En mis manos no se perderá la República
Discurso de Rafael Caldera en la Sede del Consejo Supremo Electoral al ser proclamado Presidente electo el 11 de diciembre de 1968.
Hace veinte años, en un día como ayer, los pueblos del mundo se reunieron a proclamar desde París una Declaración Universal de Derechos Humanos. La humanidad acababa de padecer una cruenta guerra y se sentía la necesidad de reunir a todas las naciones para expresar la necesidad y la esperanza de un mundo en que los seres humanos liberados del temor y de la miseria disfrutasen de la libertad de palabra y de la libertad de creencia. Una declaración expresada por pueblos de la más variada tradición histórica, de la más variada composición étnica, de la más variada ideología política, de la más variada estructura social y económica, de las más variada convicción religiosa, proclamó la dignidad y el valor de la persona humana, el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad personal, a la igualdad, a la seguridad jurídica, a la justicia, a la familia, al trabajo, a la seguridad social, a la propiedad; el derecho a un salario equitativo, y a un satisfactorio nivel de vida; el derecho a la salud, al bienestar, a la educación; el derecho a la libertad y al funcionamiento de los organismo sindicales —aquí también representados dignamente en este solemne acto—; a todos los derechos fundamentales que son considerados indispensables para que se pueda conquistar definitivamente la paz.
Uno de esos derechos, consignados en el artículo 21, es el derecho de cada pueblo a darse su propio gobierno, a través de un sufragio universal e igual, secreto y libre. El pueblo venezolano acaba de ejercerlo y debemos considerar que al hacerlo no ha agotado en él sus posibilidades y sus esperanzas, sino que ha buscado, a través de ese propio instrumento, a través de la representación que él mismo ha elegido, la satisfacción de aquellos otros derechos esenciales sin los cuales no podríamos decir que hemos cumplido nuestro deber. El pueblo ha votado, ha dado ejemplo admirable de su capacidad y madurez en el ejercicio de sus derechos democráticos. A través de su actuación ha rubricado y reafirmado el título legítimo que posee, a que todos los organismos del Estado y los representantes de todas las capas sociales contribuyamos a hacer con nuestro esfuerzo generoso y constante el que no solo los derechos individuales, los derechos jurídicos, las garantías esenciales de la persona humana sean siempre plena e intangible realidad, sino también los otros derechos sociales, el derecho a una vida decente, el derecho a una remuneración satisfactoria, el derecho a un hogar donde pueda funcionar holgadamente la familia; el que se puedan obtener en un ordenamiento social que realmente esté presidido por la justicia y por la libertad.
Aquí procedemos a poner fin, como lo expresaba en sus hermosas y elocuentes palabras el señor Presidente del Consejo Supremo Electoral, a una etapa para abrir otra. Las primeras palabras que yo debo pronunciar en este acto, cargado para mí de emoción, de profundo significado, han de ser de reconocimiento a ese pueblo. A ese pueblo querido, a ese pueblo de Venezuela que cada vez se presenta más acreedor a nuestra admiración y a la admiración de todos los pueblos del mundo. La jornada electoral que estamos cerrando ha resultado realmente extraordinaria. La conducta del pueblo ha sido magnífica. La etapa de la campaña electoral, animada, intensa, fervorosa, donde la presencia de las multitudes fue siempre para escuchar, para animar, para estimular la presencia de los dirigentes políticos; después, el acto de las votaciones, que parecía rubricar en forma final, con su concurrencia ordenada, responsable y en una cantidad que supera todos los porcentajes establecidos en el mundo, el mérito de la campaña y todo ello resultó superado por la etapa de los escrutinios.
En esta larga fase de ansiedad, pudimos admirar más y más a ese pueblo, que pendiente de la palabra de los órganos electorales que le dijera cuál era la decisión de esta encrucijada de su destino, supo conservar en medio de profunda expectativa, de la inquietud que quitó el sueño a los hogares de los venezolanos durante largos días y largas noches, un sentido de responsabilidad, de moderación y de conciencia que realmente ha hecho de este proceso electoral algo más excelente que todo cuando nosotros mismos hubiéramos podido prever. Ese pueblo, las mujeres rivalizando con los hombres en la función patriótica y cívica de dar su colaboración para la orientación del destino nacional; los jóvenes rivalizando con los adultos en su preocupación, en su conciencia y en su sentido de responsabilidad; los nacidos en el exterior, rivalizando con los nacidos en el territorio de Venezuela en amor, en preocupación y en interés por los asuntos de la patria, todo el pueblo tiene que merecer el reconocimiento agradecido y emocionado de este venezolano a quien la voluntad mayoritaria ha escogido para la jefatura del Estado en el próximo período constitucional.
