Los trabajadores y la democracia

Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 4 de noviembre de 1966. 

 

Que la mayoría de los venezolanos no votó por Acción Democrática en las pasadas elecciones, es un hecho estadístico. Que ha crecido esa mayoría adversa a la continuación de AD como partido-eje del gobierno, nos parece palpable. Que el deseo general de un cambio se va haciendo cada vez más intenso y constituirá tema decisivo en la consulta electoral de 1968, lo anotan observadores de los más variados géneros, hasta el punto de parecer indiscutible.

Esa aspiración al cambio lleva consigo en muchos venezolanos un explicable deseo de que se unan las fuerzas de oposición más importantes, a fin de asegurar con el mayor margen posible el triunfo electoral y ofrecer el más amplio respaldo parlamentario al futuro gobierno. Deseo muy razonable, por cierto. Frente a él sería absurdo  mantener infundados pesimismos, si bien sería peligroso alentar exagerados optimismos. La unión no es imposible, aunque presenta dificultades serias.

Es necesario aclarar al pueblo elector que las dificultades no provienen de egoísmos anti-patrióticos de las diversas fuerzas políticas, ni de un espíritu partidista ciego ante preocupaciones de la comunidad. Lo que cada partido es y representa no puede medirse como se haría con los aportes pecuniarios de diversos socios en una empresa mercantil, cuyo dinero está en caja y puede disponerse al arbitrio del propietario. El capital político de cada partido está, por lo contrario, formado por una trayectoria, por un acervo doctrinario, por una serie de vinculaciones susceptibles de romperse si la conducta de la respectiva organización no corresponde a los anhelos y preocupaciones de quienes tienen fe en ella. Con ese capital no se puede jugar al voleo en combinaciones artificiosas.

La conciencia de este hecho hace pensar en la necesidad de hallar caminos que puedan efectivamente conducir a un entendimiento. Para formar una mayoría parlamentaria, nada obstaría a que cada partido llevase su fórmula propia, con la disposición de entenderse alrededor de objetivos comunes en función de la voluntad popular expresada en los comicios. Pero, sin duda, es necesario que esas fuerzas puedan compactarse alrededor de un centro de gravedad como la Jefatura del Estado. Ello conduce al problema de la candidatura presidencial, que constituye, sin duda, un punto delicado y difícil. ¿Cuál sería la manera más viable de sumar votos alrededor de un candidato presidencial? La escogencia de una candidatura anodina  comprometería el éxito de la futura gestión de gobierno. La prevalencia de una candidatura de partido sobre otras legítimamente aspirantes encuentra algunos obstáculos en una alianza negociada. ¿No valdría la pena, en consecuencia, ahondar en el análisis de la fórmula propuesta en meses pasados por el Vicealmirante Larrazábal, con base en las elecciones separadas que COPEI planteó en 1963?

Cada partido llevaría sus propios candidatos a una primera elección para cuerpos deliberantes, y se haría el compromiso de respaldar todos al candidato del partido que logre en esa primera jornada un mayor consenso popular. La proposición del FND de que se establezca el requisito constitucional de mayoría absoluta para la elección de Presidente también presenta aspectos positivos, pero tiene la desventaja de requerir una problemática enmienda de la Constitución y de plantear una premisa peligrosa, la de que un Presidente electo por mayoría relativa carecería de suficiente respetabilidad. En todo caso, esta fórmula desembocaría, de hecho, en la misma solución. Es de suponer que el FND, de no lograrse la enmienda constitucional que propone no tendría motivos para rehusar la vía de las dos votaciones, que podría adoptarse sin tocar la Carta Fundamental y, según lo hemos sostenido, hasta dentro de la ley actual. En cuanto a la mayoría requerida  para tomar la decisión, es de observar que URD no sólo tiene comprometido su juicio favorable para una eventual modificación de la ley en este sentido, tal como lo expresó en 1963, sino que hasta sus intereses políticos podrían ser favorecidos con el procedimiento.

Tal vez sea oportuno enfocar ya seriamente la cuestión y tratarla al nivel oficial de las direcciones de los partidos. Mañana se va a reunir el Directorio Nacional de COPEI, que es el organismo más alto del Partido Social Cristiano después de la Convención Nacional. Aunque no le corresponde tomar ningún pronunciamiento sobre la candidatura presidencial, pues ello compete a la Convención, podría dar un paso hacia la clarificación del problema, que tanto preocupa al país. El Directorio fijará la fecha definitiva de la Convención, y seguramente incluirá en su orden del día la definición del problema. Pero quizás sería oportuno que a fin de adelantar camino, considerase esta posible fórmula de entendimiento, para explorarla y despejarla antes de que la Convención adopte una decisión definitiva.