Rafael Caldera en 1979.

Entrevista de Rafael Caldera con Alfredo Peña

Libro: Democracia y golpe militar (Editorial Ateneo de Caracas, 1979) Alfredo Peña pp. 253-292

Rafael Caldera, expresidente de Venezuela, entrevista ofrecida en Tinajero, en marzo de 1979.

En Venezuela, Democracia Cristiana (Copei) y Rafael Caldera son la misma cosa. Y es que cuando apenas era un imberbe ya estaba dando los primeros pasos para forjar ese partido que ahora nuevamente detenta el poder.

El fundador y máximo líder de los socialcristianos venezolanos nació en Yaracuy, capital de una provincia ubicada a unos 260 kilómetros de Caracas. Vio la Luz el 24 de enero de 1916. Y en agosto de 1941 se casó con Alicia Pietri Montemayor. Desde entonces han permanecido estrechamente unidos y procreado seis hijos.

Caldera empezó a hacer política a los diecisiete años. ingresó a la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1933 y ese mismo año lo designaron secretario del Círculo de la Juventud Católica. Viajó a Roma para concurrir a una conferencia mundial de los jóvenes cristianos. Allí conoció a otro personaje que habría de hacer historia: Eduardo Frei Montalva. En la capital del antiguo imperio se selló una amistad que ha perdurado A pesar de los avatares del tiempo. Ambos han ocupado la jefatura del Estado en sus respectivos países. Y ambos, aunque discutidos y en cierto modo cuestionados por sus copartidarios, siguen siendo los timoneles de sus partidos.

La vida política de Caldera ha estado marcada por la perseverancia poco común. Tres veces aspiró a la Presidencia de la República y el mismo número de veces fue derrotado: en 1947 lo venció quien fuera su maestro, Rómulo Gallegos; en 1958 la victoria correspondió al creador de la socialdemocracia venezolana: Rómulo Betancourt; y en 1963 volvió a ser derrotado, esta vez. por Raúl Leoni. Sólo veinte años después de su primer intento -en 1968-, cuando su candidatura superó las dificultades propias de la controversia interna, Rafael Caldera disfrutó, mejor dicho, degustó, los néctares del triunfo: venció a Gonzalo Barrios.

Estadista, pedagogo, jurista y político a tiempo completo, concluyó su mandato en 1974. Su partido no pudo retener el Poder. El candidato copeyano de entonces, Lorenzo Fernández, fue derrotado por un vigoroso jefe socialdemócrata: Carlos Andrés Pérez.

La gestión gubernamental de Caldera sobresalió, en lo político, por la llamada «política de pacificación». Arribó al gobierno con la antipatía y clara adversidad de los comunistas y demás partidos de la izquierda. Sin embargo, legalizó al Partido Comunista de Venezuela, al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, al Movimiento al Socialismo, la más importante escisión que ha padecido el comunismo venezolano. Reanudó relaciones y estrechó vínculos con los países socialistas, la Unión Soviética entre otros. Y abrió el camino para la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba.

Caldera se siente orgulloso de lo que él llamó nacionalismo democrático, que en el plano interno se expresó en la denuncia del Tratado Comercial con Estados Unidos, en el aumento de los precios del petróleo y fijación unilateral de los mismos, y en la nacionalización del gas… En lo externo una política de solidaridad y fortalecimiento de la OPEP y un robustecimiento del Pacto Andino. Un aspecto que marcó su política exterior fue la ruptura con la llamada «Doctrina Betancourt» que implicaba el rompimiento con los regímenes de fuerza. Obviamente, tal como están las cosas, en una América Latina donde apenas existen tres democracias, ello nos habría conducido al aislamiento en el continente.

Caldera inauguró lo que llamó el pluralismo ideológico y la justicia social internacional.

A grandes rasgos, lo que hemos anotado constituyen los logros principales del gobierno Caldera. Empero, es nuestra sincera opinión, falló al no nacionalizar el petróleo. Y el primero de enero de 1975, su sucesor Carlos Andrés Pérez, anunció al país que el petróleo había sido nacionalizado y que finalizaba para siempre la era de la mandonería de las transnacionales. No obstante, sus críticos -toda la oposición de entonces- censuró medida por «chucuta», o sea incompleta.

Conversamos con Rafael Caldera en su morada, situada en una elegante urbanización al Este de Caracas. El jefe copeyano es hombre puntual. La cita fue prevista para las cinco de la tarde y allí estaba. Elegantemente vestido y prolijamente peinado. Es un hombre de elevada estatura, fornido, de suaves ademanes, y jamás alza la voz, aunque esté notablemente emocionado.

Cuando quiere acentuar algún concepto, levanta las manos en un gesto que le es característico.

En el hogar Caldera-Pietri se siente un ambiente cálido y acogedor. Tranquilo fluye el diálogo. Solo el cantar de los pájaros en su casa -hay las más variadas especies- sobresale en una quietud que anima a la meditación y al reposo.

No hubo tiempo para mucho platicar. Eran los días de la transmisión de mando. Los invitados extranjeros se aprontaban para volver a sus países. Caldera, obviamente, debía concurrir a muchas reuniones políticas o de simple protocolo.

Hablamos sin embargo de aspectos muy interesantes para la democracia venezolana y del continente. Tratamos un tema muy escabroso: el de los militares. El líder socialcristiano cree que a los oficiales no se les debe ni halagar en demasía ni criticar en exceso.

Al subrayar tres aspectos fundamentales que han contribuido al establecimiento de nuestra democracia, dice:

1) El enfoque justo de la cuestión militar, de la relación entre los militares y los gobiernos civiles… 2) El consenso: ninguna fuerza política debe considerarse por Sí sola dueña del destino nacional ni autorizada para imponer sus propias normas atropellando la voluntad de los demás.

3) El haber garantizado una libertad sin cortapisas para la organización de todos los grupos o partidos…

Otros temas de singular interés también integraron el coloquio. No omitimos, por supuesto, un elemento clave para el futuro de Caldera y de su partido: la candidatura presidencial de 1983. Caldera, aun cuando estima que ahora no es el momento de definiciones, no niega su participación como candidato democristiano para los próximos comicios. En caso tal de que así sea y de que el electorado le favoreciera, se convertiría en el primer venezolano que ocupa en dos oportunidades primera magistratura mediante elección popular.

El problema de su candidatura ya se ha comenzado a debatir. Unos, con escasa influencia entre los mandos supremos, han llegado inclusive a cuestionar su liderazgo; otros, entre los cuales se encuentra el sempiterno presidente de Copei, Pedro del Corral, abiertamente lo han proclamado desde ya como el hombre que llevará en sus manos las banderas verdes en la lid de 1983.

Los jefes del herrerismo han optado por una actitud más bien prudente y de calculada espera…

Veremos lo que ocurrirá en el próximo futuro. Sin embargo, como reportero político, debo decir que, si este líder democristiano se decide a dar la batalla, no habrá en el Copei que conocemos alguien que esté en capacidad de derrotarlo. En todo caso, su decisión habrá de ponderar, entre otros elementos, el éxito o fracaso del actual gobierno copeyano.

***

La cuestión militar

-En el foro celebrado en la Universidad Simón Bolívar sobre el tema Democracia, perspectivas y frustraciones, se abordaron diversos problemas que afectan al mundo. Se habló de la corrupción, de las injusticias sociales, del contraste entre la opulencia y la miseria y de los factores que de una manera u otra tienden a desestabilizar Al sistema. Sin embargo, aprecio que no se analizan uno de los elementos que ha jugado un papel muy importante como son las Fuerzas Armadas. Es una convicción extendida la que atribuye al factor militar el rol principal en América Latina para estabilizar o desestabilizar el régimen democrático.

