Caracas. 4 de julio de 1994

Excelentísimo Señor Doctor

Rafael Caldera

Presidente de la República

Sus manos.

Excelentísimo Señor Presidente:

La noche del pasado Viernes 1º de julio, haciendo un alto en sus múltiples y trascendentes tareas, tuvo usted a bien acudir solidariamente a nuestro lado, para confortarnos en la pena. Sus palabras hermosísimas de consolación y de esperanza, dirigidas a mi padre y a la familia allí reunida, han quedado por siempre grabadas en nuestro recuerdo y en nuestro espíritu.

Innumerables y fehacientes testimonios de la más noble y generosa amistad he tenido el privilegio de recibir de usted desde mi adolescencia, acrisolados por su elevado magisterio intelectual y universitario. Pero este último memorable gesto suyo, ante un dolor tan inmenso, colma mi corazón hasta lo más hondo, de un sentimiento tanto más puro e intenso cuanto eterno.

Mi familia y yo suplicamos al Señor, con toda el alma, que lo bendiga a Usted abundantemente en el ejercicio de su soberana misión al frente de Venezuela.

Dígnese aceptar una vez más, Excelentísimo Señor Presidente, junto a Doña Alicia y toda su distinguida familia, en nombre de mi padre y en el mío propio, el testimonio renovado de nuestra amistad imperecedera, profundo afecto e infinita gratitud.

Que Dios le guarde muchísimos años,

(fdo) José Antonio Abreu