La deuda y el ambiente
Columna de Rafael Caldera «Panorama», escrita para ALA y publicada en El Universal, del 24 de agosto de 1988.
Una comunicación distribuida por los servicios de información de la República Federal Alemana da cuenta de un planteamiento que el canciller federal, Helmut Kohl, hizo en la reciente cumbre de Toronto.
Según la referida fuente el canciller Kohl propuso se investigue hasta qué punto sería posible combinar la condonación de deudas a países del Tercer Mundo con medidas de protección de las selvas tropicales contra talas y descuajes. Sobre el tema se ha hablado antes y hasta hubo en un momento la equivocada interpretación de que Bolivia estaba dispuesta a vender parte de su territorio a cambio de una medida de gracia en torno a alguna de sus obligaciones de crédito con el exterior, lo que fue oficialmente desmentido. Ningún país, por endeudado que esté y por precaria que sea su situación financiera, estaría dispuesto a una tal mutilación, atentatoria a su soberanía. Pero el planteamiento es diferente.
Kohl expuso los siguientes hechos:
- Las selvas tropicales corren peligro de aniquilamiento. Causas originarias de su destrucción son los descuajes por incendio para cultivo temporal y talas para suministros comerciales de maderas. Desaparecida la selva, no puede volver a crecer. Consecuencias fatales son la erosión, la disminución de precipitaciones lluviosas en las zonas limítrofes y las repercusiones en el clima mundial. Por eso, dijo, es de importancia universal la protección de las selvas tropicales y, por cierto, en beneficio del propio interés de los países industriales.
- Los países donde hay selvas tropicales están casi todos altamente endeudados. La mayoría de los países deudores –admite el canciller– no pueden superar su crisis por deudas con sus propias fuerzas. El endeudamiento intensifica de por sí las presiones sociales y económicas. La conservación y protección de las selvas tropicales implica para estos países renunciar a considerables ventajas económicas a corto plazo, por ejemplo las derivadas de la exportación de maderas, asentamientos, monocultivos lucrativos. Las medidas de protección del medio ambiente sólo tienen oportunidad de implantarse con suficientes compensaciones económicas.
- Lo que fundamentalmente se pretende –expresa el boletín informativo– es que los países industriales exijan de los países del Tercer Mundo medidas eficaces de protección del medio ambiente (por ejemplo, renuncia a ulteriores descuajes de selvas tropicales) a cambio de condonación de deudas como contraprestación o aplicación de diversas medidas para minorar el peso de las deudas. «Semejante entrelazamiento –añade– es de interés mutuo para acreedores y deudores».
El planteamiento considera que estos acuerdos son apremiantes. El daño ecológico en los países del Tercer Mundo –admite– obedece a motivos económicos. Por escasez de perspectivas económicas en los sectores secundario y terciario, estos países se ven forzados a la expoliación de sus recursos naturales (materias primas, explotación agrícola y forestal). Todo comportamiento ecológicamente adecuado en el sector económico primario significa en muchos casos para los países del Tercer Mundo renunciar a posibilidades económicas que requieren escasa mano de obra y reportan ganancias en divisas.
La renuncia a la expoliación antiecológica –arguye– que afecta principalmente, pero no sólo, a las selvas tropicales, presupone la superación en estos países del impedimento actual más importante contra su desarrollo: el endeudamiento, «que se ha de desmontar, restableciendo simultáneamente la fiabilidad crediticia de estos países».
«Solo con nuevo capital e inversiones prometedoras será posible una compensación económicamente viable de la renuncia a la expoliación extensiva antiecológica de bienes naturales». «A cambio de la condonación o disminución de deudas, los países industriales percibirían una contraprestación ecológicamente relevante, que los países del Tercer Mundo no pueden rendir sin compensación económica».
La información, que contiene muchos elementos más, concluye con la proposición de que se estudie el asunto con miras a la posibilidad de celebrar un amplio convenio internacional, lo más universal posible, y asegura que la cumbre económica mundial de Toronto acogió positivamente esta iniciativa del Gobierno Federal Alemán, que será estudiada por cada gobierno, ya que en los últimos años se ha incrementado el reconocimiento de la interdependencia de los diversos países en la protección del medio ambiente, y ello tanto en los industriales como en los países en desarrollo.
Por supuesto, la materia es delicada y tendría que analizarse a fondo por los gobiernos del Tercer Mundo, a fin de que tales convenios no se conviertan de hecho en lo que arriba se mencionaba, a saber, una restricción de la soberanía. Hay fundaciones y organizaciones no lucrativas que en esta materia están inclinadas a prestar su colaboración, de manera de ser garantes, a los que condonen el dinero, de que la finalidad conservacionista se va a lograr en forma racional y justa, y a los deudores, de que no va a utilizarse este recurso como medio para despojarlos en cualquier medida de su independencia.
En todo caso, parece que estas cosas requieren de nuestra parte no sólo tomar nota, sino estudiar a fondo sus posibilidades, modalidades y posibles consecuencias. Y reconocer que el rutinario proceso de renegociación en renegociación, que a ningún fin positivo conduce, tiene alternativas diferentes, que la imaginación creativa debe considerar; y que los países acreedores parecen no estar tan aferrados a la recuperación íntegra de su dinero, con las elevadas tasas de interés actuales, sino que están manifestando una disposición a desprenderse de algo a través de fórmulas que consideren adecuadas. Negociar sólo con los bancos es estéril. Hay que comprometer a los gobiernos.