Rafael Caldera durante una charla televisada en Radio Caracas Televisión. Tomada del vespertino El Mundo, sábado 9 de agosto de 1958

Vamos a hacer sólida y estable nuestra democracia

Charla de Rafael Caldera, transmitida por Radio Caracas Televisión (RCTV), el 15 de mayo de 1958. 

La idea de este programa surgió de conversaciones realizadas entre algunos amigos interesados en encauzar positivamente la actualidad venezolana. Radio Caracas Televisión se manifestó desde el primer momento dispuesta gustosamente a cooperar, y henos aquí disfrutando de su tiempo sin interés económico alguno para la Estación y sin patrocinador comercial.

Se ha programado una serie aproximada de unas 16 charlas. No podemos llamarlas conferencias porque ni el tiempo, ni el tono, ni la forma como ha sido previsto el programa, quiere darle demasiada formalidad. Unas 16 charlas que se realizarán los días miércoles y viernes de cada semana, y la duración de cada una de ellas será aproximadamente de unos doce minutos, de modo que no podemos darnos el lujo de fatigar a los oyentes.

Me ha correspondido la honra de iniciar el programa. La próxima estará a cargo de Rómulo Betancourt, la siguiente a cargo de Jóvito Villalba y luego participarán en el programa también algunas personalidades destacadas de otros sectores de nuestro mundo político.

La idea fundamental es hacer un programa repartido, en que naturalmente por razones históricas, los programas políticos nacionales tomarán la parte principal. Están previstas unas cuatro charlas de cada uno de nosotros tres: de Villalba, Betancourt y mías, y las otras cuatro charlas se repartirán para completar la variedad del programa entre expositores correspondientes a otras tendencias.

La razón de este programa es interpretar una verdadera necesidad nacional. La gente quiere orientación. La gente considera indispensable que se le expliquen los problemas políticos fundamentales. Se reclama incluso, a los partidos y hay quienes piensan que la tregua política y la unidad, que se presta para tantas interpretaciones, significan una así como renunciación de los partidos políticos a cumplir su función primordial, su función básica, que es la función de orientar, vigorizar y canalizar las expresiones del alma popular.

Mucha gente nos ha preguntado muchas veces, ¿qué es eso de la unidad? ¿Qué significa lo del candidato único? ¿Hay acaso la posibilidad de un nuevo plebiscito estilo Pérez Jiménez? o ¿es que acaso los asuntos de la nación se van a cocinar como en retortas en las antecámaras de los partidos políticos?

No hay nada de eso. En verdad, hay una tregua. Hay la idea, la convicción profunda de que tenemos que buscar puntos de convergencia para darle una base sólida, un equilibrio constructivo a esta nacionalidad democrática que estamos iniciando y que queremos que no se resuelva en un ensayo pasajero. Hay cierta prudencia en esgrimir consignas propias de cada uno de los partidos, por el temor de crear situaciones conflictivas que puedan ser aprovechadas para destruir, para apartar la vista de ese objetivo fundamental. Pero los partidos están trabajando más que nunca. Se están preocupando más que nunca por organizar sus cuadros. Están más que nunca convencidos de que la actividad de un partido político no reside esencialmente en hacer reuniones mitinescas y trasmitir consignas más o menos esteriotipadas a través de discursos altisonantes, sino en organizar la fuerza que canalice la expresión en los diversos sectores de la vida nacional.

Precisamente ayer, poco después del bochornoso, lamentable incidente del Panteón -que no debió verdaderamente ocurrir- nos encontrábamos en la Embajada Americana, donde habíamos sido invitados para una conversación informal, en medio de un almuerzo, un grupo de dirigentes políticos venezolanos. Estaban Betancourt y Villalba, Arturo Uslar Pietri, Julio Diez y Luis Gerónimo Pietri. Estaban dirigentes de Integración Republicana, como Isaac Pardo y Elías Toro. Estaba Miguel Otero Silva. Estaban un grupo de directores y representantes de los periódicos, y se realizó, con las dificultades inherentes a aquel clima difícil, una conversación en la cual se le hicieron una serie de planteamientos sobre la situación del país al Vicepresidente Nixon de los Estados Unidos de América. Desgraciadamente, el atentado incalificable que se había cometido nos quitaba un poco de libertad, de cancha, para hacerle los planteamientos con toda la crudeza con que hubiéramos querido hacerla, si el proceso de la visita se hubiera desarrollado en forma normal.

Ahora, cuando ya la conversación derivaba hacia un clima más o menos normal, el señor Nixon tuvo una expresión que me parece llena de interés y que explica la idea de este programa: le hablábamos nosotros de cómo en tiempo de Pérez Jiménez era un delito hablar de los problemas del país, el que decía que en Venezuela había problemas era enemigo del régimen. Tenía que aceptarse como verdad oficial que éramos el país más dichoso de la Tierra. Y algo más grave: le hicimos creer a los norteamericanos y le hicimos creer al resto del mundo que éramos tan ricos que nos sobraba el dinero y no sabíamos en qué gastarlo, que andábamos buscando las aventuras más descabelladas para invertir un dinero que no teníamos cómo emplear.

