La meta es clara: Lograr que nuestros niños sean lectores y en esto podemos colaborar todos
Palabras de la Primera Dama, Alicia Pietri de Caldera, en la inauguración del Salón del Libro Infantil y Juvenil, organizado por el Banco del Libro, 11 de octubre de 1997.
Cuando recibí la amable invitación de mis amigas del Banco del Libro para la apertura de este Salón del Libro Infantil y Juvenil, me sentí muy contenta porque ello me daba la oportunidad venir a compartir un rato con ustedes. Nos reúne aquí el entusiasmo por la lectura y, sobre todo, el deseo de ver convertirse a nuestros jóvenes y niños en verdaderos lectores.
En verdad, si buscáramos hoy en día un punto concreto en el cual concentrar los esfuerzos para ayudar a mejorar el rendimiento de los muchachos y su preparación para la vida, tendríamos que decir que ese punto es la lectura. Esto ha sido puesto de relieve por estudios recientes, que han venido a confirmar nuestra experiencia de madres. Leer, leer bien, querer leer y leer mucho, incide de manera decisiva en la adquisición de vocabulario, la capacidad de pensar, la comprensión de lo que se estudia, así como, en general, de la información necesaria para un buen desempeño en la escuela.
Hacer lectores es una meta bien definida, en la cual puede colaborar la mayoría de los ciudadanos. Es una meta asequible, que nos permite desplegar una actividad constructiva, sin quedarnos pasivos ante lo que no se ha hecho ni limitarnos a la crítica de lo que podría hacerse mejor en el país. Además, es una meta a la cual hay que prestar cada vez más atención, precisamente ahora cuando las redes globales van poniendo al alcance de nuestros muchachos las adquisiciones del conocimiento universal.
Se trata entonces de que desarrollen su comprensión lectora y, más aún, sus ganas de leer. Que adquieran ese hábito que lo hace a uno lector de por vida, gente que necesita leer, lo disfruta mucho y está siempre buscando nuevo material de lectura.
Por eso tiene tanta importancia contar con material bien adaptado para el lector que comienza, tarea en la cual el Banco del Libro y sus Ediciones Ekaré se desempeñan con mucha dedicación y han logrado una gran calidad.
Para lograr este objetivo de fomentar el hábito de la lectura, en lo cual intervienen múltiples factores, se ha señalado como un buen medio —avalado por la experiencia tradicional como por estudios y programas diversos— el leer en voz alta.
Leerles a los muchachos todos los días un ratico, en la casa y en la escuela. Leerles desde la más temprana infancia y seguir haciéndolo cuando ya han aprendido a leer de corrido. De esta manera, la lectura se hace actividad familiar. Ese rato diario es un momento de especial comunicación, de afecto. Y el libro, fuente de tantas maravillas para la imaginación o de noticias que alimentan los pensamientos juveniles, llega a ser un objeto cercano, que cada uno siente como propio. Por otra parte, al mismo tiempo que estimula la fantasía e incrementa el vocabulario, ese rato de lectura ejercita y fomenta la capacidad de atención del niño, no a meras imágenes sino al lenguaje humano, que es y será el primer elemento de toda cultura. Esto tiene mucha importancia.
Hay un extraordinario testimonio de ello en la experiencia de la escritora americana Helen Keller. Ciega y sorda por una enfermedad infantil, llegó luego a graduarse brillantemente en la Universidad y alcanzó mucho renombre. Permítanme recordar la narración de ese momento crucial de su descubrimiento del lenguaje, que significó el inicio de su desarrollo intelectual: «Caminamos por el sendero hasta la fuente –dice-, atraídas por la fragancia de la madreselva que la cubría. Alguien extraía agua y mi maestra puso mi mano bajo el grifo. Mientras el chorro fresco me empapaba una mano, ella deletreó en la otra la palabra agua, primero despacio, después deprisa. Me quedé en silencio, fijando mi atención en el movimiento de sus dedos. De pronto tuve una borrosa conciencia, como de algo olvidado, el estremecimiento de un pensamiento que regresaba; y de algún modo se me reveló el misterio del lenguaje. Supe entonces que agua significaba esa maravillosa frescura que me rozaba la mano. Esa palabra viviente despertó mi alma, le dio luz, esperanza, alegría, la liberó. Aún había barreras, es verdad, pero barreras que podrían eliminarse con el tiempo. Me fui de la fuente ansiosa de aprender. Todo tenía un nombre, y cada nombre engendraba un nuevo pensamiento».
Leerles a los niños es algo que podemos hacer sin mucha dificultad; es una acción sencilla con la cual se contribuye de manera decisiva al mejoramiento de sus resultados en la escuela. Por eso, con el lema de Vamos a leer un cuento, iniciamos el pasado mes de mayo una campaña nacional para lograr que padres, abuelos, tíos o hermanos mayores dediquemos un ratico a leerles en voz alta, de tal manera que podamos darles un mayor impulso en su formación. Y para facilitar el acceso a un material de lectura que todo el mundo pueda tener a mano, la Fundación del Niño ha programado encartes en periódicos de todas las regiones, con un tiraje de un millón de ejemplares, de los cuales ya salió, el domingo pasado, el número cinco.
Al proponer esta meta en escala nacional, nuestra intención ha sido también contribuir a que se valore más todo lo que se viene haciendo en el país desde hace años para fomentar la lectura. Cada día tenemos que llegar más lejos. Con programas de radio, por ejemplo, de mucho alcance. Con programas de televisión, en los cuales se conserve sin embargo lo propio de la lectura, que no debe ser sustituido por las imágenes. Por lo pronto, tanto en los Centros de Preescolar de la Fundación como en las Casas de los Niños, que ahora se están revitalizando, hemos procurado prestar más atención a la lectura. Espero que esto se pueda extender a los Hogares de Cuidado diario del Ministerio de la Familia y que, desde luego, se incremente en las escuelas.
La meta es clara: lograr que nuestros niños sean lectores. Y en esto podemos colaborar todos.
Al inaugurar este Salón del Libro Infantil y Juvenil, quiero agradecer de nuevo la gentileza que han tenido en invitarme, y hacer un reconocimiento muy especial a la gente del Banco del Libro que, con su tesonera y entusiasta labor, ya ha hecho un inmenso aporte a esta importante tarea.
Ahora, sin más palabras, para reafirmar nuestro propósito –si ustedes me acompañan- vamos a leer un cuento…