-La observación me parece muy válida, aunque para responder a la pregunta quisiera extenderme un poco en consideraciones sobre ese foro de expresidentes latinoamericanos. Tal vez lo más importante de la reunión fue el hecho de hacer coincidir en un ambiente de libertad y hasta de expectación por el cambio de gobierno en Venezuela, a un grupo de personas de distintas edades, generaciones y concepciones políticas, de un modo de actuar muy diverso, pero que tenían entre sí el nexo común de haber sido electos Presidentes de sus respectivas repúblicas. El momento de la reunión en cierta medida favorecía el interés por el importante evento, aun cuando no dejaba también de presentar algunas aristas negativas: entrar a analizar las perspectivas y posibilidades de la democracia, cuando todo el país tenía su opinión enfocada hacia la integración del nuevo Gobierno, hacia los distintos aspectos de la transmisión de mando, podía ser un tanto incongruente.

Por otra parte, la variedad humana representada en la reunión tenía algunas características: el elemento común que se escogió para invitar fue el de haber sido elegidos por el pueblo para presidir la República. Sin embargo, entre los concurrentes había algunos que completaron su período en una forma normal y que entregaron el mando a sus sucesores legítimos; pero había otros que vieron inconclusa su gestión de Gobierno y truncada una gran esperanza en los pueblos que representaban.

Algunos de los invitados podrían ser señalados como responsables de haber aceptado una situación que desvirtuaba completamente el mandato popular que originó su elección.

1973. Febrero, 8. Cena de gala ofrecida por el presidente Alejandro Lanusse en Buenos Aires, Argentina.
Cena de gala ofrecida por el presidente Alejandro Lanusse en Buenos Aires, Argentina, el 8 de febrero de 1973.

¿Tenemos derecho a enjuiciar a la democracia?

-Yo le planteé a los organizadores una pregunta un poco curiosa:

¿Por qué no invitar al General Lanusse que, si bien fue un gobernante de facto, tuvo el acierto de cumplir su palabra, de realizar elecciones libres y de entregarle el Poder a la oposición elegida democráticamente por el pueblo argentino? ¿No tendría quizás Lanusse algo que decir en relación a la transición de los regímenes de facto hacia el sistema democrático? Mientras que otros, muy respetables expresidentes, ¿no podrían explicar qué parte de responsabilidad les tocó en el hecho de la interrupción del sistema democrático? También señalé otro aspecto que me parecía fundamental.

El planteamiento inicial y ciertos enfoques en relación a «frustraciones y perspectivas de la democracia», podría darle al Continente Latinoamericano la sensación de ser una reunión con el propósito de enjuiciar la democracia. Yo les dije: me parece muy grave que nos vean como formando un jurado al que se ha convocado para que diga si la democracia es inocente o culpable. Nosotros no tenemos derecho a enjuiciar la democracia. Es la democracia la que tiene derecho a enjuiciarnos a nosotros. No podemos convertirnos en árbitros decisorios de la conducta de los pueblos. Son los pueblos, en realidad, los árbitros decisorios de nuestra conducta, de la medida en que supimos o no ser intérpretes de sus inquietudes, esperan las y deseos.

Por eso insistí: lo que se reclama de nosotros no es un análisis riguroso y hasta Inconado, con el escalpelo en la mano, para encontrar defectos al sistema dentro del cual nos demos formado y recibido el honroso encargo de presidir a nuestros pueblos. Lo que nos están Reclamando las colectividades humanas de Ame Ica Latina, es que les demos un aliento en su lucha por la libertad, que les digamos que las esperanzas no están perdidas, que reiteramos nuestra fe en el gobierno del pueblo, por el pueblo para el pueblo, y que reviviremos en ellos el Compromiso de lucha para lograr la libertad como Instrumento fundamental para la conquista de Otros bienes, para la realización plena de una de democracia social y económica, que no puede obtenerse  a través de los regímenes de fuerza, de cualquier signo que sean. Sólo la lucha en el marco de la democracia habrá de conducirnos à su perfeccionamiento.

Dos actitudes ante las Fuerzas Armadas

Permítame que le insista en la cuestión militar, pero es que la considero clave en todo este asunto.

El tema lo considero realmente transcendental. En un librito publicado hace dos años en España, Reflexiones de la Rábida, hago algunas consideraciones sobre el tema militar y señalo que los políticos en América Latina, por lo general, han asumido frente a las Fuerzas Armadas una de dos actitudes: o el elogio desmedido que presenta a los militares como lo único bueno, Capaz, eficiente, los salvadores permanentes de la patria y las instituciones; o la diatriba encendida que los denuncia como los salvajes, los criminales dispuestos en todo momento a atentar contra los derechos de los hombres y de los pueblos, listos para devorar las instituciones. Olvidan que, por una parte, los militares son hombres como nosotros, de nuestro mismo barro humano, formados dentro de nuestros mismos países, con nuestras mismas preocupaciones, con nuestras mismas inquietudes, con nuestras mismas virtudes y defectos. Por otra parte, la institución miliar es fundamental, de la cual no se puede prescindir así se hagan todas las denominaciones y todos los circunloquios para señalar que no existe. Hay países donde dicen que no hay Fuerzas Armadas sino Guardia Nacional.

Recordemos cómo la Revolución Cubana anunció la desaparición de las Fuerzas Armadas, pero resulta que hoy es el país más militarizado de toda América Latina.

La conciencia de las Fuerzas Armadas

Si las Fuerzas Armadas son una institución fundamental, el problema básico está en hacerlas encuadrar dentro de la marcha de las instituciones democráticas, para lo cual es necesario: que los militares tomen confianza en que los políticos democráticos no buscan la destrucción o disolución de las Fuerzas Armadas sino que están dispuestos a darle el reconocimiento y la importancia que tienen dentro de sus tareas específicas; que los militares se convenzan que su profesión se ennoblece, se fortalece, toma mayor estabilidad y arraigo en el sentimiento público, cuando se mantienen dentro de su labor propia. Yo considero que uno de los elementos claves del éxito del experimento democrático venezolano de 1958 a esta parte, ha estado, justamente, en la manera como se han encuadrado las Fuerzas Armadas dentro de la institucionalidad democrática. No diré que siempre la política militar de todos los gobiernos democráticos ha sido acertada. Considero que a veces se han cometido errores, especialmente cuando se han llevado a los Altos Mandos a Oficiales menos calificados que otros, pero más adictos desde el punto de vista de la simpatía política o partidista. O cuando se ha pensado que la manera de asegurar la lealtad de las Fuerzas Armadas es tolerando y/o estimulando que algunos de sus personeros incurran en hechos inconvenientes, estableciendo así una especie de ligazón que puede llegar hasta los límites de la complicidad. Cuando terminaba mi período de gobierno, afirmé lo siguiente: He dado confianza y he recibido lealtad.

Esa lealtad no fue comprada a través de beneficios materiales, a través de impunidad para realizar hechos irregulares. Cuando hubo que tomar sanciones se tomaron. Mi Gobierno tuvo que actuar frente a uno de los más altos oficiales en la jerarquía de las Fuerzas Armadas, y esto, lejos de debilitar nuestra posición y de crear resquemores entre los militares, nos fortaleció. Los propios miembros de la Institución vieron que había mando justo y al mismo tiempo suficientemente enérgico y responsable para tomar las medidas a que hubiera lugar.

El incidente con el general Flores

-En los veinte años de democracia, dos gobiernos constitucionales han tenido ciertos inconvenientes con las Fuerzas Armadas o con individualidades de esta institución. Rómulo Betancourt enfrentó varias rebeliones y alzamientos militares de extrema derecha y de extrema izquierda. Usted confrontó problemas con los generales Flores y García Villasmil. Cuando se presentó esa situación, ¿consideró que ello podía crear alguna fisura en El respaldo institucional de las Fuerzas Armadas a su Gobierno?

Puedo afirmar que no tuve ninguna clase de dificultades con las Fuerzas Armadas. Apliqué medidas disciplinarias y seguí un proceso militar a un general que ocupaba una alta jerarquía en el Ejército y que se consideró por ello facultado para asumir una actitud que llegó a ser de rebeldía y desconocimiento a la legítima autoridad que yo ejercía. Pero las Fuerzas Armadas que yo comandaba, como Comandante en Jefe, de acuerdo con la Constitución Nacional, fueron las que, en definitiva, sancionaron y castigaron la actitud de ese general. Fue condenado por un Tribunal

Militar, después de haber sido denunciado en forma responsable por comandantes de unidades militares, a los cuales se había acercado en plan de murmuración, tratando de provocar un sentimiento hostil contra el Jefe del Estado. De manera pues, que no fue a través de tribunales civiles ni con gente ajena o extraña a las Fuerzas Armadas con las que yo actué para tomar esa medida, sino a través de los canales regulares. Los tribunales, todos los testigos y todos los elementos que participaron en el proceso, fueron militares.

