¡No han aprendido nada!
Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 18 de diciembre de 1949.
A menudo leo «Resistencia». El órgano oficial de la clandestinidad sirve para precisar el estilo actual y futuro del partido que tuvo y despilfarró su oportunidad de gobierno. Quien desee conocer el pensamiento de Acción Democrática no lo encontrará tan diáfano en la lucha regular, como en la actividad clandestina.
«Resistencia» viene a confirmar algo que en ocasión anterior ya habíamos dicho. Desde cuando estaban mandando. El que las disensiones y cambios internos en AD no ofrecen ninguna perspectiva de rectificación. Cuando en AD surgían discrepancias no era porque les preocuparan los excesos del gobierno, sino porque lo querían más radical. Los discrepantes más señalados no se caracterizaban precisamente por su moderación, sino por todo lo contrario. Cuando cierto líder adeco señalaba en el Parlamento rumbos distintos a los que se marcaban desde arriba, su voz –en medio de la peculiar expresión– reflejaba el sentir de muchos miembros de su partido. De los que querían «tribunales populares», guerra sin cuartel al adversario, frenesí ilimitado de negación y desbordamiento.
Hoy, sería suponer en el nuevo comando interno del grupo adeco, un análisis más claro y sereno de las necesidades nacionales. Pero no parecen capaces de hacerlo. Lo único que producen son insultos, injurias y amenazas. Sus insultos, en vez de dar la impresión que ellos quisieran, de que tienen esperanzas de volver al poder, exteriorizan el rencor mal disimulado del completo fracaso. Sus injurias y calumnias, peor que levantar sospechas sobre adversarios honestos, han tenido siempre la triste virtud de envolver entre sombras de duda lo que puedan imputar con base de verdad. Pero, sobre todo, profieren amenazas: amenazas torpes y grotescas para cuando realicen su revancha. Con lo cual demuestran que, si nada positivo obtuvo el pueblo de sus tres años de gobierno, nada que no sea odio y negación podría esperarse de un retorno de Acción Democrática. Si antes lo hicieron mal, ahora lo harían inmensamente peor. ¡No han aprendido nada!
Una muestra fehaciente la da «Resistencia» con su actitud frente a COPEI. Empavorecen ante la más remota posibilidad de que llegue COPEI al poder. ¡Claro! Como que saben que si COPEI gobernara en Venezuela echaría bases sólidas de la regularidad institucional, asentaría sobre firmes principios el patrimonio moral de la Nación y, sobre todo, haría obra efectiva de redención y bienestar para las clases populares. Eso, al partido AD no le conviene, aunque le convenga al pueblo venezolano. Y como para ellos el interés nacional es secundario, toda forma les parece buena para sus objetivos.
Si algún grupo político puede presentar una línea de dignidad y patriotismo en este año «y pico» de régimen de facto, ése ha sido COPEI. Compárese su actitud con la de cualquier otro movimiento. Piénsese en lo que Acción Democrática habría hecho en nuestro lugar. Con gusto, el movimiento copeyano está dispuesto a someterse al más severo análisis. Y el pueblo será nuestro juez.
Piénsese en que COPEI fue el más enconado enemigo de Acción Democrática. Caído AD, si hubiéramos seguido sus pasos, habríamos sido los más estridentes en pedir represalias y venganzas. Al contrario, hemos preferido pedir garantías.
Recuérdese que COPEI fue objeto durante el trienio adeco de las mayores mezquindades. Hasta modestos empleaditos y humildes obreros fueron condenados al hambre al quitárseles una pequeña posición burocrática por poseer nuestro carnet. Si nos hubiera inspirado el ejemplo de AD, habríamos ocurrido vorazmente a pedir para nuestra gente el hartazgo de la burocracia. Sin embargo, hemos preferido mantenerla en la austera línea de la lucha partidista.
Medítese en la experiencia venezolana, analícese el caso de la misma AD y convéngase en que era fácil tentación para COPEI la de buscar la sombra del poder a cualquier precio, aunque para ello fuera necesario claudicar de sus principios. COPEI ha preferido definir una actitud independiente, de crítica en muchos casos, luchando por los anhelos de dignidad y justicia que secularmente alienta el pueblo venezolano. Sin embargo, ello no le merece el menor respeto al órgano oficial de la clandestinidad adeca.
No nos inquieta lo que contra nosotros diga «Resistencia». Si nos ocupamos de su estilo, no es con fines de defensa, sino de admonición y análisis. Lo que debe extraerse como consecuencia –y lo que nos interesa destacar ante la opinión pública– es lo que sigue siendo Acción Democrática. Ni el papel de víctima que está personificando ha sido óbice para que se presente como es, como ha sido siempre: sin otra sensibilidad que la que dictan su interés, su odio y su ambición. Si su comando pasa, como tendrá que pasar, a nuevas manos, no será para que éstas tracen un camino mejor, sino para que no escondan su rencor por razones de Estado, y para que se muestren más dispuestos aún al pacto visible y confeso con el Partido Comunista. A esa gente no la inquieta mentir, si lo cree útil. Y cuando debiera estar hablando –para atraer incautos– de que el regreso de AD sería el triunfo de la libertad y de la «concordia», prefieren hacer listas negras y proferir frases apocalípticas contra quienes no aceptan sus ideas o sus métodos.
En su número del 19 de noviembre, «Resistencia» me dedica los más bajos insultos, entre torpes calumnias. Defenderme de tales ruindades, sería ridículo. Pero quiero destacar esta frase (la menos grotesca pero la peor intencionada) con que comentan, después de tergiversarla, una frase editorial de «El Gráfico» referente a la falta de procedimiento judicial por las anunciadas malversaciones adecas: «Que no olvide mañana el Dr. Caldera esas palabras».
Son ellos, pues, los interesados en que nadie olvide lo que fueron y lo que volverán a ser en el poder. Son ellos los que nos mantienen alerta frente a ese «mañana» que sus sueños anuncian.
Decididamente estoy porque el Gobierno le diera a «Resistencia» la más amplia publicidad. En sus columnas, mejor que en cualquier parte, encontrarán quienes todavía dudaran, la más cabal explicación del golpe de noviembre.