Caldera al firmar el Pacto de Puntofijo. Tomado de la Revista Momento, del 7 de noviembre de 1958.

Los comunistas y la candidatura presidencial

Charla trasmitida por Radio Caracas Televisión.

Al regresar por dos días de la gira realizada recientemente por estados de Occidente, tenía la intención de tratar otro tema en la noche de hoy. Me impresionaba especialmente la situación de la Provincia, con sus ciudades llenas de gente que padecen necesidades elementales que hasta ahora no han sido atendidas. En la Provincia señalan las personas responsables -no tratando de ocultar sus fallas sino tratando de atraer la atención de los visitantes- sus principales necesidades: calles, agua, hospitales, escuelas, caminos, una serie de cosas que son ya el ABC de la vida moderna, todavía no existen para muchas ciudades importantes del interior de Venezuela. Pero, al mismo tiempo, la presencia vigorosa de sus gentes, la madurez política creciente, la presencia de sus multitudes que van, no en una actitud pasiva de recepción sino en una actitud activa de análisis y de respaldo, es un fenómeno que es necesario considerar desde la capital de la República y al cual pensaba referirme con mayor extensión.

Pero, me he encontrado aquí con que mi amigo el doctor Ignacio Luis Arcaya, Presidente del Partido Unión Republicana Democrática, a quien quizás pues, por su espíritu de litigante parece habérsele designado para polemizar conmigo, hizo algunas referencias que desgraciadamente no pude oír porque no tenía televisión al alcance ni tiempo para verla, en relación a la cuestión del apoyo del Partido Comunista de Venezuela a la candidatura del Contralmirante Larrazábal. Me dicen que mi buen amigo el doctor Arcaya me retó diciendo que tenía testimonio de que yo había tratado de obtener el voto de los comunistas y de negociar con ellos. Esto, desde luego, me obliga a ocuparme de un tema bastante delicado y difícil, pero espero tratarlo en la forma de altura como se deben llevar los debates políticos en esta oportunidad.

Mi posición frente al Partido Comunista es una posición doctrinaria

Comienzo por decir que mi posición frente al Partido Comunista es conocida: es una posición doctrinaria. Emana de una convicción, consta en infinidad de documentos y declaraciones, y mis buenas relaciones personales con los dirigentes actuales del Partido Comunista y al mismo tiempo el clima en que se han llevado las relaciones entre ambos partidos dentro de la política de unidad, en ningún momento se han hecho con sacrificio de la posición clara, categórica y sincera que frente al Partido Comunista sostenemos.

Desde luego comprendemos que en el momento actual de Venezuela las exigencias de la unidad imponen el que el debate de estas cuestiones que puede provocar ardores ceda ante la necesidad de estructurar un sistema democrático estable, y en este sentido reconozco y proclamo –y lo he proclamado muchas veces- que los dirigentes comunistas en general se han mantenido también en un tono de altura bastante loable. Incluso yo he visitado poblaciones dentro de las cuales, no solamente en forma verbal, sino en forma escrita, en impresos, en consignas planteadas en bambalinas, el Partido Comunista de Venezuela me ha dado su saludo y en alguna ocasión incluso algún militante o dirigente local comunista ha pedido decir unas palabras de salutación en general muy cordiales y de muy buen tono, dentro de nuestros actos públicos. Todo ello, repito, sin mengua de nuestra posición ideológica.

Pero, hay algo más en que yo he hablado con bastante claridad desde el principio del transcurso de estos meses de ajetreo democrático: tengo la convicción y así lo he manifestado a los dirigentes del Partido Comunista, de que la estabilidad democrática se favorece en Venezuela con la no participación del Partido Comunista en la organización del gobierno. Esta no participación de los comunistas en la organización del gobierno se justifica en la propia estructura singular del Partido Comunista y en sus compromisos de carácter internacional que los colocan en una posición sui géneris, a la cual ellos doctrinariamente y por línea y disciplina de partido no pueden renunciar. Esto que hemos conversado muchas veces lo he declarado en la prensa y en mi declaración he invocado el hecho de que esta línea ha sido acordada por los grandes partidos nacionales.

Ahora, la verdad es que sobre todo, en el principal partido que apoya la candidatura del Contralmirante Larrazábal, esta declaración pública mía no ha sido desmentida pero tampoco ratificada. No ha habido verdadera claridad en el planteamiento. Ahora se me pregunta: dada esa posición, usted, como candidato, ¿aceptaría o no los votos de los comunistas? Desde luego, los comunistas son venezolanos y yo tengo la idea incluso de que a pesar de esta decisión, no sé, muchos, si no militantes por lo menos votantes comunistas para los cuerpos deliberantes, votarán posiblemente por mi candidatura presidencial. Pero no se trata de una cuestión de negociar ni de ofrecer nada que no sea lo que públicamente se ha manifestado, es decir, que en la situación actual de Venezuela considero que el Partido Comunista debe actuar en la legalidad y que los comunistas venezolanos tienen derecho a vivir dentro de las garantías que ofrecen las leyes, mediante el cumplimiento de esas mismas leyes.

