Pedro León Zapata dibuja a Rafael Caldera en la Gran Sabana

Zapatazo del 1 de abril de 1997, en el que el caricaturista Pedro León Zapata hace referencia a los consecuentes viajes de Rafael Caldera a la Gran Sabana en tiempos de Semana Santa.

La Gran Sabana

Artículo para ALA, tomado de su publicación en El Universal, el 3 de abril de 1991.

 

Vengo de pasar la Semana Santa con mi familia, como todos los años, en la Gran Sabana. Es incomparable la sensación que inducen en el espíritu, sustraído del incesante fragor de la ciudad, aquellas dilatadas extensiones, con sus valles y suaves colinas, ornadas por la majestad de sus tepuyes y arrulladas por la frescura de las aguas que por todas partes las cruzan. Un clima extraordinariamente benigno y una población dispuesta a la amistad hacen que los días transcurran velozmente y dejen en el alma el sabor de una armonía fecunda entre el ser humano y la naturaleza.

Kavanayén es una muy pequeña población construida por los indígenas bajo la conducción esforzada de unos misioneros increíblemente capaces de servir. El paisaje es arrobador. La misión, dedicada a Santa Teresita del Niño Jesús (eran los tiempos en que había más que fervor, amoroso entusiasmo por la dulce santa de Lisieux, canonizada en 1925), tiene una hermosa fachada de piedra, y de piedra se visten también las humildes casas de sus habitantes. Es una comunidad integrada; tiene, como toda comunidad humana, sus problemas, pero los resuelve pacíficamente.

La Gran Sabana es hoy un municipio autónomo. Tiene 46.000 kilómetros cuadrados, más del doble que los estados Miranda, Aragua y Carabobo juntos. De esa vasta superficie fluye el agua que por mil diferentes conductos y a través de impresionantes saltos va a reunirse al Caroní, donde la tecnología moderna y una ininterrumpida política del Estado democrático la hace producir energía para toda Venezuela.

La actividad oficial nunca ha faltado, pero no ha sido coherente ni continua. Ni suficiente tampoco. La carretera que la une con el resto del país estuvo muchos años haciéndose: fue en febrero de 1973, para realizar el histórico encuentro con el presidente del Brasil, cuando pude hacer por vía terrestre el completo recorrido en autobús, acompañado de los representantes diplomáticos acreditados. Entonces inauguré la estatua del Libertador en la Plaza Bolívar de Santa Elena, una residencia construida para que los altos dignatarios nacionales no tengan pretexto para no visitar la zona (de arquitectura cónsona con el ambiente y construcción modesta, pero confortable), y la pista de un nuevo aeropuerto, mejor y menos peligroso que el primitivo, aunque ya insuficiente, por lo que será seguramente reemplazado por otro que tendrá las condiciones requeridas por las nuevas realidades.

Rafael Caldera en la Gran Sabana en 1947

Rafael Caldera de visita en la misión de Santa Elena de Uairén, la Gran Sabana, durante la campaña presidencial de 1947.

Actualmente, la carretera está toda asfaltada hasta la frontera con Brasil. El compromiso que hicimos ambos presidentes fue el de completar la pavimentación, que empalmará a Brasilia con Caracas: Venezuela cumplió su parte, pero al lado de Brasil hay todavía largos trechos en condiciones poco satisfactorias. Edelca le da su mano a la sabana; el ministro Sucre Figarella consideró su mayor compromiso el asfaltado de la vía. Pedevesa ha ayudado en algunas iniciativas útiles.

El mantenimiento es una preocupación fundamental para el alcalde del municipio, electo por votación popular, Carlos Julio Massero, nacido en la sabana y casado con una hija del fundador, Lucas Fernández Peña. Sabe que la naturaleza es agresiva y que, si no estuvieran pendientes de cuidar las vías, quitar la maleza y promover la siembra de gramíneas en los bordes de la carretera, se correría el riesgo de perderla. Tiene muchos proyectos en marcha y ya, en un año, el resultado de su gestión se evidencia en variados aspectos. Santa Elena cobra una fisionomía cada vez más hermosa. Luce limpia y señalizada como cualquier ciudad importante y tal vez mejor que muchas de alto rango. Trabaja en perfecta armonía con el prefecto, almirante retirado Daniel Gámez Calcaño, quien decidió hace unos cuantos años irse a vivir a la sabana, con el obispo monseñor Mariano Gutiérrez y demás misioneros, y con los demás funcionarios del área.

