Contribución a la confianza
Charla de Rafael Caldera en el programa «Actualidad Política» del 26 de noviembre de 1959, trasmitida los jueves a las 10 pm por Radio Caracas Televisión.
La Reunión de las Cámaras Legislativas para sesiones extraordinarias, en virtud de la convocatoria hecha por el Poder Ejecutivo Nacional, ha tenido lugar en circunstancias en que una serie de factores han provocado una notable dosis de inquietud. Me parece oportuno por ello, señalar que la instalación de las Cámaras recogió una serie de voces y presentó un conjunto de concordancias que debe considerarse como una verdadera y notable contribución a la confianza.
Motivos de inquietud
No podemos ocultar, ni conviene, que en los últimos días una serie de signos han venido creando preocupación muy viva en la colectividad. Por una parte, la cuestión económica se ha ido complicando y presentando síntomas completamente inesperados en algunas de sus modalidades, lo que ha creado, como sucede siempre en la vida económica, una serie de relaciones en cadena que en determinado momento han llegado a producir angustia obsesiva para muchos sectores responsables.
La falta de liquidez en los Bancos, la falta de disponibilidad del Tesoro Nacional, la falta de actividad en una serie de renglones de la economía que han sido básicos en la vida venezolana, han creado una situación que no podemos llamar pánico pero que tomó caracteres de alarma psicológica, en la cual han tenido que hacer frente al gobierno, los partidos, la opinión, en defensa de los intereses nacionales.
Todo esto se ha mezclado con la consabida maniobra de los regresionistas: la publicación de cartas (unas autorizadas, otras anónimas, pero todas ellas incitadoras al desquiciamiento del orden constitucional) y la inevitable fábrica de rumores y bolas que han ido corriendo, como siempre corren, y que perturban la voluntad de recuperación que rige la actualidad venezolana.
Fuera de estas dos manifestaciones de inquietud –la preocupación económica y la agitación política– han actuado también otros factores dentro de la misma vida fiscal y administrativa y dentro de la propia realidad coalicionista. Hubo todo aquel conjunto de cosas que parecía presentar grietas casi insalvables dentro de la unidad política, mientras, por otra parte, se comenzó a exteriorizar una especie de constante idea de que los partidos políticos se estaban jugando la realidad económica del país, previendo y proponiendo medidas que podrían acabar de destruir el espíritu de empresa y de iniciativa privada que tan necesario nos es para recuperar en este momento plena normalidad.
Entre esas medidas estuvo (y por esta razón hemos querido esta noche especialmente invitar a nuestro programa al Vicepresidente del Concejo Municipal y secretario de Acción Municipal del Partido Socialcristiano COPEI, para que aclarara la posición copeyana a este respecto) el proyecto de una nueva Ordenanza de Impuestos sobre Inmuebles y Terrenos sin construir –impuesto sobre la propiedad urbana– que más que por su estructura y por su sistema provocó una inmensa alarma por el monto de las tarifas propuestas en la referida ordenanza.
Signos positivos del momento
Frente a todo este panorama, la reunión del Congreso significaba, en el decir de muchos, una nueva fuente de inquietud. Una nueva oportunidad para que los impacientes, los demagogos, los que no acaban de penetrar de la realidad social, contribuyeran a alimentar la desconfianza que de cierto tiempo para acá parece estarse desarrollando con velocidad en el campo de las actividades económicas. Y ante ese ambiente, es significativo y verdaderamente digno de interés el hecho de que voces provenientes de variados sectores hubieran coincidido todos en reafirmar ante la opinión pública un compromiso de seriedad, de preocupación nacional por hacer de estas sesiones legislativas una jornada anchamente positiva y no negativa para el pueblo a quien servimos.
