1960. Abril, 22, Rafael Caldera, Salvador Allende y Carlos Lleras Restrepo, en el Congreso Inter Americano pro Democracia y Libertad en Maracay, Aragua.
Rafael Caldera, Salvador Allende y Carlos Lleras Restrepo, en el Congreso Interamericano Pro-Democracia y Libertad en Maracay, Aragua. 22 de abril de 1960.

La Democracia Cristiana y el Congreso Pro Democracia y Libertad

Versión taquigráfica de la mesa redonda trasmitida en el programa «Actualidad Política», el jueves 28 de abril de 1960, las 10 pm, por Radio Caracas Televisión.

Ayer clausuró sus sesiones el Congreso Pro Democracia y Libertad. Prominentes figuras representativas del pensamiento latinoamericano y eminentes ciudadanos de las distintas patrias de América nos honraron con su presencia y durante las deliberaciones realizaron una labor extraordinaria, de la cual los pueblos iberoamericanos les estarán agradecidos.

Dentro de esas personalidades vinieron algunos demócratas-cristianos, representantes en sus respectivos pueblos de la misma corriente que en Venezuela representa COPEI. Cada uno de ellos, desde luego, pertenece a un movimiento con autonomía propia, con sus propias líneas, con su propia experiencia. Pero, la identidad de los ideales básicos explica perfectamente el acercamiento entre nosotros; acercamiento que se ha mostrado en algunas reuniones celebradas en Europa y en América Latina.

Algunos han regresado ya a sus respectivos países. Entre ellos, el senador chileno Eduardo Frei, a quien el pueblo de Venezuela escuchó en la sesión solemne de inauguración del Congreso en el Aula Magna. Por cierto que un pequeño grupo de exaltados dio una triste demostración, tratando de impedir la palabra de Frei. Tal hecho sirvió para realzar su figura, y su discurso quedó como uno de los actos más extraordinarios y significativos de aquel Congreso, mereciendo al mismo tiempo que el Presidente de la República recordara a todos los venezolanos que la voz autorizada de Frei se alzó en el Senado de Chile en la ocasión en que Venezuela gemía bajo la dictadura perezjimenista, recalcando los derechos de nuestro pueblo a su libertad.

También faltaron invitados de algunos países, y entre ellos tenemos que lamentar la ausencia del gran jurista, gran luchador y gran corazón que es Dardo Regules; la de Venancio Flores y otros amigos uruguayos y la de algunos otros más.

De todas maneras, están todavía hoy con nosotros algunos de ellos y quiero tener el gusto de presentarlos ante ustedes por el orden en que se hallan colocados en esta reunión:

En primer lugar, vemos a Manuel V. Ordóñez, gran jurista, gran luchador y una de las figuras más extraordinarias que se destacaron en la Argentina en la lucha contra el peronismo.

En segundo lugar está Mario Fiallo, dirigente del movimiento demócrata-cristiano de Cuba, el cual, no obstante haber tenido sus primeros tropiezos con el gobierno de aquel país hermano, es un movimiento de gran contenido democrático y revolucionario, y si ha ejercido el derecho de crítica en algunos aspectos, consideramos que ese derecho debe garantizarse fundamentalmente dentro de cualquier régimen que en América se organice en nombre de la democracia y de la libertad.

Luego tenemos a Remo Di Natale, especialista en Derecho Agrario, boliviano, perteneciente a un país que tan caro nos es y que está tan vinculado con nosotros, y donde la lucha ha tenido características dramáticas. El Partido Demócrata Cristiano es relativamente nuevo en Bolivia, pero ya tiene fisonomía propia, y sin duda será un factor de progreso y normalización de aquella patria hermana que tanto queremos.

Luego vemos a José Gotsalc, sindicalista chileno, de la directiva de la Confederación Latinoamericana de Sindicalistas Cristianos, uno de los miembros más caracterizados de la fracción sindical del Congreso.

En seguida, Alejandro Avilés, escritor y poeta, director de la revista La Nación de México, perteneciente al movimiento de Acción Nacional, que dentro de aquel país, con sus características propias, representa ideales fundamentales de la Democracia Cristiana.

