«Hoy no fío…»
Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 30 de abril de 1950.
Con la lectura de algunos artículos aparecidos recientemente sobre el tema político, me ha venido a la memoria un letrerito famoso en los anales del comercio minorista: «hoy no fío, mañana sí».
Porque, en verdad, me ha asaltado la duda de si quienes dicen: «no me opongo a que haya elecciones, pero no quiero que se hagan todavía», estarán animados del mismo espíritu de los autores del celebrado apotegma.
El «mañana» sistemático es tan socorrido en la teoría política como en los que no quieren vender el crédito. «Mañana sí», es una manera eufémica de encubrir el no categórico. Porque es un diferimiento sin término. Actualizado y renovado en cada hoy consecutivo.
Yo no creo que ninguno de los que de buena fe hemos defendido y defendemos la necesidad de elecciones, ignoremos los peligros y dificultades que todo proceso electoral lleva consigo. Pero sería de desear que quienes optan por la negativa, meditarán también en los peligros y dificultades de la fórmula opuesta. Ahí está la cuestión. No en un romántico anhelo, no en una inconsulta aspiración, ciega ante las necesidades nacionales. Es, por el contrario, el análisis sincero y la consideración honda y meditada de las necesidades de Venezuela.
Se dice a veces que las elecciones deben postergarse hasta que llegue «el momento oportuno». Pero, quienes así hablan ¿qué entienden por momento oportuno? ¿Creen que el retardar indefinidamente lo que necesariamente debe venir, aclarará fatalmente el horizonte? Yo no lo creo así. Dificultades surgirán siempre. El espíritu de lucha que acompaña todo proceso eleccionario –con sus innegables peligros– es imposible de extirpar. Lo que interesa es controlarlo para que él no se desborde, y ese encauzamiento de la energía social era más fácil el año pasado que éste, y será más fácil en 1950 o 51 que en 1954 o 55, pongamos por caso. Si se dice que gobernar es difícil, gobernar interinamente presenta dificultades mayores en cuanto a la posibilidad de llegar al sentimiento público. Una prolongación indefinida de un gobierno interino, constituiría pasto propicio a la propaganda clandestina. Se inventarían rumores, se propagarían especies, se pondrían a circular interpretaciones, que en la mayor parte de los casos no sería posible desvirtuar.
Un legítimo interés nacional pide que se abra cauce a las elecciones, como ineludible punto de partida para la organización institucional. Al Gobierno, más que a nadie, le interesa que esa decisión se sepa compartida totalmente por él. En este sentido, es justo reconocer que las declaraciones de los miembros de la Junta Militar han sido unánimes. Pero el peligro reside en que se tomen por intérpretes auténticos a quienes pretenden dar la impresión de «saber» mejor que nadie que no se desea ir al proceso electoral. Hay que refutarlos a sabiendas de que una carta ha de jugarse. Pero en juegos como éste, en los que no decide el azar, sino el sentimiento nacional, el jugador indeciso estaría condenado a perder. La contienda se gana a base de corazón.
Cuando se habla de la iniciación del proceso electoral, algunos parecen entender que se está pidiendo una precipitada acción para salir de eso a zancadas. No es ese el criterio de quienes deseamos elecciones bien organizadas, limpiamente llevadas y sinceras. Si quisiéramos un atropellamiento electoral, tendríamos que atenernos a una realización totalmente imperfecta. Un proceso electoral bien organizado, toma tiempo. Pero, por ello mismo, es necesario empezar.
Obsérvense, por ejemplo, los términos naturales que las elecciones habrían de cumplir en su desarrollo mínimo, para que se vea que no se están buscando festinadas marchas:
Después de promulgado el Estatuto Electoral hay que suponer un término de quince días para la designación del Consejo Supremo Electoral. Para la instalación del Consejo, cinco días más. Para el nombramiento de las Juntas Principales, 15 días. Para el de las Juntas Distritales, otros 15. Para el de las Juntas Municipales, 8 o 10. Suponiendo que las imprentas del país procedan con rapidez, podría procederse luego a fijar la fecha de apertura del Registro Electoral. La verdad es que la preparación del material electoral toma mucho tiempo. En el trienio de Acción Democrática, para poder obviar el problema, se optó por utilizar los Libros Electorales del régimen anterior, poniéndole una nota que dejaba sin efecto las inscripciones hechas. Esa solución ya no es practicable en este caso.
Pero, consideremos que la cosa funcione velozmente, y todavía tendríamos:
Para anunciar la iniciación del período de inscripción, un mes. Término fijo de inscripción, 3 meses. Prórrogas previstas, de acuerdo con la experiencia de procesos anteriores, dos de un mes cada una, 2 meses. Para convocar a elecciones, un mes más. Período electoral (postulaciones, preparación de tarjetas, material electoral, constitución de las mesas, etc.), setenta días.
Es decir, «por encimita», que yendo la cosa «a toda máquina», nunca transcurriría menos de un año entre el momento de la promulgación del Estatuto Electoral y la celebración de elecciones para el Congreso Constituyente y los Concejos Municipales. Agréguese el tiempo del escrutinio y considérese –de acuerdo con los Estatutos anteriores– que nunca se deja menos de 40 días entre el día de la votación y el de la instalación de los cuerpos electos (para realizar los cómputos del cociente nacional y dejar transcurrir el plazo de 30 días que se ha venido concediendo para la acción de nulidades electorales); supóngase que el Congreso Constituyente consuma seis meses en sus funciones (término que la Constitución del 47 preveía, entre tiempo normal y prórroga, para los Congresos ordinarios); calcúlese el tiempo necesario para las nuevas elecciones, y llegaremos a la conclusión de que, en ningún caso, el Presidente Constitucional de la República y los poderes constitucionales quedarían organizados antes de otro año más.
Si pues, empezando de una vez, van a transcurrir más de dos años para que Venezuela tenga un Gobierno Constitucional, hay que concluir que no estamos pidiendo ningún maratón los que abogamos por comenzar lo más pronto el proceso. La Comisión del Estatuto Electoral habrá notificado a la Junta Militar en un término máximo de dos semanas (para pasar en limpio el Proyecto y aprobar la Exposición de Motivos) que ha terminado su labor. Si la Junta Militar pone en movimiento sin demora el Estatuto, se abrirá una etapa hacia adelante.
Que se vea, pues, como no hay nada de violento en pedir que empiece el proceso electoral, para que podamos tener un Gobierno Constitucional en 1952. Y que se concluya en que hay razón en considerar que el pedir un postergamiento del proceso para más tarde, equivaldría a la negativa maliciosa del comerciante minorista que no quiere vender a nadie el crédito: «hoy no fío, mañana sí».