Diálogo inmediato y directo
Columna de Rafael Caldera escrita para ALA y publicada en El Universal, del 5 de diciembre de 1984.
La reelección del presidente de los Estados Unidos por una avalancha de votos (landslide) ha suscitado en muchos la idea de que una acción militar norteamericana sobre Nicaragua es inminente. A ello contribuye el proceso electoral del citado país centroamericano, matizada con afirmaciones y posturas anunciadoras de un enfrentamiento definitivo. Yo he sostenido y sostengo, por lo contrario, que es el momento oportuno para dialogar, para negociar, en forma directa y concreta.
Ninguna de las partes tiene, en el momento actual, que cuidar intereses electorales. Ya pasó la campaña. Reagan está políticamente muy poderoso; los sandinistas, dentro de su radio y en su proporción, también lo están. Ni el coloso del Norte, ni el pequeño país centroamericano tienen realmente nada que ganar con un enfrentamiento bélico. La impresión que traje de los Estados Unidos fue la de que, no sólo quienes votaron por Mondale, sino una buena parte de quienes respaldaron con sus votos al triunfador, desean una solución que no abra la puerta a un proceso violento cuyas consecuencias sería difícil prever y limitar.
El esfuerzo de Contadora ha sido muy loable y fructífero, pero ya se siente la necesidad del diálogo directo. Los cuatro países del grupo que lleva el nombre de la pequeña isla panameña han cumplido una gran labor: han ido alejando la inminencia de la escalada bélica, que se sentía apremiar en el momento en que las gestiones del grupo comenzaron. En el proyecto de Acta Final se han puesto elementos fundamentales para una paz duradera; y hasta los reparos que han planteado los países de América Central han contribuido a precisar las cuestiones que es necesario resolver.
Entre esas cuestiones hay algunas fundamentales: el cese de toda ayuda a los movimientos guerrilleros que torturan la vida de algunos países, como El Salvador y Guatemala, y amenazan insistentemente la de otros, como Honduras y Costa Rica. Encontrar los mecanismos de vigilancia y control que hagan efectivo este compromiso es tarea que debe abordarse sin demora. Por otra parte, Nicaragua aspira a despejar su horizonte de la amenaza de una guerra: esto supone por su parte formalizar el compromiso y lealmente cumplirlo de garantizar los derechos humanos, respetar la libertad de prensa, asegurar un sano pluralismo que propicie la participación de todos los partidos en la vida política, respetar a cabalidad los derechos de la Iglesia y el libre cumplimiento de los altos fines de esta venerable institución.
He sostenido, por otra parte, que el diálogo debe incluir a Cuba. Porque la convicción de muchos, entre ellos un grupo de Representantes al Congreso de Estados Unidos que hace algo más de un año recorrió toda el área, es la de que los compromisos –o por lo menos algunos de ellos– no tendrían plena solidez si no comprendieran al Gobierno cubano. La Revolución Cubana ha cumplido ya más de veinticinco años, tiempo suficiente para ver las cosas de una manera diferente a como se miraban al empezar. El temor de que cualquier chispa provoque una conflagración que asolaría de punta a punta la bella isla, ya no parece simplemente un recurso de propaganda política, sino un sentimiento muy real. Los preparativos de defensa sobrepasan cualquier medida para impresionar. Por otra parte, ya es tiempo de regularizar las relaciones entre Cuba y el resto del Hemisferio: relaciones existen con algunas naciones latinoamericanas y se han iniciado acuerdos muy parciales con los norteamericanos pero sería necesario lograr un sistema capaz de funcionar normalmente para ofrecer al exilio cubano la posibilidad de una relación frecuente y tranquila con sus familiares que se quedaron en su tierra de origen.
El hecho más importante desde el punto de vista de la política internacional durante el gobierno del presidente Nixon fue su viaje a China, su acuerdo con Chou-en-Lai y la apertura de la cortina de bambú para iniciar la comunicación, que es cada día más intensa, entre Oriente y Occidente. Cuando se conoció aquel hecho, la opinión pública mundial experimentó un verdadero estremecimiento. Parecía imposible… pero se hizo y tuvo éxito. Hoy un diálogo directo e inmediato, en el nivel más alto, para fijar las normas de una paz estable en el área, sería recibido por los habitantes del Norte y del Sur de este Hemisferio y por las naciones de allende los mares con gran satisfacción.
La reunión de los cancilleres de la Comunidad Europea en San José de Costa Rica fue auspiciosa, porque demostró el interés de esos países en la situación de Centroamérica y el Caribe, y asomó la disposición a considerar seriamente la problemática económica y social de esos pueblos. Alcanzar en este momento una solución realista y justa sería una estupenda noticia para todos.
El poderoso Reagan y los envalentonados sandinistas están en un momento propicio para enfrentar conscientemente la realidad. Y el gobierno del comandante Fidel Castro, cuyas gavetas y mesas de trabajo están también repletas de informes confidenciales y de documentación para el análisis, debe entender que el sueño de una revolución «a la cubana» en el resto del continente no es factible; y que, por el contrario, hay que ofrecerle a los pueblos llenos de tremendos problemas la posibilidad de entrarle a las soluciones sin la angustia continua de una inminencia violenta, destructiva e infecunda.
Por eso creo que el diálogo es factible. Creo, más aun, que es la única vía que puede llevarnos a buen puerto.