Mi opinión sobre Contadora

Columna de Rafael Caldera escrita para ALA y publicada en El Universal, del 3 de abril de 1985. 

La pequeña isla panameña de Contadora, una de las estaciones y frustrado refugio del Shah Mohammed Reza Pavlevi en su desesperado recorrido final, se ha hecho más célebre por la mediación que un grupo de cuatro países latinoamericanos con presencia en el Caribe, a saber, Venezuela, México, Colombia y Panamá, ha venido realizando bajo la denominación de aquel lugar donde tuvo su reunión inicial, con el anhelo de lograr una paz sólida y estable en Centro América.

Desde el primer momento, he manifestado mi solidaridad y simpatía por el esfuerzo de Contadora. No he sido excepción entre los millones de latinoamericanos y europeos, y gente de otros continentes, que han dado a Contadora su respaldo moral, que han puesto en Contadora sus mejores esperanzas y que han compartido los principios formulados por el grupo Contadora en su persistente mediación ante los cinco países centroamericanos.

Ante los medios de comunicación social, no he regateado mi elogio a Contadora. Cuando me han precisado sobre los resultados positivos de la gestión del grupo Contadora, he destacado dos: el haber distanciado la escalada bélica que se sentía como inminente cuando comenzó sus gestiones, y el haber concientizado a mucha gente acerca del conflicto existente en una zona que se ha convertido en epicentro de lo que podría convertirse en una sacudida impredecible.

No es que la violencia haya cesado, al contrario: las operaciones bélicas continúan sobre todo en Nicaragua y El Salvador. Pero, cuando Contadora inició su papel se tenía como seguro el que fuerzas militares norteamericanas intervendrían en Nicaragua antes de las elecciones de noviembre. Nunca creí en que tal invasión se realizara y después de presenciar las convenciones Demócratas, de San Francisco; y Republicana, de Dallas, traje la impresión y la manifesté, de que no sólo eran contrarios a ella los votantes del candidato Mondale, sino muchos de los electores del presidente Reagan, pero muchos observadores consideraban que las maniobras militares en Honduras, el minado de los puertos nicaragüenses y el apoyo declarado a los «contras» tendrían como desembocadura directa la irrupción del primer poder militar del mundo sobre el territorio nicaragüense. Es indudable que el empeño de mediación puesto por los cuatro gobiernos de Contadora contribuyó a alejar esa amenaza.

En cuanto a la concientización, la mediación de Contadora ha sido un factor determinante. La reunión de los cancilleres de la Comunidad Europea en San José de Costa Rica, donde reconocieron el deber de cooperar para enfrentar la situación económica y social de los países centroamericanos, debe considerarse como un fruto de la labor de Contadora.

Además, el Acta de Contadora, elaborada por los cuatro países del grupo y propuesta a los cinco estados centroamericanos, es un documento inspirado en nobles principios, redactado con indudable competencia técnica, orientado por todos los documentos que la diplomacia multilateral ha ido acumulando en los últimos años y preocupado por cubrir todos los aspectos de indispensable solución para una paz justa y verdadera. Así, lo relativo al establecimiento y garantía plena para la democracia interna y los derechos humanos, que es preocupación prioritaria de numerosos nicaragüenses y ciudadanos de otras patrias de Centro América, y la acción para enfrentar los problemas económicos y la situación social, se toman muy en cuenta, junto a la minuciosa consideración de los problemas militares que amenazan y entorpecen el camino de la paz.

Cuando he dicho que ya Contadora ha tocado techo es porque me he dado cuenta de que los hechos indican que la gestión de los cuatro países no alcanzará por sí sola los altos fines que la guían. El Acta de Contadora prevé todas las situaciones y señala todos los obstáculos, quizás por visible preocupación perfeccionista y marca un rumbo para superarlos, pero la voluntad de cumplirla, la confianza en su ejecución, la fe en la sinceridad con que se suscriba, parecen faltar en mayor o menor medida en los invitados a otorgarla. Pareciera traslucirse la idea de que el Acta podría convertirse en un papel más y de que difícilmente tendrían éxito los reclamos que puedan formularse las partes contra las que no fueran leales en el cumplimiento de los compromisos.

Por otra parte, el compromiso de los cinco estados centroamericanos no parecía suficiente. Los Estados Unidos tiene pública e inequívocamente interés en el asunto. El gobierno cubano es un actor evidentemente mezclado a todo lo que ocurra en el área. He sostenido, por ello, que el momento es propicio para el diálogo directo, en el cual no pueden estar ausentes los Estados Unidos y Cuba. Un diálogo en el que se dé la importancia que les corresponda a los problemas relativos a derechos humanos, a la liberalización de los regímenes autoritarios y al cumplimiento de las obligaciones contraídas por los revolucionarios nicaragüenses en el proceso de derrocamiento de Somoza.

Estoy convencido de que el régimen cubano, con 26 años de establecido, tiene que ver con interés soluciones que despejen el horizonte de una posible escalada bélica que supondría para ellos un costo sumamente alto; y no es imposible que acepte renunciar  al apoyo a los movimientos insurreccionales en el hemisferio y liberalizar sus actitudes en relación con el exilio cubano y con quienes puedan ser disidentes en el interior, a cambio de despejar el horizonte de ese grave peligro.

Por otra parte, si Nicaragua está insistiendo en el diálogo hay que recogerle la palabra y hacerle los planteamientos fundamentales sobre libertad de prensa, pluralismo democrático y cese de persecuciones políticas. Yo expresé a los comandantes, en mi reciente visita a Managua, mi extrañeza de que se auspicie el diálogo del Gobierno de El Salvador con la guerrilla y se niegue el diálogo con los alzados contra el Gobierno sandinista.

Insisto en que el diálogo directo es necesario y constituye el mecanismo que puede producir el beneficio de la paz. Mientras tanto, el grupo Contadora, aunque ya difícilmente puede hacer mucho más de lo que ha hecho y por lo cual le estaremos siempre agradecidos, debe continuar ejerciendo su alta mediación y cumpliendo su noble vigilancia moral.