El ultimátum de Pérez Alfonzo

Columna «El año del cambio», escrita para El Universal. 3 de julio de 1968.

No tengo reparo en confesar que el doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo es persona que goza de mi mayor aprecio. Dentro del ambiente de mediocridad que lo rodea, ha demostrado cualidades que le dan una personalidad inconfundible. Es, además, un hombre honesto y sincero. Esta opinión que de él tengo me ha llevado hasta a defender algunos aspectos de su política ante auditorios que no le son nada adictos; pero ello mismo me permite ver con mayor objetividad los defectos y errores que se le achacan, de los cuales dio muestra en sus recientes declaraciones a la prensa.

Esas declaraciones constituyen un ultimátum. Emplaza a los candidatos presidenciales a «adoptar posiciones definidas» frente a la cuestión petrolera y a hacer de la política petrolera un tema central de controversia en la campaña electoral. Pero al desarrollar su pensamiento, incurre en dos de las tachas que más comúnmente se le formulan y que han constituido aspectos pocos favorables de su política en el decenio que concluye: el dogmatismo, que le hace señalar como una falla cualquier atisbo de «flexibilidad», y el sectarismo, que le lleva a emplazar a la definición partidista una cuestión de tan amplia significación para todos los venezolanos y a rechazar la aspiración que he formulado de que se sustituya una política petrolera adeca, no por otra política petrolera de partido, sino por una política petrolera verdaderamente nacional.

Su exposición tiene la virtud de desnudar el pensamiento adeco sobre el tema del petróleo. Ni el mismo Cordiplan, según se desprende de sus palabras, puede hacerlo con sinceridad, porque «en su función planificadora tiene que mantener relaciones cordiales con las entidades empresariales privadas». En cambio, él sí, porque en este momento tiene la ventaja de estar desprendido de obligaciones oficiales. Por eso puede presentar sin ambages su posición restriccionista, cuya meta es la de llegar a producir solamente un millón de barriles de petróleo por día (o sea, dos séptimas partes de la actual producción) y la de que el petróleo deje de ser artículo de exportación y se extraiga apenas lo necesario para el mercado interno.

Al definirse así, su política deja de ser conservacionista, como había podido calificarse hasta ahora, para convertirse en restriccionista. Quiero dejar constancia de que si en algo he admirado la posición de Pérez Alfonzo a lo largo de estos años, ha sido en el empeño puesto en el mantenimiento de los precios y en su oposición al malbaratamiento del petróleo. Es verdad que él no hace referencia al aspecto más importante frente a las actuales y futuras generaciones y que coloca en el banquillo a los personeros de su partido: el gasto público. El adequismo ha despilfarrado en cantidades faraónicas el producto de una riqueza natural no renovable. Contra ese despilfarro, si el doctor Pérez Alfonzo ha pugnado por una administración más económica, su voz ha estado clamando en el desierto.

En el empeño de mantener con dogmática inflexible su tesis, el doctor Pérez Alfonzo incurre en notables contradicciones.

Una es la de saludar como una realidad lograda la aparición de otras actividades económicas que han disminuido la importancia relativa del petróleo. Ahora bien ¿en qué medida todos esos renglones son en realidad independientes del petróleo? ¿En qué medida subsistirán en el punto y hora en que el petróleo deje de suplirles un flujo permanente de divisas y de asegurarle una holgada liquidez? Esto es algo en lo que debemos meditar. Para lograr el objetivo real de ser menos dependientes del petróleo debemos plantearnos con seriedad el fomento de rubros de producción capaces de subsistir en una crisis petrolera y de lograr una sincera auto-propulsión. Debemos, por ello, movernos en forma dinámica, asegurar un incremento interanual del producto petrolero que garantice la ejecución de un efectivo programa de desarrollo, aumentar y diversificar las exportaciones, corregir con patriótica responsabilidad la orientación del gasto público, al mismo tiempo que buscar con espíritu nacionalista un mayor dominio del petróleo y la venezolanización progresiva de la industria.

Otra contradicción sustancial de la posición del doctor Pérez Alfonzo hay entre su tesis y la conclusión de sus declaraciones. La tesis: los candidatos presidenciales deben ir más allá para precisar con todo detalle la política petrolera del próximo quinquenio; la conclusión: no conviene definir todavía nuestra política petrolera, porque nuestra situación será más favorable cada día, «para negociar». «En la medida en que nos precipitemos innecesariamente a decidir sobre el futuro de 1983, actuaríamos con los más oscuros tapaojos para facilitar el engaño a que nos quieren conducir  quienes constantemente nos explotan a más y mejor. En la medida en que pase el tiempo se pueden conocer y prever mejor los hechos y se van haciendo cada vez más difíciles los engaños». Entonces… ¿por qué el doctor Pérez Alfonzo se empeña en precipitar definiciones que podrían resultar irreversibles, caldeadas por el fragor de la lucha electoral?

En realidad, hacia quien va dirigido el ultimátum del doctor Pérez Alfonzo es hacia el candidato de su propio partido, el doctor Gonzalo Barrios. Aun cuando no lo somete al análisis a que nos somete a otros candidatos, lo alude en esta forma: «Hasta en el caso del candidato del gobierno, que ofrece la continuación de una política petrolera conocida, debe puntualizarse cómo seguirán aplicándose sus principios a los nuevos hechos que aceleradamente presenta la vida moderna, esencialmente dinámica». En el fondo, el doctor Barrios es emplazado para responder estas preguntas: ¿Continuaría él, en el supuesto de ser electo, la política petrolera de Pérez Alfonzo? ¿Aplicaría el mismo criterio restriccionista? ¿Sería Pérez Alfonzo el inspirador y orientador de su política en materia petrolera?

Estas interrogantes son graves y difíciles. De ellas depende, para el candidato de AD, gran parte del apoyo que está solicitando en los sectores preocupados por el futuro de la economía nacional. Conociendo su manera de ser, es fácil que busque evadir la respuesta entre sutiles frases, cuidadosamente construidas. Pero la inquietante cuestión seguirá gravitando en la mente de todos los venezolanos interesados y le será arduo disiparla.