Y se nos fue Rafael Caldera
Por Isa Dobles, periodista y escritora
Este 24 de diciembre, de madrugada, se fue el Dr. Rafael Caldera. El Ex Presidente. Un hombre de la Democracia, un venezolano honesto. La última vez que lo entrevisté ya estaba enfermo, fui a su casa en Los Chorros a enfrentar por primera vez como periodista a un hombre que había provocado en mí durante buena parte de mi vida las más encontradas emociones. Rodeada de los hombres de Acción Democrática de aquella primera época, hombres de luces y dignidad, aquel adversario elegante, rico, buen mozo, excelente orador, prepotente y ardoroso en la lucha, no era fácil de digerir, lo que lo hacía por supuesto, más útil e importante en el juego político del momento.
Esa tarde el hombre era otro como otras eran las circunstancias. Su lucidez sorprendía tanto, afectado como estaba por un Parkinson implacable y el terrible pesar de su esposa, Alicia, sobrecargada también de agobios de salud, como me sorprendió su recibimiento y su calidez conmigo. Asumí que entre los dos estaba establecido de manera muy sólida el respeto mutuo, la consideración humana.
Por mi parte, allí estaba yo en su cumpleaños agradecidísima por estar allí con él, en el emocionado corazón adormecido de memoria de cualquier recuerdo que en algún momento trajera otros tiempos y otros sentimientos. Mi primera pregunta fue por los hombres de ayer … le dije que María Teresa Castillo decía que en la Venezuela de ayer los hombres eran distintos, menos crueles y con mas altura y por eso Venezuela era distinta. Su mano temblorosa se movió impaciente, allí estaba el ímpetu de siempre reclamando su espacio: «yo creo que los hombres éramos iguales, pero logramos entender las exigencias del momento y el destino del País. Y todos nos comprometimos en construir un País con nuestras diferencias y nuestras personalidades, un país que tenía una cara digna para enseñarla a los ojos del mundo, un empeño de cuarenta años. Yo siento que esto no es Venezuela y tan no es Venezuela que no nos dejan manifestarnos votando limpiamente, eligiendo limpiamente….»
Rafael Caldera se llevó el dolor terrible que vivía su alma con la visión trágica de la Venezuela que hoy lo llora .
«El Pacto de Punto Fijo no fue impuesto por los partidos, respondió a un reclamo del pueblo, su voluntad interpretada por líderes que entendieron lo que el pueblo esperaba de experiencia largo y sufrida, entendimos lo que eran los valores de la libertad y la agonía de vivir sin ella. Y hoy creo también que esos valores están bajo esta capa de corrupción, la gente sabe de la necesidad de interpretar la paz y la decencia, de respetarse unos a otros, yo agradezco a Dios que me permitiera ver lo que había en otros hombres bajo la capa de combate porque Venezuela nos necesita a todos». A través del editor José Agustín Cátala, amigo queridísimo, Chávez quería ir a verlo en Miraflores uniformado. El Presidente se negó: «Como Presidente yo no puedo hacer eso, pero dile que se quede tranquilo, que cuente con que saldrá de la cárcel, que ya el Gral. Rivas Ostos está en eso, que va a salir pronto». Cátala llevó el recado. Caldera, un pacifista, cumpliría su palabra que no entenderían todos. Chávez reaccionó como lo que es: «Cuando yo ponga un pié afuera de esto lo mando al carajo».
Las dos venezuelas en pugna por su destino. La de la paz y la de la guerra. La de la dictadura y la democracia.
Todavía su espíritu debe aletear sobre el suelo de la tierra que amó.
Para mi es un privilegio haber compartido con él esta larga historia.
Y descansará en paz. Claro que sí.