El Congreso Uneista
Discurso pronunciado por Rafael Caldera en el acto inaugural de la Unión Nacional de Estudiantes, el viernes 20 de enero de 1939.
Señores:
La emoción con que en este momento declaro solemnemente instalado el PRIMER CONGRESO NACIONAL UNEISTA no es de retórica, sino de realidad vivida. No puede oírse con indiferencia esa llamada, una y múltiple, de esta Venezuela que bulle en pechos jóvenes y dispuestos. De esta Venezuela anhelosa de brotar, restañando la costra seca que dejó la inclemencia de vendaval siniestro.
Una y múltiple voz. Una, porque la juventud que la lanza tiene un solo ideal y un solo corazón para amar a Venezuela y sacrificarse por ella. Múltiple, porque el eco de diferentes tonos ha sido el resonar de diversos rincones de la Patria, viva en cada una de sus regiones, en el dolor de su provincia, en la esperanza renovada de un futuro de bien y de gloria.
Cada una de esas voces que ha marcado una reafirmación en el trabajo y en la lucha, ha refrendado una noción vivida de venezolanidad. Esta conjunción de delegados trae la palabra auténtica de quienes en cada lugar venezolano se dan sin reservas a la labor. Pero sobre todo significa que hay compenetración en la idea, en el sentimiento y en la acción. Que Venezuela vive en todas y cada una de las porciones de nuestro territorio y que éstas, al sentir su vida y sus necesidades, sienten la vida y las necesidades de Venezuela entera.
Aquí está Venezuela, señores, Venezuela que es una ansiedad de revalorización desde el pasado y de renovación hacia el futuro se levantó de un golpe al sentir su propia llamada. Breve y sincera la palabra de cada uno de los que aquí han hablado en representación de sus delegaciones respectivas, ha sido como cada nota de una diana que anuncia el despertar de algo distinto.
De algo nuevo. De algo que se trabaja con tesón construyendo con granítica base sobre corazones que no ha atacado la polilla. Universitarios de todas las Facultades, estudiantes de bachillerato, mostrando con satisfacción diferencias de edades o de estudios; ciudadanos de todos los lugares matizando con legítimo orgullo la expresión por la tonalidad característica de su solar natal, son voceros de un ideal de Patria Auténticamente Libre, Grande y Fuerte, que no ha de decaer un momento.
Horas de profunda angustia determinaron el nacimiento de UNE. Aquí y allá, núcleos pequeños pero decididos y compactos enarbolaron su estandarte. Un solo ideal, el de la Patria, logró el milagro de la unión inmediata de quienes vivían en lugares distintos y carecían de nexos personales. Hoy, cuando casi tres años de ruda lucha ofrecen el haber de un pensamiento uneísta claro y firme, tiene que ser aquel mismo ideal proclamado como estrella polar del movimiento.
Por eso las juventudes uneístas gritan a una: ¡Arriba Venezuela! Por sobre sinsabores y dificultades, por sobre la arremetida brutal o la trampa falaz y dulzona; por sobre resquemores o traiciones: ¡Arriba Venezuela! Venezuela arriba de todo, y siempre más arriba. Más arriba, cuando en el pulmón agonizante no quede sino una miseria de oxígeno. Y después, todavía más arriba, porque es grito que encarna ideal del espíritu y el espíritu vive más allá de la muerte.
A la sombra del ideal de Venezuela, UNE ha venido elaborando una doctrina que resume su pensamiento. UNE, como en otra ocasión lo he expresado, no quería ni podía reducirse a un papel negativo. Combatir contra algo no podía ser la única consigna. Queríamos actuar y afirmar. Venezuela es algo positivo que reclama labor positiva. Nuestro «anti» no era el motivo único.
Ni siquiera la razón primordial. Fuimos y somos anti-marxistas porque afirmamos como verdad motriz la de la Patria, con su territorio y su pueblo, con su tradición y su gloria, con su espíritu, con su religión y su raza. El marxismo es la negación de nuestra idea matriz y de ahí que la significación de nuestra lucha ha sido preponderantemente anti-marxista. Pero no es pues, por combatir el comunismo por lo que levantamos la consigna de la Patria. Fuimos abiertamente contra aquel sistema, precisamente porque creímos, creemos y seguiremos creyendo decididamente en Venezuela.
De ahí la necesidad de hacer cristalizar el ideario que se ha venido elaborando en la vida de UNE. Sin contradicciones, él se ha ido plasmando en nuestra acción y en nuestra propaganda. Es ya el momento de darle forma definitiva. Para hacerlo concurrimos representantes de todas las partes de UNE. Representantes que son los luchadores auténticos de sus respectivas secciones. Los que tienen la experiencia del combate difícil y de ella han sacado más coraje y más fe.
Eso será, señores, el Congreso de UNE. Una jornada de trabajo efectivo, para dar forma a las ideas que inspiran nuestra preocupación venezolanista, y para trazar más definitivos programas de acción. Previsto desde la fundación de UNE, reiterado en los Estatutos que aún rigen a nuestra Asociación, vuelto a afirmar en nuestro primer libro de afirmación uneísta, el primer Congreso Nacional Uneísta es la coronación lógica y normal de una etapa. No es una improvisación acalorada ni venimos aquí en son de elementos disgregados, quizá contrapuestos que pretenden embarcarse en un mar de discusiones estériles. Es la solidarización de una labor, el resumen de una experiencia, la concretación de una idea fija y persistente: Venezuela.
