Aquí estoy con el doble cuatro, la pieza más pesada del dominó
Entrevista a Rafael Caldera al cumplir 44 años, publicada al día siguiente en el diario El Nacional y realizada por Guillermo Álvarez Bajares.
–Con pavo relleno y whisky «mayobrero» celebró Rafael Caldera su cumpleaños.
–A los 5 años Caldera escribió un diario de viajes.
–Por culpa de los periodistas no he podido vender «Puntofijo».
–Cree que el socialcristianismo europeo tomará ritmo más revolucionario.
–Considera que el discurso del Presidente fue valiente y sincero.
–Opina que un régimen democrático necesita una buena policía.
–La prensa no ha sido amenazada, afirma.
–Los magistrados democráticos –dice Caldera– tienen que enfrentarse a la crítica y a veces hasta entrar en polémica.
Con pavo relleno para los amigos que fueron a felicitarlo, celebró ayer Rafael Caldera, líder del socialcristianismo venezolano, sus 44 años de edad. Fuera del pavo –que preparó su esposa, Alicia Pietri– y unos vasos de whisky –que se le escaparon a Mayobre, según explicó Caldera– el día del cumpleaños del jefe de la familia transcurrió normal en la quinta «Puntofijo», de la Urbanización Las Delicias, que hasta el momento Caldera no ha podido vender –por culpa de los periodistas- para construir su nueva casa en Altamira.
Los hijos del doctor Rafael Caldera, Presidente de la Cámara de Diputados y Secretario General de COPEI, fueron –junto con su esposa– los primeros en cumplimentar al líder socialcristiano, uno de los más jóvenes de América y que, en su casa, es sólo un esposo y padre más, aunque más ocupado que la generalidad de los maridos y papás. Mireya Caldera Pietri, de 16 años, la hija mayor de Caldera, agraciada jovencita que ayer ofició de anfitriona con las visitas, contuvo a prudente distancia a sus hermanos (Rafael Tomás, de 14 años; Juan José, 12; Alicia Helena, 8; Cecilia, 6; y Andrés, de 5, que ayer estuvo enfermo y que a pesar de su corta edad tiene tanta experiencia política como un viejo líder, pues en 1955 a escasos metros de su cuna estalló la bomba que un esbirro de Estrada mandó lanzar contra «Puntofijo»).
Como todos los domingos, Caldera fue ayer a misa con su familia. Al regreso desayunó y mientras leía los periódicos, su esposa, discípula del Maestro Nicanor Zabaleta, se entretuvo afinando las cuerdas de su arpa de concierto –rico instrumento fabricado en Lyon– mientras en el horno el pavo relleno comenzaba a tomar saludable color dorado.
Momentos más tarde, llegaron los periodistas, inquietos y preguntones, y detrás los primeros amigos y con ellos los abrazos, los apretones de manos y las sonrisas.
—Aquí estoy con el doble cuatro, la pieza más pesada del dominó, contestó Caldera a las primeras congratulaciones por sus 44 años.
Y luego, mientras los amigos pasaban a un saloncito privado, Caldera se enfrentó a los periodistas en el recibo de su casa, donde en lugar de honor se encuentran un retrato a colores con la bendición apostólica autógrafa del Papa Juan XXIII, la mesita cubierta de cristal donde se firmó el histórico Pacto de Puntofijo, y el piano donde la señora Alicia Pietri de Caldera alterna sus ratos con el arpa. En un rincón lateral se encuentra el escudo de la familia Caldera que un aficionado a la genealogía envió como regalo al dirigente político.
Caldera sonríe cuando contesta preguntas personales:
—¿Mis años más agitados? Bueno, el 36, el 45, el 48 y el 58. Esos fueron los más difíciles. ¿Qué si en mi juventud quise ser otra cosa que político? La verdad es que mi vocación sincera es la de profesor universitario y quizá la de parlamentario. Pero las necesidades y las circunstancias me llevaron a la política. No estoy descontento. Yo veo la política como un deber y cuando se ve así es difícil pensar en limitar el tiempo que se le dedica, ¡cómo eludir los riesgos que supone la lucha política!
Caldera titubea y parece disculparse cuando confiesa que a los 5 años escribió un diario de viaje. Fue su primera obra, inédita por supuesto, y sin relación alguna con lo que ha escrito en su madurez y que en su mayoría se refieren a problemas del Derecho del Trabajo, su especialidad como abogado.
Luego agrega que desde su juventud se sintió atraído por la doctrina socialcristiana.
—La he sostenido siempre –rubrica–.
