Internacional Demócrata Cristiana
Columna de Rafael Caldera «Panorama», escrita para ALA y publicada en El Universal, del 11 de junio de 1986.
En los días 4, 5 y 5 del presente mes tuvo en Lisboa su asamblea general la Internacional Demócrata Cristiana, cuyo proceso de formación arrancó de la constitución de dos organizaciones continentales, integradas por partidos de inspiración demócrata cristiana, coetáneamente en Europa y América Latina. Los europeos constituyeron poco después de la Guerra Mundial, los llamados «Nuevos Equipos Internacionales», ahora «Unión Europea Demócrata Cristiana». Los latinoamericanos formaron lo que se denominó ODCA, a saber «Organización Demócrata Cristiana de América». Además, jugó un papel importante la unión de los partidos democristianos de países de la Europa Central, en el exilio.
La reunión en Lisboa contó con la presencia de representantes de África (de Uganda, especialmente, donde ha logrado tomar mucha importancia) y de Asia. Se espera que el movimiento se irradie desde Filipinas, cuyas condiciones y circunstancias son favorables para la inspiración ideológica de la Democracia Cristiana.
En la actualidad, la corriente democristiana configura una de las tendencias políticas mundiales de innegable influencia. En la América Latina, comparte con la corriente social demócrata el espacio político de la democracia. A Lisboa concurrió ODCA con recientes triunfos en Guatemala y en la República Dominicana. En cuanto a Europa, la Democracia Cristiana constituye una realidad innegable: en Italia sigue siendo, después de casi cuarenta años, mayoría en el Consejo de Ministros y en los cuerpos deliberantes; en Alemania, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo, preside el gobierno, se afianza y demuestra que su vitalidad es signo de progreso. Las recientes elecciones holandesas constituyeron un triunfo notable para el Gobierno presidido por el democristiano Rud Lubers. El Partido Popular Europeo, que representa la corriente demócrata cristiana en el parlamento regional, integrado por elección directa de los pueblos de la comunidad es primera fuerza en el seno del organismo.
Hubo, pues, muchos motivos para el optimismo en esta Asamblea, De acuerdo con lo establecido, en la nueva directiva de la IDC se eligió como presidente a un europeo (Flaminio Piccoli) y como secretario general a un latinoamericano (Luis Herrera Campíns), para suceder al presidente Andrés Zaldívar, chileno, y al secretario general Ángelo Bernassola, italiano. Se pasó revista a la situación mundial, se ratificó el compromiso de lucha por establecer a la democracia en los países sometidos actualmente a dictaduras, se insistió en el deber de defender y garantizar en todas partes los derechos humanos y se reiteraron los fundamentos ideológicos inspirados en la dignidad de la persona humana, la superioridad de la democracia como régimen político, la defensa de la libertad y de la justicia social, el trabajo por la paz y por la solidaridad universal.
La Internacional Demócrata Cristiana ha sido muy consecuente en su apoyo y mantenimiento de la democracia, allí donde ésta exista, y en su solidaridad en la lucha por conquistarla, en todos los lugares donde no está vigente. En la América Latina, por ejemplo, no sólo ha dado respaldo total a los gobiernos demócratas cristianos, sino también a los demás gobiernos democráticos cuando la voluntad popular ha dado el triunfo a otras corrientes políticas. No le ha mezquinado apoyo, por ejemplo, a la democracia costarricense, regida actualmente por un gobierno social demócrata, como no se lo ha regateado a los gobiernos demócratas cristianos de El Salvador y Guatemala.
En este propósito de fortalecer la democracia, la IDC ha establecido relaciones con la Internacional Socialista y con la Internacional Liberal. También lo ha hecho con la «Internacional Democrática» promovida por partidos de orientación conservadora a los cuales no se puede negar su condición democrática; todo ello a base de mantener claramente diferenciada la orientación social cristiana y la unidad entre todos los partidos y grupos afiliados a la democracia cristiana.
Vasto es el campo de la cooperación en el seno de la IDC y amplio el programa de acción para las organizaciones que la integran. Arístides Calvani, cuya trágica desaparición causó un trauma que no ha sido todavía posible superar y a quien todos los oradores hicieron amplio reconocimiento, se esforzó en contribuir para que en América Latina los partidos demócratas cristianos estén en el poder o constituyan alternativa democrática para el poder, o por lo menos sean fuerzas de reconocida influencia e importancia para participar en las decisiones concernientes a sus pueblos. Esta misma es la norma guiadora de partidos hermanos en otros continentes.
La corriente demócrata cristiana no es una elucubración artificial de determinados dirigentes: es una emanación espontánea del propio sentimiento de los pueblos. Interpretar esa inclinación y ofrecerle un cauce propicio para la acción política es la tarea que incumbe a los conductores de su lucha. En Chile se demostró, por ejemplo, cuando se fundó el PDC, que la mayoría de la votación de las clases medias y de los sectores populares que acompañaban anteriormente las fórmulas conservadoras, lo hacían por temor a las avanzadas del materialismo o a los ataques de un radicalismo exagerado contra los valores cristianos fundamentales; pero cuando se les ofreció la oportunidad de votar por una plataforma que correspondiera a sus verdaderos sentimientos, ajenos a posiciones conservadoras y orientados por la justicia social, lo hicieron decididamente, rechazando la opción tradicional y dando vigoroso respaldo a los demócratas cristianos y haciendo de su organización el primer partido popular de ese país hermano.
En España, de acuerdo con sondeos de opinión realizados a poco de la muerte de Franco, un elevado porcentaje de electores estaba dispuesto a dar su apoyo a un movimiento de inspiración demócrata cristiana; y, en efecto, una gran parte de quienes dieron la mayoría a la Unión de Centro Democrático eran votantes potenciales por una opción que consideraban de inspiración demócrata cristiana. Lo que pasó después allá no es cuestión de analizarlo ahora; pero quedó abierto un espacio político que seguramente se irá llenando a medida que dirigentes y programas les ofrezcan a los votantes la oportunidad de expresarles gustosamente su respaldo. En Italia, Alemania o los países de Benelux, un electorado firme y consecuente ha sido una sólida base que, en medio de circunstancias muy variadas, le ha proporcionado a la DC una presencia definida y constante.
Tiene la Democracia Cristiana Internacional la característica de fortalecer los rasgos unitarios de sus organismos integrantes, sin someterlos a estrechos cartabones, a dogmas económicos o políticos, a homogeneidades absurdas o a disciplinas inaceptables. Han logrado imprimirle al diálogo Norte-Sur, necesario e inevitable entre sus países y partidos, el ingrediente de la armonía y la visión de la solidaridad. Su vocación por la paz es irrefrenable. De allí que su efectivo avance es buena noticia para todos los seres humanos de buena voluntad.