Un nuevo paso de avance dentro de la educación superior
Palabras del presidente Rafael Caldera en el acto de inauguración de la Universidad Metropolitana, 22 de octubre de 1970.
Grave responsabilidad es sin duda, la de fundar una Universidad, pero, al mismo tiempo, es credencial insuperable para la acción humana. ¡Qué invitación obligante para la tarea siempre renovada por el espíritu y por el rendimiento, medido en la más alta escala de los valores de la sociedad! Al mismo tiempo, creación de una nueva universidad en un país en desarrollo, que crece por su misma dinámica y que sufre una honda transformación en su estructura, es un acto de cooperación, que el país entero, en cuyo nombre hablo, está en el deber de reconocer.
Hemos crecido mucho, pero no es sólo el crecimiento demográfico el que marca el signo del desarrollo del fenómeno universitario, como adelanto del fenómeno del desarrollo nacional. Quienes hemos vivido intensamente la transformación de Venezuela, no podemos menos que recordar y comparar. Hace menos de 40 años, quienes salimos bachilleres en 1931 teníamos que esperar un año, porque nuestra Universidad Central, el Alma Mater de la mayoría de los egresados universitarios que actúan en nuestra patria, no podía asegurar en su vieja sede del antiguo claustro de San Francisco, la posibilidad de una apertura anual de cursos para las escasas Facultades que ofrecía como oportunidad, a la inquietud de superación juvenil.
La Universidad Central tenía tres Facultades: la llamada de Ciencias Políticas, donde hacíamos los estudios de Derecho, refugio obligado de todo aquel que tuviera aspiraciones o vocación humanística; la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, reducida a un curso de Ingeniería Civil que duraba cuatro años, pero de cuya eficacia puede dar fe de la increíble adaptabilidad que sus egresados han mostrado para hacerse capaces de acometer todas las responsabilidades que la tecnología moderna les ha ido imponiendo en la construcción de un país nuevo; y la Facultad de Ciencias Médicas, con su tradicional Facultad de Medicina, la de Vargas, la renovada por José Gregorio Hernández y Luis Razetti, y que tenía, como apéndice modesto, la Escuela de Odontología y la Escuela de Farmacia.
Este era el panorama de Caracas, capital de la República, y al lado de la Universidad Central apenas estaba rehaciéndose la recién abierta nuevamente Universidad de Los Andes. Hace algún tiempo, pero no tanto como para que no podamos recordarlo.
Hoy tenemos con ésta, diez Universidades. En la Universidad Central, once Facultades y Escuelas que se multiplican y el rumbo que ella señala es el mismo que van tomando los otros institutos de Educación Superior en el país. Pero ya lo hemos escuchado en el denso discurso del Dr. Peñalver, las cifras marcan que estamos todavía muy lejos de poder satisfacer las necesidades perentoriamente impuestas por los compromisos del desarrollo.
Necesitamos técnicos y profesionales universitarios
Para realizar cabalmente nuestra Reforma Agraria y nuestro desarrollo agropecuario, necesitamos técnicos universitarios; para cumplir nuestros programas de industrialización, necesitamos técnicos universitarios; para poder participar con éxito y verdadera eficacia en los mercados integrados, necesitamos profesionales egresados universitarios; para renovar, preparar, lograr la superación de nuestro material humano, necesitamos profesionales universitarios; pero también necesitamos técnicos, especialistas y profesionales universitarios, para cumplir con éxito la transformación del Estado y realizar cabalmente la honda y dinámica renovación de las estructuras sociales y económicas, que constituye, a la vez, un imperativo de la hora y una necesidad de nuestra propia comunidad nacional.
Por esto, el Gobierno que presido se siente en la obligación, de estimular, sin reservas de ninguna especie, un esfuerzo como el que aquí se realiza a fin de ofrecer nueva oportunidad de formación a jóvenes venezolanos, en la convicción de que al asumir el encargo de crear y hacer marchar una institución universitaria, no se está enfocando tan sólo la formación de técnicos, sino la formación de hombres que sean capaces de elevar su pensamiento a las alturas fundamentales, de donde parte toda la verdad y todo el progreso; y hombres con sensibilidad social, capaces de conocer, de interpretar y de servir a las realidades inherentes a nuestra propia vida.