-¿Y usted, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, se reunió con el Alto Mando les explicó la situación?

-Yo sostenía frecuentes reuniones con el Alto Mando. Para el caso específico que usted menciona no se hizo ninguna reunión especial. Una vez que se adoptó la determinación a que hubo lugar, di las explicaciones del caso al Alto Mando Militar en una ocasión normal. Pero resultó innecesario porque los oficiales estaban suficientemente enterados.

La destitución del general García Villasmil

-¿Y el caso del General García Villasmil, su Ministro de la Defensa?

-En esa ocasión sí convoqué al Alto Mando para anunciarle, en el ejercicio de mis funciones, la decisión que había tomado de nombrar un nuevo Ministro de la Defensa en sustitución de quien para entonces lo ejercía. Les notifiqué que había tomado esta determinación y di instrucciones al Tefe de la Casa Militar para que se pusiera en comunicación con los Comandantes de las Unidades Militares más importantes, para explicarles simplemente que había nombrado un nuevo Ministro de la Defensa. Debo decir que esta decisión no provocó ninguna protesta sino todo lo contrario; el nuevo Ministro que sucedió al anterior fue acogido con mucha simpatía y con manifestaciones de cordialidad por parte de las Fuerzas Armadas en general.

Quisiera señalarle un detalle que puede tener tal vez un significado especial. Yo di órdenes de que en todos los actos sociales que se realizaran durante mi Gobierno, los miembros del Alto Mando Militar estuvieran presentes, lo mismo que el Gabinete Ejecutivo y los más altos personeros del Estado. Cuando dos de mis hijas se casaron no quise celebrar grandes festejos, porque parecía inapropiado, incluso incongruente con nuestra manera de ser, porque mi mujer y yo siempre hemos sido partidarios de llevar una vida familiar aus-tera. Si usted revisa las crónicas sociales de la época, encontrará muy pocos casos en que en mi casa se hayan celebrado cumpleaños, bautizos, aniversarios, bodas de plata, todos esos acontecimientos que son motivo de celebración para una familia cualquiera. Entre nosotros han sido reducidos al mínimo, entre otras cosas porque yo he tenido una vida pública prácticamente desde que comencé a vivir y cualquier celebración, para no excluir a ninguna persona, se convertiría en reunión multitudinaria, completamente inadecuada.

Pues bien, los invitados a las bodas de mis hijas fueron estrictamente mis hermanos y los hermanos de mi mujer, los hermanos del novio y sus tíos. luego el Gabinete Ejecutivo con sus esposas, el Alto Mando Militar, el Comité Nacional del Partido y, para darle justa satisfacción a Alicia, la Junta Directiva de la Fundación del Niño, que ella presidía.

¿Y por qué daba usted esa preeminencia a las Fuerzas Armadas?

-Preeminencia no, las consideraba…

-Se lo pregunto porque también están los Altos Dignatarios de la Iglesia, los directivos de las Cámaras Legislativas, los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el Procurador General de la República…

-El Contralor, el Procurador y el Fiscal General de la República siempre iban invitados con el Gabinete, se reunían con el Gabinete. La Iglesia estaba representada a través del celebrante, el Padre Pedro Pablo Barnola, acompañado por Monseñor Sánchez Espejo, viejo amigo de la casa y Comisionado Especial de la Presidencia de la República. Los otros poderes públicos, el legislativo y el judicial, en ceremonias un poco mayo-res, iban siempre. Pero en este caso, el Ejecutivo aparecía como la familia presidencial, y yo siempre consideré al Alto Mando Militar como formando parte del Ejecutivo. Para mí, el Comandan-Le General del Ejército, el Comandante General de la Marina, el Comandante General de la Aviación, el Comandante General de las Fuerzas Armadas de Cooperación, el Inspector General de las Fuerzas Armadas, el Jefe del Estado Mayor Conjunto y el Director General de los Servicios, todos integrantes del Alto Mando Militar, eran tan importantes y tan significativos como podrían ser el Ministro de Agricultura o de Sanidad, porque su responsabilidad era fundamental en la marcha del Gobierno, que a su vez es el garante del funcionamiento general del Estado.

1969. Septiembre, 9. Visita al Destructor Nueva Esparta.
Visita del presidente Caldera al Destructor Nueva Esparta, 1969.

Los golpes militares y la ambición

– Casi siempre los golpes militares provocan comentarios como éste: ¡Otra vez los generales ambiciosos se han adueñado del Poder! Creo que algunas veces este juicio no corresponde a la verdad. No niego que existan oficiales ambiciosos.

Tampoco que tras la asonada castrense se anide el deseo de enriquecerse y deleitarse con la investidura que brinda la Jefatura del Estado. Sin embargo, valdría la pena analizar los últimos golpes de Estado que se han sucedido en América Latina.

Dos en particular: el del Uruguay y el de la Argentina.

En el primer caso las Fuerzas Armadas salieron de sus cuarteles a combatir la insurrección tupamara. Liquidaron a los insurrectos, pero también constataron insólitos hechos de corrupción cuyos protagonistas eran nada menos que los principales jerarcas de los partidos políticos (principalmente los dos tradicionales: Blancos y Colorados). Lógicamente, en ése como en otros casos, la oficialidad se pregunta: ¿vale la pena exponer el honor y basta la vida en defensa de un sistema corrupto…? Por tanto, el asunto hay que analizarlo a fondo. No bastan las simplezas que atribuyen la insurgencia militar -como única razón- a las ambiciones de Poder.

-Admito que el fenómeno es muy complejo. Tengo la convicción de que, en muchos movimientos militares, en muchos golpes de Estado, el fenómeno de la ambición es posterior al hecho mismo. Es decir, que algunos militares se ven envueltos en un proceso de rebelión contra el orden existente y pasan a asumir las funciones de Gobierno (que no son las que les corresponden), por diversas motivaciones, vinculadas a las características específicas de cada país. Después de empezar a gobernar sucumben ante la tentación que les presenta la concupiscencia del Poder. Ellos son hombres como nosotros, tienen menos trabas para realizar sus actos, porque no están sujetos a la serie de mecanismos y procedimientos que la institucionalidad democrática supone, y caen en la tentación de enriquecerse, enriquecer a sus amigos y familiares y en el deseo de perpetuarse, que muchas veces va alentado por el temor a lo que pueda ocurrir cuando dejen de ejercer el Poder.

Por eso yo admiro tanto, y aquí voy a nombrar por segunda vez a una persona que sin duda es objeto de discusiones, de comentarios favorables y adversos por sus compatriotas, pero que a mi modo de ver tiene una serie de características positivas, como es el General Lanusse. Lanusse no le tuvo miedo al desenlace. La mayor parte de los dictadores prolongan sus dictaduras por el temor al desenlace, y el temor aumenta en la me dida en que se van enredando y contrayendo más responsabilidades, ya que bajo sus gobiernos se realizan hechos de violencia personal que engendran rencores y deseos de venganza, provocando en los pueblos un sentimiento tan hostil que a veces llega a extremos inconcebibles. Este fenómeno lo observamos en Irán, donde se fusila y toman medidas extremadamente duras contra los jefes de las Fuerzas Armadas, que participaron en la defensa del régimen al que ellos servían.

El miedo al desenlace, repito, muchas veces es causa de la prolongación indefinida del Gobierno de facto. Lanusse prometió elecciones libres y procuró acuerdos para que la transición de dictadura a la democracia no fuera traumática.

Hasta se ha dicho que él aspiraba a que las fuerzas políticas más importantes le ofrecieran la candidatura presidencial y de esta manera pasar de Presidente de facto a Presidente Constitucional, a fin de enrumbar la democracia argentina. Esto está en el campo de las especulaciones y no se puede precisar hasta dónde fue cierto. La verdad es que él cumplió: entregó el Poder a la oposición. Pero también hay que ver cómo fue de dura la reacción del Gobierno presidido por Cámpora contra el expresidente Lanusse, a quien no se le reconoció el coraje que tuvo para hacer frente a sus propios compañeros de las Fuerzas Armadas, quienes en gran número lo consideraban como traidor por llevar adelante el proceso de regreso a la democracia.

