Este momento puede calificarse como histórico

Palabras de Rafael Caldera en Buenos Aires, en representación de los líderes latinoamericanos, en un acto multitudinario de alrededor de 70.000 personas, convocado por el presidente Alfonsín con motivo del referéndum sobre el Tratado de Paz y de Amistad entre Argentina y Chile. 23 de noviembre de 1984.

De todos los países de América Latina, hombres que profesamos ideologías distintas pero que luchamos al unísono por la democracia y por la integración, por la soberanía y la liberación de nuestras patrias, hemos cumplido acudiendo a la cita de honor que la Unión Cívica Radical, interpretando la voluntad del pueblo argentino, nos ha hecho en esta circunstancia. Desde México a Chile, hemos venido de todas partes y me han dado el honroso encargo de hablar en nombre de todos esta noche, y no solamente por los que hemos venido a Buenos Aires, sino por los millones de mujeres y hombres de todos nuestros países que están sintiendo en este momento el llamado de la solidaridad.

Venimos a rendirle un homenaje de fe y de cariño al pueblo argentino y debo decir también, identificados totalmente con el pueblo argentino, venimos a rendirle un homenaje de cariño y de fe al pueblo chileno que está compartiendo en plenitud esta jornada.

En este gran estadio, rebosante de esta muchedumbre, es imposible no pensar cuántos emocionantes eventos del deporte favorito de este pueblo se han realizado aquí. Es imposible no pensar lo que aplaudimos en el 78 a Argentina campeona mundial de fútbol y que en esta oportunidad queremos también aplaudir y respaldar a Argentina campeona de la democracia, de la libertad y de la integración en nuestro Continente.

Este momento puede con múltiple razón calificarse como histórico. Se abusa con frecuencia de tal epíteto, pero yo llamo histórico este momento por tres razones principales:

Una, la solución a través del diálogo, a través de un esfuerzo de entendimiento por caminos novedosos en el Derecho Internacional y con la mediación feliz del Papa Juan Pablo II, que con esto se ha anotado un nuevo motivo de cariño y afecto en el corazón de América Latina, de un secular litigio que llegó a crear momentos de preocupación y de angustia y que al solucionarse no sólo abre nuevos caminos a la cooperación fecunda, sino que permite que se dediquen a atender los graves problemas de estas dos naciones hermanas, recursos que una paz armada habría tenido que destinar a adquirir más y más materiales de defensa.

En segundo lugar, este momento lo considero histórico por la decisión que adoptó el presidente Alfonsín de consultar al pueblo, de pedirle al pueblo que diga su palabra. En otras ocasiones, se ha abusado de los referenda para tratar de componer en apariencia sistemas amañados. Aquí se está llevando al pueblo al deseo de que diga su palabra, para que no pueda nadie pensar que este arreglo entre Argentina y Chile es una combinación de los gobiernos, cuando en verdad responde al más legítimo anhelo de los pueblos.

Y, en tercer lugar, estimo histórico este momento por haberse promovido la presencia testimonial de América Latina. Se nos ha invitado para que seamos testigos de la claridad, de la limpieza, de la rectitud de intención con que se está realizando este proceso. Y eso es muy importante, porque la democracia en Argentina tiene un efecto innegable a través de los tiempos en todos nuestros países. Argentina no puede olvidarse de que ha sido ejemplo, de que ha sido factor poderoso en la vida de nuestra comunidad de naciones.

Yo pienso que el mismo hecho de que sean regímenes distintos los que existen entre los dos países que están llegando a este histórico arreglo, viene a darle más vida a la concepción que he sostenido siempre de la solidaridad pluralista y en breves palabras quisiera explicar este concepto. Porque los apetitos imperiales juegan a las desavenencias, a las diferencias, a los conflictos entre los países latinoamericanos. Eso lo quisieron jugar en ocasión de Las Malvinas: se quiso plantear como una cuestión concerniente a determinados gobiernos o a determinado sistema político, pero en la ocasión de Las Malvinas, democracias y dictaduras, de derecha y de izquierda, se sintieron hermanadas con los argentinos en la defensa de lo suyo, que consideramos integrante del patrimonio colectivo.

Y eso responde a la mejor tradición en los días de la Independencia. Hubo un momento en que la Legación de Chile en Londres la desempeñaban como Ministro un guatemalteco, Irisarri, y como Secretario un venezolano, Andrés Bello. Más adelante, en el propio Chile se encontraron Bello y Sarmiento, y cuando el gran argentino se reincorporó a tomar en posición dirigente en el destino de su país, el otro, el venezolano, quedó sembrado en Chile para ejercer ambos un magisterio histórico que no ha desaparecido en nuestro hemisferio.

Y cuando el primer Presidente de la República de Venezuela, el héroe legendario de los llaneros de la Independencia, el general José Antonio Páez, cayó en uno de esos momentos de desagracia política que han sido frecuentes en la historia latinoamericana, Sarmiento lo trajo a Buenos Aires, le dio de alta como General del Ejército Argentino, para reconocer en él la gratitud de todos los hombres libres por los servicios que había prestado a la independencia de nuestras naciones.

Por eso, me siento muy feliz esta noche y considero uno de los honores más altos de mi vida el que se me ha hecho para hablar en nombre de tantos latinoamericanos, sin distingos, hermanados aquí en un acto que abre caminos a la integración de nuestros países.

Estamos viviendo momentos difíciles. Los dueños del capital internacional han logrado sujetarnos a través de los préstamos y de las tasas de interés que están estrangulando nuestras economías. Tenemos que ser cada vez más una fuerza solidaria y unida y teniendo en cuenta que cada uno tiene sus propias realidades y sus propios problemas, debemos todos constituir una unión firme y solidaria para nuestra defensa y para que no se cierre a nuestro pueblo el camino del desarrollo. Por eso dijo Bolívar en una carta al Libertador O’Higgins de Chile que «debíamos constituir una nación de repúblicas». Una sola nación, pero integrada por repúblicas, cada una de ellas independiente y solidaria.

Y yo quiero repetir aquí algo con lo cual voy ya a concluir mis palabras: Bolívar y San Martín, San Martín y Bolívar se destacaron sobre los otros próceres de la independencia por múltiples razones, pero una de ellas fue porque ambos supieron llevar a la realidad la idea común de que no se podía lograr la libertad de una sola de nuestras naciones sin establecer la libertad en todas las naciones del Hemisferio. Por eso salió de Buenos Aires un ejército incorporando pueblos y creando patrias libres. Por eso salió de Venezuela otro ejército incorporando voluntades a sus filas y creando naciones y se encontraron ambas en la tierra inmortal del Perú para ratificar allí este compromiso de solidaridad que se extiende a través de las generaciones.

El domingo 25 de noviembre tendrá una significación especial. La presencia del pueblo argentino va a participar en una decisión cuyos efectos van a irse multiplicando a través del tiempo en nuestras otras naciones. Y también el 25, el pueblo uruguayo, pueblo hermano del país, que fue llamado la Suiza de América, va a recuperar su soberanía a través del ejercicio del voto.

Y en esta lucha difícil, esforzada, señor presidente Alfonsín, vuelvo a sentirme otra vez, en este estadio, como en un inmenso juego de fútbol. Usted ha ido realizando un esfuerzo maravilloso, ha ido salvando los obstáculos y el pueblo está frente al arco esperando que le pase el balón para disparar a fondo y para que los amantes de la libertad y de la integración podamos decir: ¡Gol! ¡Gol!

Muchas gracias.