En Santa Elena hay liceo y hospital. En las distintas misiones hay institutos de enseñanza; no solamente elemental, sino, en algunas, técnica metalúrgica y agrotécnica. El personal docente, laico y religioso, es graduado en normales institutos pedagógicos y universidades; he encontrado a indígenas que han hecho estudios de postgrado y enseñan a su propia gente. Me atrevería a afirmar que entre los habitantes de hasta cincuenta años de edad no existe el analfabetismo. Y no dejan de usar y cultivar su propio idioma como elemento que con orgullo guardan de su identidad étnica.

Rafael Caldera en la Gran Sabana 1972

Rafael Caldera, bañándose junto a sus hijos, durante una gira presidencial a la Gran Sabana, el 29 de marzo de 1972.

El problema principal es el de crear oportunidades de trabajo. Hasta ahora muchos se sostienen porque prestan servicios a entes públicos, bien en la educación, bien en las actividades de vigilancia y conservación de bosques y aguas o en otros menesteres. El indígena vivía tradicionalmente de sus pobres conucos; ha costado trabajo erradicar su costumbre de realizar quemas por todas las partes por donde se movía. Edelca ha tenido una estación experimental para ensayar los cultivos más convenientes. Pero no sé por qué no ha obtenido todo el resultado necesario. Cuando uno conoce la experiencia de la Sabana de Bogotá piensa que tal vez el cultivo de las flores podría ser una actividad productiva en lo económico y en oportunidades de trabajo: ésta y otras posibilidades habría que abordarlas de lleno.

El turismo debería ser la gran fuente de ingresos para la población indígena. Está aumentando en forma irregular la afluencia de turistas, y aparte las dificultades que plantea, produce daños ecológicos y perturbaciones ambientales. Durante mi administración fue declarada la sabana parque nacional (excluyendo áreas fronterizas por razones de seguridad). Ese parque nacional merece una ley especial, que coordine las necesidades y prospectivas de los núcleos poblados con la conservación del agua y de los suelos. En todos los países del mundo los parques nacionales los disfruta la población en general, pero se los atiende y regula cuidadosamente. Paradores turísticos en forma de churuatas, en los sitios más frecuentados, dotados de servicios sanitarios adecuados y atendidos por familias indígenas, serían de gran beneficio para todos.

Se ha creado una autoridad Gran Sabana, que está empezando sus tareas, las cuales requieren la coordinación de los veinte y tantos organismos oficiales que allí confluyen. Esa autoridad debería tener el nivel de un comisionado presidencial. Por lo demás, las Fuerzas Armadas cumplen un gran papel y prestan auxilios de toda índole. Tienen su sede principal en Luepa, La Ciudadela, donde está el Batallón de Infantería Mariano Montilla. El Monumento al Soldado Pionero, obra del finado escultor Santiago Poletto, rememora el esfuerzo que cumplió la ingeniería militar al participar en la construcción de la carretera. La Guardia Nacional cuida las fronteras: es importante que sus oficiales interpreten su responsabilidad sin arbitrariedades. En este orden de cosas, ha habido indudable progreso. El intercambio con los brasileños, que con frecuencia vienen del otro lado a visitar la sabana, se ha ido haciendo más natural y amigable.

Tendría tanto, tanto más que referir. Pero concluyo diciendo encarecidamente a mis lectores: no olviden que en la Gran Sabana tiene Venezuela una de las porciones terrestres más bellas del mundo. Cuidarla es nuestro deber; amarla, una necesidad; quien llega a conocerla no lo podrá evitar.

Rafael Caldera junto a Alicia y dos de sus nietos, de visita en Kanavayén, en la Semana Santa de 1998.