La serenidad de Caldera
Artículo publicado en el diario La Esfera, el 12 de noviembre de 1958.
Rafael Caldera es el único candidato presidencial que llevó varias veces cárcel con la tiranía perezjimenista. Rafael Caldera es el único candidato presidencial que estuvo preso en los sótanos de la Seguridad Nacional. Rafael Caldera es el único candidato al cual la Seguridad Nacional le tiró una bomba en su hogar, amenazando su vida, la vida de su esposa, y la vida de sus menores hijos. Rafael Caldera es el único candidato que soportó con una serenidad ejemplar el hostigamiento diario, minuto a minuto, de la Seguridad Nacional, sin ceder a la táctica perezjimenista: obligar a Caldera, por su propia voluntad, a irse del país. En esa táctica la dictadura perezjimenista le tenía día y noche camioneta y motocicleta atrás; amenazas directas en los llamados al Ministerio del Interior; llamadas anónimas a medianoche. Guerra psicológica. Guerra de nervios. Rafael Caldera venció a la dictadura con su serenidad. La tiranía tuvo que hacerle lo mismo que a los demás dos grandes dirigentes: expulsarlo del país.
Si Pérez Jiménez hubiera seguido mandando, Rómulo Betancourt seguiría, con el decoro que siempre tuvo trabajando en contra de la dictadura, porque no cesó ni un momento de luchar tenazmente contra la tiranía. Si Pérez Jiménez siguiera en el poder, Rafael Caldera estaría todavía en el exilio, con su poderosa inteligencia y su recia voluntad, luchando con sus compatriotas contra la dictadura.
Rafael Caldera y Rómulo Betancourt conocen de cárceles, de persecuciones, de destierros, de lucha diaria y tesonera. Algunos de los adversarios de Caldera propiamente no conocen de esas cosas. Algunos de los que hoy critican a Caldera no pusieron pie en los recintos carcelarios de la tiranía, sino que ponían pie en las casas de los caimacanes del tirano para actos sociales, los actos políticos donde se encumbraban y se hacían negociaciones bajo el despotismo. Algunos de los que hoy atacan a Rafael Caldera deberían repasar un poquito su memoria para verse desasistidos de autoridad para querer situar a Caldera en posiciones en que propiamente se encuentran ellos.
Rafael Caldera es un político de una excepcional serenidad intelectual y emocional. A diferencia de otros que sonríen en público y son déspotas con sus subalternos; a distancia de otros que para consumo externo son propagandistas de dentífricos y que en sus relaciones privadas son de cuerpo entero la personificación de lo atrabiliario.
Rafael Caldera tiene una excepcional serenidad intelectual. Su profunda inteligencia no es perturbada por el efectismo o realismo de acciones corrientes. Cuando ha tenido que afrontar una situación lo ha hecho sin cuidarse del tropelío de los que opinan de modo contrario. Su gran serenidad intelectual es una de las ventajas políticas de Rafael Caldera. Por eso cuando Caldera habla existe un interés público por escucharlo. Caldera siempre dice bien las cosas y sabe decir lo que sobre el problema o materia haya necesidad de decir. Sus actuaciones en la televisión son extraordinarias, no sólo por la calidad de sus intervenciones sino por el amplio radio de sintonía que tienen sus programas. Todos los jueves a las diez de la noche, en miles y miles de hogares, de botiquines, y en todos los sitios donde la preocupación política tiene asiento, se sintoniza Radio Caracas Televisión para escuchar a Rafael Caldera.
Rafael Caldera posee una gran serenidad emocional. No se altera ni por las imputaciones calumniosas de los demás. Ni siquiera cuando la desfachatez oportunista se reencaucha con la democracia, para no perder las posiciones sobresalientes que dicha desfachatez oportunista tuvo con la tiranía.
Rafael Caldera pronunció una de sus mejores charlas en la semana pasada, denunciando serenamente, con una fría serenidad de antemano examinada, aspectos que pueden causarle peligro a la vida nacional. Al terminar la charla recibió felicitaciones de los presentes, entre otros del intelectual Juan Liscano, quien consideró necesaria y feliz la intervención, para ponerle coto a la demagogia. Sobre el particular, «El enemigo de la democracia: la demagogia», escribió un brillante artículo el intelectual independiente Juan Liscano, de lo más decidor que se ha podido escribir últimamente. La demagogia es el revés de la serenidad: son demagogos los iracundos y los violentos, los vacíos y los que pierden la cabeza ante una multitud ante la cual no están acostumbrados a hablar, o los que pierden la cabeza cuando los aplauden con claqué y con ruido.
El que quiera aprender, por muy viejo que se encuentre en lides de política, debe tratar de imitar la serenidad intelectual y emocional de Rafael Caldera.