Por una parte, tenemos los discursos de los representantes de la fracción mayoritaria, el Dr. Raúl Leoni, presidente del Senado, y el Dr. Gonzalo Barrios, presidente de la Comisión especial designada por la Cámara de Diputados para hacer la participación de estilo al Presidente de la República de que se habían instalado las Cámaras respectivas. Tanto Leoni como Barrios comprometieron la actuación de la fracción de Acción Democrática en las Cámaras Legislativas en la misma línea de responsabilidad, de seriedad, de atención a los problemas nacionales, característica de los pactos suscritos por la coalición de gobierno.
Por otra parte, las palabras del Dr. Arturo Uslar Pietri, presidente de la Comisión del Senado, en la participación al poder ejecutivo, también tuvieron una gran significación y fueron, si se quiere, aún más explícitas en cuanto a hacer presente la de transitoriedad y se formalicen, de una manera más palpable, los propósitos de construir sobre bases firmes el futuro que estamos obligados a labrar. Y aun cuando el senador Uslar habló en su carácter de independiente, (me atrevería yo a decir, «rabiosamente independiente», lo que según sus palabras lo autorizaba para decir cosas que no representaban la opinión de ningún grupo político determinado) no podemos prescindir de la consideración de que, al fin y al cabo, el senador Uslar Pietri fue el que tuvo la primera mayoría en el Distrito Federal, en las planchas del partido Unión Republicana Democrática.
Hablar menos y realizar más
Yo, por mi parte, en la instalación de la Cámara de Diputados, consideré de mi deber hacer énfasis acerca de esta actual situación nacional, y la acogida unánime en las fracciones políticas representadas en la Cámara del llamado que hice a la unidad, a la seriedad del trabajo y a la responsabilidad en la actuación parlamentaria de los distintos sectores políticos, me autoriza para decir que estaba interpretando el sentimiento de todos los legisladores.
En este sentido, mi preocupación era la de señalar que nuestro compromiso con el pueblo es el de hablar menos y de realizar más; que la línea trazada en las sesiones ordinarias del presente año, en las cuales la mayor parte de la acción y de la discusión se reservó a las reuniones de las comisiones (donde cada uno de nosotros se despojaba de preocupaciones partidistas o de grupo para tratar de buscar las mejores fórmulas desde el punto de vista nacional), lo que en las sesiones plenarias redujo al mínimo el afán de polémica que suele caracterizar a veces, y en su fase más negativa, la vida parlamentaria, se ratifique con el compromiso de todas las fracciones políticas de trabajar por resolver problemas y no de aumentar éstos, presentando medidas sin consulta o yéndonos por caminos de desorientación, que tanto daño harían a la larga a la realidad nacional.
Estas circunstancias vividas en el momento de instalación de las Cámaras Legislativas, tienen por otra parte un complemento con las declaraciones del Dr. Jóvito Villalba, secretario general de Unión Republicana Democrática, impugnando la Ordenanza de Impuesto sobre inmuebles y terrenos sin construir, cuya consideración iniciará el Concejo Municipal de Caracas, organismo en el cual el partido URD tiene la fracción más numerosa. Esta impugnación categórica del doctor Villalba constituyó para la opinión de una serie de sectores muy dignos de ser tomados en cuenta, alarmados por el monto y por la trascendencia del impuesto, un nuevo factor de pacificación de los ánimos, un nuevo factor de tranquilidad colectiva, una nueva contribución a la confianza.
COPEI y la Ordenanza
A este respecto, la posición copeyana ha sido claramente delineada, conforme lo han expuesto los concejales Eduardo Tamayo Gascue y José Antonio Pérez Díaz. En principio, el sistema planteado por la ordenanza lo estimamos justo, ya que es necesaria una revisión del sistema tributario para que las cargas impositivas recaigan proporcionadamente sobre los ciudadanos, de acuerdo con la capacidad de cada uno. Pero nuestra fracción ha considerado, en relación a este impuesto, ciertos aspectos de indispensable e inmediato planteamiento.