Caldera, desde ayer con 44 años, es uno de los dirigentes socialcristianos más jóvenes de América, excepto los bolivianos, panameños y cubanos. Desde luego, es más joven que Eduardo Frei, el líder demócrata-cristiano chileno, y que junto con Caldera es considerado entre las primeras figuras latinoamericanas de esta tendencia política. Hablando sobre las diferencias entre los partidos demócrata-cristianos de Venezuela y Chile, Caldera apunta:
—En Chile el movimiento tiene más tiempo, está mejor organizado y cuenta con mayor número de dirigentes preparados. El de Venezuela, en cambio, tiene mayor emoción popular.
Caldera no cree que el socialcristianismo venga de regreso en Europa:
—Por el contrario –dice–. En Europa el socialcristianismo se va a transformar en una fuerza más dinámica. La obra de reconstrucción le ha impuesto en determinadas ocasiones un sello más conservador que lo que permite la doctrina (Caldera señala que eso ha ocurrido en parte en el caso alemán y en Italia y Bélgica). Los grupos más calificados –agrega– aportan al movimiento socialcristiano una característica más revolucionaria, como el caso de Fanfani en Italia.
Política Nacional
Mientras Mireya Caldera Pietri sirve whisky a su padre y a los visitantes (que Caldera señala: «no lo rechacen, miren que es mayobrero auténtico»), la conversación se dirige a la política nacional.
—Yo fui la «jettatura» de Pérez Jiménez –dice Caldera–. Técnicamente, estuve sólo cuatro días exilado. Del 19 al 23 de enero. Apenas salí del país cayó la dictadura. La noticia de la liberación la recibí en Nueva York a las 2.30 am cuando me llamó el doctor Ignacio Luis Arcaya. A las 8 de la mañana del 23 tenía que tomar parte en un programa de televisión de la NBC y naturalmente me referí a la revolución gloriosa que acababa de liberar la nación venezolana. Los programas de la NBC tienen un gran alcance de auditorio. Terminado el programa recibí mensajes de venezolanos residentes en Canadá, Nueva Orleans, Nevada, etc. Fue un momento emocionante. Poco más tarde, en casa de Jóvito Villalba, brindamos una copa de champaña. Ahí fue tomada la foto donde aparecemos Jóvito, el presidente Betancourt y yo. Yo había propuesto que regresáramos los tres juntos a Venezuela, pero a Jóvito lo mandaron a llamar y salió antes.
La conversación ya se enhebra por el filo de la actualidad. El mitin del 23 de enero le merece a Caldera una opinión escueta:
—Bien.
En cuanto a los comentarios que ha suscitado el discurso del presidente Betancourt:
—El discurso del Presidente lo aprecian los diversos sectores según sus puntos de vista, pero en general yo lo encontré valiente y sincero. Algo quedó en claro: que el régimen democrático no supone falta de gobierno.
Caldera continúa analizando el momento político. Las preguntas se hacen innecesarias.
—Yo siempre he creído –dijo– que los dictadores no necesitan una buena policía. Ellos se sostienen en base al terror y los atropellos. En un régimen de libertades es necesaria una buena policía para mantener el orden y la tranquilidad pública sin atropellos y sin terror.
—Los dictadores –agrega– no necesitan hablar. Les basta ejecutar. En cambio en la democracia los magistrados tienen que hablar, exponer sus ideas, enfrentarse a la crítica y a veces hasta entrar en polémica.
Luego, a una pregunta respecto a si considera que la alusión a los periodistas en el discurso del presidente Betancourt es una amenaza a la libertad de expresión, el doctor Caldera comenta:
—La interpretación de ese párrafo depende cómo se lo lea. No creo que el Presidente amenazara a la prensa con más de lo que puede amenazar un Jefe de Estado democrático, es decir, con las leyes y los tribunales. En otra forma yo no podría entenderlo. Ustedes recuerdan que cuando regresé de Europa no oculté mi opinión adversa a las medidas de alta policía tomadas en el caso de Marco Aurelio Rodríguez y en el de Jurado Blanco.
La conversación se interrumpe. Más amigos llegan a saludar los 44 años de Caldera. Los periodistas emprenden prudente retirada. Ya en la puerta de «Puntofijo» –la quinta de la Urbanización Las Delicias en la que Caldera vive desde 1941– el político cuenta su última confidencia:
—Los periodistas me han echado una buena broma. Especialmente Guillermo Álvarez Bajares que en El Nacional publicó que «Caldera abandona Puntofijo». Por culpa de los periodistas los posibles compradores de la quinta no vienen: creen que ya está vendida. Y la verdad es que necesito vender «Puntofijo». Actualmente esto vale unos 60 mil bolívares, con lo que pienso pagar mis deudas y construir una casa más amplia para alojar cómodamente a toda mi familia en un terreno que tengo, junto al de mi madre, en Altamira. Lo increíble es que han ofrecido comprarme el terreno en Altamira, pero hasta ahora no recibo ninguna oferta por «Puntofijo».