UCV: de Felipe V, que la creó, a Nicolás Maduro, que la pretende destruir
Por Luis Granados
El Rey Felipe V, decreta el 22 de diciembre de 1721, la creación de la Real y Pontificia Universidad de Caracas, hoy Universidad Central de Venezuela, y con ocasión de celebrar tan importante acontecimiento, múltiples han sido las expresiones sobre los trascendentes aportes que nuestra ilustre Universidad ha dado al país, a lo largo de sus fecundos 300 años de existencia, cumplidos el 22 de diciembre de 2021. En su claustro se alimentó y promovió la independencia y creación de la República. Miranda, Vargas, Bello, Roscio fueron sus alumnos y dio inspiración, aliento y formación a quienes finalmente lograron con sus luchas dar paso a la democracia: Betancourt, Caldera, Villalba, Andrés Eloy, Leoni, Herrera, Lusinchi… Pero también capacitó y formó con excelencia a miles de venezolanos, que en todos los campos de la dinámica del país han sido pioneros e impulsores de su progreso y desarrollo. Ha sido su ciudad universitaria, patrimonio mundial de la Unesco, viva referencia y lugar fecundo de las mejores y más anheladas causas, y a veces también maltratada por pocos, que amparados en su reconocido prestigio académico nacional e internacional, han querido secuestrarla y manipularla para adelantar causas reñidas con la libertad, la paz, la democracia, la justicia y el progreso de la nación.
Con ocasión de su tricentenario, no ha faltado quienes se empeñan aún en justificar -diría que a conveniencia personal- el despropósito de la izquierda en Venezuela, que, ilusionada por la revolución comunista de Fidel Castro, adoptaba la guerra de guerrillas como único medio para la toma del poder e implantar un gobierno revolucionario en el país y en el resto de Latinoamérica. En ese despropósito hicieron del recinto universitario, un centro de planificación de acciones terroristas, refugio de irregulares, acopio de armas y reclutamiento de jóvenes preocupados por el país, estimulados y adoctrinados por docentes y dirigentes universitarios.
Ante esta realidad, el presidente Leoni, en diciembre del 66, y luego el presidente Caldera, en noviembre del 69, venezolanos demócratas sin duda alguna, egresados de la universidad, en plena época del proceso de pacificación que fortaleció la democracia, se vieron en la nada fácil decisión de tener que controlar a quienes desde la universidad alimentaban la guerrilla y la protesta desestabilizadora contra la incipiente democracia. Las Fuerzas Armadas y la policía, que combatían la guerrilla rural y urbana, manifestaban su inconformidad ante estas actuaciones de quienes se refugiaban impunemente dentro del recinto universitario. Querían hacer de la universidad, desvirtuando el principio fundamental de la autonomía, un centro desde del que se pretendía la toma del poder nacional por la vía armada y no por la sólida capacitación de profesionales que promovieran democráticamente los cambios necesarios. Así que estas decisiones -como la conseja izquierdista asegura- no iban en contra ni pretendían acabar con la universidad y su autonomía, restablecida poco tiempo después, sino más bien liberaron a la universidad y su autonomía de quienes querían secuestrarla para sus intereses políticos y actuaciones desestabilizadoras.
El proceso de renovación que para la época animaba a algunas de las facultades y escuelas de la UCV –lo certifico como dirigente estudiantil que fui en la de Arquitectura-, era en parte desvirtuado en su propósito de modernización y actualización académica por sectores radicales de izquierda, ávidos de imponer su visión revolucionaria de control absoluto de la comunidad universitaria, proponiendo reformas populistas y anti-académicas de gestión universitaria, desechando incluso la reconocida meritocracia. Ello ocasionó que muchos calificados y valiosos profesores y alumnos se retiraran de la Universidad con un alto costo académico; y así muchos hechos más, que, una vez reducida la desestabilización de la izquierda, lograda la pacificación nacional, regularizada la actividad académica y el retorno a clases, el claustro eligió nuevas autoridades universitarias en 1972.
Para 1974, yo era miembro del Consejo Universitario bajo el rectorado del Dr. Rafael José Neri, en mi condición de representante estudiantil. Era un Consejo Universitario de tendencia izquierdista, pero con visión académica y reflexiva, acorde con la naturaleza y razón de ser de la universidad; aún se discutía la implementación de reformas producto de las diversas propuestas elaboradas por el proceso de renovación de 1969-1972, y en su sesión del 20 de noviembre de 1974, restablecida la autonomía universitaria, propuse al Consejo Universitario el nombre del Dr. Rafael Caldera Rodríguez, ya ex Presidente, como Profesor Honorario de nuestra Ilustre Universidad Central de Venezuela, en atención a sus relevantes méritos académicos como profesor titular de la cátedra de Sociología que fue, y eminente tratadista sobre la materia de Derecho del Trabajo, que lo hacían merecedor de la más alta distinción que otorga la universidad a sus docentes a través de su máxima autoridad, el Consejo Universitario. Mi propuesta fue aprobada por la unanimidad de sus integrantes.
Ubicados 50 años después de esas horas difíciles para la institución, vemos que la sombra de esa izquierda farsante -supuestos defensores ayer de la autonomía- son hoy los principales ejecutores del criminal allanamiento a su autonomía y de su devastadora destrucción física y académica.
De manera que cuando leo la presentación del libro El Rey Felipe V de España y la fundación de la Universidad de Caracas en 1721, hoy Universidad Central de Venezuela, del profesor Alberto Navas, encuentro en ella una interesante relación de la valiosa trayectoria y aportes de la UCV a lo largo de sus 300 años, como también los innegables aportes de destacados rectores y autoridades universitarias que, como tantos otros, supieron darle impulso y prestancia. Pero, esta presentación también contiene una serie de aseveraciones y supuestos carentes de veracidad, y de manera vehemente y hasta desconsiderada -producto quizá de enconados resentimientos- hacia la figura del Dr. Rafael Caldera Rodríguez, pretendiendo descalificarlo y negar su autenticidad ucevista y de demócrata, y exponerlo al desprecio impune, como a otros venezolanos que por mucho le dieron mayores y mejores aportes que sus detractores y que valoraron sin reservas la importancia y vigencia de la institución universitaria para la nación.
No encontré mención ni vehemente descalificación y rechazo merecido para Hugo Chávez, Nicolás Maduro y sus entornos tiránicos, de despreciable y criminal actuación anti-universitaria, verdaderos violadores de la autonomía, continuadores de quienes en esa época de los 60 la irrespetaron y pretendían impunemente ponerla al servicio de indignas causas, las mismas que ahora la destrozan y de las que igual son víctima la nación y los millones de venezolanos que huyen de la tiranía genocida, antidemocrática, corrupta y totalitaria, que recorren a pie el continente… Tenían razón los presidentes Leoni y Caldera cuando entraron a la Universidad a rescatarla de quienes de la nación y de la universidad, hoy son sus verdugos. Sumisos abyectos del foro de Sao Paulo.