Congresantes venidos de las principales regiones de la República, que bien pueden atribuirse sin jactancia la representación de una idea nacional, han venido a convivir estos días de Congreso. De una amistad cimentada sobre ideales y sentimientos comunes, caldeada en una jornada de acción, habrá de surgir más efectiva compenetración. Se adquirirá un nuevo y poderoso estímulo para otra etapa de la cuesta.
Desde este momento, el primer Congreso Nacional Uneísta se entregará de lleno a su labor. Será trabajo en su mayor parte silencioso, sin ruidos disonantes. Pero hoy hemos querido venir ante ustedes, que nos han hecho el honor de su presencia y en quienes vemos representado el pueblo todo de Venezuela, para afianzar nuestra intención.
En esta tarde, profundamente emotiva venimos a garantizar firmemente que nuestra labor será la prosecución de los legítimos ideales del estudiante venezolano. Cuando abordemos, pues, la determinación de nuestra actitud ante los problemas educacionales lo haremos como estudiantes –fieles a una tradición que ha sabido ser gloriosa– y como venezolanos –deseosos de bien para la Patria–. Cuando fijemos nuestra posición ante los «problemas sociales» mantendremos el mismo criterio que sin griterías ni demagogias hemos sostenido en todo instante. Justicia Social reclamamos. Justicia Social efectiva, de realizaciones que transformen la precaria condición económico-social del trabajador venezolano. Pedimos para el proletariado mejoramiento y atención. No sólo en su condición material, sino en la intelectual y moral. Pedimos que se le redima de la miseria; también que se le eduque. Que se le ofrezca un ambiente de valores morales en que aprenda a amar una familia y a sentir una patria. Reafirmaremos nuestra posición de defensa de los derechos del trabajador, que deben serle garantizados efectivamente. Pero además pedimos al trabajador una cosa: que por sobre sus personales intereses coloque los intereses sagrados de la Patria.
Queremos que por sobre la solución bárbara y marxista del odio, se coloque la solución del acercamiento e integración de las clases sociales, mediante una acción positiva del Estado que le de justicia a quien se debe. Nuestra justicia social es una justicia de realizaciones de solidaridad, ¡de Patria! Cuando fijemos la posición ante los «problemas internacionales» defenderemos la firme concepción nacionalista de Venezuela integrada en un decidido ideal iberoamericano.
Cuando abordemos, en fin, el cuarto de los grupos de temas que tratará el Congreso, es decir, «Estructuración y proyecciones del movimiento Uneísta» dejaremos la base definitivamente echada. Pero también ratificaremos un concepto que hemos preconizado: UNE no es, ni puede ser en el concepto de cada uno de nosotros, ninguna alianza transitoria. Es un compromiso para toda la vida. Y permitidme, señores, al llegar a este punto el desahogo de una intensa emoción personal.
Esa frase que dije otra vez quiero decirla nuevamente ahora, cuando terminada mi carrera, mi papel de estudiante toca a su fin definitivo: UNE es un compromiso para toda la vida, repito hoy con la conciencia del que ya se va y con el recogimiento religioso del que acaba una jornada. Fieles seremos al ideal que ha guiado nuestro movimiento y que nos tiene congregados en este recinto. Fieles al concepto de la Patria Auténticamente Libre, Grande y Fuerte, que ha sido el señero de la marcha de la UNE. Fieles a la solidaridad Uneísta, que ha constituido la consigna fundamental. Fieles al cúmulo de sentimientos y de aspiraciones que simboliza ese triángulo amado, resumen de una vida vivida intensamente, semilla de Venezuela Nueva que hemos cultivado arriesgándolo todo y que hoy se levanta, germinada en arbusto, en conquista vertical del infinito.
Señores:
El primer Congreso Nacional Uneísta está aquí, cabe el espíritu del Libertador. Sus propósitos pueden sintetizarse en eso: vivir a Bolívar. Queremos reivindicar el espíritu del venezolano cien por cien que si supo llevar a toda costa una guerra increíble por lo prodigiosa, supo también sacrificarlo todo por el deseo frustrado de hacer de su Patria un pueblo sano y fuerte, grande, justo y feliz. Nuestro Bolívar no es el simple héroe de los ditirambos: es el ser intensamente humano que sintió el dolor de la traición, que abominó –son sus propias palabras– contra «la hipocresía y la maldad de los señores demagogos» y que en momentos de intensa amargura exclamó: «Del desvío de los sanos principios ha provenido el espíritu de vértigo que agita el país».
En más de un siglo de vida independiente, mientras ha traicionado la idea bolivariana, se ha fabricado un Bolívar desvinculado de la realidad nacional; se ha ahogado en un mar de palabras lo que del pensamiento y la voluntad de Bolívar podía y debía servir de fuerza viva para la reedificación de Venezuela. Nosotros queremos reaccionar contra aquella tendencia. Aquí nos tenéis, pues, deseosos de recoger la ambición patriótica del Padre de la Patria. Dispuestos a sentir y a vivir un Bolívar integral, además de grandioso en sus hechos, profundamente venezolano en sus anhelos.
Que sea él, –Bolívar– espíritu más que ditirambo, guía y protección para este impulso de juventud que anhela construirle un pedestal de robusta realidad venezolana.
¡Arriba Venezuela!
Rafael Caldera