Las Fuerzas Armadas Nacionales han escrito un capítulo singular. No quisiera caer en lo que pudiera entenderse como la simple expresión de un cumplido. Para las Fuerzas Armadas Nacionales, mi emocionado, mi profundo, mi sentido agradecimiento. Como se ha dicho aquí, en los comentarios que han girado en torno a la fase final del proceso, todos los ojos del mundo estaban atentos a Venezuela. No ha sido feliz precisamente la historia de la América Latina, y las Fuerzas Armadas de Venezuela, en medio de la ansiedad, de la confusión, de la turbación y de la preocupación nacionales han dado una lección de civismo que los dirigentes populares estamos en el deber de proclamar, de reconocer y agradecer. Como próximo Presidente de Venezuela, nada puede serme más auspicioso saber que al entrar a ejercer mi mandato tendré el respaldo sólido, indestructible, firme de las Fuerzas Armadas Nacionales, con plena conciencia de que su deber es respaldar la voluntad del pueblo, mantener la vigencia de las instituciones y pensar siempre en la patria como objetivo fundamental de sus acciones y de su conducta.
Los medios de comunicación social merecen asimismo mi reconocimiento. La prensa, la radio y la televisión, en uso de una plena e irrestricta libertad, han tenido conciencia de lo que su papel representa en esta etapa de la vida venezolana. Hubieran podido enturbiar, confundir, el proceso que se vivía: tuvieron siempre presente que el mejor uso de la libertad es el que se hace con sentido pleno de responsabilidad; tuvieron conciencia de su significación en la vida moderna, de la importancia de sus actos y mantuvieron la actitud cónsona para que ganáramos todos esta hermosa batalla cívica, que tiene que llevar optimismo y confianza a todos los hogares de Venezuela.
Debo expresar aquí, en nombre del pueblo que me ha elegido, el testimonio de la más sincera gratitud y reconocimiento al Consejo Supremo Electoral. Sobre el Consejo Supremo Electoral ha recaído una grave responsabilidad y no creo que pueda ser nada más grato a los oídos de sus integrantes y especialmente a los miembros de su Directiva el que yo manifieste aquí, en nombre del pueblo de Venezuela: Señores miembros del Consejo Supremo Electoral: ustedes han cumplido su deber.
Empieza una nueva etapa en la vida del país. La obra del Consejo Supremo Electoral de llevar a feliz término este proceso, y de sus colaboradores anónimos, pero heroicos, en las largas veladas y en los difíciles momentos del proceso de escrutinios, nos llenan de profundo optimismo. El país se aboca a un cambio pacífico, armónico y creador; es la dinámica de la vida social; somos un pueblo joven, un pueblo que tiene conciencia de que el tiempo transcurre, que no admite vivir según cartabones estereotipados, de que ha de marchar hacia delante y que el deber de quienes tenemos sobre los hombros la responsabilidad de la conducción de sus distintas actividades, consiste en impulsar, interpretar, estimular esta fuerza poderosa y creadora que vive en el seno de la comunidad nacional.
Sé que el cargo que voy a entrar a ejercer es difícil y duro. He podido observarlo de cerca y de lejos; he podido mirarlo desde las intimidades del gobierno y desde los ajetreos de la oposición. No me ilusiono al respecto, pero siento gran optimismo y gran fe. Tengo el optimismo de que las fuerzas políticas en todo momento sabrán reconocer la preponderancia del interés nacional sobre los intereses de grupo y el gran optimismo de que el pueblo sabrá respaldarnos, y reclamarnos una actitud fundamentalmente cónsona con las exigencias de Venezuela. Puedo decir con plena conciencia, con absoluta seguridad:
Venezolanos: en mis manos no se perderá la República. Tengo una larga vida puesta al servicio del país y al cabo de ella creo conocer profundamente los sentimientos, la manera de ser, las reacciones, las preocupaciones, las inquietudes y las angustias de mis compatriotas.
No me toca exponer ahora un programa de gobierno. Esa será mi función, deber y obligación en el acto de la toma de posesión de la Presidencia de la República. Quiero expresar, sin embargo, que estoy perfectamente convencido de que Venezuela necesita, y se lo vamos a dar, un apasionado trabajo creador que estimule la investigación, que reconozca las capacidades, que ponga en función hacedora la energía de los técnicos, que utilice nuevas generaciones y nuevas promociones, ya plenamente capacitadas para el cumplimiento de su función; que promueva, estimule, coordine y aproveche los esfuerzos de todos, en todos los sectores del país político y del país nacional; que oriente el gasto hacia las necesidades fundamentales del país y que busque la mayor cooperación posible a fin de que este potencial humano que tenemos se aproveche al máximum en el beneficio colectivo.
