En el presente libro se recogen las versiones taquigráficas de las cuarenta y cuatro ruedas de prensa que el Presidente de la República, doctor Rafael Caldera, ha venido dedicando semana tras semana a la información de Venezuela, durante el primer año de su gobierno. Fiel a las promesas formuladas en los días de su campaña electoral, Rafael Caldera realiza el ofrecimiento de gobernar en «constante diálogo» con su pueblo. La continua comunicación del gobernante con los gobernados entendida como primordial obligación, es símbolo de la voluntad de entregarse a cumplir el mandato constitucional, con la mira puesta en la comprensión de los deseos, aspiraciones y necesidades del país.

Las propias palabras del Presidente definen la intención y alma de sus ruedas de prensa: «Deseo que este programa sea la cosa más sencilla, más cordial; que sea una conversación sin ninguna formalidad especial, es decir, que quienes vean y oigan lo que aquí exprese sientan que su Presidente está conversando con ellos, porque se siente en la obligación y en el deber imperativo de establecer con ellos una comunicación permanente, sobre los problemas y los aspectos más importantes de la vida de Venezuela.»

«Mi propósito es seguir informando al país, dialogando con el país. Quisiera explicar qué me he propuesto con estas conferencias semanales de prensa. Yo me he propuesto establecer diálogo, poner la responsabilidad del gobierno al alcance de todos los venezolanos que en su hogar pueden escucharlo y sentir el pulso de lo que ocurre en el país. Si mi intención hubiera sido dar noticias de impacto, provocar determinadas reacciones e impresiones haría una aparición circunstancial, hacen otros jefes de Estado. Aprovecharía un determinado momento; aparecería, pronunciaría un discurso para provocar el impacto y esperaría otra ocasión para volver a aparecer.

Pero la finalidad de este programa no es ésta. Sino el de darle la posibilidad a todo venezolano de que un jueves, a una hora cualquiera pueda encender el televisor y oír lo que está diciendo el Presidente o lo que le preguntan los periodistas.» «Los jueves estamos aquí para oír y contestar con llaneza, sinceridad, conversando con los venezolanos, las preguntas que los periodistas formulen, que en definitiva no son sino las preguntas que el país quiere ver respondidas, porque al fin y al cabo yo creo que siempre el periodista, que tiene una gran sensibilidad y un gran contacto con la opinión, preguntará sobre aquellas cuestiones que sean las que más están inquietando a la comunidad. De manera que yo les puedo manifestar que estoy muy contento de este experimento, quizás nuevo, distinto, distinto en Venezuela, raro en otros países, pero un experimento que tiende a eso: a hacerle sentir al país que yo soy el servidor de él, el servidor del pueblo, y por eso le estoy informando cómo marchan sus asuntos y sus negocios y le doy la oportunidad de que me lo pregunten, y como no pueden venir aquí diez millones de venezolanos a preguntarme, pues vienen los representantes de los diarios, de las radioemisoras y de las televisoras y me hacen preguntas que en el fondo son las preguntas que esos millones de venezolanos quisieran hacer.» El diálogo como forma de comunicación entre la Primera Magistratura de la Nación y la colectividad venezolana ha de utilizarse como vía de permanente correlación, aún en los momentos en que existan discrepancias, porque el «diálogo precisamente hay que mantenerlo por encima de las contradicciones, y ese es el ejercicio a que nos tiene que acostumbrar el sistema de gobierno democrático». Este reconocimiento al derecho de disentir, esta consideración a la opinión ajena, informa el alma de la vida democrática de la nación. No hay duda de que el diálogo como método de gobierno constituye el índice representativo de un nuevo estilo en la conducción de los asuntos públicos; revelador, por otra parte, de las cualidades peculiares de Rafael Caldera, como jefe de Gobierno. Muy lejos del exhibicionismo, mediante el diálogo se invita a participar en las reflexiones y aun en las decisiones que haya de tomar el Estado frente a los problemas que tiene que enfrentar un gobernante en nuestro tiempo. La larga meditación y el profundo estudio de los problemas del país llevado a cabo por Rafael Caldera desde los días de su juventud, le han preparado de un modo extraordinario para regir los destinos del Estado. Basta recorrer la pluralidad de las respuestas registradas en este libro para percatarse de la total ausencia de improvisación en el manejo de los asuntos de gobierno

Este volumen, pues, nos ofrece el más claro testimonio del espíritu de un demócrata en el gobierno de su pueblo. Es hermoso verificar cómo en Rafael Caldera se ha elevado a ideal de su propia existencia, el vivirla en trance de servicio hacia su país. Por encima de los intereses políticos y de sus preferencias personales, está la convicción de que puede ser útil a los altos destinos de Venezuela, mediante la consagración a un noble ideario en beneficio de sus conciudadanos. Este convencimiento le dio la perseverancia necesaria para alcanzar la Presidencia de la República

En las páginas de esta obra se halla el repertorio de las tareas del gobierno durante su primer año. Tareas compartidas con su pueblo, que se extienden desde la atención a los problemas concretos de la administración hasta la interpretación del espíritu nacional, con profundo respeto a la tradición histórica del país, así como a la comprensión de los hechos y los problemas que se le plantean a un Estado moderno. Es, en verdad, un auténtico índice de un temario nacional. Si el deber histórico impone determinadas líneas de conducta en la resolución de urgentes cuestiones de Estado, también debe atenderse a la significación actual de la República de Venezuela, en el papel que le corresponde en el Continente Americano, así el conglomerado de naciones que forman el mundo de nuestro tiempo. El trabajo cuotidiano, con el cúmulo de materias que el Primer Magistrado ha de abarcar a lo largo de una jornada, no le hacen desviar las perspectivas de los elevados fines a que debe aspirarse en la conducción de un país. En este libro, junto al tema concreto de una resolución específica, se halla expresa la doctrina que marca el rumbo hacia el mejor desarrollo de Venezuela.

Luis Alberto Machado

Caracas, Junio de 1970