En primer lugar, el monto de la tarifa ha tenido que ser y debe ser estudiado por economistas, de manera que se pueda establecer en una cuantía justa que responda a los intereses del Fisco Municipal, pero no recaiga gravemente sobre la colectividad; de manera que no desaliente una actividad tan indispensable de fomentar como lo es la de la construcción urbana. En segundo lugar, la oportunidad de la reforma fue impugnada por nuestra fracción, que consideraba que no debía precipitarse en estos precisos momentos; y concomitante con esta cuestión de la oportunidad, nuestra fracción manifestó el deseo de que se divulgara ampliamente el proyecto, de que se solicitara en forma también amplia, la opinión de los sectores interesados, para que no se jugara con una cuestión tan delicada y se pudiera tener el concurso de las luces y los puntos de vista de todos los grupos responsables.
Creemos nosotros en relación a este impuesto de casas y de terrenos por construir, que hay que buscar la manera de eximir del impuesto a quienes no están en capacidad de soportarlo, por ejemplo a los pequeños propietarios que habitan su modesta casa y a quienes cualquier elevación en el pago que hacen resultaría injustificado. Creemos digna de pensarse y defenderse la posibilidad de eximir, total o parcialmente del pago del impuesto a estas personas. Tomar en cuenta el gravamen hipotecario que pesa sobre muchos inmuebles es otra circunstancia que nuestra fracción ha mencionado y que reviste una gran importancia. Al propietario que tiene su casa hipotecada sería injusto hacerle pagar un impuesto en proporción al valor total del inmueble, cuando en realidad lo que él tiene es lo que le queda: la diferencia entre el valor de su casa y la hipoteca que pesa sobre ella.
Pero, aparte de todas estas cosas, tenemos que tomar en cuenta –y estamos perfectamente de acuerdo en ello– el interés en fomentar la industria de la construcción, cuyo desarrollo, si en sentido nacional tiene importancia, es vital desde el punto de vista de la comunidad municipal. En Caracas la primera industria es la construcción, que por una parte asegura ocupación al mayor número de brazos, y por la otra permite aliviar el problema de la escasez de la vivienda; y, al mismo tiempo, es necesaria para acabar de resolver el problema de esta ciudad a medio construir, que requiere la terminación de una serie de aspectos esenciales, si no queremos volvernos todos locos. Problema sobre el cual, por cierto, me propongo hablar en alguna oportunidad posterior.
Una impresión conjunta
Pero de todo esto ha de sacar la opinión pública una impresión muy importante: la economía, en concepto de las fuerzas políticas que integran la actual coalición, es algo con lo cual no se debe jugar, no se puede jugar. Se trata de un mecanismo sumamente complicado. Por nuestra parte, en lo que esté en nuestras manos, firme la conciencia de que hay que realizar una reforma profunda en beneficio de las clases populares, tenemos también firme la convicción de que cada paso que se dé, cada medida que se tome, debe ser analizada, mensurada y examinada en sus repercusiones posibles.
Dicen que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. En el campo de la economía, el camino del fracaso está empedrado de brillantes iniciativas. Muchas veces las iniciativas mejores en el plano de la vida teórica suelen producir, al encontrarse con la realidad, tremendos y desconsoladores fracasos. La Venezuela de hoy no está en la mejor condición para soportar fracasos en el terreno de los ensayos económicos. Con la conciencia clara en que tenemos que echar hacia adelante y transformar un aparato administrativo, social y económico viciado, tenemos que ratificar –y es lo que ha hecho el Congreso a través de diversas voces que forman un conjunto impresionante– la seguridad de que esa reforma debe hacerse en un terreno de verdad, de seriedad y de estudio, y no en un mar de verbalismo, que nos llevaría a un terrible desengaño.
