Mi querido Dr. Caldera. –
Esta breve esquela para manifestarle mi orgullo y mi alegría interior por haber tenido la fortuna de haber presenciado el esfuerzo más notable que un hombre haya podido realizar en este siglo en mi país. Ud. fue un ejemplo de voluntad, de convicción y de fe que ningún ser humano que se respete como tal puede olvidar. Esa lección que Ud. ha dado a través de una campaña que Ud. mismo llamó «dura pero fascinante», tendrá que quedar en la memoria y en el corazón de todas las generaciones que viven en nuestro territorio.
Ud. me ha enseñado muchas cosas a lo largo de nuestra amistad, pero esta lección de estos últimos meses, en los que por cierto mi espíritu ha estado muy abatido por razones que no vale la pena mencionar, no sólo no la olvidaré sino que trataré día a día de comunicársela a mis hijos, a mis seres queridos, a mis amigos y a mis lectores.
Independientemente de lo que pase el día 4, que Dios mediante lo llevará a Ud. al sitial en que el país lo necesita, quiero darle las gracias y decirle que todas las personas que conforman el centro directo de mi atención y mi cuidado, rogamos a diario para que Dios lo ilumine.
Incondicionalmente suyo,