Me guía como preocupación fundamental la paz. Quiero ser un instrumento al servicio de la paz de los venezolanos; quiero distinguir claramente entre mi papel, que hasta ahora ha sido el de un combatiente político, y el papel que me corresponde en lo adelante, que es el de un magistrado cuya función carecería de sentido si no se hiciera intérprete de todos los venezolanos.
Quiero llevar las mejores relaciones con el Congreso de la República. Quiero procurar el entendimiento leal y diáfano, con absoluto respeto para sus diferentes posiciones, con las fuerzas en él representadas. Quiero reiterar el llamamiento que formulé la víspera de las elecciones para que cerremos las heridas, para que olvidemos los agravios, para que pongamos el interés común, lo común del gentilicio y de la aspiración venezolana, al servicio de las esperanzas, de los anhelos y de las necesidades de nuestro pueblo.
Quiero hacer un llamado especial a las fuerzas económicas, para que entiendan que el momento es de optimismo y no de pesimismo, de progreso y no de retroceso, de aliento y no de desaliento; que es el interés del país el que les pide que lleven adelante su afán creador. Tengo la convicción de que resulta indispensable y necesario que el proceso de la producción se estimule, se incremente, para que el mismo beneficie al mayor número. Por esta razón, a quienes la representan, a quienes actúan en el campo variado de la actividad económica, les pido que una demostración de confianza en Venezuela, de confianza en su pueblo y de confianza en su próximo gobierno trascienda, y en forma tal que la economía no sufra la menor dilación ni ofrezca lugar a la menor duda, sino que continúe hacia delante para provecho del país.
Y al pueblo le reitero mi preocupación fundamental: sé que estamos profundamente obligados a él: con la gente que vive en las barriadas pobres, con los que se encuentran marginados del proceso social, con los que todavía carecen de ocupación estable, con lo que están esperando una vivienda que les asegura el texto constitucional, con los niños, con los jóvenes ansiosos de nuevos y más amplios horizontes, de nuevos y más amplios caminos. A todos les reitero que la vivienda, el deporte, la educación, la promoción popular, el estímulo a la juventud para que sea siempre fuerza creadora e impulsadora del progreso nacional, constituirán una preocupación permanente de mi acción al frente del gobierno. Les digo a los representantes de los organismos sindicales que las garantías plenas que la Constitución les da y que las leyes les garantizan, serán interpretadas siempre con amplitud, con plena conciencia de lo que las mismas significan y con reconocimiento por lo que han hecho por Venezuela a lo largo de estos difíciles años de experimento democrático. Quiero además que Venezuela ocupe un lugar distinguido en el mundo; que en el concierto de las naciones se la aprecie por su estatura, por su entidad, por su postura y que ella siempre, tal como el preámbulo de la Carta Fundamental lo establece, contribuya pacíficamente a los esfuerzos de todos los pueblos por la paz, por la libertad, por la consolidación de la democracia y por la realización de la justicia.
Vamos a empezar un breve período de transición. Son tres meses difíciles, tres meses durante los cuales el doctor Raúl Leoni es el Presidente de la República. A este eminente venezolano le corresponderá en la historia, entre otros títulos, el excepcional de haber sido el primero a todo lo largo de nuestra historia que entregue pacíficamente el poder a un Presidente electo por el pueblo y que ha conquistado su elección desde las filas de una oposición leal e insobornablemente democrática. Quiero manifestarle al Presidente Leoni, con el reconocimiento de los venezolanos por su conducta, que viene a redondear y a culminar el proceso de su período presidencial, que el Presidente electo no le creará dificultades, ni pretenderá interferir en los meses que faltan para que culmine su gestión política y administrativa; y al mismo tiempo quiero decirle a Venezuela que estoy plenamente seguro de que el Presidente Leoni sabrá interpretar esta difícil circunstancia, difícil sobre todo por las características en que se desarrolla y por la falta de un estatuto legal que regule la situación transitoria que ahora se abre: el doctor Raúl Leoni será incapaz de adoptar posiciones que puedan entrabar, perjudicar o comprometer la gestión que me toca realizar como Presidente de la República en el próximo período constitucional. Hemos sido amigos de muchos años; hemos compartido responsabilidades, presidiendo ambas Cámaras Legislativas.
No es fácil a veces llevar en forma armónica la bicefalia que el Congreso supone. Como Presidente del Senado el doctor Leoni y yo como Presidente de la Cámara de Diputados, elegidos por partidos distintos y que habían contendido lealmente en el proceso electoral, supimos mantener el mutuo respeto, la mutua colaboración y el mutuo decoro de nuestros cargos en beneficio de la autoridad del Congreso y de los intereses nacionales. Por ello, de una manera clara y leal, estoy absolutamente convencido de que la actual experiencia nueva para Venezuela que se abre con este breve período de transición, lo sabremos llevar adelante, él como Presidente en ejercicio y yo como Presidente electo que simplemente debe prepararse para entrar al ejercicio de tan alta magistratura.
