Alicia Pietri de Caldera. Foto: William Briceño.

Alicia de Caldera habla de su esposo

  • Me siento orgullosa de haber representado a la mujer venezolana.
  • Caldera es un hombre sumamente íntegro, recto, yo lo admiro profundamente.
  • Soy la esposa de un político, pero no soy una mujer política.

Entrevista realizada para la revista Dominical del diario Últimas Noticias por Amatitza Hernández, 20 de noviembre de 1983.

Frecuentemente, al hablar sobre la personalidad del Dr. Rafael Caldera, se hace referencia a su condición de hombre público, estadista vinculado a la historia política del país. De todos son conocidas las diversas actividades que en este campo ha desarrollado; no obstante, desde el punto de vista humano es menos lo que se conoce acerca del hombre Rafael Caldera. Por ello, la persona más cercana a él, que ha compartido gran parte de su vida, presenta y descubre en la intimidad de su hogar, las facetas de padre y esposo del expresidente y ahora candidato a la primera magistratura del país.

En su casa «Tinajero», la señora Alicia Pietri de Caldera, accedió cordialmente hablar sobre su esposo, dejando entrever a cada momento la admiración que siente por su compañero de tantos años.

Cuando lo conocí, yo no tenía aún 15 años; fue en una fiesta a la que asistí en representación de mi hermana mayor Corina, quien no pudo ir por encontrarse enferma. A petición de mi madre, que le gustaba cumplir con sus compromisos sociales, fui a disculpar a mi hermana ante las anfitrionas de la reunión y allí se encontraba Rafael Caldera, quien por cierto estaba enamorado  de una de las muchachas de esa fiesta. Recuerdo que cuando me lo presentaron, lo único que me dijo fue: ¿Dónde te tenía escondida Corina?

Nuestro noviazgo duró un año. Y añade Alicia Pietri: como padre, Rafael es amigo de sus hijos, siempre les ha dado libertad de acción, tanto es así que ellos mismos han seleccionado sus carreras profesionales, porque nosotros creemos que la vocación no puede ser coartada nunca. Es un padre cordial; prueba de esta cordialidad existente en la casa de la familia Caldera, es la de que sus nietos –8 en total– en lugar de abuelo lo llaman Caldera. Acerca de sus seis hijos, Rafael Tomás, Mireya, Juan José, Alicia Helena, Cecilia y Andrés, la señora Caldera como buena madre comentó que su primer aporte a la patria fue traer al mundo «seis venezolanos más».

Como esposo es increíble –lo dice con satisfacción y orgullo–. Me casé jovencita y me tocó adaptarme al tipo de vida un tanto agitada que él levaba, puesto que ya era diputado.

¿Entonces la primera etapa de su matrimonio fue difícil?

Yo creo que siempre hemos tenido una vida difícil, porque ha sido una existencia de vocación permanente al servicio del país, lo cual requiere grandes sacrificios, y éstos no fueron sólo míos, sino de los dos, dado que por sobre todas las cosas el objetivo principal siempre lo constituyó el país.

Su principal defecto es su excesivo amor por Venezuela

Si tengo que hacer un balance de sus defectos y virtudes –prosigue Alicia de Caldera– yo diría que su principal defecto, si es que puede llamarse defecto, porque no lo considero como tal, es su excesivo amor por el país, motivo por el cual ha llevado una vida de sacrificios, cárceles, trabajo permanente y exilio. Durante todos estos años, nosotros, su familia, hemos estado a su lado y por consecuencia sufrido también estas penalidades. Así mismo, su preocupación por Venezuela se ha puesto de manifiesto en todo momento, su tesis de grado estuvo dedicada al trabajador venezolano, bajo el título de Derecho del Trabajo, basada en las mejoras de la Ley del Trabajo para los obreros.

Respecto a sus virtudes, es un hombre sumamente recto, íntegro, yo lo admiro profundamente porque su vida y sus acciones están de acuerdo con lo que predica y eso yo lo llamo honestidad.

¿Cuáles son sus aficiones?

