Ni el curandero ni el demagogo
Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 23 de febrero de 1968.
Estudios hechos en profundidad para analizar la actitud de los venezolanos ante el fenómeno político revelan la vehemente aspiración –que podría calificarse de ansiedad– de un gobierno capaz de hacer frente con eficacia a los problemas colectivos. A primera vista, el venezolano medio parece no interesarse demasiado en la política. En el orden de sus preferencias importan más la familia, el trabajo, la vivienda y cuestiones del orden de la cultura, la religión o los deportes; la política aparece colocada en un rango equivalente al de la lotería o el 5 y 6. Pero esta apariencia resulta desmentida por el propio análisis psicológico de sus motivaciones. Va en ella, más bien, una especie de desilusión colectiva, una frustración de esperanzas o expectativas que tuvieron –y continúan teniendo de manera inequívoca– un valor sumamente alto.
Interrogado sobre sus deseos y posibilidades, se encuentra en él la convicción de que para fortalecer y mejorar su familia, para encontrar trabajo estable y bien remunerado, para tener acceso a una vivienda cómoda e higiénica, aún para lograr el desarrollo de sus inquietudes culturales o religiosas, deportivas o de otra índole, es necesario un gobierno que, garantizando la libertad, sea al mismo tiempo capaz de darle un rumbo firme al país, de crear condiciones favorables para la actividad de cada uno, de impulsar con energía las capacidades disponibles para lograr, en un ambiente de paz y seguridad para todos, el mejoramiento sustancial de sus condiciones de vida.
De esta manera, su aparente desinterés configura más bien una reacción emocional contra el engaño, contra la palabrería insustancial, contra el egoísmo de grupos que explotaron el entusiasmo de las mayorías y al llegar sólo mostraron tener por miras su propio beneficio. De ahí el deseo de un gobierno que haga más, aunque prometa menos; la necesidad hondamente experimentada de confiar la dirección de la vida nacional a quienes se hayan preparado para rendir una labor positiva; en una palabra, a quienes se hayan manifestado idóneos para afrontar, con generosa dedicación al servicio del pueblo, los complejos problemas que lo mantienen en graves dificultades, a pesar de llevar ya diez años de experimento democrático.
Se equivocaría quien sacara de allí la conclusión de que hay predisposición hacia un gobierno dictatorial, o hacia la entrega de los intereses colectivos en manos de grupos oligárquicos. El venezolano medio se manifiesta categóricamente opuesto a toda dictadura, apasionado defensor de su libertad, reacio a aquéllos en cuya acción no vea el propósito de servir a la comunidad sino el de asegurar sus propios intereses. En el fondo, la interpretación científica de sus aspiraciones las ve claramente dirigidas hacia una democracia más efectiva, menos demagógica, menos «aguajera».
Por esto, la mentalidad característica de nuestro pueblo se orienta, en virtud de una intensa experiencia, hacia la eficiencia, hacia la preparación, hacia la técnica. Un claro exponente de su cambio de actitud al respecto lo hallo en el cambio del curandero por el médico. Ya el venezolano común no lleva su hijo enfermo al curandero, para que lo ensalme y pronuncie frases misteriosas; va directamente al hospital, para que el médico se entienda con la enfermedad. La comadrona desaparece a medida que mayor número de hijos de nuestro pueblo, esperanzas que brotan a diario en medio del acontecer conflictivo, nacen en una maternidad.
El pueblo que dejó al curandero se apresta para dejar al demagogo. Quiere realizaciones y sabe que no las va a encontrar sino entre quienes se hayan preparado para servirlo. De allí la importancia del estudio de los problemas, el análisis de las soluciones y la jerarquización de los recursos para establecer prioridades en las metas a obtener. Así deben entenderlo los partidos modernos y por eso los socialcristianos acaban de realizar un nuevo congreso de técnicos y profesionales, con copeyanos e independientes, cuya colaboración será de primera importancia en la elaboración del programa de gobierno. El tercero en cinco años, este nuevo congreso se reunió bajo una responsabilidad especial: la derivada de la inminencia del triunfo. Las opiniones de técnicos y profesionales serán analizadas por los responsables de la elaboración del Programa y aprovechadas en todo aquello que encaje dentro de un contexto orgánico y de una orientación determinada. Estamos conscientes de que el éxito de la próxima gestión de gobierno tendrá crucial influjo sobre el crédito del sistema democrático en el alma del pueblo, y ello nos obliga a redoblar nuestro cuidado para que el programa presentado sea a un mismo tiempo ambicioso y sincero y para que su cumplimiento realce el prestigio de la democracia y la fe de los venezolanos en el porvenir.