Los 39 años de COPEI

Columna de Rafael Caldera escrita para ALA y publicada en El Universal, del 6 de febrero de 1985.

Para los lectores latinoamericanos que no estén al tanto de su significado, aclaro que las siglas COPEI designan, desde hace 39 años, al Partido Social Cristiano de Venezuela. A tres meses de la acción cívico-militar del 18 de octubre que puso al Partido Acción Democrática en el poder, un grupo de jóvenes universitarios profesionales y estudiantes, respaldados  por un puñado de hombres respetables que frisaban el medio siglo y por algunos trabajadores, mujeres que no habían participado en la política y representantes de diversos sectores de la comunidad, se dieron a la empeñosa tarea de constituir ese movimiento político. Su idea era iniciar por comités organizadores en las distintas porciones del territorio nacional, con el propósito de reunir posteriormente a las seccionales que fueran surgiendo y formalizar con ellas la organización definitiva del partido.

De allí la denominación de «Comité de Organización Política Electoral Independiente», ya que el mismo año iban a celebrarse elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente y los «copeyanos» participamos con una plataforma que, apoyando los objetivos de democratización y cambio social anunciados por la «Revolución de Octubre» y reclamando su cumplimiento, se desarrollaba sobre una posición independiente. El nombre de COPEI se popularizó y cuando la III Convención Nacional acordó constituir el partido, fue imposible prescindir de él, hasta el punto de que los estatutos dicen: «Copei, Partido Social Cristiano de Venezuela (en su origen: Comité de Organización Política Electoral Independiente) es un partido político democrático al servicio del pueblo de Venezuela, con las responsabilidades y atribuciones que, en tal carácter, le atribuyen la Constitución y las leyes».

La vida de Copei, en estos 39 años que se cumplieron el 13 de enero próximo pasado, ha estado vinculada estrechamente con la peripecia política de Venezuela y con la vigencia del sistema democrático. No ha sido nada fácil su historia, pero tampoco infecunda. Podría decirse, parafraseando una «relación» de Amintore Fanfani en Italia, que han sido «años difíciles pero no estériles».

Muchas cosas cabría señalar en torno al proceso vital copeyano. Entre ellas la de que, al iniciarse, otros creyeron que sería un grupo selecto, con vocación minoritaria, dispuesto a colaborar con gobiernos de base popular, sin pretender acceso directo al pueblo. Al darse cuenta de su equivocación, reaccionaron en forma cargada de agresividad. Un órgano marxista-leninista afirmó a grandes titulares: «¡Copei es el enemigo!» Y cuando salimos a la calle a convocar a las masas populares, se nos hizo objeto de ataques de toda índole. Se nos quiso presentar como defensores de un viejo orden de privilegios y de intereses contrarios al interés nacional y al progreso social; pero –perdóneseme la referencia personal– un argumento contundente para desmentirlo fue el de quien esto escribe, uno de los fundadores y portavoces más conocidos del nuevo movimiento, había sido nombrado por el Gobierno Revolucionario, apenas a una semana del 18 de octubre, como procurador general de la Nación y había sido uno de los redactores de la Ley del Trabajo que diez años atrás inició una era  de justicia social para los obreros y empleados venezolanos.

La violencia contra Copei sirvió más bien para abonar su rápido crecimiento: el sabotaje del 13 de abril en San Cristóbal, que ocasionó mi renuncia a la Procuraduría, nos abrió el corazón de las mayorías andinas y el ataque al primer acto de masas en Caracas, el 18 de junio en el Nuevo Circo, con un saldo de numerosos heridos y tres muertos, entre ellos el estudiante Luis Alberto Fernández García (sin que nadie hubiera sido detenido o procesado por esta causa), provocó la afiliación de millares de compatriotas, y ya en la primera consulta electoral quedó Copei calificado como el primer partido de la oposición democrática.

Al cabo de un año, tras recios debates en la Constituyente, y duros enfrentamientos en la calle, triplicamos nuestra votación y se afirmó el partido para poder resistir nueve años de dictadura militar, durante los cuales sostuvo una insobornable posición en pro del retorno al sistema democrático y a la garantía de los derechos humanos.

Nació Copei al mismo tiempo que en Europa surgía la democracia cristiana, cuya labor de reconstrucción y unificación fue tan brillante, especialmente en Italia y Alemania. Espontáneamente, por la visible afinidad ideológica, se nos fue señalando como un partido social cristiano (según se hiciera más énfasis en lo social o en lo político), no obstante que al principio la denominación no incluía nada que en momentos de sectarismo anti-religioso pudiera tildarse de confesional.

En la recuperación y consolidación de la democracia, Copei ha jugado un papel que nadie podría negar. Durante el gobierno de Rómulo Betancourt, el primero de la era democrática iniciado en 1958, mantuvo una coalición con el tradicional adversario para defender la institucionalidad en medio de constantes peligros. Le ha correspondido a copeyanos, además de participar en el primer período, gobernar en dos de los cuatro quinquenios subsiguientes.

Se perdieron las elecciones en diciembre de 1983. El pueblo, el partido y los analistas políticos tienen clara noción de las causas de la derrota. Con todo, se obtuvo 35% de los votos, que en cualquier país es demostración de verdadero arrastre. La celebración de este aniversario ha demostrado una vez más, una vigorosa estructura partidista y un clamoroso respaldo popular. Se está preparando para el cuadragésimo aniversario un congreso ideológico y un análisis profundo de los problemas del país y de las soluciones que deben emprenderse. El optimismo existente en filas copeyanas ha superado el trauma de la derrota electoral. El rol histórico que le corresponde a Copei para que se abran en la Venezuela de hoy y mañana horizontes claros y se inculque en las nuevas generaciones la confianza en su país y el orgullo de ser venezolanos, exige ahora el mayor esfuerzo y la firme disposición de cumplirlo. Por ello, la celebración de los 39 años de Copei no ha sido un simple motivo de regocijo interno: ha significado, sin exageración, un acontecimiento nacional. Y, hasta podría decirse, de proyección continental.