Centenario de la Rerum Novarum

Columna de Rafael Caldera «Panorama», escrita para ALA y publicada en El Universal, del 1 de abril de 1987.

La conmemoración de los veinte años de la Encíclica «Populorum Progressio», hecha con la mayor solemnidad por voluntad del Papa Juan Pablo II, nos obliga a ir pensando en que se acerca el centenario de la célebre carta encíclica de León XIII sobre la condición de los obreros, conocida por las dos primeras palabras de su texto latino, a saber, «Rerum Novarum».

En efecto, el 15 de mayo de 1891, el Ilustre Pontífice, de ochenta y un años de edad, lanzó al mundo el documento que ha servido de base y fundamento al magisterio social de los políticos de la cristiandad. Es decir, que dentro de cuatro años se estará conmemorando su primer centenario.

La impresión que produjo la «Rerum Novarum» la describe certeramente el Papa Pío XI en su Encíclica «Quadragésimo Anno», aparecida justamente a los cuarenta años de la «Rerum Novarum», el 15 de mayo de 1931. «No en vano –dice Pío XI– resonó la apostólica voz.  La oyeron con estupefacción y la acogieron con el mayor fervor, no sólo los hijos obedientes de la Iglesia, sino también muchos que estaban lejos de la verdad y de la unidad de la fe, y casi todos los que en adelante se preocuparon en sus estudios privados, o al hacer las leyes de los problemas sociales y económicos».

«Pero quienes con mayor alegría recibieron aquella Encíclica fueron los obreros cristianos, que ya se sentían defendidos y vindicados por la suprema autoridad de la tierra; y no menor gozo cupo a todos aquellos varones generosos que, preocupados hacía tiempo de aliviar la condición de los obreros, apenas habían encontrado hasta entonces otra cosa que indiferencia en muchos, y odiosas sospechas, cuando no abierta hostilidad, en no pocos. Con razón, pues, éstos han ido acumulando tan grandes honores sobre aquella Carta Apostólica, y suelen renovar todos los años su recuerdo con manifestaciones de gratitud, que varían según los diversos lugares».

«No faltaron, sin embargo, quienes en medio de tanta concordia, experimentaron alguna conmoción; de donde provino que algunos, aun católicos, recibiesen con recelo y algunos hasta con ofensa la doctrina de León XIII, tan noble y profunda, y para los oídos mundanos totalmente nueva. Los ídolos del liberalismo, atacados por ella sin temor, se venían a tierra, no se hacía caso de prejuicios inveterados, era un cambio de cosas que no se esperaba; de suerte que los aferrados en demasía a lo antiguo se desdeñaron de aprender esta nueva filosofía social, y los de espíritu apocado temieron subir hasta aquellas cumbres. Tampoco faltaron quienes admiraron aquella claridad, pero la juzgaron como un ensueño de perfección, deseable más que realizable» (Q.A., números 12, 13, 14).

El 15 de mayo de cada año han venido, pues, a convertirse en un aniversario de singular significación para la Doctrina Social de la Iglesia. El 15 de mayo de 1931 la conmemoró Pío XI con su gran Encíclica «Quadragesimo Anno»; otras importantes encíclicas publicadas en recuerdo de la fecha fueron «Mater et Magistra», de Juan XXIII, de 1961; la «Octogesima Adveniens», de Paulo VI de 1971; y la «Labore Execerns», de Juan Pablo II, la cual estaba destinada a promulgarse el 15 de mayo de 1981, pero sólo pudo aparecer el 14 de septiembre, por el atentado que a poco estuvo de quitar la vida a Su Santidad.

Precisamente, en la carta : Laborem Exercens», Juan Pablo II expresa: «Habiéndose cumplido, el 15 de mayo del año en curso, noventa años desde la publicación –por obra de León XIII, el gran Pontífice de la «cuestión social»– de aquella Encíclica de decisiva importancia, que comienza con las palabras Rerum Novarum, deseo dedicar este documento precisamente al trabajo humano, y más aún, deseo dedicarlo al hombre en el vasto contexto de esa realidad que es el trabajo (…) En el espacio de los años que separan de la publicación de la Encíclica Rerum Novarum, la cuestión social no ha dejado de ocupar la atención de la Iglesia».

Pero, sin duda, la conmemoración del centenario requiere una preparación amplia y una profunda discusión. La Doctrina Social de la Iglesia y, concretamente, el pensamiento de León XIII han sido objeto de infinitas consideraciones favorables o críticas. Pero lo cierto es que la palabra pontificia estableció fundamentales definiciones, entre ellas ésta: «A los ricos y a los amos toca: que no deben tener a los obreros por esclavos; que deben en ellos respetar la dignidad de la persona y la nobleza que a esa persona añade lo que se llama carácter cristiano. Que si se tiene en cuenta la razón natural y la filosofía cristiana, no es vergonzoso e inhumano para el hombre ni le rebaja el ejercer un oficio por salario, pues le habilita el tal oficio para poder honradamente sustentar su vida. Que lo que verdaderamente es vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres, como si no fueran más que cosas, para sacar provecho de ellos, y no estimarlos en más de lo que dan sus músculos y sus fuerzas» (n. 32).

En torno a lo cual comentó Pío XI: «La palabra, tanto tiempo esperada, resonó el día 15 de mayo de 1891, y ella fue la que, sin miedo a la dificultad del asunto, ni debilitada por la ancianidad, antes con nuevo vigor, enseñó a la familia humana nuevos caminos en la vida social» (Q. A. n.9)

Por supuesto, en el siglo transcurrido han sido numerosos los cambios que ha experimentado la humanidad. La «Rerum Novarum» ha quedado como un ineludible centro de referencia, como un punto de partida que orientó los caminos que había de seguir en lo futuro el magisterio social de la Iglesia. En muchos aspectos, la «Rerum Novarum», ha quedado atrás; y sin desconocer ni disminuir su significación, ha habido que impulsar con paso rápido el propósito de interpretar y ordenar los hechos sociales y económicos. En la Encíclica «Laborem Exercens», Juan Pablo II decía: «Celebramos el 90º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum en vísperas de nuevos adelantos en las condiciones tecnológicas, económicas y políticas que, según muchos expertos, influirán en el mundo del trabajo y de la producción no menos de cuanto lo hizo la revolución industrial del siglo pasado» (n.1). Esa atinada observación adquiere aun mayor relevancia después de seis años de formulada.

Un sacerdote de gran espíritu apostólico y de honda preocupación social, el presbítero Luis Ernesto García, de la Diócesis de San Cristóbal, en el estado Táchira, fue quien, el 14 de marzo de este año, me llamó la atención sobre la proximidad del centenario de la «Rerum Novarum». Me ha hecho pensar –y así lo expresé en una reunión del coloquio de la Comisión «Iustitia et Pax» con motivo de los veinte años de la «Populorum Progressio»– que no hay que esperar la fecha límite para conmemorar los cien años que se cumplirán, el 15 de mayo de 1991. El tiempo que falta debe dar lugar a muchos análisis, a muchos debates, a muchas jornadas. Poniéndose al día en los problemas que la «Rerum Novarum» analiza, la Iglesia fortalecerá su liderazgo, afirmará su magisterio y propiciará soluciones, en el ancho terreno de la cuestión social.