La complicidad es peor que el partidismo

Yo pienso que el fenómeno éste de la ambición es posterior muchas veces, como puede haber sido en el caso del Uruguay. Las Fuerzas Armadas se vieron de repente en un proceso de lucha contra la subversión tupamara, que llegó a adquirir características más graves que en cualquier otro país de América. Al mismo tiempo estaban bajo la influencia de los regímenes militares de Brasil, Argentina y Paraguay. Posiblemente no tuvieron en el momento inicial la intención de llegar hasta donde llegaron después y de prolongar su actuación hasta donde la han prolongado, pero a través de ese proceso se vieron envueltas en él.

Hay una observación que creo muy importante y que los analistas políticos no deben olvidar. Se habla a veces del partidismo como una de las lacras de la democracia, pero las dictaduras tienen un fenómeno peor que el partidismo.

El partidismo supone compromisos abiertos, públicos, con mucha gente, con muchos sectores, a muchos niveles y especialmente a niveles populares. Mientras que las autocracias, las dictaduras, se nutren del amiguismo, de la complicidad. Cada uno de quienes las apoyan dentro de sectores minoritarios se sienten con derecho a exigir. Y muchas veces la fuerte autoridad ejercida por los dictadores no se atreve a cercenar las atribuciones que se van tomando sus colaboradores, ni a cortar sus abusos, porque dependen de ellos, porque están apoyados por ellos en el campo civil, militar, económico o intelectual. De manera que los que llegan a formar en torno al Gobierno de fuerza un aparato del poder, se sienten autorizados para realizar todos los desmanes y para incurrir en todos abusos sin que los jefes se consideren suficientemente vigorosos y enérgicos como para ponerles coto.

La caída de Isabel Perón

-Estoy persuadido de las bondades del sistema democrático. Admito que es muy superior a otros que conocemos. Empero, debe movernos a la más honda reflexión el hecho de que en países donde la democracia tuvo una existencia centenaria, haga perecido en la más notable indiferencia de la población.

Hemos hablado del caso uruguayo, ahora entremos en la cuestión argentina. Creo que francamente aquí no cabe defensa posible. La viuda de Perón llevó a ese país a una situación de caos extremo. Nadie niega que aquello era un desorden constante e in crescente. No había autoridad ni moralidad públicas. Claro que los jerarcas militares que mandan ahora tampoco han resuelto nada, han agravado las cosas. Y lo peor de todo: con la dictadura actual nada se puede denunciar corre riesgo de perder la vida quien acuse a la corrupción militar…

-Sí, ya hemos dicho que el fenómeno de los golpes de fuerza tiene causas muy complejas. No pretenden desconocer al parte de responsabilidad que algunas veces es prominente en los gobiernos civiles víctimas de esos golpes. Alguna vez, en los días de 1958, dije que el espíritu golpista era una especie de virus que estaba flotando en el ambiente. Lo decía para que estuviéramos atentos siempre a preservar y defender el ensayo democrático que se iba a iniciar y mantener el organismo sano e impedir que en un momento dado se presentara, como se presenta la gripe, una conmoción o un desequilibrio de las funciones normales del cuerpo. El grado de mayor o menor responsabilidad dentro de las víctimas y los autores del proceso violento, depende de los distintos países. En el caso de Argentina hay bastante consenso en admitir que se creó un vacío de Poder, una situación de tal naturaleza que las Fuerzas Armadas se limitaron a dar un paso al frente después que se lo había reclamado la totalidad de la población. Esto no niega la reflexión que hacíamos antes. Muchas veces los que actúan como protagonistas de estos golpes de fuerza aplican la reflexión que repetía mucho el Dr. Laureano Va llenilla Lanz, hijo, cuando estaba en su pleno apogeo el gobierno del General Pérez Jiménez: Fi que se monta a caballo sobre un tigre no puede bajarse porque si se baja se lo come el tigre».

Allí está precisamente el problema. Creo que el fenómeno es delicado y complejo. Bastantes comentarios se han hecho sobre el trágico experimento del Gobierno del Presidente Juan Bosch en la República Dominicana, donde da la impresión que el propio Jefe de Estado hubiera deseado provocar la crisis. En cierta manera su actuación contribuyó a crear una situación de antagonismo de tal naturaleza, que llevó a las Fuerzas Armadas a ejercer un papel que condujo a un difícil proceso como el que ha vivido hasta este momento la democracia dominicana.

1973. Febrero, 7. Encuentro con el presidente de Chile, Salvador Allende, en el aeropuerto de Santiago.
Encuentro con el presidente de Chile, Salvador Allende, en el aerpuerto de Santiago, 7 de febrero de 1973.

Lo que le dije a Allende

-Hay un caso distinto, el de Chile. Se inicia un Gobierno inspirado en el marxismo, inicialmente con respaldo de las Fuerzas Armadas y de la Democracia Cristiana, que votó en el Congreso por la elección de Salvador Allende. Sin embargo, en el curso de la acción del Gobierno, aparecen diferentes factores desestabilizadores: la inflación, el terrorismo tanto de extrema izquierda como de extrema derecha… No obstante, en determinado momento el Presidente Allende dejó de tener el apoyo institucional, no sólo de las Fuerzas Armadas sino de la Democracia Cristiana. Quisiera preguntarle: ¿cuáles, a su juicio, fueron los factores que impidieron ese ensayo democrático socialista en Chile? ¿Es que la democracia no tolera el socialismo aun cuando sea producto de elecciones libres?

¿La democracia sólo tolera a los gobiernos de centro derecha o de derecha?

-El caso del Presidente Allende es muy doloroso y será difícil poner de acuerdo a sus analistas. Hay un gran contingente de pasión y sentimientos en el juicio mismo de los hechos. Ahora bien, habrá que recordar que el Presidente Allende obtuvo un triunfo electoral legítimo, pero con una mayoría relativa, no con mayoría absoluta, y sus partidarios trataron de imponerle al país un sistema que era rechazado por la mayoría del pueblo chileno. Esto de por sí constituía un hecho de una gravedad terrible, una situación explosiva.

Yo goberné con una mayoría relativa que me llevó a la Presidencia de la República. Yo no podía ignorar la voluntad del resto del país. No estaba autorizado a poner en práctica mi propia concepción y mi propio programa. Además, hay que pensar en algo: si hay algún elemento que ha sido importante en la vida y en el experimento democrático en Venezuela, es el consenso. Tiene que haber un ancho margen de consenso en los grupos y partidos que se lanzan a la controversia política, por muy dura que sea, para defender los elementos básicos del sistema democrático.

El Presidente Allende, cuando tocó en el aeropuerto de Maiquetía, por invitación mía, me habló de la situación política chilena. Lo que me autorizó a entrar en ciertas consideraciones que de otra manera la cortesía más elemental me habría vedado. Yo le dije: «Presidente, no se puede gobernar en un estado de batalla permanente donde se enfrentan la mitad o menos contra el resto del país. Usted tiene que buscar un camino para darle a su Gobierno un apoyo, una base de consenso, que sin abandonar sus posiciones y sin que la oposición los abandone, establezca una posibilidad de vida normal. ¿Por qué no hace usted un esfuerzo personal? Yo sé que es amigo de Frei, ¿por qué no se reúne con él, en privado, sin ningún tipo de publicidad? Converse con el sobre la situación chilena y lleguen a algunos puntos esenciales para que la democracia continúe». Me contestó: «Lo haré, pero después de las elecciones»,

-Y me agregó lo siguiente: «Esa alianza de la Democracia Cristiana y del Partido Nacional no va a durar nada después de las elecciones».

