El mismo proceso de la sindicalización lleva unirse a los países en desarrollo para la defensa de sus intereses

Conferencia en la Universidad de Cambridge, tomada de una nota publicada en el diario El Nacional, 23 de octubre de 1974. 

  • La tesis de la justicia social internacional ha venido abriéndose paso y es citada por voceros de otros países y aún por el Romano Pontífice.
  • Más tinieblas que luz, más frustraciones que éxitos caracterizan nuestra historia.
  • La OPEP, agregó, ha demostrado que las distancias geográficas no son obstáculos para que los pueblos se unan en defensa de sus intereses.

«El proceso que llevó a los sindicatos a jugar un papel de primera importancia en la vida de las sociedades, es similar al que está llevando a los países en vías de desarrollo a organizarse en comunidades regionales o a crear organizaciones sectoriales para defensa de sus intereses», dijo ayer en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) el expresidente Rafael Caldera.

El doctor Caldera, quien fue invitado a visitar esa importante institución universitaria y a exponer sus ideas, escogió como tema central el de la Justicia Social Internacional y América Latina, el cual expuso formalmente por primera vez hace catorce años en el Congreso de Colombia y en la Universidad de Bogotá, y posteriormente en la Universidad de Jerusalén, insistiendo  en él durante todos los años de su gobierno, personalmente ante el Congreso de los Estados Unidos, la Asamblea de la OEA y otros organismos internacionales, en sus visitas a numerosos países latinoamericanos y ante los Jefes de Estado que visitaron Venezuela, etc. Asimismo, el año pasado fue editado en Madrid un libro suyo titulado Justicia Social Internacional y Nacionalismo Latinoamericano.

Refiriéndose a esa insistencia, el doctor Caldera dijo que ella «explica la escogencia del tema para la presente oportunidad, para mí memorable. Y es que he llegado al convencimiento, cada vez más firme, de que los esfuerzos que hacen los países en vías de desarrollo por realizar la justicia social en sus relaciones jurídicas internas no podrán tener completo éxito hasta que no se logre en el mundo la realización de la justicia social internacional».

Explicó luego que «la justicia social internacional arranca de una necesidad social, del estudio de una realidad social, de la historia viva en la cual se ha tenido la ocasión de participar y de ejercer responsabilidades hasta en un nivel muy elevado. Es de allí de donde surge el hondo sentimiento de ser víctimas de una injusticia, que impone una revisión de conceptos para lograr la verdadera paz en el mundo, en el contexto del desarrollo y de la libertad».

Historió cómo las repúblicas iberoamericanas conquistaron su independencia de España y Portugal, las colonias españolas a través de un cruento proceso bélico que consumió los mejores recursos humanos y la portuguesa (Brasil), a través de un proceso pacífico que lo libró de las calamidades de la guerra civil y la conservó unida. Explicó que Venezuela se cubrió de gloria en las jornadas independentistas y tuvo el privilegio de producir hombres como Bolívar, Miranda, Bello y un Antonio José de Sucre que le dio remate a la empresa de la independencia en la batalla de Ayacucho en suelo del Perú.

Y después de decir que en esa dramática lucha sostenida con otros pueblos hermanos, Venezuela no se lucró con un solo palmo de tierra y que su población fue diezmada. Agregó: «Más tinieblas que luz, más frustraciones que éxitos caracterizan nuestra historia en el siglo que siguió a la independencia, aunque podemos invocar un título indiscutible: el de haber sido el único Estado de todo el hemisferio americano que no ha tenido una guerra internacional después de consumada la independencia. Muchas guerras internas nos desangraron y retrasaron nuestro proceso de desarrollo, pero no volvieron a cruzar las fronteras nuestros soldados, que en los días gloriosos de la independencia habían actuado en todo lugar donde hubo que defender la libertad».

Dijo luego que fue después de un siglo de la muerte del Libertador cuando comenzamos el camino. Que en 1936 fue promulgada una moderna legislación del trabajo, en cuya elaboración y aplicación cooperaron dos súbditos británicos (David H. Blelloch y C. Wilfred Jenks) de quienes hizo cariñosa memoria. Y explicó que aun cuando el proceso venezolano se parece al de las demás naciones latinoamericanas y aun cuando algunas de éstas tuvieron la fortuna de haber aprovechado la acción continuada de hombres de gran personalidad e influencia, todas tropezaron con el hecho de que la dependencia colonial fue sustituida por la dependencia colonial en el campo económico, técnico y cultural.