Luego está Héctor Cornejo Chávez, Diputado, Secretario General del Partido Demócrata Cristiano del Perú, bajo cuya hospitalidad se celebró el año pasado la Conferencia Latinoamericana de la Democracia Cristiana en la ciudad de Lima, a la cual tuvimos no sólo la honra, sino la gran satisfacción de asistir.

Le sigue Vicente Mendoza, otro de los más calificados dirigentes del Partido Demócrata Cristiano Boliviano, que representa una de las grandes esperanzas de este movimiento.

De inmediato, Lucas Ayarragaray, candidato a la Presidencia de la República Argentina en las elecciones pasadas. Gran luchador, gran intelectual, espejo de hombres probos, figura señera y gran guía de la juventud argentina.

Allí está Andrés Franco Montoro, Diputado Federal del Parlamento del Brasil, que ahora ha tenido que trasladar su sede a la novísima capital de Brasilia. Montoro, desde luego, no es necesario decirlo, es paulista. En Sao Paulo está la mayor fuerza política y social del Brasil, y especialmente allí es muy fuerte el Partido Demócrata Cristiano. Quedó en segundo lugar en las elecciones pasadas, y tiene una vocación irresistible hacia el primer lugar. Apoyaron al actual gobernador del Estado en su campaña victoriosa y en la actualidad están apoyando en escala nacional la candidatura de Janio Quadros.

A su lado, Radomiro Tomic, gran orador, gran conferencista, gran universitario; quien ayer, en una conferencia improvisadamente anunciada en la Universidad Católica, demostró su profunda sabiduría y nos hizo comprometerlo a volver a Venezuela para que visite en plan de universitario las universidades del país, y nos ayude a trazar las grandes rutas de la nueva generación latinoamericana.

Más allá vemos a Alfredo Di Pace, sindicalista argentino, también de los directivos de la Confederación Latinoamericana de Sindicalistas Cristianos.

Luego a José Ignacio Rasco, a quien conocen ustedes, presidente del Movimiento Demócrata Cristiano de Cuba. Ha tenido que salir al exilio, pero esperamos, por el bien de Cuba y por el de su revolución, que la incorporación de Rasco a su actualidad política sea pronto, de nuevo, una realidad prometedora.

Paseamos brevemente por nuestro compañero Gonzalo García Bustillos, a quienes ustedes conocen bien; actuó con mucha devoción en la secretaría del Congreso y lo hemos traído esta noche a este estrado porque nos va a contestar una de las preguntas que vamos a hacer sobre el Congreso.

Seguimos con el senador Ismael Bielich, presidente del Partido Demócrata Cristiano del Perú, una de las figuras más respetadas y más auténticas en el pensamiento y en la política de aquella nación hermana y también nuestro anfitrión en la magnífica reunión de Lima.

Luego a José Antonio Allende, cordobés (ya con esto creo que se dice bastante), expresidente del Partido Demócrata Cristiano argentino, que en Córdoba tiene su principal baluarte.

Emilio Máspero, muy conectado con los ambientes sindicales venezolanos. Tiene algunos meses entre nosotros y nos hemos resistido a dejarlo ir de Venezuela todavía.

Y, como un invitado de honor, el profesor Francis Mac Mahon, uno de los hombres que en Estados Unidos, no de ahora sino de hace muchos años, en nombre del pensamiento católico y del pensamiento americano, ha sido más fervoroso defensor de la libertad y de la democracia en todas sus formas y de los más constantes defensores de la América Latina. Porque deben saber ustedes que cuando se habla de Estados Unidos para enrostrarle errores históricos, se incurre a veces en generalizaciones injustas. Hay allá muchos hombres y muchos movimientos, personalidades como el Dr. Mac Mahon, que conocen y sienten la urgencia y la gravedad del momento actual, que tienen un corazón abierto para los planteamientos de Latinoamérica y que están luchando ante la opinión pública de aquel gran país para que se realicen grandes y saludables rectificaciones.

Y ahora con esto vamos a realizar propiamente nuestro programa de esta noche, que constará de una serie de preguntas relacionadas con el Congreso Pro Democracia y Libertad, con la actualidad venezolana y con la actualidad iberoamericana. Hemos preparado unas preguntas y las vamos a formular a algunos de nuestros huéspedes.

Le vamos a preguntar primero a Alejandro Avilés, ¿qué aspectos más interesantes vio en el Congreso Pro Democracia y Libertad?