Todos los candidatos que han participado en el proceso electoral tienen en este momento de mi parte el más sincero reconocimiento. De manera especial he de agradecer al doctor Gonzalo Barrios, al doctor Miguel Ángel Burelli Rivas y al doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa su presencia en este acto, que también enaltece a la República, que también fortalece a las instituciones democráticas, que también llena de auspicios favorables la iniciación de una nueva etapa en la vida del país. Yo estoy seguro de que ellos y las fuerzas políticas que los respaldan y las demás fuerzas políticas contendientes en el proceso electoral y los demás participantes en el mismo, sabrán entender que por delante está algo que a todos nos atañe, que es Venezuela, y que ese algo es a lo que hemos dedicado devotamente largos años de lucha de esfuerzos y de sacrificios.
Deseo formular en este instante una petición al señor Presidente de la República, doctor Raúl Leoni: le quiero rogar el disponer que los actos de transmisión del mando se realicen con entera sobriedad republicana. No creo que debamos gastar sumas cuantiosas en celebraciones aparatosas cuando son tantas y tan graves las necesidades del país. Entiendo que daríamos un buen ejemplo y que estimularíamos la fortaleza del sistema democrático transmitiendo el mando con la sencilla severidad con que lo hacen las más sólidas y las más genuinas democracias. Por esta misma circunstancia le ruego comunicar a los gobiernos amigos con representación en Venezuela, nuestro deseo de que se abstengan de enviar embajadas extraordinarias, que nos obligarían y nos comprometerían —de acuerdo con la cortesía internacional— a agasajos que quizás no entrarían dentro del espíritu de la transmisión tal como en este momento la concibo. Le ruego al señor Presidente hacer comunicar por órgano del Ministerio de Relaciones Exteriores a los países amigos, mi personal deseo de que acrediten para el acto de la transmisión del mando a las misiones permanentes que tienen en Venezuela, para que de esta manera, sencillamente, con el júbilo popular, con la sencillez venezolana y con la sinceridad democrática, nos sea posible realizar en forma sobria este acto trascendental de la vida de nuestro país.
No pienso viajar al exterior durante los meses que faltan para mi asunción a la Presidencia de la República. Tengo la obligación de dialogar con todos los sectores del país. Tengo que estudiar, analizar e interpretar a fondo los resultados electorales. Tengo que indagar qué fue lo que quisieron expresar los venezolanos a través de los variados matices de la elección del 1° de diciembre. Tengo que hablar con los sectores económicos. Tengo que hablar con los sectores laborales. Tengo que hablar con los sectores universitarios. Tengo que hablar con los investigadores científicos. Tengo que dialogar —y quiero hacerlo— con todas las fuerzas políticas.
Por eso mismo quiero invitar en este acto, que cierra el proceso electoral, a los sectores responsables y especialmente a los medios de comunicación social, a que abramos una pausa política, a que hagamos un paréntesis en la lucha, a que nos acordemos de que ya vamos hacia mediados de diciembre y de que les demos a todos los venezolanos la comprensión del deseo merecido de descanso, de alivio que sienten en este momento, para que una vez pasado el período navideño podamos entregarnos de lleno a la resolución de aquellos problemas que para marzo de 1969 tendrán que verse solucionados. No implica ello el que yo pretenda negar a la prensa, a la radio, a la televisión, que tan generosas han sido conmigo, la información, las opiniones que ellas consideren; pero les ruego que me ayuden a que el debate político decaiga, entre en un paréntesis, en un cierto remanso, a que nos olvidemos un poco de las cuestiones que puedan estimular controversias y a que nos aboquemos a celebrar en todos los hogares de Venezuela esta gran fiesta anual. Yo quiero que ahora sientan todos el júbilo de la gran jornada que hemos realizado y cuya estupenda culminación lo constituye este acto pedagógico, extraordinario, ejemplar, en el cual Venezuela está nuevamente mostrando la majestad de su estatura, ante sus hijos y ante las naciones hermanas.
Quiero enviar a todos los hogares una palabra de aliento, de optimismo, de alegría y de fe. Quiero que estas navidades sean unas navidades alegres. Estoy seguro de que con ello interpreto el deseo del Presidente Leoni, estoy seguro de que con ello interpreto el deseo de todas las fuerzas políticas y sociales aquí representadas. Quiero en este solemne momento de mi vida invocar para mi pueblo, como lo hace la Constitución, la protección de Dios Todopoderoso para que marchemos hacia delante en paz y armonía y decirles a todos los venezolanos que les deseo unas pascuas muy alegres y un feliz año nuevo 1969.