Te diré que su premisa ha sido trabajar y trabajar, pero no obstante, le gusta mucho jugar dominó, también bolas criollas, ping pong, billar y bowling. Otra de las facetas del doctor Caldera es la de ser un gran bailarín, según su esposa, tiene buen oído y nos confesó que baila a la perfección el joropo y el tango.

¿Dónde van en sus vacaciones?

A Caldera le encanta la playa al igual que a mí, pero en época de vacaciones solemos ir a la Gran Sabana. Es maravilloso estar en contacto con la naturaleza, con la gente de la región. También vamos a Camurí, dado que hace dos años adquirimos un apartamentico en esa zona.

Otra de sus aficiones es la lectura, lee de todo, es un hombre muy estudioso y pasa largas horas en la biblioteca, lugar que él llama «su territorio». En efecto, la biblioteca del Dr. Caldera la conforman un sin número de volúmenes reunidos a lo largo de muchos años.

¿Mantiene siempre esa imagen pasiva que lo caracteriza?

Él es muy sereno y casi nunca se sale de sus casillas. Claro está que cuando se molesta es un hombre muy firme y de carácter. Los dos tenemos caracteres diferentes, por eso somos un buen matrimonio, teniendo en cuenta la ley de la compensación.

¿Usted parece ser la que lleva la voz cantante?

No, nosotros somos un matrimonio que nos llevamos bien: unas veces cede él y otras veces cedo yo. Además, yo creo que la felicidad de un matrimonio es dar y recibir, recibir y dar, si no, no se puede ser feliz.

Alicia Pietri de Caldera y la periodista Amatitza Hernández. Foto: William Briceño.

Yo soy su gran crítica

¿Aceptó desde el principio sus ideas políticas?

Yo era demasiado joven, y es muy fácil cuando se quiere a una persona adaptarse a su manera de ser y eso ha sido una de las cosas que ha contribuido a la felicidad de nuestro matrimonio. A pesar de mi juventud, yo me amoldé a la situación. Yo no soy una mujer política y eso siempre lo he dicho; soy la esposa de un político, lo cual es diferente. Tengo mi propia personalidad y me considera su mayor crítica. Tras una pausa, Alicia de Caldera agrega: he aprendido a querer a mi país a través de un hombre que vibra y vive sus problemas, por eso, aunque no sea una mujer política, se siente esa política intensamente al compartir con un hombre que lo está dando todo en ese campo, y eso te hace ser solidaria.

Siempre he dicho, y lo repito, que respeto mucho a las dirigentes y activistas femeninas del partido, porque son personas que han dedicado su vida y su esfuerzo a la lucha política y no es justo que porque se sea la mujer del líder, pases por encima de personas que colaboran activamente. Las apoyo, las respeto y las ayudo en lo que sea posible.

 ¿Durante su período como Primera Dama de la República hubo momentos que afectaran la relación familiar debido a las obligaciones de ambos?

Yo diría que lo que se produjo fue una modificación en las costumbres familiares. Era necesario tener en cuenta que dado el cargo de Rafael, él se debía primero al país y luego a la familia. Afortunadamente, cuando nosotros llegamos a la presidencia, nuestros hijos eran grandes: Andrés, el menor, tenía catorce años, y ellos pudieron entender perfectamente que había una situación a la cual era preciso ajustarse. Sin embargo, siempre se mantuvo entre nosotros una cohesión, así cuando el presidente no tenía algún domingo actividades de tipo político, hacíamos nuestra mesa familiar y allí planteábamos nuestros problemas e inquietudes.

¿En ocasiones el Dr. Caldera acude a usted para consultarle o pedirle consejo?

Con frecuencia me pide mi opinión en ciertos temas, de ahí que me califique como su gran crítica.

En una cosa sí tome una decisión, pero por consenso familiar, ya sabes que esta casa es una república democrática. Yo propuse el nombre de la casa: «Tinajero». Nosotros vivíamos en una casa en Sabana Grande, llamada «Puntofijo», desde que nos casamos. El terreno era de mi suegro; allí construimos una casita con un crédito del Banco. Figúrate que como la hipotecamos seis veces, decíamos que como era una hipoteca de sexto grado ya iba para bachillerato. Allí, en esa casa, se firmó el célebre Pacto de Puntofijo. Más tarde se vendió la casa y al construir la nueva, al ponerle el nombre, yo recordaba que cuando era pequeña en mi casa de Caracas me dormía oyendo la gotita de un tinajero, algo ciertamente refrescante, musical y muy típico venezolano, y por eso ahora la casa se llama «Tinajero».