Alejandro Avilés. Ante todo, esta admirable coincidencia entre el signo de un Congreso de Democracia y Libertad y el ambiente de libertad y democracia de la gran nación venezolana. Llegamos la noche del 19, en vísperas del fallido golpe, y tuvimos el privilegio de asistir a la derrota definitiva del militarismo faccioso en esta nación. Pudimos ver cómo no creció una rebelión. Y nosotros, esa noche, no obstante ser extranjeros, pudimos recorrer las calles de Caracas con absoluta libertad, y aunque la nación estaba en estado de alarma, pudimos ver la libertad de que aquí se goza. No fuimos en lo más mínimo, ni siquiera interrumpidos, en nuestra actividad de contemplar este país.

Esto fue ratificado en el Congreso celebrado en Maracay. También allí se expresó, con absoluta libertad de expresión de todos los ámbitos, el designio de libertad y democracia que es decisivo en los pueblos de este Continente.

Rafael Caldera. Vamos a preguntarle ahora a nuestro amigo Héctor Cornejo Chávez ¿cuál fue, en su concepto, la nota característica del Congreso?

Héctor Cornejo Chávez. Pienso que, a lo menos en parte, la respuesta a esta pregunta está dada por las palabras que acaban de escuchar de labios de Avilés. El nombre mismo puesto a este certamen «Congreso Pro Democracia y Libertad», que a algunos pudiera parecerle redundante, el marco dentro del cual fueron realizados los debates, tanto en comisiones como en plenarias, y el contenido de las resoluciones finales, revela, descubre, denuncia que lo que ha constituido la nota característica de este certamen ha sido la aspiración libertaria de nuestros pueblos. Una aspiración vehemente, fervorosa y a veces desesperada.

Vocación libertaria, en primer término, frente a las dictaduras militares que durante cien años han frenado el progreso de nuestros pueblos, y que en las últimas décadas habían tomado la mala costumbre de disimular su gravitación negativa en el panorama político de América, tratando de disfrazarlo detrás de gigantescas obras de albañilería, cuyo objeto no podía ser sino el asombrar a turistas, más o menos desprevenidos y a garantizar el saqueo del erario nacional por los comisionistas de obras públicas. Y por esa vocación libertaria, la complacencia, el recóndito júbilo con que el Congreso recibió la noticia circunstanciada de la manera como en los últimos diez años han caído las dictaduras de Perón en la Argentina, de Rojas Pinilla en Colombia, de Pérez Jiménez en Venezuela, de Odría en el Perú, de Fulgencio Batista en Cuba, y los acuerdos adoptados para acelerar el derrumbamiento de las cuatro dictaduras que todavía quedan en América: las del Paraguay, Nicaragua, Haití, y sobre todo la de la República Dominicana.

Vocación libertaria, en segundo lugar, frente a la miseria y frente a la ignorancia. Y por eso mismo toma cada vez más fuerza en nuestros pueblos americanos la necesidad de ir a una transformación de las estructuras socio-económicas actuales, de estas estructuras imperantes que han permitido que minorías dueñas del poder financiero y dispensadoras, cuando no detentadoras del poder político, hayan logrado realizarse bajo la fase de la frustración de mayorías condenadas a la desnutrición, al hambre, al analfabetismo.

Y finalmente, vocación libertaria frente a la amenaza del totalitarismo comunista, que so capa de brindar seguridad, asfixia las libertades. En una palabra, y quizá sí en esto radica el valor especialísimo que yo personalmente confiero al Congreso recién realizado, lo que para nosotros los demócratas-cristianos constituye un lema y un objetivo final, es: libertad, sí, que es un valor, pero libertad no por sí misma sino para realizar la justicia social; justicia social sí, pero no por sí misma, sino porque junto con la libertad puede servir para lograr el respeto pleno de la dignidad de la persona humana.

Rafael Caldera. Ahora le voy a hacer al amigo Vicente Mendoza, de Bolivia, una pregunta quizá un tanto imprudente, pero relacionada también con la impresión de los miembros del Congreso: ¿qué impresión tiene usted, amigo Mendoza, de la actualidad venezolana?

