Víctor Baptista
Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 10 de noviembre de 1948.
Hondo acento de protesta tradujo en su mudez elocuente la manifestación de duelo cumplida ayer en Los Teques. En hombros de sus compañeros, seguido por el pueblo, fue a la tumba el cadáver de Víctor Baptista. Sin alaridos estridentes, sin banderolas de especulación política, contrastando en su rotunda sobriedad con la aparatosidad tragicómica usada por otros grupos políticos, el movimiento copeyano condujo hasta su definitiva morada una víctima del desorden imperante. El sentimiento de una indignación rebosante se mezcló con el de la tristeza de la desaparición del compañero, pero lejos de tomar el cauce de la violencia se canalizó en la profunda determinación de luchar para que se haga justicia.
Dando un alto ejemplo de madurez y responsabilidad, COPEI no se lanzará irreflexivamente a hacer acusaciones precipitadas. Pero al mismo tiempo, dando una nueva prueba de su indestructible solidaridad y compromiso de lucha, irá hasta donde sea necesario para esclarecer las circunstancias que rodearon el homicidio de nuestro compañero. El caso gravísimo de esa vida tronchada por manos que tenían responsabilidades de gobierno es fecundo en lecciones y enseñanzas. Su solución ofrece la última posibilidad para demostrar la existencia de un régimen de derecho. Su realización indica una peligrosa pendiente, de la que nada bueno podría resultar para el futuro nacional.
Sería incumplir un deber, callar la observación primera de que la muerte del querido compañero tiene causas sociales que concluyen con la que haya sido la motivación personal del atentado. Hay un complejo de cosas oscuras que sirve de fondo a la tragedia. Esta ocurre, precisamente, en momentos en que hemos presenciado la más descarnada incitación a la violencia. Y nada más autorizado que señalar el efecto de una propaganda incendiaria, la cual viene a desembocar en la infame destrucción de una vida de treinta años, de la cabeza de un hogar que ha dado cuatro hijos y otro más a la patria.
¿Qué se persigue con todo esto que estamos presenciando? No hace una semana, el diario más caracterizado del gobierno inventaba a coro con otros periódicos la burda e infame patraña de unos muertos y heridos en la visita que hice a la ciudad merideña de Tovar. La noticia tuvo toda la realidad de algo premeditado. Se quiso deliberadamente crear un ánimo de pasión y de encono y se echó a correr la mentira por la boca de destacados representativos del partido oficial.
¿De dónde salió la trágica leyenda de los muertos y heridos en el mitin de COPEI en Tovar, donde no se registró el más leve incidente? ¿Por qué el Ministerio de Relaciones Interiores, tan propenso a dar comunicados, guardó silencio para desmentir infundio de tanta gravedad? ¿Por qué no dio el Gobierno instrucciones al Comando de las Fuerzas Armadas de Cooperación, que prestaron eficaces y correctos servicios durante toda la reciente gira, para que informaran del desarrollo de ésta, efectuada con entera normalidad? ¿Por qué no salió el desmentido a que estaban obligados los periódicos que dieron cabida a la burda noticia?
Todas las apariencias obligan a estimar que se quiso premeditadamente crear un clima proclive a la violencia personal. Funcionario del Palacio de Miraflores escribió las más viles expresiones, sin que hasta hoy nadie sepa que haya recibido el justo castigo que merece. Y ahora, en ese ambiente fabricado por quienes deberían ser los garantes del orden, un elevado funcionario público ultima a tiros, en su propio hogar, adonde le invitara, a un dirigente de la oposición.
Víctor Baptista fue un entusiasta y decidido compañero. Desde los días de Acción Nacional estaba con nosotros. Siempre creyó en el triunfo que la bala homicida no le dejó alcanzar a ver. La convicción de que luchaba por una causa justa le hizo olvidar las penurias y dificultades de su hogar. Su muerte ha sido un duro golpe. Y, si no queremos manchar su tumba con frases incendiarias, no podemos menos de exigir que su muerte nunca pase al olvido. Ella será lección perenne. Será acicate para luchar por la verdad.
COPEI se apresta, desde luego, a poner a la orden de la viuda un equipo de abogados para reclamar ante los Tribunales la reparación del atentado. Pero allí no podemos quedarnos. En el campo de la vida pública, tenemos que hacer soñar el nombre del infortunado compañero en los más encumbrados oídos, como un llamado perentorio. ¡Víctor Baptista debe ser un símbolo de alerta ante la conciencia nacional! ¡Alerta sí, para que se detenga un gran desastre colectivo! ¡Alerta, para que se ponga cese a esa infame campaña de odios! ¡Alerta, para que una actitud nacional detenga de una vez la incitación irresponsable y alevosa a la barbarie en marcha!
La sangre del compañero Baptista, fresca sangre de juventud en flor, sangre amiga que pone en movimiento todas las fibras de nuestra indignación, no puede perderse en el vacío. Sangre de luchador valiente y digno, sangre de víctima inmolada, ella gravita como una admonición definitiva.
¡Compañero Baptista!
Descansa en paz, ya que en paz no pudiste vivir, como no hemos podido obtener paz quienes luchamos por el triunfo de la justicia en Venezuela.