Ahora, los comunistas saben que en la historia, especialmente de Latinoamérica, abunda el caso de candidatos que han negociado el voto comunista y que después al llegar al poder han actuado de diferente manera. Para no mencionar sino un caso, hay uno típico que se ha convertido casi en una figura a la cual se acude con frecuencia para determinar el fenómeno, el del presidente Gabriel González Videla en Chile, que debió su elección al voto comunista y después fue el más encarnizado y constante perseguidor de los comunistas, incluso el patrocinante de una ley que acaba de ser derogada en Chile, con la circunstancia muy curiosa de que en la derogación jugó un papel determinante el Partido Demócrata Cristiano Chileno.

Siempre he pensado que la posición frente al Partido Comunista, si se quiere proceder con honradez, debe ser leal y franca, debe ser perfectamente clara. Así lo dije en el Nuevo Circo de Caracas en mi discurso, en ocasión de la proclamación de la candidatura, el 7 de octubre. No he negociado ni negocio los votos comunistas, sino que simplemente planteo una posición nacional, desde una situación o desde una actitud ideológica y práctica absolutamente insospechable.

En días pasados, y voy a invocar un testimonio personal para atender a la invitación del doctor Arcaya, en esta misma semana quizás o hace apenas una semana, estuve conversando sobre asuntos de política con mi amigo el doctor Héctor Santaella, para ese momento todavía Secretario de la Junta de Gobierno y ahora Secretario del candidato Larrazábal en su gira electoral. Le pregunté si el Contralmirante Larrazábal estaría dispuesto a firmar la aceptación para que el Partido Comunista oficialmente lo postulara a él para votar con la tarjeta roja. Él, haciendo uso de un recurso dialéctico, no me respondió sino con otra pregunta: ¿y qué harías tú? Y yo le contesté (me parece que su testimonio sería suficientemente convincente para mi interlocutor) categóricamente que no, porque en realidad creo, es mi modo de ver, y apartando las cuestiones doctrinales, que la postulación oficial del Partido Comunista, el voto con la tarjeta roja por un candidato puede contribuir a darle equis número de votos, pero desde el punto de vista de la realidad política del país debilita en vez de fortalecer una candidatura.

Hablar con claridad

Quiero invocar aquí también el testimonio de los dirigentes comunistas a quienes considero personas honradas y sinceras: Gustavo Machado, Pompeyo Márquez, Jesús Faría, los García Ponce, por ejemplo, para que ellos digan cómo es cierto que en ningún momento he abierto negociaciones de ninguna especie con el Partido Comunista en relación a la votación. Todo lo que he hablado sobre cuestión electoral en relación con los comunistas lo he dicho públicamente, porque creo que estas cosas tan delicadas deben manejarse, como sucede con los caudales públicos, dentro de una casa de cristal.

La pregunta que se me ha hecho me autoriza a mí a formular algunas otras preguntas que creo de mucha utilidad: ¿qué condiciones puso el candidato Larrazábal para aceptar la postulación oficial del Partido Comunista? Especialmente, hay una declaración que yo hice en la prensa en nombre de los tres grandes partidos nacionales, declaración que ratificaba lo que en una mesa redonda muy larga y muy cordial habíamos manifestado a los dirigentes del Partido Comunista: que considerábamos en interés de todos, en interés de los mismos comunistas que están como cualquier otro venezolano en asentar el régimen constitucional que vive Venezuela, en no ponerle bases falsas al próximo gobierno constitucional sino en hacer que el gobierno constitucional que vamos a integrar sea de tal forma estructurado que los pretextos de los conspiradores disminuyan hasta donde sea posible, que en relación –repito- a esta declaración, quisiera preguntar ¿por qué razón los postulantes del Contralmirante Larrazábal hasta este momento no han hecho ninguna declaración pública al respecto?

Porque después de aquella conversación, el Partido Comunista ha manifestado en diversas declaraciones que ellos no están conformes con lo que consideran una discriminación. Desde luego desde un punto de vista político, pero creo de gran interés –de sumo interés- para el país en este momento, el que los postulantes del candidato Larrazábal y el mismo candidato hagan un pronunciamiento claro a ese respecto. Esa claridad es tanto más necesaria cuanto que las fuerzas que apoyan al candidato Larrazábal en esta circunstancia son las que menos han definido su posición en el país de una manera clara ante el Partido Comunista.