¿Cómo es un día en la vida del Dr. Caldera?

Todos son diferentes, pero lo que sí hace sistemáticamente cada mañana al levantarse es, en primer lugar, ejercicio, leer la prensa y oír las noticias de la televisión, después todas las actividades que tenga programadas.

Toda su vida le ha gustado la docencia

Caldera es un hombre muy estudioso. Algo que le ha gustado fundamentalmente toda su vida ha sido la docencia. Por muchos años fue profesor universitario, y precisamente él se sacrifica de esta actividad por la política.

¿Deseó en algún momento alejarse de la política para dedicarse a su profesión?

Nunca le he oído expresarse al respecto. Para Rafael, la política no es una afición, para él la política es una vocación, pero no una vocación por la política en sí, sino por la política como un instrumento para… un instrumento en el lograr mejoras para el pueblo y para el país en general. No puede planteársele a Caldera el hecho o la pretensión de abandonar la lucha y ejercer su profesión, aun sabiendo que la misma repercutiría en su beneficio, pero hay que señalar que por esa vocación de servicio a Venezuela ha abandonado la posibilidad de vivir cómodamente, y él ocuparse de sus estudios y de sus clases, en pro del firme propósito de llevar al país a niveles superiores de desarrollo.

En su opinión, ¿cuál fue el momento más difícil para el Dr. Caldera durante su período presidencial?

Fue muy duro llevar a cabo el allanamiento de la Universidad Central, como también mantener una posición de firmeza respecto a un avión cuyos secuestradores amenazaban con volarlo si no se ponía en libertad a presos acusados de graves delitos. Fueron realmente momentos difíciles en los cuales demostró tener un gran valor.

Siendo usted Primera Dama, ¿cuál fue el momento más difícil y el más feliz durante ese período?

El comienzo estuvo marcado por una nota triste. Mi madre murió el 23 de diciembre de ese año repentinamente. Así mismo, fue el inicio de una vida distinta. Es de señalarse que el papel de la Primera Dama es duro, es estar expuesta al público constantemente. Pero, a pesar de ser un papel difícil, está lleno de momentos gratos. Una de las osas de la cual me sentí muy orgullosa fue la de representar a la mujer venezolana. Me esmeré, me esforcé en hacerlo lo mejor posible. ¿Momentos felices? Muchos. En la vida familiar fue la época en que nacieron mis dos primeros nietos, y como Primera Dama mi labor con los niños del país, por los que siento verdadera pasión.

La gente recuerda con cariño los programas que usted realizó al frente de la Fundación Festival del Niño. ¿Cuál de ellos le ha brindado mayor satisfacción?

Cada uno por lo que representó. En primer lugar, el Plan Vacacional, por su magnitud. Considero que fue uno de los programas más grandes de la Fundación. Se movilizaron 105.000 niños de todas las regiones del país y para ello tuve el apoyo de las Fuerzas Armadas, así como un sin número de voluntarios. Por otra parte, el programa de televisión «Sopotocientos», donde el niño aprendía divirtiéndose. Yo soy una enamorada de la recreación educativa, por eso el Museo de los Niños fue mi obsesión después que salí de la presidencia. Puedo nombrar también «Páginas para Imaginar», entre los más destacados, pero todos fueron valiosos, lamentablemente se suspendieron. El único que queda, y que fue creación mía es el llamado «Día del niño hospitalizado», dedicado a estos niños impedidos de movilizarse a los lugares de recreación.

Para la señora Caldera, el Museo de los Niños es como su séptimo hijo:

Soy poco modesta cuando hablo del Museo, porque tengo un equipo humano maravilloso. Fue un proyecto desde hace más de nueve años y hoy, gracias a Dios es una realidad.

Portada de la revista Dominical, del diario Últimas Noticias, del 20 de noviembre de 1983.