El Presidente Caldera

Por Simón Boccanegra

Caldera fue uno de esos pocos venezolanos que llenaron la segunda mitad del siglo XX. Su larga carrera política se extendió, como protagonista de primera fila y sin solución de continuidad, desde mediados de los cuarenta hasta terminar su segundo gobierno, más de media centuria después. Fue de los arquitectos y constructores de una democracia que, con sus luces y sus sombras, echó raíces tan profundas en nuestro suelo que todavía sobrevive, a pesar del empeño puesto en asfixiarla. ¿Cometió errores? Sin duda. ¿Quién no? Pero hay rasgos sustantivos de su personalidad política y de sus gobiernos que es imposible desconocer y que hicieron de él el estadista que fue, uno de los líderes fundamentales de Venezuela. Su autoridad política permitió al país sortear sin traumas la difícil coyuntura creada por la sucesión de eventos que arrancó con el «Caracazo» y terminó con el defenestramiento de CAP, pasando por los dos golpes militares, que abrieron una crisis de impredecibles consecuencias en las FAN. El más polémico de sus actos de gobierno, el indulto a Chávez, fue crucial para desmontar aquella bomba de tiempo de mecha muy corta. Antes, todavía sin encargarse, en audaz movida, había destituido a todo el Alto Mando, envuelto en la sospecha de una conspiración golpista, cosa que es necesario recordar para comprender la siguiente determinación.

Sólo una infinita imbecilidad y superficialidad pueden ver en aquellas decisiones, que estabilizaron a las FAN y al país, y facilitaron un tránsito pacífico a una nueva etapa de nuestra historia, la responsabilidad de que el beneficiario de la segunda sea hoy el Presidente. Como si todo el establishment político, económico y mediático, amén del pueblo, no hubieran planteado y luego aplaudido la medida, pensando, algunos, que iban a poder «sobornar» a Chávez, tal como el propio Caldera no dejó de apuntarlo en cierta ocasión. Fue también su sereno don de mando lo que permitió hacer frente a la caótica situación económica causada por el colapso del sistema bancario y por el brutal descenso de los precios del petróleo.

Ya se ha olvidado que la política económica de aquel período fue tan exitosa que Chávez, en un arranque de lucidez, la mantuvo, con la ministra de Caldera, Maritza Izaguirre, al frente de Hacienda, durante sus primeros nueve meses. Sin embargo, más allá de las circunstancias políticas y económicas, que son contingentes, su integridad personal, que define un carácter, sobresale paradigmáticamente en este país de moral delincuescente.

Paz a sus restos.