Vicente Mendoza. Para mí, la actualidad venezolana resulta uno de los casos más interesantes dentro de la política continental. La actual situación democrática que vive este país, resultado de la experiencia de tres partidos que lucharon en la trayectoria de su vida frente a frente, que lealmente convinieron en un denominador común: llevar adelante los problemas económicos, políticos y sociales con un criterio ampliamente democrático, ha creado en Venezuela una de las democracias más importantes, más avanzadas y más revolucionarias.

Como ha dicho Avilés, ha sido para nosotros una verdadera experiencia el haber vivido días intensos en que nuevamente se pretendió atentar contra esta enorme conquista que significa la democracia, una democracia institucionalista ajustada a la ley, y sobre todo en la cual el pueblo tuvo una participación que demostró una madurez indudablemente muy alentadora para toda América.

Creo, además, que Venezuela en este momento está dando al Continente el ejemplo de cómo realizar una democracia que lleva adelante la resolución de todos sus problemas sociales y económicos con una celeridad admirable y con un criterio verdaderamente continental. Al respecto, tenemos que partir del principio de que cada problema de cada país suramericano en sí refleja indirectamente un problema de todos los países del Continente.

Rafael Caldera. Ahora le voy a hacer una pregunta a nuestro gran amigo Lucas Ayarragaray, un hombre a quien sus compañeros, para evitar el problema de trabalenguas que significaría para la militancia y para el pueblo la pronunciación de su apellido, le llaman Lucas, a secas, el gran Lucas, el insustituible Lucas Ayarragaray, figura muy respetada en la Argentina, como tuve ocasión de verificarlo en mi visita del año pasado a aquel gran país hermano, le quiero preguntar a Lucas ¿qué papel hicieron los demócrata-cristianos en el Congreso de Maracay?

Lucas Ayarragaray. Bueno, contestar la pregunta puede hacernos incurrir un poco en un vicio de petulancia. Tendríamos que decir siempre, un demócrata-cristiano, que nuestra actuación fue óptima; pero como los demócrata-cristianos también sabemos ser objetivos y sabemos hacer autocrítica, yo creo y respondería con verdadera sinceridad al televidente que está oyendo en este momento la respuesta a mi pregunta, que hemos hecho una muy, pero muy buena intervención en el Congreso. Creo que se ha caracterizado la intervención demócrata-cristiana en dos hechos principales. Primero, la gran identidad de pensamiento y el gran espíritu de unión que hemos tenido todos. Todos sin excepción, proviniendo de países distintos, sin tener un programa organizado previamente, hemos actuado con una espontaneidad y con una naturalidad tales, que ello habla bien claramente de por qué la Democracia Cristiana se está extendiendo por Latinoamérica. Y esto se debe a que hay doctrina, conciencia, confianza y amistad. Y segundo, la otra característica es que hemos prestado, a mi modesto juicio, una verdadera colaboración eficiente, tanto a la mesa del Congreso, con la prudencia de nuestras intervenciones, como al Congreso todo, porque hemos tratado siempre de ser parcos, de ser objetivos, y especialmente de saber respetar al que no pensaba como nosotros. Actuaciones, por ejemplo, como la de Ordóñez en la Comisión de Asuntos Internacionales, en que demostró no sólo su versación sino la posibilidad de interpretar las distintas corrientes para darles la fórmula común, de la Presidencia de la Comisión Política, a la que a mí me tocó asistir y de la que fui finalmente redactor; de Radomiro Tomic, quien sabía dejarnos hablar cuando correspondía y retirarnos la palabra, con toda generosidad pero también con toda severidad cuando incumbía; actuaciones como la de Allende; la presencia del senador Bielich, del Perú, quien si no fue el jefe del Bloque –que no existía– sí fue el inspirador de la cordura y de la prudencia para todos los demócrata-cristianos que estábamos allí.

Creo que sí ha producido un poquito de asombro el que en un Congreso de este tipo, hombres provenientes de distintos países, en muchos casos con problemas diferentes, hayan hablado bajo un mismo símbolo y bajo una misma esperanza.

En tal sentido, estimado amigo Caldera, creo que hemos prestado un servicio de eficiencia al Congreso, y hemos afirmado, en fin, que este movimiento americano de redención social es una realidad para la paz, el orden y la justicia.

