Para todos desarrollo, seguridad y bienestar

Columna «El año del cambio», escrita para El Universal. 6 de octubre de 1968.

Uno de los argumentos efectistas de la campaña orquestada contra mi Programa de Gobierno ha sido el de que en el mismo se usa mucho la palabra «todos». Se ha llegado a decir que ello le da al programa corte «totalitario».

Esto hizo decir al Dr. Pedro Rafael Tinoco, quien defendió el Programa en forma decidida, que tales argumentos se basan en una pobre idea del pueblo venezolano, atribuyéndole una ingenua credulidad. Basta indicar el número de veces que la Constitución habla de «todos»; todos tienen derecho a la educación, todos tienen derecho a la salud, todos tienen derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, todos tienen derecho a la libre expresión de sus ideas, todos tienen derecho al trabajo, todos tienen derecho a la seguridad social, todos tienen el deber de honrar y defender la patria, resguardar y proteger los intereses de la Nación, prestar el servicio militar sin distinción de clase o condición social… etc., etc. La Constitución se hizo para todos, y precisamente por eso no es totalitaria, sino democrática.

Al proponer para Venezuela un cambio, lo propongo para todos. Cuando hago del desarrollo el objetivo central de mi Programa, hago mía una frase de ascendencia lebretiana, según la cual el desarrollo debe ser «de todo el hombre y de todos los hombres». Cuando defiendo el Estado de Derecho, lo reclamo y lo prometo para todos. Cuando propongo al país un quinquenio de trabajo y de prosperidad, me anima el ideal de que esa meta se pueda lograr para todos. Cuando presento un programa educacional, me mueve el propósito de que la educación sea para todos. Cuando anuncio un gran programa de vivienda popular, aspiro a que el derecho a vivir bajo un techo confortable e higiénico, lo ejerzan todos. Las desigualdades sociales, en cuya existencia confluyen numerosos factores, se hacen totalmente inaceptables cuando densos sectores quedan colocados en condiciones incompatibles con la dignidad humana. No pretendo que todos los venezolanos posean viviendas lujosas, pero creo que el objetivo del Estado debe ser una política que en un plazo razonable permita a toda familia, como lo indica el artículo 73 de la Constitución, adquirir una vivienda cómoda e higiénica, por modesta que sea.

Recuerdo la frase de Bolívar en el Discurso de Angostura: «La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, les den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social».

Yo quiero realizar un gobierno para todos. Lo he dicho en innumerables discursos a lo largo de mi dilatada campaña electoral. No quiero gobernar exclusivamente en favor de un grupo, ya sea de carácter político, social o económico. Quiero garantizar seguridad y confianza, tanto al trabajador como al empresario, tanto al intelectual como al analfabeto, tanto al hombre maduro como al joven, tanto a la madre de familia como a la muchacha moderna. Rechazo la imposición de sacar el carnet de un partido para recibir los beneficios que la sociedad distribuye. Aspiro a que, durante mi gobierno, Venezuela sea hogar seguro y amplio para todos sus hijos y para quienes, venidos de otras tierras, suman su esfuerzo al de todos los venezolanos y conjugan sus esperanzas en función de las esperanzas comunes de todo el país nacional.

Por ello mismo, no puedo conformarme a la idea de que los habitantes de esta tierra bendita hayan de dividirse entre los que tienen algo y los que no tienen nada, entre los que comen completo y los que apenas medio comen o no comen, entre los que se educan y los que no tienen la oportunidad de educarse, entre los que pueden emplear sus energías con resultados útiles y los que no encuentran trabajo ni ven hacer ningún intento para que algún día lo puedan obtener.

Entre los cuatro aspectos resaltantes de mi Programa de Gobierno, que bajo la forma de abecedario presenté y comenté en estas mismas columnas, he señalado la necesidad de una mejor administración (dinámica, eficiente y honesta), de un mayor bienestar (comprendiendo la salud, la educación, el trabajo, la vivienda), de un franco estímulo (confianza y seguridad para todos) y de un vigoroso desarrollo (integral, regional y armónico). Es necesario recalcar que esos bienes no los pretendo para que se queden con ellos solamente algunos sectores de la población, acentuándose una discriminación injusta y peligrosa. La administración debe ser eficiente para todos: todos deben recibir la oportunidad de recurrir a la justicia, de obtener del Estado el reconocimiento y cumplimiento real de sus derechos, de participar en los bienes creados por la ejecución de obras públicas o la ejecución de los servicios públicos. El bienestar que reclamo debe llegar a todas las capas sociales, debe buscar, como pivote, la creación de oportunidades para todos y, como palanca, el estímulo, el incentivo y la posibilidad seria de mejoramiento para cada uno, de progreso en el camino de la prosperidad. El desarrollo no lo puedo entender confinado a determinadas áreas geográficas, con menosprecio de vastas regiones, ni lo puedo aceptar como enderezado exclusivamente al provecho de quienes, por tener de antemano mejores agallas, están en condiciones de impedir que traguen los demás.

Gobernar para todos ¿es acaso totalitario? ¿En qué diccionario? Cualquiera que haya estudiado lecciones elementales de ciencia política sabrá que hacer una diferencia entre el singular y el plural. El totalitarismo es la deificación del «todo», con lo cual viene a ser la negación del derecho de «todos». Cuando se exige para «todos» se reconoce al «todo» un valor instrumental, o sea, lo contrario de un valor esencial.

Por ello, bien hace la democrática Constitución de Venezuela en garantizar a «todos» iguales derechos y en imponer a «todos» iguales deberes. Y mi Programa de Gobierno, al desarrollar los postulados esenciales de la Constitución, interpreta las necesidades y anhelos del país al prometer un cambio para «todos», un gobierno para «todos», un esfuerzo para dar a «todos» iguales oportunidades, para que «todos» coman completo, tengan trabajo, habiten bajo un techo decente y reciban por parte del Estado un trato justo, una efectiva vigencia de las garantías y una atención eficaz.