Gorbachov a su partido
Columna de Rafael Caldera «Panorama» sobre Mikhail Gorbachev, escrita para ALA y publicada en El Universal, del 9 de abril de 1986.
Confirmando la eficacia de su política comunicacional, los soviéticos están distribuyendo ya en español, impecablemente editados, salvando distancias geográfica, política y lingüística, el Informe Político del secretario general Gorbachov y el Informe sobre las Orientaciones Fundamentales del Desarrollo Económico y Social del presidente del Consejo de Ministros, Rizhkov, presentados al XXVII Congreso del Partido Comunista en Moscú, los días 25 de febrero y 3 de marzo.
Estos documentos deben dar mucho qué pensar. Algo de fondo está ocurriendo en la URSS, al mismo tiempo que en la República Popular China se realiza uno de los virajes más trascendentales de la actualidad. En ambos países se invocan los manes de los precursores y de los fundadores para justificar el cambio. Deng Xiapong dice: «Marx jamás sugirió que el comunismo es sinónimo de pobreza». Gorbachov y Rizhkov afirman que los cambios son conformes al pensamiento de Lenin: «Quiero recordarles a propósito –dice a sus camaradas el secretario general– estas palabras de Lenin: «Cuando la situación ha cambiado y debemos cumplir tareas de otro género, no se puede mirar atrás y pretender emplear los métodos de ayer. No lo intenten. ¡Así no lograrán nada!»».
En el informe Rizhkov sobre las orientaciones fundamentales hasta el año 2000, se encuentran muchas cosas interesantes. Para mí, que entre los políticos venezolanos he sido quizás el más insistente sobre el tema de la vivienda popular, ha sido interesante leer: «Para el año 2000 habrá que cumplir una tarea de gran trascendencia social: proporcionar prácticamente a cada familia soviética una vivienda independiente, ya sea apartamento o casa individual. Esta tarea requerirá la máxima movilización de energías y de fondos, y tanto en el centro como en la periferia deberán prestar una atención constante a este problema de vital importancia». Especialistas en economía laboral prestarán sin duda atención a afirmaciones como ésta: «Una tarea de enorme trascendencia socioeconómica consiste en elevar la eficacia del sistema de remuneración del trabajo. Las tendencias igualitarias, que se habían intensificado últimamente, y los grandes defectos existentes en la normalización y organización del trabajo y de los salarios, socavan el papel estimulador de los últimos y frenan el crecimiento de la productividad. No se puede transigir con tal estado de cosas. Es preciso que el salario de cada uno dependa estrictamente de los resultados de su trabajo. En las condiciones actuales, la gestión económica exige establecer una dependencia rígida entre el aumento de la remuneración del trabajo y la elevación de la productividad, y procuramos con el mayor tesón que este imperativo sea cumplido».
Muchos aspectos más requerirán analizarse a fondo. Pero en este artículo me quiero referir concretamente al informe del secretario Gorbachov en relación con su partido, al cual dedica varias páginas, al final de su larga exposición. Abundan, desde luego, referencias y promesas de fidelidad al pensamiento leninista y no faltan (aunque quizá un poco de bajo perfil) las habituales letanías contra el capitalismo y el imperialismo. Pero lo que me parece más digno de subrayar es el conjunto de autocríticas y admoniciones, muy fuera del tono laudatorio a que nos suelen acostumbrar los voceros de la ortodoxia, para quienes no hay ni puede haber en la organización una falla ni un error.
El mensaje a sus camaradas lo podría perfectamente repetir (mutatis mutandis) un dirigente responsable de un partido democrático. «La propia vida –dice– pone constantemente a prueba nuestras capacidades potenciales. En este sentido se distinguió singularmente el año pasado. Como nunca, hizo falta la cohesión de las filas partidistas y la unidad del Comité Central. Nos dábamos perfecta cuenta de que ya no podíamos esquivar los problemas irresueltos del desarrollo de la sociedad ni conformarnos con la irresponsabilidad, la falta de exigencias y la inercia… El Partido podrá cumplir las nuevas tareas si se desarrolla de continuo, si está exento del complejo de «infalibilidad», si aprecia de modo crítico los resultados obtenidos y ve claramente lo que queda por hacer. La magnitud y complejidad de los problemas y la necesidad de aprender cabalmente las enseñanzas insoslayables del pasado, imponen precisamente nuevas exigencias a los dirigentes, a todo el estilo, métodos y carácter de nuestra labor».