Rafael Caldera. La pregunta que voy a hacer ahora me la van a responder en idioma portugués, pero verán ustedes que el portugués brasilero es más suave, más imbuido incluso por el contacto latinoamericano, y más fácil de entender, que no tenemos reparo alguno en dialogar cuando visitamos el Brasil o cuando algunos de los brasileros nos visitan, hablando ellos su propia lengua y hablando nosotros la nuestra. Le voy a preguntar a Montoro, ¿qué importancia tiene la Democracia Cristiana en América Latina?

Andrés Franco Montoro. Los señores televidentes van a tener la oportunidad de que yo diga dos palabras en portugués para contestar a la pregunta que me ha hecho el doctor Caldera: la importancia de la Democracia Cristiana para la América Latina me parece fundamental. El gran problema de América Latina es su división. Somos hoy víctimas divididas y fragmentadas. Nos ignoramos, y a veces luchamos entre nosotros mismos. El cuadro de las grandes naciones de hoy es el de una economía integrada. Estados Unidos, Rusia, Europa Occidental, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, acaban de crear un mercado común, una comunidad europea de carbón, de acero, así como el EURATOM. De otro lado, Asia y África hacen esfuerzos para una integración afro-asiática. Esto indica que sin un mercado amplio no es posible establecer una industria próspera. Frente a este cuadro, la América Latina es la excepción. Somos veinte naciones que nos desconocemos y muchas veces nos combatimos. Voy a citarles un ejemplo que me parece impresionante: el Brasil acaba de comprar un porta-aviones, un arma de guerra inútil y anticuada, por cien millones de dólares. Con esa cantidad se podría resolver el problema de la tuberculosis y triplicar el número de escuelas. Por comprarlo el Brasil, Argentina también se creyó obligada a comprar su porta-aviones, y Chile tiene en su Parlamento un proyecto para una compra similar. Y nos informaba un diputado peruano que la prensa peruana comienza a preparar el ambiente para la compra de un porta-aviones para ese país. Como el Brasil compró, la Argentina también compró; como Argentina compró, Chile también va a comprar; y como Chile va a comprar, el Perú también. Así tendremos que dentro de poco las veinte naciones latinoamericanas tendrán veinte porta-aviones que van a transformar a nuestro Continente, tal vez, en un conjunto de pueblos sub-desarrollados rodeados de porta-aviones por todos lados. ¿Por qué? Por la división, por la incomprensión.

Ahora, la única forma de luchar contra esta compra excesiva de armamentos que en la América Latina consume millones de dólares todos los años, de luchar para poder crear un mercado común, de luchar para que haya una conciencia de nuestros problemas, para que América Latina deje de ser explorada, como es, por grupos financieros poderosos que explotan inexorablemente a nuestras naciones, es mediante nuestro entendimiento y nuestra unión.

La gran tesis que los demócrata-cristianos presentaron (corriente que existe en todas las naciones de América Latina) es la de la integración económica, social y política de nuestro pueblo. Tenemos a los Estados Unidos de América del Norte y a los Estados Desunidos de América del Sur. Es preciso que nos unamos, que nos entendamos, que nos comprendamos, para resolver todos estos problemas. ¿Cuál es el único movimiento partidario de esta solución? El que representan los partidos demócrata-cristianos, que en forma democrática han presentado esta solución y se hallan organizados en todos los países de América Latina en forma democrática, es decir, sin que uno dependa del otro, todos orientados del mismo principio de respeto y fraternidad a la persona humana y en procura del único medio capaz de realizar la solución de nuestros grandes problemas: la unión de todos los pueblos latinoamericanos. Si todos nos entendemos y nos unimos, podremos realizar el gran sueño de Bolívar y de tantos otros líderes de América Latina. Y para que esto se realice, ya existen en los Parlamentos de América, diputados y senadores que defienden la tesis de esta unión, y uno de los mejores medios para lograrla son los demócrata-cristianos, la Democracia Cristiana. Y porque creo en el futuro de América Latina, creo en la Democracia Cristiana.

Rafael Caldera. Ahora le voy a formular una pregunta a Radomiro Tomic lamentando sólo que tenga que resumirnos en dos o tres minutos un tema que domina con una amplitud extraordinaria, y sobre el cual podría tener a un auditorio siguiéndole sin fatigarse horas y horas, porque está extraordinariamente documentado sobre la materia. ¿Cuál es, cómo ve usted la situación actual y el destino futuro de América Latina?

