o la propaganda encendida, eso lo hemos proclamado paladinamente. La recuperación colectiva exige, en ese sentido y no en otro, una tregua. Pero sembrar la idea de hacer definitivo lo transitorio, dar a la tregua el carácter de un olvido de compromisos idealistas para reemplazarlos con nexos puramente personalistas, eso no lo aceptaría la colectividad, ni lo tolerarían los hombres de mentalidad democrática, entre los cuales deben formar filas en primera línea los venezolanos que tienen el honor y privilegio de servir a la Nación en sus Fuerzas Armadas.
La acción militar del 24 de noviembre no habría tenido explicación ni éxito, si el propio pueblo no hubiera recibido a través de la lucha de ideas la demostración palmaria de que el gobierno adeco no le estaba sirviendo a él, sino manteniendo apetitos de facción. Sin lucha de ideas, sin combate doctrinario, sin partidos capaces de emocionar al pueblo con la esperanza de un sistema distinto –inspirado en la democracia cristiana y justicia social- no habrían quedado sino dos caminos: o la sujeción secular al desbarajuste adeco, o el planteamiento del conflicto como si lo fuera entre una doctrina civilista y una ambición militar. No sucedió eso, porque los militares expresaron que no los guiaba la ambición ni el personalismo y porque el pueblo ha confiado en que no se derrumbó el sectarismo para establecer la autocracia.
Ahora, la vida nacional exige martillar en su conciencia esa confianza. Lo contrario sería arrojar banderas en manos de la oposición clandestina que ya empieza. Al morbo destructor del sectarismo marxistoide no se le combate con la pura fuerza. A las ideas hay que oponer ideas. A las doctrinas hay que oponer doctrinas. A la extraviada emoción colectiva debe reemplazar una sana emoción colectiva. Si prevaleciera la opinión de quienes pretenden olvidarlo, el resultado sería tremendo. La pesadilla adeca tuvo un despertar reconfortante. Dormirse ahora en cómodo sueño, pretendiendo destruir los instrumentos destinados a mantener atenta y vigilante la conciencia del pueblo, podría tener trágico desenlace al borde del abismo.
Para que la pesadilla marxistoide no sea seguida por el suicida «sueño de una noche de verano»; para que el despertar de la conciencia nacional sea efectivo; para llevar adelante la organización de un movimiento de ideales, el Directorio Nacional de COPEI se reúne. Al realizar el balance de la lucha cumplida, no va a regodearse en la satisfacción de que toda Venezuela está reconociendo hoy la justicia de sus críticas. Va a reafirmar sus compromisos de desinterés y de servicio, que así como ayer le demandara lucha sin tregua contra el gobierno adeco, hoy le exigen acción nacional incansable y constructiva.