El Programa Mínimo existe, solo falta cumplirlo
Charla de Rafael Caldera en el programa «Actualidad Política» del 12 de noviembre de 1959, trasmitida los jueves a las 10 pm por Radio Caracas Televisión, y tomado de su publicación en el diario La Esfera.
Se habla mucho en estos días de la revisión del funcionamiento de la coalición actual. Esto es conveniente. Hace días hemos venido sosteniendo que es necesario revisar a fondo, y no con palabras, el espíritu de la coalición para que ella pueda cumplir los fines que le sirvieron de razón y de sustento. Creemos que esta revisión, sin embargo, debe hacerse más en la sinceridad de los espíritus que en la apariencia verbal de las frases. Y consideramos conveniente señalar el que la mejor revisión que puede hacerse es la de lograr el cumplimiento sincero y leal por parte de las fuerzas políticas que asumieron la responsabilidad del gobierno; revisión sincera y leal, actitud y esfuerzo conjunto para lograr el cumplimiento de los compromisos solemnemente contraídos ante la República en el año pasado.
La semana pasada hablé del Pacto, llamado de Puntofijo, que se firmó el 31 de octubre de 1958. Hoy voy a hablar, como complemento de aquella exposición, acerca del «Programa Mínimo» que los candidatos presidenciales suscribimos en el Hemiciclo del Senado, donde funcionaba el Consejo Supremo Electoral, en acto público y solemne ante una concurrencia calificada, frente a las cámaras de televisión y a los micrófonos de las estaciones radioemisoras, y mediante el cual contrajimos en nombre de las organizaciones políticas que nos respaldaban, un deber ante el pueblo venezolano que nos escuchaba y que el día siguiente iría a depositar su voto en las urnas electorales. El pueblo, pues, puede reclamarnos a todos el cumplimiento de aquel programa, como uno de los elementos sustanciales de la jornada electoral del 7 de diciembre, porque lo llamamos a votar comprometiéndonos a sostener determinadas normas como pauta de nuestra conducta.
Existe, pues, un programa mínimo, un programa común. Hay ya un programa mínimo y el compromiso de respaldar ese programa. Esto es conveniente recordarlo, porque a veces parece, en medio de las toneladas de tinta de imprenta que se gastan y de las miles de palabras que se dicen, que las fuerzas políticas de coalición no tuvieron programa, orientación o camino trazado ante la opinión pública. Ese programa, ese camino, esa orientación, existen. Y en el documento que lo precedió, llamado «Declaración de Principios», suscrito en la misma tarde del 6 de diciembre de 1958, se dijo lo siguiente: «El próximo gobierno constitucional realizará una administración inspirada en el Programa Mínimo de Gobierno que en esta misma fecha aprueban y suscriben los tres candidatos presidenciales». El Presidente Constitucional, pues, y las fuerzas políticas, están comprometidas a realizar una acción conforme a este programa, que cubre el período de gobierno, y que si no es detallado sino general en sus concepciones, es bastante preciso en muchas partes; sólo tiene que desarrollarse, traducirse, en actuaciones concretas, pero sin apartarse de un mundo que escogimos deliberadamente y ratificamos con solemnidad.
Parte política, social y económica
Ese Programa Mínimo contiene diversos rumbos que se pueden agrupar en tres partes: una política, propiamente dicha, una parte social y una parte económica. La parte política comenzaba, desde luego, por la defensa de la estabilidad. Vale la pena recordar que en la Declaración de Principios que sirve como preámbulo al Programa Mínimo, se decía también lo siguiente: «Preocupación fundamental del Presidente de la República, de su gobierno y de las organizaciones políticas signatarias del documento antes mencionado, será el mantenimiento y consolidación de la tregua política y la convivencia unitaria de las organizaciones democráticas, como las mejores y más sólidas garantías del afianzamiento y permanencia de las instituciones republicanas».