Le decíamos al señor Nixon que era un error básico y fundamental: Venezuela, con todo el dinero de que se habla y que nos ha hecho nuestra fama de nuevos ricos en el mundo, no tiene suficiente para atender al remedio de sus más elementales y urgentes necesidades. Para hacer que nuestro pueblo viva medianamente como un pueblo bien acomodado, para que coma lo esencial y para que tenga los rudimentos básicos de la educación primaria, tenemos que gastar cantidades de dinero que no existen en las disponibilidades del tesoro público. Y el señor Nixon nos decía esta frase, que verdaderamente es digna de aprovecharse en su sentido, «Es verdad, la Dictadura entierra los problemas. La democracia los saca a la luz. Y los problemas se ven más grandes, pero la misma magnitud de los problemas, que es la angustia de la democracia, es el precio que nos cuesta la libertad».

Pues bien, en Venezuela está ocurriendo eso. Los problemas que no existían ahora se ven. Los obreros que estaban acumulando rencor, amargura, por tratos diferenciales que a veces eran verdaderamente irritantes, no aparecían a la luz pública, estaban cocinando su angustia dentro del silencio. Ahora sus reivindicaciones aparecen. El desempleo, el hambre, la improvisación, los errores de la administración, todos están a la vista del público, y mucha gente se asusta y dice: la democracia parece impotente para resolver estos problemas. No es cierto. Tenemos que ser optimistas. Tenemos que traer a nuestro país los problemas y presentarlos. Tenemos que hablarle con llaneza y con sinceridad a nuestro pueblo, y decirle que hay conciencia plena de las dificultades del país, pero que el país puede superarlas y debe superarlas en un clima de libertad, que la libertad, lejos de ser un obstáculo para la resolución de esos problemas, es un factor que nos debe ayudar para enrumbar a nuestro pueblo definitivamente.

Con esa idea de orientar surgió este programa. Yo me voy a limitar esta noche a hacer esta exposición introductoria. Para el momento en que el programa se inició, parecían en el país las cosas todas normales. Hoy estamos bajo la impresión dolorosa de los acontecimientos de ayer. ¿A dónde nos quisieron llevar los que provocaron los disturbios de ayer? ¿Qué objeto tenía provocar la medida, que líderes de la oposición norteamericana han calificado de desdichada y de errónea de juicio del Presidente Eisenhower, de movilizar unidades de la fuerza norteamericana para proteger la vida del Vicepresidente Nixon? Nosotros comprendemos el estado de ánimo en que Eisenhower pudo encontrarse con las noticias de Caracas.

Pero, lamentamos profundamente aquella determinación y damos gracias a Dios de que no haya pasado de allí, porque el desembarque de tropas extranjeras de cualquier nacionalidad en nuestra patria, nos habría encontrado a todos los venezolanos como un solo hombre, en un sacrificio, en una inmolación ciega y loca, pero fundamental en la defensa de la nacionalidad.

Pero, ¿qué buscaban los que plantearon esa situación? ¿Qué buscaban desde el punto de vista internacional? ¿Qué pretendían desde el punto de vista interno? ¿Es acaso la democracia impotente para evitar estos inconvenientes? Y nosotros venimos a decir aquí y a repetir: la democracia no es impotente, la libertad no significa patente de corso para que se traten de aprovechar circunstancias y para reemplazar la opinión por el motín callejero. La democracia es un régimen de opinión organizada. La democracia tiene sus organismos defensivos, sus canales de expresión, y el motín se reprime con conciencia y con energía, lo mismo en un régimen democrático o con mayor eficacia que en un régimen de fuerza. Eso tenemos que decírselo al pueblo, para que sepa que los partidos no estamos propiciando alharacas, para que sepa que cuando pedimos la libertad no estamos pidiendo que el pueblo se desborde de sus cauces o que cualquier gritón, o que cualquier elemento interesado, bajo la capa de la unidad, quiera servir intereses determinados, que no son los intereses del país.

Si se habla de unidad, y yo tengo plena conciencia de la unidad como hecho fundamental, es unidad en los aspectos básicos. Tenemos que coincidir en una aspiración: vamos a hacer sólida y estable nuestra democracia. Vamos a salvar definitivamente este clima de libertades de que gozamos. Para ello es necesario que se despojen muchos grupos de consignas sectarias, que se admita una necesidad nacional: la necesidad de salvar este ambiente de libertad.

Queremos aquí contribuir, pues, a levantar el optimismo de nuestro pueblo, a que no se tenga miedo del uso de las libertades, porque el uso de las libertades debe mantenerse dentro de los justos límites de todo país civilizado. La democracia existe en muchos pueblos que garantizan respeto a sus visitantes, que garantizan respeto a la expresión de todas las ideas, aún las más adversas. Y en Venezuela la podemos lograr, la debemos lograr. Estamos empeñados en lograrla.

Hemos sufrido mucho. Tenemos fresca la lección de la experiencia. Vamos a aprovecharla. Y estamos seguros de que en esta tarea, a los que hemos asumido la responsabilidad de dirigir sectores de opinión, nos acompañarán, no sólo nuestros grupos partidistas, sino la actitud decidida y resuelta de toda Venezuela.