La ardua empresa de preparar nuevas generaciones
Una universidad supone una responsabilidad muy grande; por ello inicié mis palabras con una frase que, al mismo tiempo, representa un aplauso, un acto de admiración y un compromiso. Y creo que está fuera de la hora, fuera de toda conciencia de las necesidades colectivas, y de todo sentido de lo que nos corresponde realizar, las posiciones mezquinas, egoístas, reacias; las actitudes negativas frente a un fenómeno de crecimiento que debemos continuar estimulando para que muchas universidades, cada una con su propia fisonomía y con su propio sentido de responsabilidad, todas integradas dentro de un programa de servicio a las necesidades del país, puedan acometer la empresa ardua, difícil, pero apasionante y hermosa, de preparar las nuevas generaciones para realizar un gran destino venezolano.
El sector público ha comprendido esa responsabilidad; hemos visto ante nuestros ojos nacer nuevas universidades, en goce ya de su pleno status de la autonomía; hemos visto nacer universidades experimentales, que crecen, que arraigan, que interpretan fenómenos regionales en la vida de Venezuela, y que dentro de esos fenómenos representan la preocupación de un deber nacional. Al mismo tiempo hemos visto, por la iniciativa privada, aparecer universidades que crecen en la medida en que van obteniendo mayor respaldo, confianza y presencia de los elementos que han de integrarla, porque, al fin y al cabo, si como lo establece la Ley, una Universidad es una comunidad de docentes, de alumnos, de autoridades y de todos los que en ella trabajan para el cumplimiento de sus fines superiores, la garantía de vida y de progreso de una universidad es la presencia de una juventud responsable y la de un profesorado entregado, con vocación de servicio, al cumplimiento de su noble misión.
No veo posible ni viable una pugna absurda y esterilizante
Por eso estoy seguro de que mientras más universidades vayan surgiendo, sabemos que para ello se necesita un gran esfuerzo, estudio, dedicación, capacidad de quienes vayan a tenerla entre sus manos, y una serie de condiciones más, va a llegar a la familia universitaria, con un derecho cada vez más claro y neto, a medida que su población aumente por el prestigio que ofrece su labor, por el aprecio con que la comunidad reciba las credenciales que ella expida.
Por eso, dentro de los problemas y preocupaciones que suscita la cuestión universitaria, no veo posible ni viable ni patriótico ni universitario, que pueda surgir una pugna absurda y esterilizante; que pueda negarse el cauce abierto para que los esfuerzos bien inspirados, noblemente dirigidos al servicio de Venezuela, vayan armónicamente concurriendo, dentro de la hermosa pluralidad que establece la vida democrática.
Naturalmente, a medida que las universidades aumentan se siente más la necesidad de que haya normas comunes y programas que canalicen y aprovechen los esfuerzos para el rendimiento satisfactorio. Se siente más y más la responsabilidad de acometer el enrumbamiento de las labores universitarias, hacia las más urgentes necesidades nacionales.
Frente a la actual crisis universitaria encuentro signos positivos
En este momento, sería absurdo callarlo, nuestro país –como casi todos los países del mundo– experimenta una crisis en la institución universitaria. Una crisis de la cual, estoy seguro, habrán de sufrir sus estructuras, como todas las estructuras sociales, las modificaciones necesarias para el fortalecimiento de su carácter institucional, a fin de que esas instituciones respondan, más y más, a las necesidades sociales y a los altos ideales para los cuales han sido creadas.
Quizás esa crisis universitaria, por el mismo hecho de que la Universidad es como la cornisa, en la vieja figura de la arquitectura social, se vea en forma más destacada, pero apunte una crisis que, en general, sufren todas las estructuras, en una época de constante transformación. Quizás sea un adelanto de lo que ocurra o pueda ocurrir en otros aspectos de la vida colectiva, pero, frente a ella, encuentro signos positivos de irrefutable validez. Por una parte, la sociedad toma conciencia de su propia responsabilidad frente a las universidades, y de la responsabilidad de las universidades frente a ella. No son cosas aisladas, sino manifestaciones y parte de un cuerpo que tiene, en un momento de verdadera angustia vital, la necesidad de afirmarse como un todo armónico y compacto, para conquistar las posibilidades de una vida más amplia, más adelantada y próspera.