Lo fundamental, pues, de la parte política del Pacto, complementada con la parte administrativa, es esta defensa de la estabilidad, la cual a través de las líneas del Programa Mínimo se traduce en una serie de afirmaciones que es necesario recordar. Oigamos, por ejemplo, la primera parte del Programa Mínimo: «Elaboración de una Constitución democrática que reafirme los principios del régimen representativo e incluya una carta de derechos económicos y sociales de los ciudadanos…». A este respecto puedo informar que la Comisión Bicameral de Reforma Constitucional, designada por el Senado y la Cámara de Diputados, ha tenido unas 100 reuniones y ya casi está concluida su labor para someterla a consideración de las Cámaras en las próximas sesiones extraordinarias. «…defensa del orden constitucional y enérgicas medidas contra las actividades antidemocráticas; reforma de leyes, reglamentos y ordenanzas, para erradicar disposiciones contrarias al ejercicio efectivo de las libertades públicas; autonomía y fortalecimiento de los Poderes Legislativos y Judicial, del Poder Municipal; regularización de las relaciones entre la Iglesia y el Estado; reforma administrativa, con el objeto de hacer más eficaz y menos oneroso el funcionamiento de los servicios públicos, garantía de estabilidad para el empleado público, continuidad de la obra administrativa; lucha implacable –apoyada en una severa legislación– contra el peculado, el tráfico de influencias y todo género de enriquecimiento ilícito».
Esta parte política y administrativa general se complementa con lo relativo a las Fuerzas Armadas Nacionales y a la política internacional de la República, basada en el respeto a los compromisos contraídos por la Nación, en el fortalecimiento de los mecanismos multilaterales de los cuales forma parte Venezuela, en la reafirmación de la solución pacífica de las controversias internacionales, en el estrechamiento de nexos y del sentido de responsabilidad común con los demás pueblos de América Latina y en la adopción de una política audaz que vaya ensanchando las perspectivas del país de acuerdo con las conveniencias nacionales.
El compromiso de Reforma Social
Una segunda parte del programa es la relativa a los aspectos sociales. Y en los aspectos sociales se empieza desde luego por una reafirmación de los principios de garantía, respeto y protección para el trabajador venezolano: «defensa y valorización del capital humano mediante la aplicación de una política demográfica, encaminada al aumento de la población, a su mejor distribución, a velar por su salud física, mental y moral y por su desarrollo cultural; protección a la madre y el niño; política de vivienda destinada a satisfacer las necesidades de la población urbana y rural, a cuyos fines se trazará un plan nacional de gran aliento; campaña contra el rancho, desarrollada en forma realista, tomando en consideración sus raíces económicas y sociales; reconocimiento del trabajo como elemento fundamental de progreso económico y engrandecimiento del país; defensa del trabajador, adecuada protección a la libertad sindical, lucha contra el desempleo en escala nacional, reforma de la Ley del Trabajo para una regulación más justa y eficaz de las relaciones obrero-patronales; estudio para la implantación del salario familiar; reorganización del Instituto de Seguros Sociales y establecimiento de un sistema integral de seguridad social».
En esta parte social del Programa Mínimo podemos considerar comprendida, además, la relativa a la política educacional con líneas amplias, claras, equilibradas, de protección y de desarrollo de una gran política de educación popular hasta la educación universitaria y, al mismo tiempo, de equilibrio justo entre la intervención del Estado en la política educacional y la libertad de educación, como necesaria e indispensable para la resolución de este problema.
Y en este aspecto también, que hemos llamado social, cabe lo relativo a la política inmigratoria que, estableciendo una «revisión de los planes de inmigración» –que en realidad no correspondía a ningún criterio científico, sino a una posición empírica– lleve a «que el trabajador inmigrante contribuya realmente al progreso del país, y con él a la defensa del inmigrante útil, que es acreedor –dice el Programa– a la misma protección y debe gozar de los mismos derechos económicos y sociales que el trabajador venezolano».
La Cuestión Económica
Un tercer grupo de disposiciones contenidas en el Programa Mínimo se refiere a las cuestiones económicas. Contiene, desde luego, la afirmación de «una política petrolera y minera de gran alcance, en la cual la Nación, en virtud de su soberanía, como propietaria del subsuelo y tomando en cuenta que todo lo relativo al petróleo ha sido declarado de utilidad pública, revisará las relaciones entre el Estado y las empresas, con el objeto de obtener la más justa participación en los beneficios de ésta y ejercer un mayor y más efectivo control sobre todas las actividades de la industria». A este respecto, cabe recordar que fue después de la promulgación de este Programa Mínimo y de la realización de la jornada electoral, cuando se dictó por la Junta de Gobierno un Decreto que modificó sustancialmente la participación fiscal de la Nación en las utilidades de las empresas petroleras, y que la idea de la realización de una Empresa Nacional de Petróleo y otros organismos necesarios, como una flota petrolera para que Venezuela comience a trabajar directamente su petróleo, han estado anunciados como realizaciones serias, conscientes, sin afanes exhibicionistas, pero que pueden constituir un paso positivo y de gran trascendencia. «Revisión de la política del hierro, para que responda a la situación real de la industria y al derecho de la Nación venezolana de recibir una razonable porción de las utilidades derivadas de la exportación de sus riquezas naturales».