Aclaró que la guerra de independencia costó mucho dinero, que nuestros países salieron con ingentes deudas en el exterior, y desvinculados de la antigua metrópoli y sin canales de comunicación entre ellos mismos, por lo que los conductos anteriores fueron reemplazados por los que los llevaban a otros centros de gravitación netamente imperial que reemplazaron el antiguo colonialismo por otro de nuevas formas.

Explicó que entonces los capitales que necesitábamos y venían del exterior nos imponían condiciones que, lo mismo que el señalamiento por los consumidores de los precios a nuestros productos primarios, como los de las maquinarias y equipos que adquiríamos lo eran por los productores, fue creando esa tremenda distancia existente entre el mundo desarrollado y el mundo en vías de desarrollo que, en cambio de ir aminorando en búsqueda de un equilibrio saludable, ha ido aumentando y agravándose hasta constituir hoy, no sólo un hecho reprobable, sino un gravísimo peligro para la humanidad.

El Nacional, 6 de octubre de 1973.

Después de otras explicaciones en cuanto a la persistencia de tal situación, agregó: «Todo ello viene a confluir en una cuestión fundamental desde el punto de vista de la filosofía jurídica y política, de la sociología y del derecho internacional: es necesaria una nueva concepción de la justicia, idea usada y abusada en documentos llenos de retórica, pero carentes con frecuencia de objetividad».

Y más adelante: «Hoy no hay nadie que niegue la justicia social. Filósofos y teólogos disputan si es una nueva rama de justicia o una nueva aplicación de la que Aristóteles y Tomás de Aquino llamaban justicia legal y justicia distributiva, que tenían como sujeto activo y como sujeto pasivo a la comunidad. Pero, ya se trata de una rama definitivamente nueva o de una nueva interpretación de ramas de justicia reconocidas por la doctrina clásica, lo cierto es que la aplicación práctica de ese concepto ha generado y genera todos los días nuevas leyes e instituciones para proteger a los trabajadores, a los campesinos, a los llamados «hipo-suficientes jurídicos», a los deudores, a los inquilinos, es decir, a todos aquellos que en la lucha por el derecho se encuentran colocados en un plano de inferioridad».

«Este razonamiento es aplicable a perfección al campo de las relaciones internacionales. No puede pretenderse en nombre de la igualdad jurídica de los Estados que éstos tengan las mismas obligaciones, así sean ricos o pobres, desarrollados o subdesarrollados, poderosos o débiles, grandes o pequeños. Mayor poder y mayor riqueza deben significar en las relaciones entre los Estados, no mayores ventajas, sino mayor responsabilidad. La norma jurídica debe corregir, como lo señalaba Bolívar, las desigualdades resultantes de la naturaleza y de la historia. Si existe una comunidad internacional, ella tiene derecho a exigir de cada uno de los miembros una participación adecuada para que todos puedan asegurar una existencia humana y realizar los objetivos de su desarrollo».

Apuntó luego cómo la idea de justicia social internacional ha ido abriéndose paso, y cómo ha oído invocarla con emoción por voceros de países distintos al nuestro en reuniones de la OEA y cómo hasta una autoridad tan alta como el Pontífice Romano acaba de afirmar en su Mensaje al Secretario General de la ONU, en ocasión de la Asamblea Extraordinaria del pasado mes de abril, «la Iglesia está firmemente convencida de que toda solución aceptable debe basarse en la justicia social internacional y en la solidaridad humana, que han de ser la aplicación práctica de tales principios».

Y agregó el doctor Caldera: «El proceso que llevó a los sindicatos a jugar un papel de primera importancia en la vida de las sociedades es similar al que están llevando a los países en vías de desarrollo a organizarse en comunidades regionales o a crear organizaciones sectoriales para defensa de sus intereses. La Organización de Países Exportadores de Petróleo en la cual Venezuela ha jugado un papel importante, ha demostrado que las distancias geográficas, las diferencias de origen histórico y de signo cultural no son obstáculos para que los pueblos que confrontan los mismos problemas se unan en la defensa de sus intereses. Existe un consenso mundial sobre la injusticia de los términos actuales de intercambio económico».

Concluyó el conferencista exteriorizando su entusiasmo por la corriente de integración y de unidad en la América Latina, que se observa en los actuales momentos.