Le repliqué: «Perdóneme que le diga, Presidente, pero esa alianza la ha hecho usted la reforma legal que auspició su gobierno los obligó a ellos a un pacto formal con las otras fuerzas de oposición para poder ir a las elecciones. Para fortalecer a la coalición que lo llevó al poder, usted estableció normas que obligaron a sus adversarios a integrarse también en un frente. En todo caso, no se puede llevar adelante un Gobierno en donde la mitad de un país está en guerra contra la otra mitad, sin que haya una catástrofe». Yo tengo la impresión que el desenlace militar tuvo lugar porque se anticipó a otro desenlace violento que habría venido necesariamente… Mantener el Gobierno del Presidente Allende en términos de institucionalidad democrática habría resultado prácticamente imposible. Han quedado evidenciados una serie de hechos: anarquía, inflación desorden; la importación de armas «para la revolución» y el estado de movilización premilitar que promovían todos los grupos de la Unidad Popular.

En cuanto a que la democracia admita o no formas avanzadas o socialistas en la organización del Estado, le diré que quien observe o estudie la legislación en Finlandia o en países escandinavos se dará cuenta de que a través de determinados mecanismos democráticos se han tomado medidas avanzadas de una naturaleza nítidamente socialista.

Respeto por la minoría

-¡Pero se ha podido esperar unas elecciones generales y que el pueblo decidiera!

-Exacto, pero es evidente que para que la democracia subsista y viva de una manera sólida hay que destacar que, aun cuando un grupo político obtenga el 51 por ciento de los votos, esto no lo autoriza a desconocer o atropellar los derechos fundamentales del otro 49 por ciento de la población.

-Inclusive, yo diría más: aunque obtenga el 75 por ciento, el 25 por ciento de una nación debe ser tomado en cuenta, no debe ser atropellado.

-Estoy de acuerdo. La democracia consiste, en el derecho de la mayoría a gobernar respetando las garantías fundamentales de la minoría.

-La democracia tiene los mecanismos para perfeccionarse o para corregir situaciones como las que se atribuyen al Gobierno de Allende, y entre esos mecanismos, está el sufragio universal y directo. Estaba abierto el camino para que el pueblo chileno expresara su voluntad. El derrocamiento de Allende no era la única alternativa para sustituir al régimen de la Unidad Popular.

-Es que había serios temores en cuanto a que el Gobierno acatara disposiciones constitucionales. Hubo enmiendas constitucionales, en medio de aquel enguerrillamiento exacerbado, puestas a un lado por el Gobierno de Allende.

Las recomendaciones de Fidel

Hay otro elemento que vale la pena analizar: la intervención extranjera para desestabilizar al Gobierno de Allende. Las empresas transnacionales (la IIT, entre otras) y la CIA, admitieron-en el Congreso- un tiempo después del golpe militar, su participación en el derrocamiento del del régimen de la Unidad Popular.

-Es que en un mundo tan interdependiente me parece muy difícil que ocurran hechos de importancia en cualquier país, donde no estén presentes algunos factores externos. El Comandante Fidel Castro estuvo en Chile, en una visita muy larga que causó no pocas preocupaciones y no pocos inconvenientes al Gobierno del Presidente Allende. Y un prominente chileno que habló con Allende y que estuvo luego en Venezuela, me decía que Castro le había dado al Jefe de Estado chileno tres recomendaciones: primero, que no rompiera con Estados Unidos, ya que Chile necesitaba por muchas razones de las relaciones comerciales y también de otra índole con este país; segundo, que tuviera cuidado de no ser víctima de un atentado, particularmente de no ser envenenado. No recuerdo la tercera. A este amigo le llamaron mucho la atención estas recomendaciones.

Me lo confesó después, en un almuerzo que le ofrecí en Miraflores. El fenómeno de la intervención norteamericana fue patente, pero no fue e único país extranjero que intervino en aquel proceso. Tal vez fue el que lo hizo de una manera menos prudente, menos ceñida a ciertas limitaciones de ética. Todo cuanto ocurre con la Agencia Central de Inteligencia ha llenado bibliotecas y colecciones de periódicos en el mundo. Ahora, en verdad, el mundo dentro del cual nos movemos es un mundo en el que evidentemente la soberanía de un país ejercida como nosotros nos acostumbramos a ejercerla, no puede llevar al caso de ignorar que hay otras fuerzas que se mueven y actúan a través de los medios más sutiles.

Las áreas geográficas indudablemente influyen en di desarrollo de la política en cada pueblo. Pero la impresión que mucha gente tiene es que el desenlace trágico del Gobierno del Presidente Allende no puede atribuirse exclusivamente a factores exógenos. Evidentemente hubo un proceso interno que condujo a un desenlace tremendo y doloroso. Y lo está diciendo alguien que no solamente mantuvo siempre y se ha jactado de su buena relación personal con Salvador Allende, sino que decretó duelo por su muerte, como lo hacía cuando fallecía cualquier jefe de Estado amigo. El embajador Orlando Tovar, puso su bandera a media asta en su residencia oficial en Santiago de Chile y por este hecho tuvo que enfrentar toda clase de obstáculos en un momento en que las pasiones estaban desbordadas.

Morir en el poder

-El resultado de ese proceso fue dramático y quien lo está sufriendo con creces es el pueblo chileno. Murió Allende y se instaló una de las dictaduras más feroces que padece el continente.

-Todo eso es lamentable y muy doloroso.

Voy a referirme a algo que puede considerarse como un detalle, pero hay detalles muy significativos. No puedo entender que no se hayan rendido honores militares al Presidente Allende al enterrarlo. Han podido hacerlo en la forma más estricta, sin acceso del público, con medidas muy férreas; pero dentro de la mentalidad, tradición y disciplina militares, un hombre, al que le habían jurado lealtad y que había ejercido, por su condición de Jefe de Estado, las atribuciones de Co mandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, debió ser enterrado con honores militares.

-¿Cómo podían rendirle honores quienes lo llevaron a la muerte?

-Son cosas distintas. Inclusive en los conflictos internacionales, enemigo, vencido y muerto en el campo de batalla, no dejan de rendírsele los honores que le corresponden por su rango. En la tradición militar hay muchas cosas hermosas al respecto.

Ahora bien, lo doloroso en Chile es que el Ejército, con una tradición de cultura e institucionalidad, respetado y admirado siempre por su intachable conducta democrática, pareciera que ha desbordado lo que se podía pensar del ejercicio del Poder autocrático por parte de los militares en otros países. Y esto viene a traer el mismo problema a que antes nos referíamos: el del desenlace, que en Venezuela llevó a Gómez a morir en el Poder de muerte natural después de veintisiete años de ejercerlo; que en España llevó a Franco a morir en el Poder después de cuarenta años de ejercerlo; que en la Unión Soviética llevó a Stalin a morir en el Poder después de largos años de ejercicio tiránico del mismo y que en la hermana República de

Cuba lleva a la prolongación indefinida de un régimen que llegó al Gobierno con el ofrecimiento de convocar a elecciones a los dos años. Es el mismo caso de Mao Tse-tung, el de Salazar y de muchos otros.

El regreso a la democracia

-No creo que esa sea la perspectiva para Chile con Pinochet, ni tampoco para Argentina o Uruguay.

-Tampoco lo creo yo, porque estoy convencido que el péndulo está comenzando a regresar.

El movimiento hacia las dictaduras en América Latina está regresando hacia la democracia. Algunos países tratan de ensayar un tipo de democracia controlada, regulada, pero en definitiva los pueblos desbordan estos planteamientos. Los en sayos que al respecto se han estado realizando en tres países hermanos muy vinculados a nosotros, como Ecuador, Perú y Bolivia, son muy aleccionadores. En Ecuador se declaró no elegibles a los candidatos que tenían mayor posibilidad de ser electos, los expresidentes de la República o el líder de la Concentración de Fuerzas Populares o quienes no eran de madre y padre ecuatorianos. Sin embargo, en definitiva, el pueblo busca quitarse el freno de la boca. En la primera vuelta electoral fue electo un joven bisoño en las luchas políticas, pero representativo de esas corrientes populares a las cuales se ha tratado de impedir el acceso al poder. No sabemos qué va a ocurrir en la segunda vuelta*. Luego el caso del Perú, donde se elige una Constituyente que no tiene poder, cuyas funciones están limitadas a discutir y aprobar la Constitución. Hay grandes dificultades de funcionamiento, dentro del esfuerzo que ambas partes hacen para tratar de ganar la normalidad, entre un poder de facto que subsiste, en nombre de las Fuerzas Armadas y una Asamblea popularmente elegida que sólo de vez en cuando emite acuerdos políticos pero que no tiene y en el caso de Bolivia, ya hemos visto cómo tres Presidentes se han sucedido, porque el fenómeno electoral hacia la institucionalidad democrática ha sido interferido por una serie de factores que en definitiva han dado al traste con cada tentativa. Esperamos que esta nueva etapa que está viviendo Bolivia se cumpla satisfactoriamente.