Pero quiero referirme especialmente a la parte relativa a la política económica, porque tengo la impresión de que a veces como que se olvidara lo convenido. Allí hay una conjunción clara, bien meditada, entre la intervención del Estado, por una parte, y la que corresponde a la iniciativa privada, por la otra, cuya colaboración es indispensable para la resolución de nuestros problemas y para el desarrollo económico que el país necesita.
«Las características –dice el Programa– de la estructura económica y fiscal de Venezuela, asignan al Estado un papel preponderante en el fomento de la riqueza nacional. El Estado reconoce la función primordial que cumple la iniciativa privada, como factor de progreso, y la colaboración en este mismo sentido de las inversiones extranjeras. Por consiguiente, las estimulará y protegerá dentro de los límites establecidos por el interés público y social y el ejercicio cabal de la Soberanía Nacional (…) Elaboración de un plan integral de desarrollo económico de largo alcance, que contemple todos los aspectos de la producción industrial y agropecuaria y sus conexiones con otros factores de progreso, como vialidad, educación, sanidad, etc.; tratamiento, dentro del país de un volumen apreciable de materias primas, minerales, en particular del petróleo y del hierro; utilización de la Corporación Venezolana de Fomento, el Banco Industrial y el Banco Agrícola y Pecuario como los motores del adelanto económico del país; reorganización, ampliación y defensa de industrias estatales como la Petroquímica y la Siderúrgica; reforma y modernización del sistema tributario; Reforma Agraria concebida como uno de los instrumentos fundamentales en la transformación económica del país, además de dotar de tierras al campesino y de recursos para trabajarlas, debe enfocar el problema rural en todos sus aspectos, económicos, sociales, técnicos, culturales, etc., y orientarse especialmente hacia el aumento y diversificación de la producción agrícola y pecuaria. La organización del régimen de propiedad de la tierra que implica la Reforma Agraria, garantizará y estimulará la propiedad privada que cumpla su función económica y social».
No creo yo, pues, que debe orientarse la revisión planteada acerca del funcionamiento de la coalición como una revisión de compromisos, que pudiera dar la sensación de que estamos en el camino de eludir o de deformar los pactos libre y deliberadamente contraídos, comprometidos además solemnemente, no ante nosotros mismos sino ante la opinión pública, ante la voluntad nacional.
Restablecer la confianza
Es necesario, estoy completamente de acuerdo, analizar hasta dónde estos compromisos no han sido suficiente o satisfactoriamente cumplidos y, sobre todo, precisar en medidas concretas, escalonadas, de acuerdo con la realidad nacional, el cumplimiento del Programa Mínimo anunciado a la Nación el 6 de diciembre de 1958. Pero, es necesario dar la sensación de que no estamos andando a tientas, de que no estamos metidos en situaciones divergentes, de que no estamos tirando unos para un lado y otros para otro lado, porque con ellos no lograremos sino aumentar una cierta sensación de desconfianza, un cierto malestar que va trayendo inevitablemente el retraimiento de las actividades económicas y que va influyendo, también inevitablemente, sobre la situación de vida de nuestras clases populares.
La economía es materia muy compleja, pero que tiene un fondo eminentemente psicológico. La actividad del inversionista, el ánimo con que trabaja, la confianza de que se siente investido, son elementos de grande y definitiva trascendencia para el desarrollo de la producción económica.
El Estado, en Venezuela, ni en ninguna parte del mundo, pero sobre todo entre nosotros, donde los problemas son tan grandes, no está en condiciones de poder resolver satisfactoriamente los problemas que afrontamos. No nos hagamos ilusiones a este respecto. Toda la inmensa riqueza fiscal no es capaz para resolver, ni siquiera en un plazo más o menos largo, problemas fundamentales como la educación, la vivienda, la alimentación, la transformación de nuestras industrias. Para esto es necesario que los particulares trabajen y desarrollen sus actividades, y por ello exigimos, como una de las primeras necesidades del país, el que líneas precisas sean trazadas y sostenidas por todas las fuerzas comprometidas en el actual momento nacional.