En la vía de la sinceración, el secretario general suelta este desahogo: «Nos indignamos con razón ante todo género de deficiencias y sus culpables concretos, individuos que faltan a sus obligaciones y son indiferentes para con los intereses sociales; chapuceros y holgazanes, aprovechados y denunciantes anónimos, chupatintas y corruptos… Lo que nos hace falta hoy es una vida partidista sana, eficaz, multiforme en sus manifestaciones y quehaceres concretos, con carácter abierto, publicidad de sus planes y decisiones, con militantes respetuosos y modestos… Cuanto más clara y pura sea la vida en el seno del partido, tanto más rápidamente cumpliremos las tareas nada sencillas que nos plantea el actual momento crucial… Nadie tiene derecho a olvidar la severa advertencia de Lenin: «La frase embustera, la jactancia engañosa es la perdición moral, prenda segura de la perdición política»».
Confieso que me llamó la atención la lectura de éstos y otros párrafos, relativos a un partido que en el mundo tiene una bien ganada reputación de dogmatismo: «Con mayor agudeza que antes, se deja sentir hoy la necesidad de desplegar la crítica y la autocrítica –sigue diciendo Gorbachov– y reforzar la lucha contra el despliegue publicitario. Sabemos por el pasado reciente que donde se abandonan la crítica y la autocrítica, donde el análisis partidista de la situación real es suplantado con pláticas sobre éxitos, se deforma toda la actividad partidista y se crea un ambiente de placidez, de permisibilidad para todo, de impunidad, el cual acarrea las más graves consecuencias. En la base y en el centro han aparecido no pocos dirigentes que no toleran ninguna observación y hasta persiguen a quienes los critican». ¿Qué dirían de esto algunos amigos adecos, tan sensibles a la tentación de erigirse en voceros de infalibilidad?
El tema sería inagotable. Dice después, por ejemplo, el informe: «Nos afecta mucho el que algunos comunistas no se comportan dignamente y cometen actos denigrantes». Y esto: «El Partido de los comunistas es un partido donde la palabra no puede estar divorciada del acto. Eso debe tenerlo presente cada dirigente y cada militante. Es partiendo de la unidad de la palabra y el acto como va a enjuiciar el pueblo nuestra labor». Hay, por otra parte, una impactante confesión: «No podemos olvidar el hecho de que nuestras vertientes filosófica y económica, así como la sociología en conjunto, se hallan, diría, bastante distanciadas de las demandas de la vida. Para colmo, nuestros organismos de planificación económica y demás departamentos no manifiestan el debido interés por adoptar las sugerencias racionales de los sociólogos».
Bien conocida es mi discrepancia filosófica y política con la doctrina y la praxis comunista, pero ello no me impide ver con el debido interés lo que se está planteando en la cúspide bolchevique. Estoy convencido de que el mundo va entrando en una fase crítica que puede reservar grandes sorpresas. Allá y aquí es válida esta categórica frase: «Las palabras divorciadas de la realidad desvalorizan seriamente los esfuerzos ideológicos». ¿No es la misma idea que con otras palabras presenté al Directorio Nacional de mi partido? Unir la palabra y la conducta es compromiso de todas las promociones. «Últimamente –dice Gorbachov– han sido promovidos a cargos de responsabilidad muchos dirigentes nuevos, enérgicos, que están a la altura de la época. El Partido seguirá aplicando la línea de combinar personal experimentado, y también jóvenes, en la dirección… Rige un mismo criterio para todas las promociones y traslados: cualidades políticas y prácticas, aptitudes, logros efectivos del dirigente y su actitud hacia la gente. Considero necesario recalcarlo porque hay quienes han olvidado la tradición partidista de dialogar constantemente con militantes de base y trabajadores. Y esto socava la esencia misma de la labor partidista».
Pocas veces podría resultar más aprovechable la experiencia de un dirigente partidista, aunque se trate de un partido único y del portavoz de un pensamiento antitético, para la dirigencia de las organizaciones políticas en una democracia pluralista. Sobre todo por la claridad con que se expresa. Y por la necesidad de aprovechar las lecciones, vengan de donde vinieren, hoy, cuando se cuestiona con tanta insistencia a los partidos responsables de la dirección del Estado. Confieso que nunca antes había leído con mayor atención el mensaje de un jerarca del PCUS. Porque el de Khruschev, es cierto, fue memorable como denuncia del stalinismo; pero el de Gorbachov es un dramático llamado que puede ser aprovechado por cualquier partido.