Un programa para gobernar
Columna «El año del cambio», escrita para El Universal. 4 de agosto de 1968.
Una muestra evidente de la madurez adquirida por los venezolanos en este proceso democrático es el interés por conocer el programa de gobierno de cada candidato. Gente de todas las edades y de las más variadas actividades manifiesta una firme curiosidad por saber qué es lo que cada candidato se compromete a realizar, y en qué medida puede asegurar la posibilidad de cumplirlo.
La gente reclama los programas. Este reclamo se hace más imperioso por el anhelo nacional de cambio. La inmensa mayoría de los venezolanos quiere un cambio: pero, por ello mismo, desea saber cuál es la orientación de ese cambio, cómo ha de efectuarse; anhela tener la seguridad de que va a ser un cambio constructivo, pacífico, progresista. Un gran escritor recientemente se hizo vocero en este mismo diario de la aspiración de un cambio sin aventura: un cambio serio, responsable, fruto del estudio y no de la improvisación. Un cambio para asegurar la estabilidad, porque no hay nada más ingenuo que pensar que el continuismo puede dar estabilidad al país. Todo lo contrario: una de las razones más poderosas para desear un cambio es la convicción de que si las cosas continuaran como van sería muy difícil garantizar la estabilidad indispensable para un proceso creador.
Un rasgo característico de mi campaña es el de dar al programa toda la dimensión que merece. No ha ocurrido lo mismo con otros. Cuando se anunció que el candidato oficial expondría su programa en un cine de esta ciudad, lo que hizo fue leer un discurso con algunos lineamientos generales, cuyo rasgo común era el de ser vagos y difusos. Después, otros han hecho declaraciones o formulado promesas de que presentarán sus programas; pero, en todos los casos, se ha reincidido en la rutina al considerar que bastan unas cuantas frases generales, susceptibles de interpretarse por cada quien según las antiparras que use, salpicadas con unos cuantos postulados demagógicos, como el ofrecimiento de nuevos ministerios, sin que a esos ofrecimientos los preceda el estudio de las reformas administrativas necesarias y el señalamiento preciso de las metas y objetivos a lograr y de los procedimientos para obtenerlos.
Mi Programa de Gobierno responde a una concepción diferente. Es resultado de un trabajo elaborado con mucha seriedad por equipos técnicos, dentro de los cuales hay gente de partido y numerosos independientes. Responde a una concepción ideal, pero se concreta dentro de una determinada realidad social y una precisa circunstancia histórica. No es un «plan de la nación», es decir, la enumeración minuciosa de las actividades de la Administración; pero tampoco es una declaración nebulosa, plagada de romanticismo o de generalizaciones, sino la expresión madurada de lo que debe hacerse en el próximo período constitucional, precedido de un análisis diagnóstico de la realidad nacional.
El próximo martes, en acto televisado por las tres plantas comerciales y radio-difundido por algunas emisoras, se hará la entrega al país de ese Programa de Gobierno. Durante los días inmediatos siguientes se distribuirá a los compatriotas que manifiesten interés en conocerlo, analizarlo y proponer las observaciones que consideren justas, y a todos aquellos cuya posición, cuyas responsabilidades o cuya actividad cuotidiana los pongan en situación favorable para opinar sobre su contenido. Es un programa abierto a todas las sugerencias, y hay el propósito de procesar cuantas se reciban y aprovechar todas las que puedan ser útiles, dentro de su contexto y de su estructura armónica. De todo ello saldrá el instrumento definitivo, a cuyo contenido deberá ceñirse el Gobierno del cambio.
La elaboración de este documento, que ha requerido dieciocho meses de intensa labor, ha tenido siempre ante la vista la convicción de que es un Programa para gobernar, no una declaración destinada a lanzar ideas, más o menos caprichosas o aventuradas, o a ganarse adeptos a base de promesas. Es un Programa que compromete a quienes tenemos la convicción de que dentro de muy pocos meses estaremos gobernando a Venezuela. Por ello mismo, queremos que a nadie quede duda alguna sobre la naturaleza, perspectivas y límites del cambio que preconizamos. Un camino audaz, pero no aventurado; un cambio progresista, responsable, popular, no sectario, que permita a todos los venezolanos la satisfacción de sus exigencias indispensables, que garantice a cada uno la seguridad de su vida y derechos humanos, conduzca al bienestar, asegure la confianza e impuse el desarrollo.
Administración dinámica, eficiente y honesta. Bienestar, trabajo, vivienda, educación, salud y promoción popular. Confianza, estímulo y seguridad para todos. Desarrollo integral, regional y armónico. Ese es, en pocas palabras, el abecedario del cambio.
Confío plenamente en que el país apreciará nuestro propósito, ya que el Programa de Gobierno que voy a presentar constituye el esfuerzo más serio que grupo político alguno haya realizado en toda nuestra historia republicana para preparar un buen gobierno.