¡Hay salida democrática y tenemos que luchar por ella!
Palabras pronunciadas por Rafael Caldera en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela en un Foro sobre los hechos del 4 de febrero, con participación también del gobernador del estado Bolívar, Andrés Velásquez. En el presídium: el rector de la UCV, Luis Fuenmayor, acompañado por José Ignacio Cabrujas, Ana María San Juan, y Francisco Solórzano.
Es importante que nos demos cuenta de que el país está viviendo un momento terriblemente crítico. La historia de la República ha estado siempre vinculada a la historia de la Universidad. Desde los propios días iniciales de la independencia, en que el Congreso que nos declaró como patria soberana y libre se reunió en la capilla de la Universidad y, a través de la historia, la Universidad ha compartido todas las vicisitudes de la vida venezolana.
Recuerdo la dramática ocasión en que don Rómulo Gallegos, en marzo de 1958, cuando apenas empezaba el ensayo democrático, después de derrocar a la tiranía, recibió en esta misma Aula Magna el grado de Doctor Honoris Causa. Estaba llena la sala, como hoy, estaba llena de alegría y de entusiasmo. Los jóvenes estaban viviendo emocionados la conquista de la libertad. Y Rómulo Gallegos con su voz grave, dijo en aquellos momentos, recordando la historia pasada, una frase terrible de su novela Reinaldo Solar: «Casa de segundones, hermana menor de la revuelta armada, tú también tienes la culpa».
Lo cierto del caso es que en Venezuela, de 1830 a 1945, en 115 años de existencia, menos de 8 años tuvimos presidentes civiles. Todo el tiempo eran presidentes militares. El general presidente: unos más amplios, otros más herméticos; unos más honestos, otros más corruptos; unos más crueles, otros más generosos. Pero se había acuñado la idea de que el pueblo venezolano no podía ser gobernado sino por la fuerza. Y aún después de 1945, en los 3 años de interregno, los dos primeros fueron por una Junta cívico militar. Y el presidente civil, electo por la voluntad del pueblo venezolano, don Rómulo Gallegos, no llegó a alcanzar un año en el ejercicio de su cargo. Después fueron más de nueve años de dictadura militar.
El que conoce la historia de Venezuela, tiene que sentirse terriblemente preocupado por esta situación. Laureano Vallenilla Lanz, acuñó la tesis del gendarme necesario, según la cual el pueblo venezolano no podía ser gobernado, sino por la fuerza del machete. Después acuñó, inspirándose en Oliveira Martins, una expresión llamada «cesarismo democrático», como si pudiera ser democrática la actitud cesárea de quienes negaron todos los derechos y convirtieron la Patria en una hacienda personal.
Señores, para nosotros esto es importante, y a la Universidad Central de Venezuela, que a pesar de que ya hoy no es la única, sino que hay veintiséis universidades en todo el país, en gran parte por obra de la democracia, le corresponde el deber, la obligación, de salvar el principio fundamental de la libertad, de los derechos humanos, del orden jurídico.
Yo soy un jurista. Aquí en esta Universidad, en la vieja casona de San Francisco, juré defender el derecho, defender las leyes, y he jurado después defender la Constitución y las leyes. No puedo traicionar ese juramento.
Frente a la (no se preocupen que tengo experiencia en los discursos y los silbidos se oyen siempre mucho más que los aplausos, aunque sean minoría) frente a la tesis del gendarme necesario, frente a la tesis del cesarismo democrático, la tesis tiene que ser: el pueblo no tiene la culpa, la culpa la tienen los dirigentes.
Y, así como ésta, hay que hacer esta afirmación que me siento profundamente obligado a hacer en esta Aula Magna, en este acto que por muchos conceptos podría considerarse histórico: la democracia no tiene la culpa, la culpa la tienen los demócratas.
La culpa la tienen quienes han utilizado la democracia para su beneficio personal. La culpa la tienen los que han abusado de los privilegios que les corresponden a quienes ocupan altas posiciones en la vida del país. La culpa la tienen quienes han torcido los caminos. La culpa la tienen, la de aquellos que cuando logramos que el petróleo no se continuara vendiendo al precio vil de dos dólares el barril, cuando se lograron precios de catorce dólares y más, la avalancha de dinero no esperada les rompió el corazón, les deterioró las conciencias, los llevó al camino del facilismo, de la riqueza fácil, y estuvieron olvidados de las necesidades del pueblo para buscar su propio interés.
Hoy estamos en un momento terriblemente difícil. El 4 de febrero, cuando yo hablé en el Congreso en relación al golpe militar fracasado, planteé que lo que me preocupaba más no era sólo el intento de quienes se habían salido de sus cuadros ordinarios para tratar de romper por la fuerza la situación establecida; que lo que más me preocupaba era que la población había estado indiferente y en gran parte más bien había mostrado simpatía por los alzados.
Esta manifestación de simpatía, que aquí se ve, estruendosamente, ¿qué representa? ¿Es que acaso ustedes pueden dar fe de que conocían antes a los cabecillas del golpe militar? ¿Es que ustedes pueden dar fe de que conocen a fondo el programa que ellos hubieran llevado a cabo? La gente ni conocía quiénes eran, ni sabía qué se proponían los que rompieron aquella situación que se hallaba para el 4 de febrero. El pueblo lo que estaba era exasperado por la situación actual. El pueblo está irritado contra la corrupción. El pueblo está gimiendo por el alza del costo de la vida, mientras hay sectores minoritarios que se están regodeando y exhibiendo impúdicamente su riqueza.