*El 29 de abril de 1979 Jaime Roldós, apoyado por la Concentración de Fuerzas Populares (CFP) fue elegido Presidente de la República.

El modelo venezolano

Todo esto indica que fue acertada la actitud que se adoptó en Venezuela en 1958. Nos jugamos el destino nacional al sentido del pueblo, a su conciencia y responsabilidad. Hubiera podido pasar algo que derribara toda la laboriosa construcción democrática en la que estábamos empreñados. Pero, en definitiva, fue el pueblo el que se pronunció y ese pronunciamiento en favor de la democracia fundada en el uso de las libertades, en el pluralismo político, en la apertura social, en el consenso fundamental, vigorizó el experimento e hizo posible sus resultados. Yo estoy perfectamente consciente que, si en Venezuela este experimento ha tenido éxito, es porque hemos pasado por las peores situaciones. Somos el país de América Latina que puede presentar la historia más dolorosa, de opresión, de violación de derechos humanos, de traición, de movimientos que llegaron en nombre de hermosos principios y que después se convirtieron simplemente en sistemas de explotación y abusos. El ejemplo de Venezuela

-y no lo estoy presentando como un modelo que tengan que seguir otros pueblos, tiene validez por el hecho de haber subsistido en una época que no era precisamente favorable para los sistemas democráticos. En nuestra experiencia hay tres elementos que deben tomarse en cuenta: 1) El enfoque justo de la cuestión militar, de la relación entre los militares y los gobiernos civiles. Tanto de parte de los sectores militares como de los civiles ha habido una idea bastante clara, aun cuando no se haya instrumentado en forma satisfactoria, de cuáles deben ser las relaciones y cuál el encuadre de las Fuerzas Armadas dentro del sistema democrático. 2) el consenso: ninguna fuerza política debe considerarse por sí sola dueña del destino nacional ni autorizada para imponer sus propias normas atropellando la voluntad de los demás. La mayoría tiene el derecho de gobernar, el derecho de hacer valer sus puntos de vista, pero dentro de cierto margen que establece el consenso y que se expresa de una manera bastante feliz en la Constitución Nacional. 3) El haber garantizado una libertad sin cortapisa para la organización de todos los grupos. Llegamos a la conquista de las libertades y no dijimos: vamos a hacer el ensayo primero dejando fuera de Ley a tal o cuales partidos porque pueden crear tales y cuales inconvenientes; vamos a establecer ciertas restricciones. No, nada de esto se hizo. Fuimos abiertos y nos jugamos el destino en las manos del pueblo. Tuvimos confianza en el pueblo y el pueblo respondió.

1974. Octubre, 22. Incorporación como Senador Vitalicio.
Incorporación de Rafael Caldera como senador vitalicio el 22 de octubre de 1974.

Democracia y Justicia social

-Usted ha hablado con frecuencia de la justicia social internacional, pero aquí también, en lo interno, hay necesidad de justicia social. Es preciso buscar vías para poner coto a la desigual distribución de la riqueza, a las superganancias de los grandes inversionistas a costa de los trabajadoresy marginados, a los exagerados márgenes de beneficios de los grandes capitalistas en detrimento del bienestar colectivo. ¿Qué soluciones puede haber para esta impresionante injusticia que existe en el sistema democrático?

-El tema es muy importante. Es necesario enfocarlo con visión justa y realista. La justicia social, imperfectamente realizada, en la medida en que existe en Venezuela, es fruto de la democracia, de la lucha por la libertad. Es evidente que en nuestro país hay muchos hechos injustos como los que usted señala. En este sentido la libertad de empresa no puede ser absoluta. La misma Constitución Nacional establece que debe estar enmarcada dentro de exigencias derivadas del interés social. La democracia en Venezuela no solamente ha dictado leyes para favorecer a los trabajadores, entre otras la Ley del Trabajo, la Reforma Agraria, sino, lo que es más importante, ha estimulado al movimiento sindical, tanto en la ciudad como en el campo. El movimiento sindical tiene defectos. Ha corrido el peligro de derivar hacia el burocratismo y el conformismo, lo admito, pero es indudable que ha logrado en Venezuela conquistas muy grandes. No es posible negarlo.

Naturalmente, en nuestro país existe el problema de la marginalidad, que es, desde el punto de vista social, el más grave. Esa marginalidad está estimulada por dos factores que no son propios en sí del desarrollo normal de la sociedad. Uno, el movimiento de urbanización muy acentuado. La formación de núcleos urbanos con una rapidez muy grande, que muchas veces deja atrás los programas de atención a los barrios, mucho más cuando hay gobiernos como el que acaba de terminar que descuidó bastante la prestación de servicios públicos fundamentales, el desarrollo de la vivienda en la medida requerida por el desarrollo nacional. El otro factor es la inmigración descontrolada y fuera de toda norma, el fenómeno de los llamados indocumentados que ocurre y ni siquiera el Estado tiene conciencia del grado en que se presenta. Recorriendo uno las zonas marginales de las ciudades encuentran que numerosos de esos barrios están integrados por inmigrantes indocumentados, que plantean allí una cuestión humana y que reclaman con derecho la atención que se les deba dar, pero cuya presencia emana de un hecho absolutamente ilegal. Eso agrava el problema.

Es verdad que el gran flujo de dinero en los últimos años y la aplicación de una política desacertada ha acentuado las desigualdades sociales. el hecho mismo de la inflación hace que los beneficios teóricos que reciben las clases laborantes, las clases medias, se disminuya por el aumento increíble en los costos de la subsistencia. El fenómeno de la vivienda es realmente injusto e injustificable. Si uno suma en un papel los componentes del costo de fabricación de una unidad de vivienda, se encuentra con que no llega ni con mucho a los precios exorbitantes que esa unidad adquiere en el mercado. Aquí evidentemente lo que prevalece es la vieja ley de la oferta y la demanda. Como no se han construido viviendas en cantidad suficiente, la demanda es tan aguda e insistente que provoca un encarecimiento hasta límites verdaderamente intolerables.

-Tendrían que existir normas y leyes muy severas contra los especuladores. Son escandalosas las ganancias en la construcción y en otras áreas claves para la existencia humana.

-Debería haber una política. Ahora bien, esa política debería tener dos aspectos. Uno, el represivo, que generalmente no ha dado muchos resultados. El otro, es el positivo. Más que meter a la cárcel a unos vendedores de viviendas caras, la solución del problema estaría en construir muchas viviendas. Cuando yo insistí tanto en el problema de la vivienda en toda mi campaña electoral y durante mi Gobierno, la oposición acción-democratista decía que ellos no eran «viviendistas», que la vivienda era una cuestión secundaria, que con darle trabajo a la gente ya el problema estaba resuelto.

Un error gravísimo. Yo visité muchos barrios y encontré que en un rancho antihumano vivía un agente de policía que tenía su trabajo, su sueldo más o menos suficiente para subsistir, o vivía un chofer de taxi dueño de un automóvil al que le sacaba dinero diariamente para sostenerse. Sin embargo, habitaban un rancho porque no estaba al alcance de ellos la adquisición de una vivienda adecuada. Creo que las leyes deben aplicarse y siempre he sostenido que la intervención del Estado es indispensable para suplir o corregir los graves errores y desniveles.

Ahora éste, como todos los problemas de la democracia, son más viables de superar a través de los mecanismos de la democracia que en las fórmulas de fuerza. Los regímenes de fuerza llegan y son envueltos por una cantidad de intereses creados que los adormecen y en definitiva los dominan, haciéndose muy difícil establecer normas de justicia social.