Radomiro Tomic. Si como decía alguien, «hay que partir de la verdad para llegar a la verdad», la situación actual de América Latina es mala, en verdad muy mala. ¿Pruebas? La expectativa de vida para un latinoamericano no alcanza a 40 años, es casi de 70 en Rusia, en Europa, en Estados Unidos. Ciento veinte millones de latinoamericanos se acostaron esta noche con hambre: los datos son de la FAO. Dos de cada tres de nuestra gente viven en desnutrición permanente. Setenta millones de analfabetos en el frente de cultura, es decir, dos de cada cinco no saben leer y escribir. Y tenemos la tasa de crecimiento económico, de desarrollo de la economía, más baja del mundo, a este y al otro lado de la cortina de hierro: no alcanza sino al 1% neto al año, ¿quién lo dice? No yo, la CEPAL y todos los organismos técnicos que estudian esta materia. Esta es la situación actual.

¿Cuál es el destino de la América Latina? La respuesta no necesitamos buscarla como los antiguos, en los astros, en las nubes, en el viento. La respuesta sobre el destino de la América Latina está dentro de nosotros. Será lo que los latinoamericanos, y más definidamente, sus círculos dirigentes, y la capacidad para el juicio y la reflexión de sus grandes masas de opinión, quieran que sea. El nuestro puede ser un destino mínimo y hasta miserable, si continuamos en las condiciones actuales: veinte naciones, con veinte fronteras, con veinte monedas, con veinte pequeños mercados económicos internos, con veinte intereses nacionales, siempre distintos y con gran frecuencia contrapuestos. Podríamos, en cambio, construir realmente si queremos un destino trascendente y mejor, si somos capaces de superar estas limitaciones para enfrentar el porvenir con las nuevas armas que las circunstancias mundiales prevalecientes hacen imperativas: la gran presencia de la América Latina en la forma señalada hace un momento por el diputado Franco Montoro, del Brasil.

Rafael Caldera. Le vamos a hacer ahora una pregunta al amigo Di Pace, de quien algunos dicen que por su combatividad debiera llamarse «Di Guerra». En realidad, si «Di Guerra» es quizás por los métodos, es en verdad «Di Pace» por el objetivo y por la convicción final. ¿Cree usted que la democracia salió fortalecida de la reunión de este Congreso Pro Democracia y Libertad?

Alfredo Di Pace. Sí, yo entiendo que sí. Quizá no tanto por el Congreso en sí mismo, pero durante los trabajos de las comisiones y aún en las sesiones plenarias del Congreso, se pudo advertir, a pesar de todo, el fuego que cada uno de los participantes llevaba en defender sus propias teorías y sus propias tesis. Fuego que, al fin y al cabo, pudo redundar en beneficio de la idea común sobre la libertad y la democracia.

En realidad, la democracia ha de salir fortalecida de este Congreso, en la medida en que cada uno de nosotros, cada uno de los participantes, cada quien en el campo de acción que le es propio, o en la esfera que le es propia –en la política, en el frente de la cultura, en el sindicalismo, en los distintos frentes de cada país– sea capaz de poner lo mejor de su esfuerzo y de su inteligencia para llevar hasta las últimas consecuencias, con todo coraje, con todo valor, en plena guerra, los postulados trascendentes de la libertad y la democracia.

Así pues, evidentemente, la democracia y la libertad han de salir fortalecidas de este Congreso en la medida en que seamos capaces, como he dicho antes, de llevar hasta las últimas consecuencias, con nuestra lucha, con nuestra eficacia, los postulados trascendentes que ellas envuelven.

Rafael Caldera. Vamos a hacer ahora una pregunta que nos interesa a todos los latinoamericanos. Es bien sabido que en una República del Caribe hay un régimen que constituye amenaza permanente para la libertad y para la democracia en cualquier país de nuestro Continente y que es el refugio seguro y la base de operaciones de todos los dictadores y de todos los aspirantes a dictadores que amenazan a nuestra libertad. ¿Qué actitud considera usted, amigo Rasco, que debe adoptar la Organización de Estados Americanos frente al actual gobierno de la República Dominicana?