Frente a esa tremenda situación, a mí me corresponde decir: señores, ¡hay salida dentro de la democracia! Tenemos que luchar para no volver a la misma historia que no llevó a Venezuela, por cierto, a grandes niveles, sino que fue para todos nosotros situación de vergüenza.Yo nací en un país donde ya tenía siete años de instaurada una tiranía y cuando esa tiranía terminó iba a cumplir veinte años. Era una dictadura hermética, cerrada, cruel, avara. Por eso el sentimiento de la libertad es imposible que se arranque de mi corazón. Por eso, la institucionalidad democrática es fundamental para salvar la situación de Venezuela.
No temo en venir ante ustedes porque estoy firme en la convicción de que mi conducta ha estado siempre orientada por la rectitud y sobre todo por el amor a Venezuela. Pero les digo a ustedes, estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, profesores y alumnos de mi alma máter: ¡hay salida democrática y tenemos que luchar por ella!
Yo he pedido la renuncia del Presidente de la República, sin querer ofenderlo. Y la he pedido respetuosamente por la sencilla razón de que la voluntad del país no desea que él continúe al frente de su cargo, y él, como lo ha demostrado muchas veces, y como en cierto modo lo corroboró anoche en un programa de televisión, no está dispuesto a hacer las rectificaciones a fondo que el país está demandando en la hora actual. Sería patriótico, de parte de él, ese gesto de renunciación.
Y que no se diga que sería un salto en el vacío, porque el que deba llenar el resto del período constitucional puede ser una persona, un ciudadano de dotes de honorabilidad, en quién exista un acuerdo para que inicie esas rectificaciones, y para que pueda iniciar un verdadero proceso electoral, en que se renueven las instituciones y en que la legitimidad democrática se edifique de nuevo sobre la voluntad del pueblo.
Yo quiero decirles a ustedes. y es conveniente que me oigan, que la reforma general de la Constitución permite realizar una serie de cambios inmediatos, como es, por ejemplo, la introducción del referéndum popular, para que se puedan aprobar leyes injustas y para que no se pueda celebrar un tratado con Colombia sin que el pueblo lo conozca y lo ratifiquen previamente. Que se puede, de una vez, entrar a fondo en la reforma del Poder Judicial, para que los venezolanos puedan encontrar caminos verdaderos, y no artificiales, que los lleven a la convicción de que los jueces administran justicia y no son instrumentos de intereses políticos o económicos.
Son muchas las reformas inmediatas que se pueden hacer, y alguna es de especial importancia: una disposición transitoria en la reforma general de la Constitución puede acortar el período constitucional de los actuales titulares del Ejecutivo, del Congreso, de la Corte y de todos los órganos del poder nacional.
También la reforma general puede establecer la posibilidad de una Asamblea Constituyente, pero que no se nos ponga la asamblea como una dilatoria, que nos esperemos hasta que ella llegue, que podemos caer en una maniobra de distracción y el pueblo puede forjarse un espejismo, del cual saldría más decepcionado, más desilusionado y más frustrado que en las ocasiones anteriores.
Profesores y alumnos:
Mi mensaje esta tarde no puede ser, no debe ser para alentar acciones insurreccionales. Ese no es mi papel, dejaría de ser yo mismo. Traicionaría mi vida si viniera aquí por acto de demagogia a instarlos a ustedes a que se lancen aventuras descabelladas.
El mensaje que me corresponde traer, y los que tengan oídos que oigan, es que tenemos que buscar una salida democrática, presionarla, instalar en ella, crear opinión, crear una situación tal que los cogollos políticos que están controlando la vida del país no tengan más remedio que aceptar las demandas urgentes e indispensables que el pueblo de Venezuela está planteando.
En esa Venezuela, verdaderamente democrática. En esa Venezuela, que defienda nuestra soberanía, no sólo en cuestiones territoriales sino en cuestiones económicas y administrativas que son muy importantes. Esa Venezuela, en la cual, como lo dijo el Libertador, el bienestar general esté por encima de cualquier otro objetivo. Esa Venezuela que ponga el ser humano por encima de la riqueza. Esa Venezuela donde sea efectiva la libertad y la garantía de los derechos humanos, es la que tenemos que conquistar. A eso he consagrado nuestra vida y no hay cansancio para continuar luchando por ese ideal.
Y quiero decir algo más antes que concluir: creo que puede llegar, si somos sensatos, si abrimos nuestros cerebros a la reflexión, si abrimos nuestro corazón al bien de la Patria y de la Universidad, se puede lograr, se debe lograr, un entendimiento armónico entre el Estado y la Universidad; que el Estado no siga viendo en la Universidad un enemigo intratable; que la Universidad no siga viendo en el Estado un acoso, una persecución, una posición injusta e inaceptable.
Vamos a luchar por esto. Pero para eso, estimados amigos, tenemos que recordar que la Universidad es foco del pensamiento, es faro de reflexión, es laboratorio de ciencia; en que tenemos que poner esos intereses superiores por encima de pasiones, que en un momento dado pueden arrastrar multitudes, pero que son incapaces de construir la verdadera grandeza, el verdadero futuro de Venezuela.