El cinismo en las denuncias sobre corrupción

-A la falta de justicia social, hay que agre. gar un factor que causa un tremendo daño a la democracia, el problema de la corrupción administrativa, que ha llegado en nuestro país a niveles escandalosos. Usted ha visto cómo recientemente se ha puesto al descubierto el fraude cometido con los potes de leche destinados a los escolares. Algo realmente inaudito.

-Yo espero que ese asqueroso fraude sea castigado ejemplarmente y que sus autores paguen con la cárcel el delito que han cometido. Como usted mismo decía, dentro de un sistema autocrático hubiera sido imposible denunciar y conocer tales hechos. Pero es bueno advertir que la lucha contra la corrupción, que es algo realmente difícil, se ha convertido en un acto de cinismo por parte de sus principales protagonistas. A mí me provoca una repulsión tal que llega un momento en que casi no quiero hablar sobre el tema para no sentirme en la misma posición de quienes dicen discursos contra la corrupción y, al mismo tiempo, están incursos en sucios negociados y manejos. Lo que me alarma y necesita una alerta de todos los venezolanos es el error gravísimo en que caen algunas personas, al pensar que la lucha contra la corrupción debe tomar el camino de los golpes de fuerza. El golpe de Estado como remedio para la corrupción lo que hace es agravarla, como está demostrado por nuestra propia experiencia y la experiencia de otros países. Si de algo tenemos nosotros experiencia es que todos los gobiernos de fuerza que han existido en Venezuela a través de su historia han resultado gobiernos corruptos. Son escasos los que pueden señalarse como virtuosos y honestos.

Un primer año erizado de dificultades

-En este orden de señalar deficiencias y erro res, la opinión nacional insiste con frecuencia en la evidente incapacidad demostrada en los últimos años para dar a la población servicios públicos eficientes. Podrían citarse como ejemplo los casos del agua, la luz eléctrica, los hospitales y no se diga del agudo problema del tránsito y del transporte colectivo.

-Es indudable que son problemas de gran urgencia. Yo se lo he manifestado al Presidente Herrera que tiene un compromiso muy serio y sé que es muy difícil. El primer año de Gobierno va a estar erizado de dificultades. Ahora, lo que es un error, es creer que las autocracias son eficaces por el hecho de serlo. El problema está en que para el pueblo venezolano la democracia fue siempre una ilusión. Entonces se llegó a pensar que bastaba la existencia de un régimen demo todos los problemas. Cuando la gente ve que no sólo no quedan resueltos todos, sino que algunos se agravan considerablemente, entonces se los quieren achacar a la democracia. Pero esos problemas existen no por la democracia sino a pesar de ella.

Los pueblos no respaldan a los gobiernos débiles

-Pero hay problemas que pueden ser resueltos con un poco de autoridad.

El respeto y la disciplina tienen que ser consustanciales con la democracia. Una democracia sin autoridad es simplemente un caos. Uno observa -entre múltiples problemas- el del tránsito. En las llamadas horas pico, cuando el tránsito se convierte en un ver. dadero infierno, circulan por las principales avenidas de Caracas y de otras importantes ciudades del país, gigantescas gandolas y camiones. ¿Es que no hay quién ponga orden en este asunto!? ¿Es que no existe autoridad u organismo competente que prohíba a esos inmensos vehículos transitar a esas horas? En otros países, se organiza la carga y descarga de tal manera que sólo en determinadas horas, preferiblemente por la noche, puedan circular camiones de gran tonelaje por el centro de la ciudad.

-Yo considero que la autoridad debe ejercerse eficiente y firmemente por parte de los Gobiernos democráticos. Más aún, en ese foro de expresidentes, sostuve que los pueblos no respaldan a los gobiernos débiles. Es un error pensar que la debilidad y tolerancia en la aplicación de las leyes, el consentimiento a los abusos y a la anarquía da votos y simpatía a los gobiernos. los pueblos en realidad quieren que se les gobierne. Y cuando los gobiernos no cumplen esta función, los castigan.

1972. Enero, 13. Aniversario del partido COPEI.
Aniversario de COPEI en 1973.

Renovación de los partidos políticos

-Una pregunta sobre los partidos políticos. Como usted sabe, el mundo ha evolucionado mucho en los últimos años. Los adelantos pueden apreciarse fácilmente en las ciencias y en otros aspectos de la vida humana, incluyendo instituciones, etc., que se han ido reformando y adaptando en cierta manera a los tiempos modernos.

Ahora bien, ¿usted no considera que los partidos políticos requieren también ponerse a tono con el papel protagónico que cumplen en el sistema democrático?

-Estoy completamente de acuerdo. Los partidos políticos, como todas las instituciones socia-les, son susceptibles de caer en una serie de vicios.

Uno de ellos es el inmovilismo, otro es el conformismo, otro es la prevalencia de pequeños intereses y compadrazgos, amiguismo y camarillas.

Es evidente que, si un partido es el instrumento de ejercicio del poder social, tiene que estar constantemente renovándose para estar a tono con la realidad. En lo que no estoy de acuerdo es con la idea de que los partidos sean señalados como las únicas instituciones culpables de todos los males del país y las únicas que no se renuevan. Los partidos políticos venezolanos son bastante más nuevos que los de muchos otros países latinoamericanos. Venezuela liquidó en los campos de batalla la lucha histórica entre el partido conservador y el liberal y, después de una prolongada autocracia, vio desaparecer todas las organizaciones po-1ticas preexistentes. De manera que los partidos actuales nacieron como movimientos universitarios, como expresiones de inquietudes de gente muy joven. Esta circunstancia les da una mayor juventud y más modernidad que a muchos partidos existentes en otros países. Pero esto no implica la idea de negar la necesidad de renovarse constantemente, modernizarse permanentemente, ponerse a nivel de las exigencias sociales.

– ¿Piensa usted que también debe renovarse el sistema electoral venezolano y otras instituciones como el Poder Judicial?

-Evidentemente. En cuanto a la administración de justicia estoy de acuerdo en la tesis sostenida por quienes ven en ella uno de los puntos flacos de la democracia venezolana. Estoy dispuesto a cooperar para que el Poder Judicial salga de esa permanente situación que tanto hemos criticado.

Las mejores obras de mi gobierno

-De su gestión de gobierno, ¿cuáles obras considera fundamentales?

-Quisiera tal vez referirme en primer término a las obras no materiales. No porque no haya hecho una serie de obras materiales importantes, que fueron bastantes y que han sido reconocidas después de los cinco años del Gobierno que me sucedió, porque la contraposición entre lo mucho que hicimos nosotros con escasos recursos y grandes dificultades, y lo poco que hizo el Gobierno posterior con incontables recursos y las circunstancias políticas más favorables, fue sin duda uno de los factores más influyentes en los resultados electorales del 3 de diciembre de 1978. Refiriéndome a obras inmateriales diría: la pacificación, un hecho que evidentemente por más esfuerzos que se hagan por borrarlo queda muy vinculado con el Gobierno de caldera; la política soberana y autónoma expresada en la denuncia bilateral del Tratado Comer-dial con Estados Unidos y la política petrolera que asumimos y que dejó todo listo para poder pasar a la etapa de la nacionalización. Por más que hablen no me lo podrán quitar. Además, la política de solidaridad pluralista con América Latina, al establecer una nueva concepción que dejó a un lado la doctrina Betancourt, que por más que fuera justificada en su principio, estaba constituyéndose en un factor de aislamiento de Venezuela; el establecimiento de relaciones con todos los países del mundo; la instauración de una política en toda el área del Caribe; la vigencia plena del régimen de derecho. Durante mi Gobierno no hubo que suspender las garantías constitucionales ni un solo día y los ciudadanos se sentían efectivamente respetados. El respeto a los derechos humanos no fue una cuestión teórica sino práctica y real. Yo creo que estas realizaciones están a la vista del país.

-¿Y entre lo que no pudo hacer, pero que hubiera deseado realizar?

-Fueron muchas las que no puede hacer.