Pero también, porque al frente de las responsabilidades de dirección, en la vida colectiva, en el Gobierno, en los cuerpos deliberantes, en la vida económica, en todas y cada una de las principales actividades que expresan la vivencia colectiva, estamos universitarios que conocemos y sentimos, profundamente, como un desgarrón en lo más hondo de nuestro ánimo, las deficiencias, las frustraciones o los juicios adversos que, dentro de la conciencia colectiva, experimenta el fenómeno universitario. Con la misma emoción con que hemos vivido las alternativas de la institución universitaria; con la misma emoción con que hemos sentido henchirse nuestro pecho de júbilo, en los grandes momentos que ha vivido la Universidad al servicio del país, y en las grandes realizaciones que ella ha prestado al crecimiento y afirmación de Venezuela.
Se está iniciando un nuevo experimento
Aquí, en esta tarde, sentimos que se da un nuevo paso de avance dentro del proceso de la educación superior. Sentimos que se está iniciando un nuevo experimento, y tenemos que reconocer la calidad e intensidad del esfuerzo cumplido por muchos hombres, que habían realizado ya actos de significación indiscutible dentro de nuestra existencia común.
A la cabeza de ellos, Eugenio Mendoza, hombre de cuya capacidad se ha probado en el éxito de las empresas que ha creado, y cuya preocupación colectiva se ha manifestado en una serie de iniciativas de indiscutible trascendencia, que están cumpliendo tarea útil dentro de las necesidades de Venezuela. Debo decirle a Eugenio Mendoza, al felicitarlo por este acto –que es la culminación de la primera etapa de una gran labor– que de todas las obras que ha iniciado, ésta es la que, por su propia naturaleza, está más llamada a proyectarse en el tiempo; y por ello estoy seguro que el éxito de esta Universidad y su perduración dentro del ambiente científico y cultural de Venezuela, constituirá a la larga el mejor testimonio de sus empeños y el mejor homenaje con que podrán recordarlo los venezolanos del porvenir.
Al frente de la Universidad hay un grupo de profesores y autoridades, responsables y experimentados. El Rector, Luis Manuel Peñalver, tiene una larga e importante hoja de servicios en la Universidad Central y en la Universidad de Oriente; Vice-Rector de nuestra Alma Mater, fundador de la Universidad Experimental que cubre las inquietudes y aspiraciones de los pueblos del oriente de Venezuela tiene aquí una nueva ocasión para demostrar no solamente su preparación, sino también su honda sensibilidad por los problemas que inquietan a la juventud universitaria de Venezuela.
En ellos dos, Presidente y Rector, quiero personalizar la felicitación que expreso y el reconocimiento que manifiesto en nombre del Gobierno, a quienes llevan sobre los hombros la tarea de impulsar la Universidad Metropolitana.
Abrigo la más segura confianza en que, a través de los años, las promociones de egresados de esta institución participarán, con las promociones de egresados de las otras universidades de Venezuela, en un ambiente de noble emulación, en la más importante de las tareas: sembrar inquietudes, trazar caminos y construir las bases de la Patria grande y hermosa, que tenemos ante los ojos como un reto permanente para nuestras generaciones.
Para los estudiantes que aquí se inician, mi único deseo es el de que perseveren y obtengan credenciales bien ganadas; y el de su conducta al servicio del pueblo de Venezuela, de la cultura, de la ciencia y de la técnica, sea la mejor recomendación en el Instituto que los va a formar, para que otros muchos vengan detrás de ellos, a seguir su ejemplo y a formarse también, para hacer a la Patria mejor.
Para todos, de nuevo mis felicitaciones más cordiales; y mis felicitaciones para el país que marcha velozmente, con paso firme y con la mirada puesta en las metas más limpias y más claras, que lo hagan digno del destino que supieron imprimirle los creadores de la nacionalidad.
Muchas gracias.