El Doctor Caldera
Por Maritza Izaguirre, ex ministro de Hacienda y de Cordiplan
Seguir la carrera del doctor Caldera permite a las nuevas generaciones apreciar una trayectoria ejemplar, hombre de familia comprometido con los valores cristianos, figura pública, cuidadoso del lenguaje y de la forma, abierto al diálogo y al compromiso, que marcó nuestro pasado reciente.
La calidad de su liderazgo, su claro sentido de responsabilidad, lo llevaron, en una primera etapa, a la fundación del movimiento socialcristiano, al establecimiento de una organización política que llegó a ser una alternativa democrática, plural, apegada al Estado de Derecho, a la justicia social y a la promoción del desarrollo integral.
Luego, su participación en los acuerdos que condujeron al fortalecimiento de la democracia en el 58 y su contribución a la formulación y aprobación de la Constitución del 61 facilitaron el crecimiento y expansión de la economía. Debido a la presencia de un entorno estable y de seguridad jurídica, se incrementaron la inversión, el empleo y surgieron organizaciones e instituciones responsables por el notable cambio que nuestra sociedad alcanzó.
Prueba de ello, la madurez democrática de la transición del 69. Al asumir el gobierno, el Presidente respetó al funcionario público, introdujo cambios, estimuló su entrenamiento y calificación y apoyó la gestión pública, al promover su dignidad y prestigio.
Esto le permitió, tal como lo registran los mensajes anuales, avances importantes en la ejecución de los programas y proyectos, en el especial en la construcción de unidades habitacionales, y alcanzó metas difíciles de superar. Este ambiente, además, facilitó el éxito de la política de pacificación y el papel cada vez más relevante del país en la política internacional, en búsqueda de paz y democracia para Latinoamérica.
En esa etapa, al trabajar con el Presidente en la elaboración de los mensajes presidenciales, comprobamos su lucidez y capacidad al resumir en un lenguaje fluido y preciso los logros. Más aún, con admiración constatamos su memoria prodigiosa, el cuidado del detalle y de la forma y sus extraordinarias dotes al dictar a su secretaria los textos a viva voz, textos que sólo requerían de pequeñas correcciones del editor, lo cual facilitaba su remisión a la Imprenta Nacional, justo a tiempo para su envío al Congreso.
Estas características le permitieron en su segunda presidencia completar con dignidad uno de los períodos más difíciles de nuestra historia Al Presidente, mi agradecimiento por lo mucho que nos dejó. Su mensaje no se perderá.