Por ejemplo, un programa de promoción popular pudo haber dado un magnífico resultado, especialmente en relación a los sectores marginales, los barrios en las grandes ciudades. Pero, sistemáticamente, por puro egoísmo político, se me negó todo apoyo y recursos en las Cámaras Legislativas de parte de los partidos que se ponían de acuerdo para impedir su aprobación.

El petróleo quedó en manos extranjeras

-¿Y no se lamenta por no haber nacionalizado el petróleo?

-Era imposible. La gente piensa que nacionalizar el petróleo es simplemente dictar un decreto. Del año 70 al 73 se realizó un proceso de preparación de la nacionalización. En 1973 empezaría a entrar una suma de dinero en condiciones tales, que le permitiría al país afrontar la nacionalización. Pero en la forma como en definitiva lo hizo el Presidente Pérez, que rubricó la Ley y después sin darnos una información y sin pedir opinión a nadie, firmó unos contratos sobre tecnología y mercadeo que dejaron de nuevo el petróleo en manos de las transnacionales.

La intención que nosotros teníamos era que el ingreso petrolero extraordinario, que comenzaba a llegar el 1 de enero de 1974, constituyera un fondo de garantía para que el país se lanzara con su petróleo a manejar el mercadeo, a ir directamente a los mercados, aun cuando la baja de las ventas fuera grande en el primer momento. Sólo así Venezuela sentiría efectivamente que era dueña de lo suyo.

Era necesario iniciar el proceso, como lo hicimos nosotros. Si fuéramos a aplicar términos taurinos, a los que a veces soy tan afecto, diría que no se puede matar un toro sin hacerle primero una faena, sin picarlo, sin ponerle las banderillas, sin hacerlo pasar a través de naturales para bajarle la cabeza. Después que se realiza toda esa faena, el torero tiene el animal listo para que entre el estoque. Si se va a una corrida de toros y al salir el toro al ruedo lo mata el torero sería una cosa absurda, no habría fiesta. En cuanto al petróleo venezolano ese proceso se cumplió de 1970 a 1973.

Nosotros logramos estimular las circunstancias que se presentaron para dejar al país. en óptimas condiciones, a fin de realizar la nacionalización en 1974, no en 1975 como se hizo. Además, tenía que ser no congreso el que lo nacionalizara. El MEP me pidió que convocara al viejo Congreso en enero de 1974 para que conociera la Ley de Nacionalización, pero Acción Democrática, que había ganado las elecciones en diciembre, no habría aceptado que se reuniera el viejo Congreso, despojándolos a ellos de la función decisoria que les había otorgado el pueblo a través del voto popular Este. es un tema muy interesante, pero para juzgarlo hay que meterse dentro de los hechos y las circunstancias. El país estaba en óptimas condiciones para haber nacionalizado su petróleo, no el 31 de diciembre de 1975, sino el 31 de diciembre de 1974, y para haber asumido en ese momento, si no se hubiera dilapidado la riqueza que estaba entrando, su responsabilidad en el mercadeo y evitar así que la nacionalización quedara yugulada por las empresas transnacionales.

Las compañías están pagando el petróleo en la forma y medida que ellas quieren a través de los contratos existentes y están especulando con precios monstruosos en el mercado internacional. El Presidente de Costa Rica me decía que a ellos le han subido los combustibles entre enero y marzo en algo así como el 300 por ciento, mientras los precios de nuestro petróleo no han subido sino en un 10 por ciento. ¿Qué revela esto? Que esas intermediarias, a quienes les estamos dando el mercadeo de nuestro petróleo, nos lo compran al precio que fijamos en las reuniones de OPEP y después revenden, o venden sus productos ya elaborados, a precios increíblemente altos.

1979. Mayo, 10. Acto en Maracay para las elecciones municipales.
Acto en Maracay para las elecciones municipales, el 10 de mayo de 1979.

¿Candidato presidencial de 1983?

-Una pregunta obligada: la opinión pública tiene una impresión bastante generalizada en torno a sus posibilidades como candidato presidencial para las elecciones de 1983. Se da por segura su postulación por parte de Copei. ¿Qué nos dice usted? ¿Cómo está su salud para esa eventualidad?

-La pregunta de fondo es imposible contestarla ahora por razones obvias. Está empezando apenas el período de gobierno de Luis Herrera Campíns y sería incomprensible el que en este momento se hiciera una definición sobre candidaturas presidenciales. Sin embargo, yo debo decir que, en cuanto a salud, los médicos que siempre me controlan dicen que estoy en mejores condiciones que nunca. La verdad es que en estos años transcurridos después de mi Gobierno la gente me ha visto y consideran que no dejé el Poder menoscabado, sino más bien que me encuentran ahora en mejores condiciones. El control médico, al cual me someto frecuentemente, ofrece resultados optimistas. Y en verdad yo me encuentro en muy buen estado físico y hago un trabajo intenso sin ningún quebranto. Estos cinco años no han sido para mí de ociosidad, sino de mucha actividad. Ahora debo decirle dos cosas, sin te. mor a que eso pueda interpretarse como una res. puesta afirmativa a la pregunta central. Por un lado, no me encuentro en actitud de contemplación del pasado, sino que veo con interés el porvenir. Alguna vez me atrevía a decir que se es joven mientras se mire el pasado sin nostalgia y al porvenir sin angustias. Yo realmente no me siento en la actitud de algunos que miran el mañana con permanente temor y se regocijan las satisfacciones que tuvieron en su vida anterior.

Por otra parte, hay algo en lo que he encontrado una respuesta no sólo positiva sino podría decir emocionante, es el contacto con la juventud. Una de las cosas que más me emociona es ver que todos los años infinidad de grupos de muchachos de los liceos, de las escuelas técnicas, de las universidades, me piden que les apadrine su promoción y que me reúna con ellos, quieren que les de algunos puntos de vista sobre la situación, es decir, que se sienten identificados conmigo.

Cuando voy a alguna reunión social, que no es con mucha frecuencia, son muchachos y muchachas, de 17, 20 ó 22 años, los primeros que vienen con mucho afecto y me rodean. Creo que la actitud de ellos hacia mí no es la de mirar una reliquia del ayer sino más bien la de sentir a alguien a quien le reclaman, a quien le piden, a quien le hacen presente el deseo de identificación. ¿A dónde me llevará todo esto? No sé.

Lo cierto es que realmente me llena de felicidad el pensar que la gente que más me quiere y más me muestra confianza, y así aparece en las encuestas que por lo demás han sido bastante generosas conmigo, es el sector juvenil. Estas cosas son elementos de juicio, pero anticipar una decisión sería realmente una locura.

-Yo no creo que sea tan extemporáneo el tema de su candidatura porque dirigentes de Copei, como Pedro del Corral, Eduardo Fernández, Rodolfo José Cárdenas, Rafael Montes de Oca, han mencionado su nombre como el candidato natural de Copei en 1983. Creo que los dirigentes socialcristianos que se han atrevido a decir esto no lo han hecho en una forma insincera.

Cuando lo dicen debe ser porque lo sienten así. Lo que indica que no es sólo a nivel de la opinión pública o de los círculos políticos, es un sentir de su propio partido.

-Bueno, hay mucha gente que me lo dice amablemente, con entusiasmo, la base del partido desde luego que también. Incluso quienes no han estado nunca en el partido me hacen ofrecimientos de este modo:
«Si usted se lanza como candidato en 1983, cuente con mi participación». Personas vinculadas a diversos sectores, también me invitan. El problema no es que ese sentimiento exista, lo cual, por supuesto constituye para mí una gran satisfacción, lo interesante es que eso cuaje en el momento debido y será solamente en ese instante cuando yo podré contestarle la pregunta.

-Mucha gente dice que en Copei usted no tendría rival en la lucha por la candidatura presidencial, que sería el candidato de todo el partido.

-Copei está promoviendo dirigentes.

Son hombres que gozan de gran prestigio y lo van afirmando cada día más. Ese prestigio cuajará también en su momento dado.

Por lo pronto estamos en la vida política nacional y al fin y al cabo la Presidencia de la República para 1983 no es el único objetivo y preocupación de Copei.

Estamos en el combate y tenemos todavía mucho por hacer.