Menos política y más trabajo
Este es un momento en que necesitamos menos política y más trabajo: si no, todos nuestros esfuerzos van a ir estrellándose contra una dura realidad. Hay soluciones justas que se pueden encontrar. Ya lo he dicho, por ejemplo, ante el problema de los alquileres. Los alquileres pueden y deben bajar, pero deben tomarse líneas claras para que los constructores, los inversionistas, los que quieran fabricar viviendas o edificios, sepan hasta dónde van a poder moverse y gocen de la necesaria confianza y de la necesaria seguridad para seguir fabricando; porque, si no se fabrican viviendas el problema no podrá resolverse y, al mismo tiempo, mientras menos viviendas se fabriquen, habrá menos albañiles, y menos técnicos y menos peones empleados, y la situación del desempleo se irá convirtiendo en una bola de nieve cuyas dimensiones pueden llegar a aplastar todas las mejores intenciones.
Venezuela confronta problemas muy serios. Es fácil hablar demagógicamente de la baja del costo de la vida. Pero, ¿cuáles son los renglones del costo de la vida? En primer lugar, los costos de producción, y todos han subido porque han subido los salarios, han mejorado las condiciones de trabajo en los contratos colectivos y, como es lógico, los servicios han subido. Y si queremos proteger la industria nacional para transformar la economía, eso traerá también un aumento en el costo de la vida, porque habrá que establecer barreras aduaneras para que los productos de la industria venezolana puedan competir a un mejor precio.
Es curioso. Lo único que no ha subido en Venezuela del 23 de enero de 1958 a esta parte son los alquileres y, sin embargo, es de lo único que se habla. Estoy de acuerdo en que se bajen. Pero esta insistencia me hace pensar a veces si no habrá una especie de secreta intención en atraer la atención del público hacia determinada cuestión o hacia determinado Ministro, porque ciertas propagandas parece como si los demás problemas no existieran, como si el único problema fuera el alto precio de los alquileres. Todo ha subido en Venezuela. Han subido los salarios, han subido los servicios, han subido los costos, han subido los diversos renglones de la vida. Los alquileres han bajado en gran parte, pero por lo menos no han subido y, sin embargo, a veces parece como si la política –y no la política grande sino la política de las combinaciones–, monopolizara la opinión pública hacia este solo aspecto.
Urgencia de una línea concreta
Yo quisiera insistir en esta circunstancia: tenemos que trazar, de buena fe, una línea concreta. La idea que nos llevó a los compromisos del 58 fue la de que esta etapa teníamos que vencerla con menos agitación, con menos derroche verbal, con menos «tira para acá y tira para allá», con más convergencia, con más sinceridad y con mayor voluntad de servirle al pueblo. Por algo adoptamos todos los partidos, de acuerdo con los independientes y con el gobierno provisional, la fórmula de ir a una sola elección, sin elegir primero una Constituyente para elegir después los poderes públicos, porque no queríamos someter al país a un período de agitación continua como el que supondría varios procesos electorales sucesivos. Tratamos de evitarlos para que pudiéramos trabajar y ganar por el trabajo (y asegurando la confianza de la opinión pública hacia sus dirigentes) el tiempo necesario para impulsar el desarrollo del país y para conjurar los factores negativos que tenía que traer forzosamente como secuela inevitable, el cambio drástico de régimen de la autocracia a la libertad.
Tenemos que revitalizar esas ideas; reafirmar, reasegurar, nuestros compromisos, ponernos de acuerdo de buena fe, porque si no hacemos un empeño por restablecer la confianza, todos habremos perdido lamentablemente el tiempo. Hablando y escribiendo no vamos a resolver el problema inmediato del país. El problema inmediato del país lo vamos a resolver trabajando. Pero para trabajar es necesario que le ofrezcamos a todos los venezolanos un ambiente de seguridad y de confianza, que haga que el trabajo sea grato, que el trabajo sea halagüeño, que el trabajo represente para todos, un verdadero interés y un verdadero halago.
Buenas noches.