Hay una circunstancia sobre la cual quise hacer énfasis en mis palabras de instalación de la Cámara de Diputados: tenemos que vivificar la idea de que Venezuela es país en pleno desarrollo, un país lanzado al porvenir, un país en el cual no se justifica el pesimismo, en el cual el estacionamiento sería un crimen terrible, un verdadero suicidio. Estamos creciendo empujados por la misma realidad de las cosas. Más de doscientos mil venezolanos que vienen detrás de nosotros cada año, aumentando nuestra capacidad demográfica, y un destino por delante al cual nos obligan forzosamente la misma naturaleza de los tiempos y las circunstancias internacionales, imponen el que pensemos en términos de porvenir, sin dejarnos ganar por el pesimismo.
En la Venezuela de hoy lo que más necesitamos es revigorizar el optimismo. Si los millares de hombres que formaron parte del Plan de Emergencia hubieran recibido una corriente de optimismo y de energía, hubieran tenido una dirección hábil y audaz, hubieran contado con planes suficientes para que pudieran traducir en obra, con empeño y esfuerzo, el dinero que el Estado está dando en forma de subsidio para afrontar el problema de la desocupación ¡cuántas cosas no habrían representado de realizaciones efectivas para la vida venezolana! Con mística de servicio se habrían aprovechado esos millares de brazos, esos millones gastados todos los meses en un renglón que se ha ganado el desprestigio ante los propios trabajadores, no por la idea que lo inspiró, que fue la necesidad inaplazable, sino por la forma como funcionó, carente de esa mística de acción, de esa mística de transformación que nos debiera acompañar a todos.
Sentido de futuro
Yo estoy convencido de que en este momento –y para ello me ha servido de oportunidad la idea de la reunión de las Cámaras Legislativas– los que tenemos en algún modo acceso a la opinión pública, los que en algún modo realizamos funciones que contribuyen a dirigir la vida nacional, tenemos que revitalizar el sentimiento de que a nuestro pueblo le pertenece el futuro.
Cuando yo veo que los terrenos en Caracas bajan de precio, siempre pienso que bajan momentáneamente. Es verdad que hubo un alza exagerada, pero esa alza se afirmará y será superada, porque hay una ciudad que tiene ya un millón doscientos, un millón trescientos mil habitantes, y que no podrá desintegrarse, sino que todavía crecerá más, aunque opongamos todas las barreras que queramos al crecimiento de su población. El terreno en Caracas valdrá más, porque es una mercancía escasa para una población que crece, y todos los bienes y valores, y todas las empresas que hoy por hoy están confrontando una situación difícil, si encuentran la mano que las ayuda, el esfuerzo que los anime, si logramos vencer esta situación inmediata de desconcierto, tienen por delante un porvenir inmenso.
Recordemos lo que pasó en Estados Unidos a raíz de la crisis de 1929. Uno de los hombres más eminentes de la economía privada, el ingeniero industrial Herbert Hoover era el Presidente de la República y se consideraba que estaba dirigida la Nación por una de las mentes más capaces en el campo económico. La idea de Hoover, cuando estalló la gran crisis del 29, fue la idea clásica de reducir, de comprimir, de tratar de sanear lo que materialmente no podía comprimirse ni sanearse. El desaliento fue invadiendo a los Estados Unidos. Y fue un político, pero impregnado de una mística enorme y de una gran audacia, Franklin Delano Roosevelt, el que tomó aquel país en un momento de crisis pavorosa y desarrolló actividades y canalizó los brazos de los desempleados hacia la construcción de grandes obras públicas. Incurrió, quizá, en muchos disparates económicos, pero revitalizó el optimismo y puso a los Estados Unidos en esa marcha prodigiosa de donde ya sesenta millones de trabajadores resulta una cifra superada para medir su población económica activa.
Nosotros somos un país nuevo y joven. Tenemos por delante el porvenir. Vamos, pues, a animar a nuestra gente. Que el pesimismo no mate las iniciativas y las esperanzas. Por lo contrario, que la conciencia de la responsabilidad nos haga darle a los que quieran trabajar, un terreno sólido sobre el cual puedan moverse.
Buenas noches.