Los trabajadores y la democracia

Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 27 de octubre de 1966.

 

La Asamblea Nacional de Trabajadores Socialcristianos que se instalará mañana en esta ciudad ofrece una ocasión propicia para recordar el importante papel que incumbe a los trabajadores en la sociedad democrática.

Quienes critican sistemáticamente a los partidos, una de las cosas en que más insisten es en el excesivo partidismo de las diversas actividades sociales. La presencia de los partidos en los grupos estudiantiles, en las asociaciones profesionales, en los grupos económicos, a veces hasta en las entidades culturales, llega a producir resquemor. Pero es necesario darse cuenta de que este es un resultado natural de la transformación de la vieja democracia electoral en una democracia orgánica y de la exigencia de representatividad que la compleja vida social de nuestro tiempo reclama a los equipos que pretendan dirigirla.

El partidismo de los trabajadores actuantes en sus organizaciones sindicales ha sido objeto de especiales reproches. Esos reproches tienen razón en parte: cuando algunos dirigentes políticos, en función de intereses de partido, subordinan a las conveniencias de grupo los intereses de los trabajadores representados por un organismo sindical, traicionan su papel de dirigentes laborales y convierten en instrumento de lucha política lo que debe ser ante todo un instrumento de defensa y mejoramiento social.

Pero no es esa la idea que los socialcristianos tenemos del papel de nuestros militantes dentro del campo sindical. Queremos en todo momento el partido respetuoso de los intereses de clase representados en el sindicato, y a los trabajadores libres en conciencia de toda traba partidista para cumplir a cabalidad su deber. No queremos que éstos vayan a los sindicatos como vehículos de planteamientos sectarios, sino, al contrario, pretendemos que hallen constantemente en el partido el apoyo necesario para la defensa de los intereses comunes de los trabajadores organizados.

Los empleados y obreros socialcristianos tienen plena conciencia de su deber sindical, que en ningún momento ha estado ni estará obstaculizado por la conciencia de su deber político. El partido, cuya estructura poli-clasista le hace reflejar los intereses, a veces divergentes, que existen en la sociedad, tiene orgullo en contar con una fracción pujante de líderes obreros. Esos dirigentes, formados en el estudio y en la lucha, hoy se enfrentan en igualdad de capacidades con los mejores dirigentes sindicales de otros partidos, fogueados por largos años de experiencia, entrenados en posiciones que han conservado durante mucho tiempo y de las cuales aspiran a desalojarlos los nuestros limpiamente, mediante la voluntad libremente expresada por los trabajadores, deseosos de un cambio profundo y de rectificaciones sustanciales.

Jóvenes luchadores, desconocidos hasta ayer, han demostrado su calidad ganando elecciones, una tras otra, y manejando con responsabilidad las asociaciones cuya dirección les ha confiado el voto de los trabajadores. Ellos no transitan los fáciles caminos de la demagogia sino los ásperos senderos del estudio y de la brega constante. Su número y su fuerza creciente atemorizan ya a quienes controlan los mandos sindicales, hasta el punto de no atreverse en muchos casos a celebrar elecciones conforme al Reglamento aprobado por el III Congreso de Trabajadores, sino a imponer a brazo alzado, en asambleas acomodadas, las directivas que les convienen.

En la víspera de la reunión nacional de los trabajadores copeyanos, me complace señalar la madurez con que actúan y el vigor con que crece su influencia. Uno de los mejores ejemplos que dan es el de su presencia en el seno de la CTV, discutiendo sus tesis con líderes de corrientes políticas adversas, pero poniendo sobre sus diferencias el interés de los trabajadores.

En la proximidad de un cambio político en el país, por la vía del sufragio, cuando esperamos que el voto del pueblo nos confíe la responsabilidad de dirigir la marcha del país, sabemos que el poder político, para ejercerse eficazmente supone un entendimiento armónico con la fuerza sindical. De ahí el optimismo con que vemos el crecimiento de la influencia de los luchadores demócratas cristianos en el sindicalismo nacional; de ahí también el respeto y consideración que mantenemos, por encima de las discrepancias ideológicas, hacia los líderes sindicales que ocupan otras toldas políticas.

La mayoría de los trabajadores venezolanos ha sido valioso sostén de las instituciones democráticas en los vaivenes de nuestra accidentada experiencia política; COPEI ve con gran simpatía su participación creciente en la dirección de la vida colectiva y tiene como uno de sus mejores haberes el alto grado en que militantes suyos actúan dentro de la actividad laboral. Por todo lo dicho, que expresa una sincera convicción, confiamos en que serán ampliamente positivas las labores de la Asamblea Nacional de los Trabajadores Socialcristianos.