Los compromisos

Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 13 de noviembre de 1949.

Un golpe seco, de esos que aturden, dio Efraín Rodríguez a quienes maniobraban con su nombre, al referirse a la campaña –de que se le quiso hacer instrumento– sobre su pretendida cancelación de compromisos con COPEI. No necesito muchas palabras y calificativos. Simplemente, la ratificación de un hecho moral muy claro, muy simple, muy categórico: «no he pensado desistir de línea partidista copeyana héme trazado». Es el hombre que ha dado su palabra; que ha comprometido su conciencia en un programa; que ha luchado por un ideal, y no ve la razón ética por la cual pudiera, sin mengua de su personalidad abandonar su posición de lucha.

La campaña realizada al respecto no nos preocupa. Sabemos que COPEI del Táchira, por haber sido el más fuerte bastión de la lucha en los momentos más adversos, ha sido presa codiciada por nuestros adversarios. Pero sabemos, también que han fracasado todas las maniobras, abiertas o escondidas, intentadas para resquebrajarlo. No ha habido propaganda que no se ensayara, ataque que no se hiciera, mentira que no se dijera. Todo, inútil. El baluarte está en pie, para rabia de aquellos a quienes estorba, por una o por otra razón.

Pero no es su aspecto partidista, en el que vengo a enfocar el asunto. Lo que creo debe mirarse desde el punto de vista nacional, es la literatura en uso y la campaña desplegada alrededor del tema de los «compromisos».

Debo decirlo con franqueza. El deber humano de presumir la buena fe y de atribuir una intención honorable a los actos ajenos, me mantienen todavía sin comprender los razonamientos empleados por los protagonistas. Ya que hablan de un manifiesto «suscrito por miembros de distintos partidos y elementos de ideología política independiente», en el cual –dicen– «hemos resuelto dar por terminados nuestros compromisos con los partidos políticos existentes y retirarles nuestro apoyo moral y material». Y al mismo tiempo expresan: «sólo volveremos a las actividades políticas cuando sea restablecido por las Fuerzas Armadas el clima propicio para luchar en forma verdaderamente cívica, y hasta tanto llegue la ocasión anhelada, declaramos que prestaremos nuestro concurso y colaboración única y exclusivamente al Ejército Nacional».

¿Cuáles son los compromisos que se cancelan, por qué se cancelan y cuáles son los que se contraen?, es la pregunta que se habrán hecho los observadores.

¿Quién puede auspiciar esa campaña? Y ¿Cuál puede ser la intención del periódico en hacerle juego de propaganda?

Estas preguntas, dentro de la confusión del momento en que vivimos, pueden entrañar una significación mucho más honda que simples chismes de politiquería. Porque muy probablemente ha querido darse la impresión de que el «manifiesto» tiene fuentes más hondas, cuando toda la apariencia que reviste es la de uno de esos globos de ensayo que «para ver si pegan» lanzan frecuentemente los «curiosos» políticos.

Decir que «sólo volverán a las actividades políticas cuando sea restablecido clima propicio para luchar en forma verdaderamente cívica», podría parecer un gesto de abstención rebelde, una especie de «huelga política» promovida para hacer patente un desacuerdo. Pero no. A renglón seguido, está el ofrecimiento de «concurso y colaboración única y exclusivamente al Ejército Nacional». En resumidas cuentas, se cancelan los compromisos contraídos con los partidos políticos para contraerlos, unilateral y solemnemente, con el Ejército de la República.

La intención de cancelar compromisos aparece allí como secundaria, desde luego que entre quienes la manifiestan hay ciudadanos independientes, que ningún compromiso tienen con organizaciones partidistas. Quien encabeza parece ser miembro de otro partido, pero ya se nota lo poco sólido de su sentimiento partidario. Lo primero parece en ellos esa voluntad de «comprometerse con el Ejército», como si la Institución Armada no estuviera comprometida con todos los venezolanos en el propósito de reestablecer la normalidad jurídica y social.

Cancelar los compromisos que no se tienen, puede resultar pintoresco; cancelar compromisos que existen, sería injustificable. Quien sea miembro de un partido y haya jurado con el luchar por dar a Venezuela un régimen de libertad, de dignidad humana y de justicia social, tiene que sentir sus compromisos gravitar fuertemente sobre su conciencia. Ahora, precisamente, están vigentes con mayor título. Así lo comprenden hombres como Efraín Rodriguez, que saben que si desde COPEI hicieron frente a Acción Democrática en la calle, en la prensa, en el parlamento, fue porque aquella era la negación de un orden social al que se aspira, en el cual se garantice la paz social, el disfrute seguro y ordenado de las libertades personales y el mejoramiento de las condiciones sociales del pueblo. Hoy, más que nunca, comprenden cómo COPEI ofrece la mejor fórmula, la única fórmula para lograr en Venezuela un equilibrio salvador y constructivo.

Lo más grave de la maniobra sería pretender enredar la Institución Armada en compromisos personales, que no podrían llevar sino a inconfesables finalidades. Esos compromisos los hacían los antiguos caudillos. Tenían como una propiedad su «prestigio», sus amigos políticos. Cuando se comprometían con un Gobierno empeñaban su respaldo para «lo que fuera». Comerciaban con ella en un mero pacto de intereses.

Pero la cosa tampoco llega allá. No sé por qué me viene a la memoria de un señor que me fue presentado en un viaje por el interior. Nos hallábamos en plena campaña electoral. El presentado militaba en las filas contrarias. Y en el momento de darme la mano me dijo, en presencia de varias personas, más o menos lo siguiente: «Mire, doctor, yo no soy de su partido, sino de Acción Democrática, pero si usted llega al poder puede contar conmigo, porque yo soy amigo de todos los gobiernos…».

Como él, hay muchos, pero no logran convencer a nadie.