El programa y la unidad
Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 9 de diciembre de 1966.
Desde que se planteó a la opinión nacional el análisis del cambio que por vía electoral debe lograrse en 1968, hemos venido sosteniendo: 1) que no se trata solamente de derrotar a Acción Democrática, sino de ofrecer la alternativa de un cambio positivo; 2) que no basta ganar las elecciones, sino constituir un gobierno con un programa claro, patriótico, audaz al mismo tiempo que realista; 3) que el programa supone, además, algo indispensable: la seguridad de realizarlo, la responsabilidad de un equipo serio y capaz, coordinado por alguien que haya participado a fondo en su preparación, que tenga plena conciencia de sus compromisos y goce del respaldo de una fuerza política poderosa como núcleo de integración del gobierno.
Hemos insistido en que sería peligroso circunscribirse a lo puramente negativo: la oposición al régimen, la explosión de un sentimiento anti-adeco, son factores potenciales que deben canalizarse hacia una meta constructiva, la de darle a los venezolanos un gobierno mejor. Y ello no podré ser obra de declamaciones, sino de estudio a fondo, coordinado y sistemático; ni podría dejarse al azar, sino a la acción de una maquinaria política eficiente, disciplinada y sólida.
El pueblo elector ha madurado mucho. Se ha colocado en actitud de juzgar las perspectivas que cada grupo político le ofrezca, antes de emitir su voto. Quiere conocer con suficiente tiempo a los hombres que aspiren a gobernarlo; solicita los diversos programas para evaluarlos meditadamente; desea saber con qué instrumentos se cuenta para ejecutar los programas, y mantiene frente a éstos cierto escepticismo que es preciso vencer y que proviene de la abismal distancia mostrada por la experiencia entre las promesas y las realidades.
Hacer de todos los partidos uno solo no es posible. Ni siquiera deseable (equivaldría a tanto como negar la razón que tuvieron quienes organizaron nuevas agrupaciones cuando había otras con años de existencia). Pero sí es deseable –y lo solicitan con vehemencia muchos sectores de opinión– un entendimiento que permita coincidir a todas las fuerzas democráticas convencidas de la necesidad de un cambio, y enfrentarlas a las que buscan la continuación del régimen actual.
Ese entendimiento es realizable, a base de fórmulas prácticas cuya viabilidad nadie ha negado y que lograrían la unidad en la diversidad; una, el procedimiento de elecciones separadas, para que de una previa elección donde cada partido asegurará su representación en los cuerpos deliberantes, salga el candidato señalado por la voluntad popular para enfrentarse al candidato oficial; otra, la adopción de líneas programáticas comunes en una «Plataforma de Coincidencias», sin que cada partido renuncie a la obligación de presentar su propio programa, es decir, aquello específico que se comprometería a realizar si los votantes lo escogieran para dirigir el gobierno.
Ninguna organización ha mostrado mayor preocupación por el programa que el partido socialcristiano COPEI. Desde hace largo tiempo, en medio del afanoso debatir de cuestiones políticas, ha venido cumpliendo una perseverante labor de preparación programática. Ha celebrado dos Congresos nacionales de profesionales y técnicos con el valioso concurso de numerosos independientes. Sus equipos técnicos han ido preparando material de estudio como base para la fijación de prioridades en la problemática nacional. Un buen día una reportera sorprendió a la dirección nacional del partido encerrada conjuntamente con personeros de los equipos técnicos en un Seminario para Objetivos, de los varios que se han realizado para explorar las metas a obtener. Está por instalarse una oficina permanente, con personal a tiempo completo, y funcionan comisiones especializadas para adelantar el análisis de los diversos aspectos que debe enfrentar una buena labor de gobierno.
Esa tarea se va a continuar, sin perjuicio de conversaciones periódicas con otras fuerzas políticas en la búsqueda de líneas convergentes. Ya se ha celebrado un acuerdo con el MDI para andar juntos este camino, y se procesa la ampliación de este Bloque mediante acuerdos con otras fuerzas políticas. Se ha reiterado la disposición de dialogar con todos los partidos de oposición democrática y –lo que es muy importante– con grupos independientes.
A más de esto, se ha guardado una posición de suma prudencia, respeto y amplitud frente a los demás grupos, ignorando planteamientos que pudieran convertirse en polémicos. Así entendemos el camino de la unidad, más sincero y practicable. Sin mengua de la diversidad. Lo decimos lealmente. Es lo que aconseja la experiencia.