José Ignacio Rasco. La Organización de Estados Americanos, si es verdaderamente una Organización de Estados –y todo Estado supone siempre una estructuración jurídico-político– no puede ignorar que un país gobernado por un tipo como es el señor Trujillo, que gobierna caudillista y personalistamente, que no respeta ningún derecho humano, que tiene el militarismo organizado hasta un grado real y extraordinariamente patológico y donde el crimen, la cárcel y el destierro parecen ser las vías obligadas de la ciudadanía; un régimen que jamás celebra elecciones honestas, decorosas, sino una farsa electoral, constituye, evidentemente, un peligro internacional. Luego, lejos de convivir en esta comunidad internacional que es la Organización de Estados Americanos, la representación dominicana debe ser expulsada, porque, realmente, es un gran mal para la Organización de Estados Americanos que cualquier dictadura esté representada en la mesa de conferencias de la OEA, máxime ésta, que ya es «abuela» en América, porque es la más vieja, la más antigua, lo cual, si en cierto modo es una esperanza, porque ya la Biología debe conspirar contra ella, no debe esperarse a que por eutanasia fallezca, sino que todos los pueblos deben tomar una acción conjunta y definitiva, pronta, para borrar este volcán del Caribe que constituye el señor Trujillo.

Rafael Caldera. Y ahora voy a hacer la última pregunta, a un venezolano, sobre otro tema, importante también en el Congreso y que a todos nos preocupa vivamente. Le voy a rogar que la conteste con mucha brevedad: compañero Dr. García Bustillos, según lo que se trató en el Congreso Pro Libertad y Democracia, ¿cuál debe ser la actitud de los demócratas latinoamericanos respecto de los Estados Unidos?

Gonzalo García Bustillos. En este sentido, doctor Caldera, la gran definición de la actitud de América Latina frente a los Estados Unidos fue dada por usted mismo en el discurso de clausura del Congreso en Maracay. Discurso que causó, según tengo entendido –porque he conversado con la gran mayoría de los delegados a este Congreso– una extraordinaria impresión. En verdad, y ya hablando desde el punto de vista partidista, creo que nosotros hemos señalado una vía formulada en una breve frase: «amistad sin entreguismos». Amistad sin entreguismos, frase que traduce los errores en la política del Departamento de Estado en sus relaciones con América Latina y traduce también los errores de la América Latina en sus relaciones con el Departamento de Estado. Errores del Departamento de Estado en el campo económico y en el campo político, y errores de América Latina cuando aquí, por ejemplo, tenemos entreguistas a los Estados Unidos por un lado; entreguistas a Moscú por otro lado, es decir, los comunistas; y la gran mayoría de las masas populares y de los dirigentes latinoamericanos que ven con profunda angustia la estabilización de esas relaciones. En este sentido, yo quisiera citar la versión taquigráfica de su discurso. Dos párrafos me parecen por demás interesantes. Uno de ellos es el siguiente: «Todos sabemos que el problema de las relaciones de América Latina y Estados Unidos no puede expresarse ni en la negación total, ni en la sumisión incondicional». Y, por otra parte: «Es el momento y esperamos que estas jornadas ayuden a aclarar ese camino, para que estadistas nuevos, con un golpe audaz de timón, abandonen la posición chocante a la sensibilidad de nuestros pueblos y se enfilen definitivamente a colaborar con nosotros a ganar esta hora del destino americano». Es, pues, un llamado de atención de América Latina a los estadistas de los Estados Unidos. Ese audaz golpe de timón es lo que nosotros exigimos, dicho por la voz sincera y honesta de los demócrata-cristianos, que recoge el sentimiento de toda la democracia de América Latina.

Rafael Caldera. Espero que mis consecuentes televidentes estarán muy contentos esta noche por haber tenido este extraordinario programa. Hemos reunido un grupo de personalidades de primer orden, que sólo por circunstancias extraordinarias podríamos tener juntas, y los temas que se han tratado han sido de mucho interés.

Quisiera, simplemente, ratificar esta impresión: el Congreso fue una gran jornada de acercamiento inter-americano. Los demócrata-cristianos presentes supieron cordializar y encontrar vías de entendimiento y convergencia con los políticos de las más variadas tendencias que allí se encontraban. He oído de parte de hombres de otras ideologías y tendencias el reconocimiento de esta actitud de los demócrata-cristianos, que fue constructiva, convergente y que tendió a eso que todos deseamos: hacer de nuestros pueblos una gran unidad para que podamos conquistar un gran destino.

Buenas noches.