El Caldera que yo conocí (I)
Por Elio Gómez Grillo, abogado, criminólogo y profesor universitario.
Conocí al doctor Rafael Caldera como mi profesor de Sociología Jurídica en el primer año de la Facultad de Derecho de la UCV. Sus clases eran magistrales, impecables tanto en su contenido como en su oferta docente. Rigurosamente disciplinado, organizado, jamás faltaba ni llegaba con retraso, a pesar de sus exigencias políticas, ya que era el máximo líder de un partido y su candidato presidencial. En cursos superiores de la misma facultad, dictaba la cátedra de Derecho del Trabajo, especialidad jurídica, en la que, a pesar de su juventud, ya estaba consagrado nacional e internacionalmente.
Simultáneamente con estas cátedras, el profesor Caldera creó y mantuvo un hermoso seminario libre, que llamó «Elementos sociales en la novela venezolana», el cual dictaba ad-honoren cada año a estudiantes voluntarios, quienes debíamos presentar un trabajo sobre el tema, ubicándolo en una novela venezolana publicada después de la aparición en 1929 de «Doña Bárbara», la gran novela emblemática de don Rómulo Gallegos. Fui alumno de ese seminario y guardo su recuerdo como una de las experiencias entrañables de mi vida estudiantil. De tal forma, que años después, en 1999, al término de su segunda presidencia, dediqué mi libro «Apunte sobre la delincuencia y la cárcel en la literatura venezolana», con estas palabras, que abren el volumen: «Para mi profesor Rafael Caldera, en
recuerdo de aquel inolvidable seminario ‘Elementos sociales en la novela venezolana’ que él creara y dirigiera y a cuyo calor nacieron las primeras inquietudes que inspiraron estas páginas».
Era la sentida expresión de mi gratitud para quien, además de profesor, prosiguió siendo mi maestro fuera del aula, porque aparte de enseñar tan sabiamente en la cátedra, contribuyó con ese modelo pedagógico a enseñarme a enseñar, cuando me tocó hacerlo. Además, sus orientaciones y consejos, siempre generosos y sabios, me ayudaron a emprender iniciativas nobles y limpias, y sus atenciones y deferencias me enaltecieron.
Descanse, Maestro, en la paz que cubre el reposo de los grandes hombres como usted.