Las otras fuerzas políticas en alguna forma o en otra han hecho declaraciones claras, que no suscitan confusión, mientras que los grupos que apoyan al candidato Larrazábal no han hecho declaraciones ningunas a este respecto. Cuando, por ejemplo, un socialcristiano y un comunista van de brazo por la calle, nadie piensa ni que el socialcristiano se ha metido a comunista ni que el comunista se ha metido a socialcristiano, son dos posiciones antagónicas francas filosóficamente, ideológicamente, que ponen a cubierto toda sospecha, de manera que cualquier posición conjunta que puedan adoptar se entiende siempre que es a reserva de las diferencias que existen entre ambos grupos o entre ambas personas.

No sucede lo mismo cuando se trata de grupos cuya definición ideológica no es clara. En este caso la necesidad de clarificación es mucho mayor, tanto mayor cuanto que no es cualquier cosa lo que se está jugando. Lo que se está jugando es la vida democrática del país. Yo no sé si a veces parece que perdiéramos la perspectiva histórica: es un hecho singular, cómo en medio de las combinaciones políticas, se llega a perder la visión de asuntos que hace diez meses en Nueva York se veían como de una claridad meridiana. Yo no digo que la situación del país es exactamente la misma que la del 23 de enero, evidentemente hay una serie de cambios dentro de la vida del país, pero los factores reales no han desaparecido, pensar que han desaparecido es desconocer la verdad de nuestra historia. Se necesita un proceso de cierto tiempo prolongado para que esos factores hagan su desaparición definitiva.

Salvar la vida democrática

El problema que tenemos por delante es salvar la vida democrática, no en un momento, sino de una manera definitiva, en bien de todos los venezolanos. Estamos interesados en estructurar un gobierno constitucional respetuoso de las libertades públicas, que dé garantías a todos los venezolanos, y que tenga chance de durar por lo menos el tiempo indispensable para el asentamiento de la democracia, es decir, que tenga chance de durar el período constitucional.

Yo he dicho en algunos mítines por ahí que el camino iniciado el 23 de enero no va a concluir satisfactoriamente sino el 19 de abril de 1964, el día en que el Presidente de Venezuela que sea electo el 7 de diciembre le entregue el poder limpiamente, sin aspiraciones ni deseos de quedarse en el poder, respetando la voluntad del pueblo de una manera clara e indubitable. Ese día se harán los comentarios de que la democracia venezolana está asentada.

Para lograr esto el camino es largo y mientras menos pretextos se pongan al alcance de los eternos ambiciosos, de los eternos conspiradores que no pueden vivir dentro de la vida democrática porque ésta no les da la oportunidad para llenarse los bolsillos de manera satisfactoria; mientras menos argumentos se pongan en manos de esa gente, la suerte del país es mejor; y es mejor para todos, incluso para los propios comunistas, que serían las primeras víctimas de cualquier retroceso. De modo que si alguien debe estar interesado en que haya un gobierno constitucional que dure, así sea su adversario ideológico, pero que tenga el mayor chance posible, la mayor posibilidad de asentarse y de hacer estable la democracia en Venezuela, es el propio Partido Comunista. Esta situación la vemos nosotros como de una absoluta y diáfana claridad.

Para terminar este punto quiero decir que se ha hecho alguna referencia a mis declaraciones sobre relaciones con la Unión Soviética. Quiero simplemente repetir lo que he dicho a los periodistas que me han preguntado al respecto. El problema es delicado, debe resolverse no por Venezuela aisladamente, sino en consulta con nuestras hermanas latinoamericanas más cercanas. Debemos buscar una actitud conjunta –yo siempre he creído que la formación de una política exterior nuestra dependen de que formemos una política exterior latinoamericana, especialmente entre los pueblos libertados por Bolívar y entre los pueblos que integraron la Gran Colombia- formar una línea política que nos dé verdadera personalidad desde el punto de vista internacional.

Ahora, espero como es lógico, como todo ciudadano amante de la paz y de la fraternidad universal, que llegará el día no muy lejano a establecerse relaciones con todos los pueblos de la tierra, pero eso sí, siempre que se den las debidas garantías. Y me han preguntado los periodistas cuáles garantías: la de que no haya injerencia en la política interna del país.

Espero, pues, que con esta aclaratoria quede satisfecha la curiosidad sana o malsana de quienes se interesen por el tea y desearía que los otros explicaran el asunto con la misma diafanidad y con la misma serenidad.

Buenas noches.